lunes, octubre 31, 2005

Ahora, tres meses después, estaba de regreso en New Wexford y se hospedaba de nuevo en el hotel Congreve.
Fue a un videófono público, cubrió la pantalla y tecleó el número de Jehan Addels. La pantalla enfocó un conjunto de hojas verdes y rosales.
-Compañía de Inversiones Braemar -dijo una voz femenina.
-El señor Henry Lucas desea hablar con el señor Addels.
-Gracias.
La cara de Addels inundó la pantalla.
-Addels.
-Soy Henry Lucas.
-Me siento feliz -Addels se retrepó en su asiento-, e incluso aliviado... de oírel.
-¿Está la línea intervenida?
-En absoluto -aseguró Addels después de conectar su aparato antiescuchas.
-¿Cómo van los negocios?
-Bastante bien.
Addels describió sus gestiones. Había distribuido el dinero en diez cuentas numeradas de otros tantos bancos -cinco en New Wexford, cinco en la Tierra- y procedido a invertirlo con enorme delicadeza para no hacer temblar los nervios a flor de piel del mundo financiero.
-No alcancé a comprender la magnitud del trabajo cuando lo acepté -dijo Addels-. ¡Es asombroso! No crea que me estoy quejando. No podría pedir un trabajo más interesante y estimulante. Invertir diez mil millones de UCL sin despertar la atención es como tirarse al agua sin mojarse. He reunido un equipo sólo para que se ocupe de investigación y administración. Sospecho que, para una mayor eficacia, me veré obligado a fundar uno o varios bancos.
-Haga lo que le parezca mejor. Entretanto, tengo un trabajo especial para usted.
-¿Qué clase de trabajo? -preguntó Addels alarmado.
-He leído hace poco que la Radian Publishing Company, que publica Cosmópolis, padece dificultades financieras. Quiero que se haga con el control.
-No me costará demasiado esfuerzo; pero deseo informarle de que no es una inversión interesante. Radian está al borde de la bancarrota. Ha estado perdiendo dinero durante años; por eso es una presa fácil.
-En este caso la adquiriremos como una especulación y trataremos de enderezarla. Tengo motivos particulares para desear el control de Cosmópolis.
Addels reprimió cualquier intento de actuar contra la voluntad de Gersen.
-Sólo quería que no se llamara a engaño. Mañana adquiriré el paquete de acciones de la Radian.

Jack Vance "El palacio del amor"

domingo, octubre 30, 2005

-Quiero que el dinero se invierta en empresas seguras, pero no deseo llamar la atención. No quiero rumores ni publicidad. Quiero que el dinero se invierta sin que nadie se entere.
-Difícil -Addels reflexionó un momento-, pero no imposible..., si la operación se planifica de la forma adecuada.
-Lo dejo a su discreción. Controlará toda la operación de acuerdo con mis instrucciones. Por supuesto, puede contratar un equipo, con la condición de que no se le suministre la menor información.
-Un pequeño problema. No conozco a nadie.
-¿Está de acuerdo con mis condiciones?
-Sí, siempre que no se trate de un engaño. Mi salario y las inversiones que realice aprovechando la suya me convertirán en un hombre muy rico, pero no me lo creeré hasta que vea el dinero. Supongo que no será falso...
-Compruébelo con su detector de fraudes.
-Diez mil millones de UCL -musitó Addels-. Una suma enorme, capaz de tentar al hombre más honrado. ¿Cómo sabe que no le estafaré?
-Tengo entendido que usted no sólo es cauteloso sino de una moral intachable. Nada le inducirá a engañarme. Es mi única garantía.
-¿Dónde está el dinero?
-Le será entregado cuando quiera. O venga al hotel Congreve y lléveselo.
-La situación no es tan sencilla. ¿Qué pasaría si yo muriera esta noche? ¿Cómo recobraría su dinero? Si usted muriera, ¿cómo me informaría del hecho? ¿Cómo dispondría de una suma tan considerable, en el caso de que exista?
-Venga a la suite habitación sesenta y cinco del hotel Congreve. Le entregaré el dinero y nos ocuparemos de todas las contingencias posibles.
Jehan Addels se presentó en la suite de Gersen media hora más tarde. Examinó el dinero, que ocupaba dos maletas grandes, comprobó algunos de los billetes con el detector de fraudes y meneó su cabeza con asombro.
-Una responsabilidad terrible. Le extendería un recibo, pero considero que sería una formalidad absurda.
-Coja el dinero -dijo Gersen-. Mañana incluya en su testamento una disposición por la cual, en caso de muerte, el dinero pasa a mis manos. Si yo muero, o no me comunico con usted en el plazo de un año, utilice las rentas para obras de caridad. En cualquier caso, tengo la intención de volver a New Wexford dentro de uno o dos meses. Me comunicaré con usted sólo por videófono, y usaré el nombre de Henry Lucas.
-Muy bien. Me parece que así prevenimos cualquier contingencia.
-Recuerde: ¡absoluta discreción! Ni siquiera su familia debe conocer los detalles de su nuevo empleo.
-Como desee.
Al día siguiente, Gersen abandonó Aloysius con destino a Alphanor.

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, octubre 29, 2005

Gersen tomó alojamiento en el enorme Hotel Congreve, compró algunos periódicos y comió placidamente. La vida de la ciudad fluía ante sus ojos: hombres de negocios vestidos a la usanza antigua; aritócratas de Bonifacius que sólo pensaban en volver a su hogar; de vez en cuando un ciudadano de Cuthbert, identificable gracias a sus excéntricos atavíos y a su cabeza depilada. Los terráqueos exhibían con aplomo sus trajes oscuros y un aire indefinible de altivez... cualidad que los habitantes de los mundos exteriores consideraban tan intolerable como el propio término geocéntrico "mundos exteriores".
Gersen se relajó; la atmósfera de New Wexford era tranquilizadora. En todas partes se podían encontrar muestras de solidez, bienestar, ley y orden. Le gustaban las calles empinadas, así como los edificios de hierro y piedra que, después de mil años, ya no merecían el epíteto de "tímida extravagancia", un calificativo de los habitantes de Cuthbert.
Gersen había visitado previamente New Wexford. Dos semanas de discretas investigaciones habían señalado a un tal Jehan Addels, de la Corporación de Inversiones Transespaciales, como un economista de extraordinario talento. Gersen había llamado a Addels desde un videófono público, ocultando su rostro. Addels era un hombre de aspecto juvenil, delgado, expresión burlona y una calva prematura que no se había preocupado de cubrir con pelo regenerado.
-Soy Addels.
-Usted no me conoce, mi nombre carece de interés. Tengo entendido que trabaja para la Transespacial, ¿no?
-Correcto.
-¿Cuánto le pagan?
-Sesenta mil más un porcentaje de los beneficios -replicó Addels con toda tranquilidad, a pesar de que estaba hablando con un extraño que no mostraba su rostro-. ¿Por qué?
-Me gustaría contratarle para un trabajo similar por cien mil, más un aumento mensual de mil y una gratificación cada cinco años de, digamos, un millón de UCL.
-Una oferta aterradora -respondió Addels con sequedad-. ¿Quién es usted?
-Prefiero conservar el anonimato. Si insiste, concertaremos una cita y le explicaré todo cuanto quira. Lo único que necesita saber, en pocas palabras, es que no soy un criminal y que el dinero con el que va a operar no ha sido adquirido vulnerando las leyes de New Wexford.
-Hum. ¿A cuánto asciende la suma en cuestión? ¿Quién la avala?
-Diez mil millones de UCL en metálico.
-¡Dios...! -jadeó Jehan Addels-. ¿Dónde...? -Una sombra de irritación cruzó su cara y dejó sin terminar la frase. A Jehan Addels no le gustaba perder la compostura-. Es una cantidad exhorbitante de dinero. No puedo creer que haya sido amasada por los métodos convencionales.
-No he dicho esto. El dinero proviene de Más Allá, donde las convenciones no existen.
-Ni tampoco las leyes -sonrió fríamente Addels-. Ni los jueces. Ni los criminales. En cualquier caso, el origen de su riqueza no me concierne. ¿Qué es lo que desea con exactitud?

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, octubre 28, 2005

Las formalidades de entrada en Aloysius eran tan rigurosas como laxas las de Sarkovy. A una distancia de millón y medio de kilómetros, la 'primera capa protectora', Gersen anunció su intención de tomar tierra, se identificó, dio referencias, explicó las razones de su visita y recibió permiso de acercarse a la 'segunda capa protectora', situada a unos setecientos cincuenta mil kilómetros. Aquí aguardó mientras se estudiaba su solicitud y se comprobaban sus referencias. Luego se le ordenó descender hacia la 'tercera capa protectora', a ciento cincuenta mil kilómetros sobre el planeta, donde, tras una breve espera, se le notificó el lugar de aterrizaje. Las formalidades eran fastidiosas, pero valía la pena observarlas. Si Gersen se hubiera negado a detenerse en la primera capa protectora, las armas antiaéreas habrían apuntado a su nave. De no detenerse en la segunda capa protectora, un cañón Thribolt habría disparado una salva de discos autoadhesivos contra el vehículo. En caso de desdeñar esta advertencia, él y su nave habrían sido destruidos.*
Gersen cumplimentó todos los trámites, recibió la autorización y aterrizó en el espaciopuerto central de Dorgan.

Jack Vance "El palacio del amor"

* Un cañón Thribolt dispara un proyectil hacia su blanco propulsado por inducción Jarnell. Una cabeza sensora se desprende a cincuenta metros por delante del proyectil e incide en la sección más vulnerable del fisionador, en tenue contacto con el espacio ininterrumpido. Al encontrar su objetivo, la cabeza sensora anula el fisionador y activa su carga, al igual que los discos de papel adhesivo o cualquier tipo de explosivos. De hecho, el cañón Thribolt es un arma instantánea que actúa a gran distancia; su efectividad sólo se ve limitada por la precisión de las técnicas de lanzamiento y puntería, pues una vez en vuelo el proyectil no puede cambiar de dirección.
En todos los mundos de tecnología desarrollada se están estudiando intensamente los métodos de guiar los proyectiles Thribolt mediante sensores automáticos, lo que ha contribuido a perfeccionar el arma primitiva. El sistema más prometedor consiste en fijr la distancia del objetivo con un radar convencional y dirigir el proyectil mediante un fisionador durante un breve período, a fin de situarlo cerca del objetivo y lanzarlo sobre él. Se requieren cronómetros muy delicados y seguros, así como una gran prudencia por parte de los operadores, ya que una vez lanzado el proyectil nada puede impedir que colisione con un objetivo inesperado que se cruce en su trayectoria. Los sistemas secundario y terciario no despiertan gran confianza, y se utilizan sólo en circunstancias especiales.

jueves, octubre 27, 2005

Del Manual de los Planetas, 348 edición, 1525:

Aloysius: Sexto planeta de Vega. Constantes planetarias:
diámetro, 11200 kilómetros; día sideral, 19.8 horas; masa, 0.86.
Aloysius,
junto con sus planetas gemelos Bonifacius y Cuthbert, fue el primer mundo
colonizado exhaustivamente por la Tierra. Por esta causa, Aloysius mantiene
características de notable antigüedad; la principal consiste en que los primeros
pobladores, pertenecientes a la secta de los Conservacionistas, se negaron a
construir edificios que no estuvieran en armonía con el paisaje.
Los
Conservacionistas han desaparecido, pero su influencia permanece. En ningún
sitio pueden observarse las pretenciosas torres de cristal de Alphanor, el
hormigón de Oliphane, la incontrolada confusión que reina en el sistema de
Markab.
El eje de Aloysius está inclinado en un ángulo de 31.7 grados
respecto al plano de la órbita; por ese motivo los cambios de estación
experimentan fluctuaciones muy severas, algo atemperadas por la densa atmósfera.
Hay nueve continentes. Dorgan es el más grande, y New Wexford la principal
ciudad. Gracias a una moderada política de impuestos y al pragmatismo de sus
leyes, New Wexford se ha convertido en un importante centro financiero, con una
influencia que sobrepasa en mucho el ámbito de su población.
La flora y la
fauna autóctonas no presentan peculiaridades notables. Debido a los intensos
esfuerzos de sus primitivos colonizadores, árboles y arbustos terrestres crecen
por doquier, siendo las coníferas las mejor adaptadas al entorno ecológico.

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, octubre 26, 2005


demon princes Posted by Picasa
Alusz Iphigenia rehusó probar el cuarto plato. El quinto era una especie de pastel cocido al horno adornado con tres ciempiés hervidos, y acompañado de una guarnición que incluía verdura azul cortada a rodajas y una pasta de color negro brillante que desprendía un color acre y aromático. Alusz Iphigenia se levantó como impulsada por un resorte y abandonó el comedor.
-¿No se encuentra bien? -preguntó Edelrod solícitamente.
-Me temo que no.
-Qué pena. -Edelrod atacó su ración con gran apetito-. La cena aún no ha terminado.
Cuatro submaestros y un Maestro Envenenador llegaron a la terraza para dirigir los preparativos e intercambiar comentarios.
Todo parecía a punto para los envenenamientos. Los submaestros colocaron un taburete frente a cada criminal, con los venenos vertidos en unos platillos blancos.
-El primer reo -gritó el Maestro Envenenador- es el llamado Kakarsis Asm. En compensación por haber llevado a cabo actos perjudiciales contra la cofradía, ha accedido a probar una variación del agente activo conocido como "alfa". Cuando se ingiere oralmente, alfa provoca una parálisis casi instantánea del principal ganglio espinal. Ésta noche experimentaremos alfa en un nuevo solvente, quizá el más velozmente letal descubierto hasta ahora por el hombre. Criminal Asm, coopera, por favor.
Kakarsis Asm volvió los ojos a izquierda y derecha. El submaestro dio un paso al frente; Kakarsis Asm abrió la boca y tragó la dosis. Uno o dos segundos más tarde estaba muerto.
-¡Sorprendente! -exclamó Edelrod-. Algo nuevo cada semana.
A medida que se desarrollaban las ejecuciones, el Maestro Envenenador suministraba los detalles. El acusado de haber cometido una ofensa sexual intentó arrojar el veneno a la cara del submaestro y recibió una reprimenda; sin más incidentes, los envenenamientos se sucedieron con gran rapidez. El sexto plato, una ensalada muy elaborada, precedió a los tés, infusiones y dulces. El banquete concluyó.
Gersen se dirigió con parsimonia a su habitación. Alusz Iphigenia había hecho las maletas. Gersen permaneció de pie en el umbral de la puerta, sobrecogido por el centelleo de pánico que cruzó los ojos de la princesa, temerosa de estar frente a una presencia mucho más siniestra.
-La nave de los turistas regresa a Alphanor -dijo Alusz Iphigenia-. He comprado un pasaje. Debemos separarnos.
-Tienes dinero en tu cuenta bancaria -dijo Gersen después de unos momentos de silencio-. Me encargaré de que se te ingrese cuanto necesites... Si se produce una emergencia, o si consideras los fondos insuficientes, avisa al director del banco y lo solucionará.
Alusz Iphigenia no dijo nada. Gersen comenzó a alejarse.
-Cualquier cosa que necesites...
-Lo recordaré -interrumpió la princesa con un gesto perentorio.
-Entonces... adiós.
-Adiós.

Gersen fue a su habitación y se estiró en la cama, las manos detrás de la cabeza. Así terminaba una maravillosa fase de su vida. Nunca más, pensó, involucraría a una mujer en las sombrías perspectivas de su vida. Especialmente a una tan generosa y honesta.
El paquebote despegó a primera hora de la mañana con Alusz Iphigenia a bordo. Gersen se encaminó al espaciopuerto, firmó el registro de salida, pagó el impuesto correspondiente, entregó una gratificación a Edelrod y abandonó Sarkovy.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"

martes, octubre 25, 2005

Edelrod había dicho la verdad... era la gran noche de la cocina sarkoy. Sirvieron el primer plato: caldo de hierbas de pantano, de color verde pálido, bastante amargo, acompañado con tallos de junco fritos, ensalada de raíces de apio, arándanos y trozos de corteza negra picante. Mientras comían, unos porteadores sacaron cuatro postes a la terraza y los clavaron en unos huecos a propósito.
Vino el segundo plato: cocido de carne blancuzca con salsa de coral, muy sazonada, junto con unos platitos de jalea de llantén y jaoico cristalizado, una fruta local.
Alusz Iphigenia comía sin apetito; Gersen tampoco sentía mucha hambre.
El tercer plato consistía en bocaditos de pasta perfumada dispuestos sobre tajadas de melón frío, con un acompañamiento que parecían pequeños moluscos en aceite picante. Poco antes del cuarto plato, los criminales fueron conducidos a la terraza, donde permanecieron de pie parpadeando ante las luces. Iban desnudos, salvo por unos pesados cuellos abombados, unos voluminosos guantes y un exiguo taparrabos. Los ataron a los postes con unas cadenas de dos metros de largo.
-¿Éstos son los criminales? -preguntó Alusz Iphigenia con fingida indiferencia-. ¿Cuáles son sus crímenes?
Edelrod levantó los ojos por encima de la fila de cuencos que habían depositado frente a él, llenos de insectos triturados y cereales, conservas en escabeche, una materia incierta del color de las ciruelas y albóndigas de carne frita.
-Asm es el que traicionó a la cofradía. A su lado hay un nómada que cometió un delito sexual.
-¿Es posible que sucedan en Sarkovy cosas semejantes? -preguntó con incredulidad Alusz Iphigenia.
-El tercero arrojó leche agria sobre su abuela -prosiguió Edelrod tras dirigir una mirada de reproche a la princesa-. El cuarto deshonró un fetiche.
Alusz Iphigenia compuso una expresión de estupor. Esperó que Gersen hiciera algún comentario para saber si Edelrod hablaba o no en serio.
-Las ofensas parecen arbitrarias -dijo Gersen-, pero algunos de nuestros tabúes despiertan extrañeza en la gente de Sarkovy.
-Has dado en el clavo -manifestó Edelrod-. Cada planeta tiene sus propias leyes. Me asombra la falta de sensibilidad que exhiben algunas personas procedentes de otros mundos. La avaricia es un defecto común. En Sarkovy lo que pertenece a una persona pertenece a todos. ¿El dinero? Se reparte sin pensarlo dos veces. ¡Hacer gala de generosidad es una virtud muy estimada!
Miró a Gersen, que se limitó a sonreír.

Jack Vance "El palacio del amor"

lunes, octubre 24, 2005

A Gersen le sorprendió su vehemencia. Las acusaciones eran tan exageradas que no podían ocasionarle malestar alguno. De todas formas, si creía realmente en ellas... debía considerarle un monstruo.
-No es verdad lo que dices -replicó tratando de apaciguar sus ánimos-. Quizá algún día te des cuenta, quizá algún día...
La voz de Gersen se apagó ante el violento movimiento de cabeza que sacudió los cabellos dorados de Alusz Iphigenia. Además, lo que iba a decir, si se paraba a pensarlo, parecía más bien improbable, incluso absurdo: se refería a un hogar, una familia, la paz...
-¿Qué piensas hacer conmigo? -preguntó con frialdad Alusz Iphigenia.
-No tengo derecho a dirigir tu vida ni a molestarte. Sólo hay una vida; disfrútala cuanto puedas.
Alusz Iphigenia se puso en pie, tranquila e imperturbable. Gersen tomó tristemente el camino de su alcoba. La pelea, en cierto sentido, era positiva. Quizá la había traído a Sarkovy para mostrarle la dirección que su vida debía seguir, dándole así la oportunidad de abandonarle.
La princesa, para sorpresa de Gersen, apareció a la hora de cenar, algo pálida y seria.
El comedor estaba abarrotado. Por todas partes se veían los cuellos y sombreros de piel negra que usaban los notables de Sarkovy. Había un número poco frecuente de mujeres, ataviadas con sus peculiares trajes púrpura, pardos y negros, y cargadas de collares, brazaletes y diademas de turquesa y jade. Un grupo de turistas llegados en la nave que había aterrizado a primera hora de la tarde ocupaba un ángulo de la sala; "una buena excusa -pensó Gersen- para adelantar las ejecuciones". A juzgar por su indumentaria procedían de algún planeta del Grupo, probablemente Alphanor (así lo indicaban sus tintes grises y beige). Edelrod se materializó junto al codo de Gersen.
-¡Ajá, lord Gersen! Es un placer verle por aquí. ¿Puedo unirme a usted y a su adorable dama? Es posible que se me requiera para preparar las pociones. -Se sentó a la mesa dando por sentado el asentimiento de Gersen-. Hoy tenemos un banquete de seis platos, al estilo de Sarkovy. Les recomiendo que lo prueben todo. Ya que han venido a nuestro maravilloso planeta, disfrútenlo hasta la saciedad. Me alegra estar con ustedes. Todo va bien esta noche, ¿no es cierto?
-Por completo, gracias.

Jack Vance "El palacio del amor"

domingo, octubre 23, 2005

Edelrod atravesó la puerta del hotel como en respuesta a su pregunta y compuso una reverencia ridícula. Lucía una túnica larga de paño verde y un gorro alto de piel.
-¡Salud e inmunidad! ¿Aguardan a los envenenamientos? Están anunciados en la rotonda del hotel para ejemplo de los congregados.
-¿Esta noche? Creí que se llevarían a cabo mañana por la noche.
-La fecha ha sido adelantada porque la rueda de Godogma ha dado un giro. Esta noche los acusados van a cooperar.
-Allí estaremos -dijo Gersen.
Alusz Iphigenia se puso rápidamente en pie y abandonó el vestíbulo.
Gersen la encontró en su habitación.
-¿Te has enfadado conmigo?
-No estoy enfadada. Estoy perpleja. No puedo comprender tu morbosa fascinación por esta horrible gente... La muerte...
-No es fácil comprenderlo. La gente se rige por un sistema diferente al nuestro. Me interesa. Estoy vivo gracias a mi habilidad para evitar la muerte. Siempre se puede aprender algo más para ayudarte a sobrevivir.
-¿Y para qué necesitas ese conocimiento? Posees una inmensa fortuna, diez mil millones de UCL en metálico...
-Ya no.
-¿Ya no? ¿Los has perdido?
-No en metálico. He fundado una sociedad anónima de la que controlo la mitad de las acciones. Eso supone una renta diaria de un millón de UCL, más o menos. Una gran fortuna, desde luego.
-Con ese dinero no necesitas complicarte la vida. Alquila asesinos para llevar a cabo tu trabajo. Alquila a ese desagradable Edelrod. ¡Mataría a su madre por dinero!
-Cualquier asesino que alquilara podría ser alquilado a su vez para asesinarme. Pero hay otro aspecto. No me interesan ni la fama ni la publicidad. Para ser eficaz debo pasar desapercibido, como si no existiera. Temo que el Instituto ya ha reparado en mí, y eso puede acarrearme problemas.
-Estás obsesionado. ¡Eres un monomaníaco! ¡Esta dependencia de la muerte y de la eficacia te tiene dominado por completo!
Gersen omitió señalar que esta dependencia le había salvado la vida en varias ocasiones.
-Tienes otras capacidades -prosiguió Alusz Iphigenia-, eres sensible, incluso frívolo, pero nunca te sientes satisfecho con nada. Estás muerto espiritualmente. ¡Sólo piensas en el poder, en la muerte, en venenos, en planes atroces y venganza!

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, octubre 22, 2005

Gersen entregó 425 UCL a cambio de que Asm muriera por Alfa.
Edelrod, algo malhumorado, se reunió con Gersen en el vestíbulo. Cruzaron las calles de Paing, flanqueadas por barracas de madera elevadas sobre pilares. Cada fachada representaba un rostro triste, melancólico o asombrado. Después de caminar durante un buen rato llegaron a la Posada del Veneno.
Alusz Iphigenia estaba en su habitación. Gersen decidió que no valía la pena molestarla. Se bañó en una tinaja de madera y bajó al vestíbulo para contemplar la estepa. El crepúsculo difuminaba el paisaje, las estacas rematadas por alas se recortaban borrosamente como siluetas negras y complejas.
Gersen pidió una taza de té y, sin nada mejor que hacer, reflexionó sobre su vida... En términos generales era un hombre afortunado, mucho más rico de lo que podía abarcar la mente. Pero ¿y el futuro? En el caso hipotético de que, por un capricho del destino, alcanzara su propósito y destruyera a los cinco Príncipes Demonio, ¿qué sucedería entonces? ¿Sería incapaz de integrarse en el discurrir normal de la existencia? ¿O se habría deformado hasta tal punto que seguiría a la caza de hombres indignos de vivir? Gersen rió por lo bajo. No era probable que sobreviviera para afrontar el problema.
Alusz Iphigenia apareció. Ignoró a Gersen y fue a contemplar la estepa en tinieblas, en la que brillaban una o dos luces en la lejanía. Un resplandor púrpura alumbró en el cielo, luego se encendió un rectángulo de luces blancas y un paquebote de la línea Robarth-Hércules se posó en tierra. Alusz Iphigenia siguió abstraída unos momentos y luego fue a sentarse al lado de Gersen con el semblante inexpresivo. Rechazó su invitación a tomar el té.
-¿Cuánto tiempo debemos permanecer aquí?
-Sólo hasta mañana por la noche.
-¿Por qué no podemos irnos ahora? Ya te has entrevistado con tu amigo y comprado el veneno que querías.

Jack Vance "El Palacio del Amor"

viernes, octubre 21, 2005

-He pagado para hablar con usted -empezó Gersen-. De hecho, vengo de Alphanor con ese propósito.
Asm no contestó.
-¿Actuó usted como intermediario de Viole Falushe?
Un leve resplandor brilló en la profundidad de los ojos impenetrables.
-¿Viene de parte de Viole Falushe?
-No.
El resplandor murió.
-Da la impresión de que, por haberte involucrado en un delito, él también debería estar aquí, condenado a la cooperación.
-Un pensamiento agradable.
-No alcanzo a comprender la esencia del crimen. ¿Ha sido enjaulado y condenado por hacer negocios con un notorio asesino?
-¿Cómo iba a saber que era Viole Falushe? -Asm rugió y escupió en una esquina de la jaula-. Le conocí hace mucho tiempo bajo otro nombre. Ha cambiado; está irreconocible.
-Entonces, ¿por qué lo han condenado a cooperación?
-El decreto está muy claro. El Maestro Cofrade había preparado una lista de precios especiales para Viole Falushe. Ignorante por completo, le vendí dos dosis de patziglop y una de volo; muy poco, en efecto, pero no puede haber perdón. El Maestro Cofrade me odia desde hace tiempo, y nunca se ha atrevido a probar mis venenos. -Escupió otra vez y miró de reojo a Gersen-. ¿Qué gano hablando con usted?
-Me encargaré de que muera por alfa o beta, pero no por cooperación.
-¿Con el Maestro Cofrade Petrus delante? Le costará mucho. Desea experimentar su nuevo brebaje.
-Podría convencer al Maestro Cofrade Petrus; con dinero, o con otros medios.
-No albergo grandes esperanzas -Asm se encogió de hombros-, pero no pierdo nada hablando. ¿Qué le interesa saber?
-Según creo, Viole Falushe ha dejado el planeta, ¿no?
-Hace tiempo.
-¿Dónde y cuándo le conoció por primera vez?
-Hace mucho tiempo. ¿Cuántos años? ¿Veinte? ¿Treinta? Mucho tiempo. En aquel entonces era un mercader de esclavos, aunque muy joven. Apenas un muchacho. De hecho, era el mercader de esclavos más joven que he conocido nunca. Llegó en un viejo navío desvencijado lleno de chicas temerosas de su cólera. ¡Se alegraron de que yo las comprara! ¿Se imagina? -Asm meneó la cabeza, todavía asombrado por aquel recuerdo-. ¡Un hombre terrible! La fuerza de sus pasiones le hacía temblar. Hoy es diferente. Su pasión sigue siendo terrible, pero el paso de los años le ha madurado lo suficiente para dominarlas. Es un hombre diferente.
-¿Cuál era su nombre cuando le conoció?
-No lo recuerdo. Quizá nunca lo supe. Vendió a dos chicas a cambio de dinero y veneno. Lloraron de alivio cuando abandonaron la nave. Las otras lloraron por su mala suerte. ¡Qué sollozos! Se llamaban Inga y Dundine. ¡No paraban de hablar! Conocían bien a ese chico, no se cansaban de insultarle.
-¿Qué hizo con ellas? ¿Aún viven?
-Lo ignoro -Asm se puso en pie de un brinco, caminó arriba y abajo y volvió a sentarse-. Me ordenaron que fuera hacia el sur, a Sogmere. Allí las vendí. Obtuve un buen precio: sólo las había utilizado dos años.
-¿Quién las compró?
-Gayscone el Mayorista, de la Estrella de Murchison. No puedo decirle nada más, es todo cuánto sé.
-¿Cuál era el lugar de origen de las chicas?
-La Tierra.
-¿Podría describirme a Viole Falushe... tal como es ahora?
-Es alto y bien parecido. Cabello negro. Carece de rasgos distintivos. Le conocí cuando su locura estaba en pleno apogeo, hasta el punto de desfigurar sus facciones. Ahora es educado y prudente. Habla con suavidad. Sonríe. Creo que no le reconocería aunque, como yo, lo hubiera encontrado en su juventud.
Gersen aún formuló más preguntas. Asm no añadió más datos de interés. Gersen se dispuso a marchar. Asm, fingiendo indiferencia, preguntó:
-¿Hablará con el Maestro Cofrade Petrus para interceder por mí?
-Sí.
-Tenga cuidado. -Asm hablaba como si le costara un gran esfuerzo-. Es un hombre de carácter fuerte y malvado. Si le presiona demasiado, le envenenará.
-Gracias. Intentaré ayudarle.

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, octubre 20, 2005

Edelrod vino corriendo desde el caravanseray. Solicitó a su abuela una infusión de ajol hirviente. Tomó asiento y bebió en silencio.
-¿Cómo consiguen los sarkoy llegar a la edad adulta? -preguntó Alusz Iphigenia.
-Dos palabras -replicó Edelrod manteniendo dos dedos en alto como si fuera a impartir una clase magistral-: precaución, inmunidad. Yo soy inmune a treinta venenos. Llevo encima indicadores y alarmas para prevenir el cluto, la meratis, el tóxico negro y el volo. Observo las más puntillosas precauciones en comer, oler, vestir según qué prendas y acostarme con mujeres desconocidas, ja, ja. Éste último es uno de los trucos favoritos, de ahí que los libertinos impulsivos caigan con facilidad en la trampa. Siguiendo con lo que decía, soy precavido en estas situaciones y en arrastrarme bajo un soto, a pesar de que no tengo miedo de la meratis. La precaución deviene una segunda naturaleza. Si sospecho que me he creado un enemigo o estoy a punto de hacerlo, cultivo su amistad y lo enveneno para disminuir el riesgo.
-Usted llegará a viejo -sentenció Gersen.
Edelrod hizo un movimiento circular con ambas manos, cada una en una dirección diferente, para simbolizar una parada de la rueda de Godogma.
-Eso espero.
Gersen alquiló un transporte y envió a Alusz Iphigenia de regreso a la Posada del Veneno. Luego Edelrod condujo a Gersen al interior del caravanseray. Atravesaron una serie de muros y subieron al tejado. Seis guardianes estaban sentados sobre unos altos taburetes, junto a un caldero humeante. Se taparon el rostro con sus cuellos de piel y miraron con indiferencia a Edelrod; después se concentraron en el té y murmuraron entre ellos alguna observación satírica, pues no tardaron en lanzar roncas carcajadas.
Gersen se acercó a la jaula de Kakarsis Asm, otrora el Maestro Envenenador y hoy condenado a la cooperación. La talla de Asm era superior a la media de Sarkovy. Tenía el pecho y el estómago abultados, la cabeza larga, estrecha en la frente, ancha de pómulos y la boca voluminosa. Una espesa mata de pelo negro caía sobre su frente; un melancólico bigote negro recubría el labio superior. De acuerdo con su condición de criminal no llevaba zapatos, y sus pies, tatuados con ruedas como exigía la tradición, estaban moteados de rosa y azulados a causa del frío.
Edelrod se dirigió a Asm con voz perentoria:
-Perro miserable, aquí hay un noble venido del mundo exterior que desea inspeccionarte. Compórtate con respeto.
Asm levantó la mano como si se dispusiera a arrojar veneno; Edelrod retrocedió de un brinco y blasfemó. Asm rió.
-Mantente alejado -le dijo Gersen-. Quiero hablar con ese hombre en privado.
Edelrod accedió de mala gana. Asm se sentó en un taburete y examinó a Gersen con ojos duros como pedernales.

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, octubre 19, 2005

Siguieron el paseo. Poco después el bosque se estrechó y el sendero desembocó en la estepa. Al borde de la ciudad se hallaba situada una estructura de madera recubierta de hierro, rematada por ocho conos y protegida por diez puertas también de hierro orientadas hacia la estepa. Cientos de pequeños puestos ambulantes y tiendas se extendían sobre un área de arcilla endurecida.
-El caravanseray -explicó Edelrod-. Ahí está la sede de la Asamblea, de la que emanan los fallos legislativos. -Señaló con el dedo una plataforma en el extremo del caravanseray; cuatro hombres enjaulados observaban desconsoladamente la plaza-. El de la derecha es Kakarsis Asm.
-¿Podré hablar con él ahora? -inquirió Gersen.
-Iré a preguntar. Aguarden, por favor, en este tenderete, donde mi abuela les preparará un excelente té.
Alusz Iphigenia miró con recelo los accesorios del tenderete. Una tetera de metal hervía furiosamente sobre un hornillo; varias tazas de metal estaban dispuestas para verter en ellas la infusión. En las estanterías se amontonaban cientos de vasijas de vidrio que contenían hierbas, raíces y sustancias imposibles de identificar.
-Todo limpio e higiénico -declaró Edelrod con satisfacción-. Descansen y repónganse. Volveré con buenas noticias.
Alusz Iphigenia se sentó en un banco sin decir palabra. Después de consultar con la abuela de Edelrod, Gersen se procuró unos potes del estimulante té de verbena. Observaron una caravana que rodaba sobre la estepa en dirección a la empalizada: abría la marcha una carreta de ocho ruedas que transportaba el altar, la cabina del jefe y cisternas metálicas de agua. A continuación venían otras doce carretas -unas grandes, otras pequeñas- con los motores rugiendo, silbando y golpeteando. Todos los carros contaban con extravagantes superestructuras que sostenían tiendas de campaña -auténticas viviendas en sí mismas- rodeadas de paquetes y víveres. Algunos hombres iban en moto y otros se acomodaban en los carros, conducidos por mujeres viejas y esclavos de la tribu. Los niños corrían detrás de los vehículos, montaban en bicicletas o se balanceaban peligrosamente en lo alto de las estructuras.
La caravana se detuvo: las mujeres y los niños dispusieron trípodes, con calderos encima, y empezaron a preparar la comida, mientras los esclavos sacaban toda clase de artículos de los carros: pieles, maderas preciosas, haces de hierbas, fragmentos de ágata y ópalo, pájaros enjaulados, cubos llenos de gomas sin refinar y de venenos, y dos harikaps cautivos, las criaturas semiinteligentes que eran parte fundamental del deporte sarkoy conocido como harbite. Entretanto los hombres de la tribu formaron un grupo suspicaz que se dedicó a beber té y a remolonear entre las tiendas del bazar con la absoluta convicción de que iban a ser timados.

Jack Vance "El palacio del amor"

martes, octubre 18, 2005

Alusz Iphigenia se paró a recoger un guijarro redondo de cuarzo.
-¿Qué horrible sustancia extraería de esta piedra?
-Ninguna. -Edelrod desvió la vista algo desconcertado-. Al menos que yo sepa, aunque utilizamos piedras de este tipo para moler semillas de fotis y convertirlas en harina. No tema, su guijarro no es tan inútil como parece.
-Increíble -musitó Alusz Iphigenia arrojando la piedra lejos-, es increíble que haya gente dedicada a tales actividades.
-Estamos al servicio de un fin práctico: todo el mundo necesita veneno alguna vez. Somos expertos en la materia y consideramos un deber profundizar en ella. -Examinó a Alusz Iphigenia con curiosidad-. ¿No lo ha probado nunca?
-No.
-En el hotel encontrará un folleto titulado Introducción al arte de preparar y usar venenos; me parece que incluye una muestra de algunos alcaloides básicos. Si le interesa profundizar en...
-Gracias. No poseo tales inclinaciones.
Edelrod hizo un gesto de cortesía, como admitiendo que cada uno ha de sobrellevar su propia carga en la vida.

Jack Vance "El palacio del amor"

lunes, octubre 17, 2005

La vegetación se componía de la típica mezcla de Sarkovy: árboles, arbustos, cicadáneas, silicuas, hierbas de cien variedades. Las altas hojas eran en su mayor parte negras y pardas, a veces con manchas rojas. Las más bajas eran púrpuras, verdes y azul pálido. Edelrod animó el paseo con una discusión sobre las plantas que encontraban a su paso. Llamó su atención sobre un pequeño hongo gris.
-Ahí está el origen del doblus, un selecto y excelente veneno sólo fatal cuando es ingerido dos veces en una semana. Se alinea a este respecto con el mervan, que se infiltra en la piel y produce su acción letal sólo por exposición directa al sol. He conocido personas que por temor al mervan permanecieron en sus tiendas durante días y días. Fíjense en ese árbol que crece ahí al lado. -Señaló con el dedo un delgado pimpollo de corteza blanca y hojas amarillas redondas-. Algunos lo llaman el árbol de la buena suerte, otros el inútil. Es completamente inofensivo. Se pueden comer todas sus partes: hojas, tronco, médula, raíces, sin obtener otra cosa que una digestión más lenta de lo habitual. Hace poco uno de nuestros envenenadores montó en cólera ante tanta insipidez. Acometió un intenso estudio del árbol de la buena suerte y, al cabo de cierto tiempo, extrajo una sustancia de potencia inusual. Para que surta efecto debe disolverse en meticina y esparcirse en el aire como una niebla o una bruma. Así penetra en los cuerpos, causando primero ceguera, después entumecimiento y, por fin, parálisis total. ¡Piense en ello! ¡Antes inocuo, ahora un veneno útil y efectivo! ¿No es un tributo al esfuerzo y al ingenio humanos?
-Una hazaña impresionante -comentó Gersen.
Alusz Iphigenia guardó silencio.
-A menudo nos preguntan -prosiguió Edelrod- por qué persistimos en extraer nuestros venenos de las fuentes naturales. ¿Por qué no encerrarnos en nuestros laboratorios y sintetizarlos? La respuesta es que los venenos naturales, por su íntima asociación primitiva con los tejidos vivos, son más efectivos. Mire allí... ese pequeño reptil.
Una criatura parecida a un pequeño lagarto se acurrucaba bajo una hoja blanca y azul.
-Es un meng. De sus órganos se extrae una sustancia que puede pasar como ulgar o como furux. Pero cuando se vende como ulgar y se utiliza como tal, los síntomas son espasmos, automutilaciones de lengua y locura transitoria. Cuando se vende y usa como furux, sin embargo, los cartílagos de los huesos se disuelven y el esqueleto se derrumba como un castillo de naipes.
-Muy interesante, desde luego... Hum... ¿Qué sucede cuando la sustancia es vendida y utilizada como, pongamos por caso, agua?
-Un experimento fascinante.

Jack Vance "El palacio del amor"

domingo, octubre 16, 2005

-Me gustaría hablar con Kakarsis Asm. ¿Sería posible concertar una cita?
-Un asunto delicado. -Edelrod se estiró su larga nariz-. Debe cooperar con la cofradía, lo que significa que, por motivos obvios, se le vigilará estrechamente. Claro que puedo intentarlo. ¿Representan los gastos un factor crítico?
-Por supuesto. Espero no ingresar más de cincuenta UCL a la tesorería de la cofradía; otras cincuenta para el Gran Maestre y tal vez veinte o treinta para usted.
Edelrod se pellizcó los labios. Era un hombre rollizo, de edad incierta y una abundante mata de lacio pelo negro.
-Su generosidad no es demasiado espléndida. La gente de Sarkovy aprecia por encima de todo la liberalidad sin límite.
-Si no he entendido mal, le ha sorprendido el dinero que tengo intención de gastar. Las cantidades que mencioné son las máximas, de modo que si no logra solventar los trámites con estas tarifas, tendré que buscar a otra persona.
-Haré lo que pueda -contestó Edelrod abatido-. Espere en el vestíbulo, por favor; haré algunas llamadas.
Gersen tomó asiento junto a Alusz Iphigenia, que no le formuló ninguna pregunta... Edelrod regresó al cabo de poco rato con una expresión jubilosa.
-He puesto el asunto en marcha. Los costes serán mucho menores de lo que suponía.
Golpeteó sus dedos lleno de alegría.
-Me lo he pensado mejor -repuso Gersen-. Ya no me interesa hablar con el maestro Asm.
-Pero si está hecho... -se agitó Edelrod-. ¡Me he dirigido al Gran Maestre!
-Quizá en otra ocasión.
-Olvidando todo lucro personal -Edelrod compuso una amarga mueca- podría llegar a un acuerdo por una suma ridícula... digamos doscientos UCL, o algo así.
-La información no posee gran valor. Mañana iré a Kadaing, donde mi viejo amigo el Maestro Envenenador Coudirou allanará mis dificultades.
Los ojos de Edelrod casi se le salieron de las órbitas.
-¡Caramba, esto lo cambia todo! ¿Por qué no me dijo que conocía a Coudirou? Estoy seguro de que el Gran Maestre aceptará una sustanciosa rebaja en la cifra primitiva.
-Ya conoce mi límite.
-Muy bien -suspiró Edelrod-. Es posible que la entrevista pueda realizarse a última hora de la tarde. Entretanto, ¿cuáles son sus deseos? ¿Le gustaría dar un paseo por la campiña? El tiempo es agradable; los bosques, lujuriosos, exuberantes, cargados de flores. Hay un camino muy bien señalizado.
Alusz Iphigenia, silenciosa y callada hasta aquel momento, se puso en pie. Edelrod les condujo a un sendero que cruzaba un río de agua salada y se adentraba en el bosque.

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, octubre 15, 2005

Gersen examinó las caras una a una. Algunos de los hombres llevaban una cruz de Malta tatuada en la mejilla; uno de ellos exhibía dos.
-¿Su nombre? -le preguntó Gersen.
-Soy Edelrod. Conozco la ciencia de Sarkovy, su fama... historias extraordinarias. Haré que su visita se convierta en un deleite, un período de edificación...
-Veo que es usted un envenenador de categoría inferior.
-Es cierto. -Edelrod pareció un poco alicaído-. ¿Han visitado nuestro mundo en ocasiones anteriores?
-Durante un breve período.
-¿Viene para ampliar sus colecciones? Tenga por seguro, señor, que le guiaré hasta las más fascinantes gangas, auténticas novedades.
-¿Conoce al Maestro Kakarsis Asm? -preguntó Gersen en voz baja.
-Sí. Está condenado a cooperación.
-Entonces, ¿aún no ha muerto?
-Mañana por la noche.
-Bien. Alquilaré sus servicios, siempre que la tarifa no sea exhorbitante.
-Le cederé mis conocimientos, mi amistad, mi protección: todo por cincuenta UCL al día.
-De acuerdo. Nuestro primer deseo es que nos conduzca hasta una posada.
-Al instante.
Edelrod llamó a un desvencijado carricoche. Subieron y traquetearon hasta la Posada del Veneno, un edificio de tres pisos con paredes de madera y un tejado rematado por doce conos recubiertos de cristal verde. El gran vestíbulo desplegaba una grandeza de ruda magnificencia. Cubrían el suelo alfombras tejidas a mano en negro, blanco y escarlata; a lo largo de la pared se alineaban pilastras esculpidas en forma de figuras humanas de talle esbelto y rostros enjutos; de las vigas del techo colgaban plantas de hojas verdes y flores purpúreas. Ventanas de diez metros de altura se abrían sobre la Estepa de Gorobundur; al oeste se veía un pantano verdinegro, y al este un bosque sombrío. El comedor era una inmensa sala provista de mesas, sillas y aparadores de maciza madera negra. Alusz Iphigenia respiró aliviada cuando comprobó que los cocineros eran extranjeros, y que ofrecían seis variedades de cocina.

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, octubre 14, 2005

La Corporación de Astronaves Distis fabricaba diecinueve modelos distintos, desde una versión de la 9-B al espléndido Distis Imperatrix, de casco negro y dorado. Con los fondos obtenidos de su legendaria estafa a Intercambio, Gersen compró un Pharaon, una espaciosa nave equipada con artilugios tales como un control atmosférico automático, que iba alterando gradualmente, en el curso del viaje, la presión del aire y la composición para equilibrarlas con las de destino.
Rígel y el Grupo quedaron atrás. Delante se extendía una oscuridad tachonada de estrellas. Alusz Iphigenia miró por la escotilla delantera, indecisa. La impaciencia de Gersen por abandonar Alphanor la había asombrado. Había atribuido a una súbita determinación la alteración de sus costumbres; ahora ya no estaba tan segura. Abrió el Manual de los Planetas y leyó el artículo sobre Sarkovy. Gersen, de pie junto al botiquín, preparaba una vacuna contra los posibles sueros, virus y bacilos nocivos de Sarkovy.
-¿Por qué vamos a ese planeta? -preguntó Alusz Iphigenia-. Parece un sitio muy desagradable.
-Quiero hablar con alguien -dijo Gersen con voz tranquila. Le alargó una copa-. Bebe esto; te ahorrarás urticaria e infecciones.
En Sarkovy no existían las formalidades. Gersen tomó tierra en el espaciopuerto de Paing, lo más cerca posible de la terminal, una estructura de madera barnizada. Un empleado les inscribió como visitantes, y en seguida fueron asediados por una docena de individuos vestidos con trajes marrón oscuro con el cuello y los puños de piel de cerdo. Cada uno se proclamaba el más avezado guía y conocedor de la región.
-¿Qué desean, señor, señora? ¿Una visita al pueblo? Soy un cacique...
-Si es el deporte del harbite lo que buscan, sé de tres excelentes bestias en furiosas condiciones.
-Venenos por un trago o una libra. Garantizo potencia y precisión. ¡Confíen en mí para sus venenos!

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, octubre 13, 2005

Crónica aparecida en el Rigellian Journal, Avente, Alphanor:

"Paing, Godoland, Sarkovy, a 12 de julio:
Así como Claris Adam fue ejecutada por seducir a William Wales; así como el Abbatram de Pamfile fue liquidado por oler demasiado fuerte; así como el diácono Fitzbah de Shaker City fue inmolado por exceso de celo; hoy nos informan desde Sarkovy que el Maestro Envenenador Kakarsis Asm debe 'cooperar con la cofradía' por vender veneno.
Las circunstancias, por supuesto, no son tan simples. El cliente de Asm, un asesino nada vulgar, era Viole Falushe, uno de los Príncipes Demonio. El delito no consistió en 'comerciar con un notorio criminal' o en 'traicionar los secretos de la cofradía', sino concretamente en 'vender veneno con descuento'.
Katarsis Asm debe morir.
¿Cómo? ¿No lo adivinan?"

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, octubre 12, 2005

Gersen suspiró, cogió un periódico y hojeó distraídamente la primera plana.

COSMÓLOGO ASESINADO
Un hircano mayor ataca un campamento

Gersen levantó la vista. Alusz Iphigeni no se había movido. Continuó leyendo:

LA REVISTA COSMÓPOLIS A PUNTO DE SER VENDIDA
La antigua y famosa publicación se enfrenta a la extinción

Alusz Iphigenia había variado de postura. Inclinada sobre la balaustrada, con el mentón apoyado en las manos, estudiaba el horizonte. Una súbita ternura invadió a Gersen al contemplar los suaves contornos. Ahora era un hombre rico, podrían vivir una vida maravillosamente cómoda y placentera... Gersen soñó despierto un minuto, luego se encogió de hombros y volvió su atención al periódico.

MAESTRO ENVENENADOR DE SARKOVY CONDENADO A MUERTE. LAS LEYES DE LA COFRADÍA VIOLADAS

Alusz Iphigenia miró por encima del hombro. Gersen leía el periódico completamente abstraído. Se dio la vuelta encolerizada. Pues sí que tenía sangre fría. Mientras ella se debatía en un mar de dudas, Gersen leía el periódico: ¡un acto de conspicua insensibilidad!
Gersen levantó los ojos y sonrió. Su humor había experimentado una transformación. Había vuelto a la vida. La furia de Alusz Iphigenia se atenuó. Jamás llegaría a comprender a Gersen. Tanto si era más sutil que ella como muchísimo más primario, nunca sabría a qué atenerse.
Gersen se levantó.
-Nos vamos de viaje. Atravesaremos el espacio en dirección a Ophiuchus. ¿Estás dispuesta?
-¿Dispuesta? ¿Quieres decir ahora?
-Sí, ahora. ¿Por qué no?
-Porque... Sí, estoy dispuesta. Dentro de dos horas.
-Llamaré al espaciopuerto.

Jack Vance "El palacio del amor"

martes, octubre 11, 2005

Del Manual Popular de los Planetas, 348 ed., 1525:

"Sarkovy: Único planeta de Phi Ophiuchi. Constantes planetarias: diámetro, 15 000 kilómetros; día sideral, 37.2 horas; masa, 1.4; gravedad, 0.98...

Sarkovy es húmedo y nuboso; por ser el eje perpendicular al plano orbital no experimenta cambios de estaciones.
La superficie carece de contrastes fisiográficos. El paisaje se caracteriza por las estepas: Estepa de Hopman, Estepa de Goronbundur, la Gran Estepa Negra y otras... Los sarkoy extraen y destilan de su abundante flora los venenos que les han hecho famosos.
La población es esencialmente nómada, aunque algunas tribus, conocidas como los Merodeadores Nocturnos, viven en los bosques (para una información más detallada sobre las espantosas costumbres de los sarkoy, consúltese la Enciclopedia de Sociología y Los hábitos sexuales de los sarkoy, de B. A. Edgar).
Al frente del panteón sarkoy está Godogma, que porta una flor y un mayal y camina sobre ruedas. En todas las estepas de Sarkovy se pueden encontrar altas estacas coronadas por ruedas erigidas en honor a Godogma, el Señor del Destino."

Jack Vance "El Palacio del Amor"

lunes, octubre 10, 2005

Cuánto más viajaba Alusz Iphigenia en compañía de Kirth Gersen, menos segura estaba de comprender su personalidad. Sus costumbres la intrigaban; su comportamiento era una constante fuente de recelos. Su modestia, su curiosa tendencia a quedarse en la sombra... ¿se debían la timidez o a un cinismo inmoderado? Su extremada corrección... ¿era algo más que un siniestro camuflaje? Pensamientos similares rondaban por su mente con tanta frecuencia que de nada servía rechazarlos con determinación.
Alusz Iphigenia se puso en pie, paseó hasta la balaustrada de la Explanada de Avente, y se acodó para contemplar el Océano Taumatúrgico. Gersen estudió su delicado y bien dibujado perfil, su postura altiva, como si nunca antes hubiera reparado en esos detalles. Se acercaba el momento en que debería separarse de ella; lo único natural, fresco y sencillo de su vida se perdería en el instante de la despedida. La brisa agitó los cabellos de la muchacha; tenía la vista clavada en las aguas azules, en los reflejos y dibujos que producía la luz de Rígel.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"