miércoles, octubre 26, 2005

Alusz Iphigenia rehusó probar el cuarto plato. El quinto era una especie de pastel cocido al horno adornado con tres ciempiés hervidos, y acompañado de una guarnición que incluía verdura azul cortada a rodajas y una pasta de color negro brillante que desprendía un color acre y aromático. Alusz Iphigenia se levantó como impulsada por un resorte y abandonó el comedor.
-¿No se encuentra bien? -preguntó Edelrod solícitamente.
-Me temo que no.
-Qué pena. -Edelrod atacó su ración con gran apetito-. La cena aún no ha terminado.
Cuatro submaestros y un Maestro Envenenador llegaron a la terraza para dirigir los preparativos e intercambiar comentarios.
Todo parecía a punto para los envenenamientos. Los submaestros colocaron un taburete frente a cada criminal, con los venenos vertidos en unos platillos blancos.
-El primer reo -gritó el Maestro Envenenador- es el llamado Kakarsis Asm. En compensación por haber llevado a cabo actos perjudiciales contra la cofradía, ha accedido a probar una variación del agente activo conocido como "alfa". Cuando se ingiere oralmente, alfa provoca una parálisis casi instantánea del principal ganglio espinal. Ésta noche experimentaremos alfa en un nuevo solvente, quizá el más velozmente letal descubierto hasta ahora por el hombre. Criminal Asm, coopera, por favor.
Kakarsis Asm volvió los ojos a izquierda y derecha. El submaestro dio un paso al frente; Kakarsis Asm abrió la boca y tragó la dosis. Uno o dos segundos más tarde estaba muerto.
-¡Sorprendente! -exclamó Edelrod-. Algo nuevo cada semana.
A medida que se desarrollaban las ejecuciones, el Maestro Envenenador suministraba los detalles. El acusado de haber cometido una ofensa sexual intentó arrojar el veneno a la cara del submaestro y recibió una reprimenda; sin más incidentes, los envenenamientos se sucedieron con gran rapidez. El sexto plato, una ensalada muy elaborada, precedió a los tés, infusiones y dulces. El banquete concluyó.
Gersen se dirigió con parsimonia a su habitación. Alusz Iphigenia había hecho las maletas. Gersen permaneció de pie en el umbral de la puerta, sobrecogido por el centelleo de pánico que cruzó los ojos de la princesa, temerosa de estar frente a una presencia mucho más siniestra.
-La nave de los turistas regresa a Alphanor -dijo Alusz Iphigenia-. He comprado un pasaje. Debemos separarnos.
-Tienes dinero en tu cuenta bancaria -dijo Gersen después de unos momentos de silencio-. Me encargaré de que se te ingrese cuanto necesites... Si se produce una emergencia, o si consideras los fondos insuficientes, avisa al director del banco y lo solucionará.
Alusz Iphigenia no dijo nada. Gersen comenzó a alejarse.
-Cualquier cosa que necesites...
-Lo recordaré -interrumpió la princesa con un gesto perentorio.
-Entonces... adiós.
-Adiós.

Gersen fue a su habitación y se estiró en la cama, las manos detrás de la cabeza. Así terminaba una maravillosa fase de su vida. Nunca más, pensó, involucraría a una mujer en las sombrías perspectivas de su vida. Especialmente a una tan generosa y honesta.
El paquebote despegó a primera hora de la mañana con Alusz Iphigenia a bordo. Gersen se encaminó al espaciopuerto, firmó el registro de salida, pagó el impuesto correspondiente, entregó una gratificación a Edelrod y abandonó Sarkovy.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"