martes, mayo 31, 2005

El tiempo pasó. En el interior del taller se podía ver el extremo de la fortaleza recubierta de lonas y, de vez en cuando, algún técnico. En una ocasión, la fornida figura de Patch se dibujó en el umbral de la puerta cuando salió a observar el cielo.
Gersen comprobó la hora: faltaban cinco minutos para las doce.
Un minuto antes de medianoche Patch volvió a asomarse. Llevaba un par de proyectores alojados en fundas en su cintura, y un micrófono en su garganta hacía suponer que mantenía permanente contacto con la frecuencia de la policía. Pasó otro minuto. Un largo y tétrico toque de sirena procedente del monumento de Mermiana, el coloso femenino sumergido hasta la rodilla en el agua, indicó la medianoche. En lo alto del cielo apareció la forma de un transporte de mudanzas. Descendió, luego frenó a mitad de camino. Gersen forzó la vista y acarició su rifle lanzagranadas. El transporte debía de estar tripulado por hombres al servicio de Kokor Hekkus; la galaxia se beneficiaría de esas muertes... Pero ¿dónde estaba Kokor Hekkus?
Un pequeño coche aéreo apareció. Planeó y, transgrediendo las normas de tráfico de Patris, descendió en plena calle, a menos de tres metros del lugar en el que se escondía Gersen.
Dos hombres bajaron del coche aéreo. Gersen emitió un gruñido de disgusto. Ninguno de los dos era Seuman Otwal; ninguno podía ser Kokor Hekkus. Ambos eran bajos, robustos y de piel oscura; ambos llevaban pantalones y capuchas negras. Caminaron con rapidez hacia la tienda, observaron el interior, y uno hizo un gesto imperioso. Patch se adelantó con un contoneo truculento y poco convincente. Se detuvo y habló: los dos asintieron brevemente y uno dijo unas palabras en un micrófono.
Patch se dió la vuelta y gesticuló. La fortaleza salió a la calle, las lonas bamboleándose y saltando al compás de las patas. Del cielo bajó el transporte.
Patch entró en la tienda, las manos sobre sus armas. Los dos hombres de negro le ignoraron. Del transporte aéreo bajaron diez cables. Los dos hombres treparon a la parte superior de la fortaleza y ataron los cables alrededor de la zona dorsal. Saltaron a tierra y dieron una sacudida; la fortaleza se elevó y desapareció en la noche. El coche aéreo se alejó en la oscuridad. La tienda quedó vacía, casi desamparada.
Las puertas del Taller B se cerraron; la calle se veía oscura y desierta. Gersen abandonó su escondite. Se sentía irritado y vencido. ¿Por qué no haber abatido, cuando menos, el coche aéreo y la fortaleza? La indecisión había agarrotado su dedo. Ansiaba la confrontación final. Kokor Hekkus debía saber por qué moría y quién le mataba. Dispararle en la oscuridad estaba bien, pero no era lo mejor.
Gersen salió a la calle. Tres sombrías figuras retrocedieron sorprendidas. Una rugió una orden y un haz de intensa luz blanca cegó a Gersen. Buscó sus armas; una de las figuras se abalanzó sobre él y le golpeó el brazo: otra lanzó sobre su cabeza un largo cable negro, que se enrolló alrededor del cuerpo de Gersen como si estuviera vivo, inmovilizándole el brazo derecho y los muslos. Otro cable rodeó sus piernas. Gersen se tambaleó y cayó. Sus armas pesadas se apretaban contra su costado, pero el cuchillo y el proyector estaban fuera de su alcance.
El hombre de la linterna avanzó y la enfocó en Gersen.
-Muy bien -rió-. Éste es el tipo que tiene el dinero.
Era la voz fría y jovial de Seuman Otwal.
-Regístrale con cuidado. Este hombre puede ser peligroso.
Dedos expertos palparon, encontraron y sacaron una daga, un saquito medio lleno de un líquido adormecedor y otros objetos varios que dejaron asombrados a los asaltantes.
-Este tipo es un arsenal ambulante. No me gustaría enfrentarme a él sin tener ayuda.
-Sí -reflexionó en voz alta Seuman Otwal-, un tipo bastante raro, desde luego, bastante raro... Bien, no importa. El universo está plagado de tipos raros, como todos sabemos. Ahora es nuestro invitado, y no es preciso que nos retrasemos por Patch.
Un vehículo aéreo se materializó al instante, y Gersen fue empujado al interior. La nave despegó en dirección a la noche de Krokinole.

Jack Vance "La máquina de matar"

lunes, mayo 30, 2005

Dicho favorito de Raffles, ladrón de cajas fuertes aficionado:

Dinero perdido, poco perdido,
honor perdido, mucho perdido,
valor perdido, todo perdido.


La noche de los planetas del Grupo nunca era del todo oscura. Blue Companion hacía las veces de pequeña pero intensa luna para los mundos que giraban en la órbita apropiada; el cielo nocturno de todos los mundos brillaba con el resplandor de al menos varios planetas hermanos.
Krokinole consideraba a Blue Companion como una estrella de la tarde... una situación que persistiría durante otro centenar de años, debido a la vasta circunferencia de las órbitas de todos los planetas del Grupo y el consiguiente escaso movimiento anual: en el caso de Krokinole, 1642 años.
La medianoche de Krokinole era tan oscura como la del resto de los planetas del Grupo. Patris, todavía bajo la influencia del antiguo período de la Prohibición, tenía poco que ofrecer en materia de vida nocturna; las escasas diversiones se concentraban en la Ciudad Nueva, en los restaurantes de la orilla del río. La Ciudad Vieja se veía oscura y húmeda desde el estuario envuelto en la bruma. Construcciones Patch era una isla brillante en medio de las tinieblas.
Media hora antes de la medianoche, Gersen se deslizaba sigilosamente por las calles vacías. Hacía rato que Blue Companion se había difuminado en el cielo. La iluminación de la calle consistía en tristes farolas poco numerosas rodeadas por un halo de neblina. El aire olía a ladrillos húmedos, a los muelles del estuario, al barro de las construcciones que se extendían a lo largo del estuario; un tenue hedor a desolación, que caracterizaba a la Ciudad Vieja de Patris. Frente a Construcciones Patch se alzaba una serie de altos edificios rematados por característicos tejados, separados por tenebrosos pasadizos. Gersen se movía de uno a otro de estos oscuros huecos, aproximándose al rectángulo de luz que proyectaban las puertas abiertas del Taller B. Se acercó tanto como consideró oportuno, se apretó contra la pared mohosa, soltó los cierres y las correas que sostenían sus armas y se dispuso a esperar. Iba vestido de negro, y llevaba tinte de piel negro y protectores para los ojos también negros, a fin de ocultar el brillo de su mirada. Se fundió en la noche, completamente inmóvil: una forma siniestra.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, mayo 28, 2005

-No importa, no importa. No hablemos de la muerte, es horrible pensar en la no existencia. Usted quiere su dinero; un tipo tozudo. Otro medio millón, ¿no es cierto?
-Correcto. Y un pago final de seiscientos ochenta y un mil cuatrocientos noventa UCL.
-Tendré que hacer algunos preparativos. ¿Tres días para embalar, dice usted?
-Nos parece un período razonable.
-Demasiado largo. Lo vamos a simplificar. Cubran la fortaleza con brea; a medianoche sáquenla a la calle. Un transporte de mudanzas la recogerá y trasladará a nuestra nave de carga, lo que es, por cierto, muy conveniente.
-Hay una dificultad. Los bancos estarán cerrados y su cheque no podrá ser conformado.
-Traeré el dinero en metálico: el segundo y el tercer pago.
A Gersen le importaba un bledo el dinero, pero le parecía importante que Seuman Otwal no estafara por segunda vez a Construcciones Patch.
-¿Qué pasa con su superior? -preguntó con cautela.
-Ya me las arreglaré con él.
Gersen sonrió amargamente.
-Una cosa más -contemporizó Gersen-, respecto al servicio. ¿Desean que les proporcionemos un experto?
-Se lo notificaremos si fuera necesario. Pero, después de todo, tenemos nuestro propio equipo, que se hará responsable del aparato. Creo que no hará falta tal experto.
Patch se levantó bruscamente de su silla.
-Fuera -bisbiseó-, fuera los dos. Criminales, asesinos. Usted también, Wall o Gersen, tanto da. Ignoro cuál es su juego, pero fuera.
Gersen le dirigió una mirada indiferente, luego le ignoró. Seuman Otwal parecía divertirse.
-Si quiere hacerse cargo de la entrega a medianoche -siguió Gersen-, ingrese en nuestra cuenta bancaria el importe total. No lo queremos en metálico, ni llevarlo encima hasta que los bancos abran. Usted y su superior, por supuesto, son personas de probada integridad, pero es bien sabido que existen canallas y sinvergüenzas. Tan pronto como verifiquemos el depósito podrá hacerse cargo de la fortaleza.
-Será como usted desee -consintió Seuman Otwal después de reflexionar unos segundos, hizo una reverencia y se marchó.
Gersen miró a Patch; éste desvió la vista. Gersen controló su impulso de darle una buena reprimenda y tomó asiento.
-Tenemos que hacer planes.
-¿Para qué? Tan pronto como el dinero llegue al banco me propongo comprar su parte de Construcciones Patch, aunque me cueste hasta el último céntimo, y mandarle a la mierda.
-Muestra muy poca gratitud. Por mí podría seguir pudriéndose en una de las celdas de Intercambio.
-Usted pagó mi rescate -asintió amargamente Patch-, por razones que sólo usted conoce. No tengo ni idea de cuáles son sus propósitos, pero no tienen nada que ver conmigo. Tan pronto como el dinero llegue al banco compraré su parte; pagaré cualquier suma adicional que me exija, dentro de un orden, y le diré adiós con indescriptible alegría.
-Como desee. No es mi intención quedarme donde no me quieren. En cuanto a la suma adicional... digamos medio millón.
-Completamente de acuerdo -suspiró aliviado Patch.
Media hora más tarde, Patch llamó a la delegación local del Banco de Rígel e insertó su tarjeta de crédito en la ranura. Le dijeron que la suma de 1,181,490 UCL había sido ingresada en su cuenta.
-En este caso -dijo Patch-, abran una cuenta a nombre de Kirth Gersen y depositen en ella la cantidad de quinientos mil UCL.
Terminada la transacción, Patch y Gersen firmaron e imprimieron la huella del pulgar en las cuentas.
-Hágame un recibo -pidió Patch- y destruya nuestro acuerdo de formar la sociedad. -Gersen hizo lo solicitado-. Ahora abandone el edificio y no vuelva nunca.
-Como quiera -replicó Gersen cortésmente-. Nuestra asociación ha sido provechosa. Les deseo mucha prosperidad, a usted y a Construcciones Patch, y le ofrezco un último consejo: después de que la fortaleza sea entregada, cuídese de que no le rapten otra vez.
-No tema por eso. Por algo soy ingeniero e inventor. He diseñado un arnés protector que volará las manos y el rostro de cualquiera que me toque: ¡que tengan cuidado los secuestradores!

Jack Vance "Los príncipes demonio: La máquina de matar"

viernes, mayo 27, 2005

Al anochecer, la fortaleza fue transportada a Patris. Otwal, Patch y Gersen se reunieron en el despacho del segundo. Otwal paseaba sin cesar, como acosado por alguna preocupación.
-La fortaleza parece funcionar a la perfección, pero, para ser franco, considero el precio excesivo. Recomendaré a mi superior que inspeccione el mecanismo sólo si se reduce el precio a una cifra racional y razonable.
-¿Cómo? -rugió Patch, enrojecido de cólera-. ¿Se atreve a decir semejante barbaridad? Después de todo lo que he sufrido, de todo lo que hemos hecho para fabricar esa cosa abominable...
Otwal miró a Patch con frialdad.
-De nada sirve vociferar. Ya he explicado mi...
-¡La respuesta es no! ¡Salga de mi vista! ¡No vuelva sin traer hasta la última moneda que nos debe! -Patch dio unos pasos adelante-. ¡Fuera de aquí, o yo mismo le echaré! Nada podría darme más satisfacción. De hecho... -aferró a Otwal por un hombro y le sacudió.
Otwal se tambaleó y sonrió con serenidad a Gersen, como divertido por la ferocidad juguetona de un cachorro. Patch le dio otro estirón. Otwal se movió velozmente y arrojó a Patch al otro extremo de la habitación. Se golpeó la cabeza contra su escritorio y cayó al suelo. Otwal se volvió hacia Gersen.
-¿Y usted? ¿Quiere probar suerte?
-Sólo quiero cumplir el contrato. Traiga a su superior para una inspección final. Si está satisfecho procederemos a la entrega. Bajo ninguna circunstancia rebajaremos el precio; de hecho, a partir de este mismo momento empiezan a contar los intereses que añadiremos a la cantidad adeudada.
Seuman Otwal lanzó una carcajada y miró a Patch, que trataba de sentarse.
-Adopta una postura de firmeza. Dadas las circunstancias, yo debería hacer lo mismo. Muy bien; me veo forzado a aceptar. ¿Cuándo puede ser entregada la fortaleza?
-De acuerdo con los términos de nuestro contrato, tenemos que envolverla en espuma; embalarla y trasladarla al espaciopuerto... cuestión de tres días después de su aceptación y el pago.
Seuman Otwal se inclinó.
-Muy bien. Trataré de comunicarme con mi superior, hecho lo cual les entregaré la notificación por escrito.
-Creo que se impone un segundo pago -dijo Gersen.
Patch se daba masajes en la cabeza, sin dejar de mirar con odio a Seuman Otwal.
-¿Por qué tanta prisa? Dejemos estos aburridos asuntos de negocios para más tarde.
-¿Para qué sirve un contrato si no se tiene la intención de respetar las claúsulas? -preguntó Gersen.
Patch rodeó su escritorio con aire decidido, arrastrando los pies. Gersen se movió con velocidad y cogió el proyector del cajón semiabierto. Otwal rió con indiferencia.
-Acaba de salvarle la vida.
-Acabo de salvar nuestro segundo pago -rectificó Gersen-, ya que me habría visto obligado a matarle a usted también.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, mayo 26, 2005


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Como si poseyera el don de la clarividencia, Seuman Otwal telefoneó al día siguiente para interesarse por el progreso del ingenio. Patch le aseguró que todo iba bien; que si ése era su deeo podía efectuar una prueba de cuanto quisiera. Otwal accedió. Se cubrió de nuevo la fortaleza, la trasladaron al exterior aprovechando la oscuridad y se dirigieron a los páramos próximos a los Pináculos de Cristal. Otwal siguió las evoluciones desde un vehículo aéreo.
Gersen, con la piel teñida de dos tonos y enjoyado con sus adornos a la moda, tomó los controles y maniobró la fortaleza con gran aplomo arriba y abajo de las estribaciones.
Las armas no habían sido instaladas, según los términos del contrato; sin embargo, los depósitos de gas y las llamadas glándulas odoríferas estaban cargadas de gas humeante y agua coloreada. Fueron arrojados y disparados con precisión y exactitud. Otwal se posó en tierra y se hizo cargo de los controles. Habló muy poco, pero su actitud indicaba aprobación. Patch, también silencioso, se congratulaba interiormente de que la odisea pronto llegaría a su fin.

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, mayo 25, 2005

La fortaleza progresaba con satisfactoria rapidez..., hecho que complacía a Patch pero que preocupaba a Gersen, tanto si Seuman Otwal era Kokor Hekkus como si no. En este último caso, ¿cómo podría obligarle a revelar el escondrijo de Kokor Hekkus? La única esperanza de Gersen era que Kokor Hekkus en persona visitara el taller. Si no... Gersen jugaba con la idea de introducir una cápsula secreta en la fortaleza y ocultarse en ella, pero la rechazó: la fortaleza era demasiado pequeña... ¿Podría apañárselas para acompañarles como instructor o experto? Si la fortaleza, en efecto, era enviada a Thamber, se encontraría exiliado de por vida o convertido en esclavo.
Una nueva idea le vino a la mente. Durante unos cuantos días tomó las medidas necesarias para llevarla a cabo. Los impulsos que controlaban el mecanismo motriz de la fortaleza eran enviados a través de un conducto dorsal, que se ramificaba a derecha e izquierda y conectaba con los relés de cada segmento. En el punto en que el conducto llegaba a la cabeza, Gersen colocó un interruptor de bloqueo, activado por células situadas a cada lado de ella. Si el gas de su interior era ionizado -por el impacto de un rayo protector, pongamos por caso- la electricidad que fluiría de las células activaría el interruptor e inmovilizaría la fortaleza durante al menos diez minutos.
Se esmaltó la superficie de la fortaleza. Los mecanismos y circuitos fueron comprobados y ajustados, el movimiento de las patas ensayado con varios tipos de velocidad. Finalmente, la fortaleza quedó terminada a satisfacción de los técnicos. De madrugada, la cubrieron con lonas y la sacaron a la calle para que fuera amarrada a un helicóptero y transportada a un área desierta de los Páramos de Bize Parish, donde se efectuarían algunas pruebas. Patch se sentó con orgullo a los controles y Gersen lo hizo detrás suyo. La fortaleza evolucionó airosamente sobre el terreno escabroso sembrado de arbustos y subió colinas sin vacilar. Se observaron y anotaron pequeñas deficiencias. Pocos minutos antes del mediodía la fortaleza remontó la cumbre de una montaña poco elevada e irrumpió en el campamento de la Asociación para la Vida Natural. Cien amantes de la naturaleza dejaron de comer, levantaron la vista, emitieron simultáneos chillidos de terror y huyeron colina abajo.
-Otro éxito -dijo Gersen-. Ahora sí que podemos garantizar a Kokor Hekkus un óptimo grado de terror, con toda seguridad.
Patch detuvo la fortaleza, la hizo girar y volvió por el camino de ida. Al anochecer estaba otra vez cubierta de lonas y custodiada en el taller.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, mayo 24, 2005

Cuando regresó al taller encontró a Patch de muy mal humor. Quería que Gersen se adelantara a Otwal y que renunciara a su parte de la empresa, pero Gersen se negó. Patch murmuró algo acerca de acuerdos negociados bajo presión, y habló de cerrar el taller hasta que la ley se hiciera cargo de la situación. Gersen se rió.
-No puede cerrar el negocio, puesto que yo lo controlo.
-No me di cuenta de que trabajaba con ladrones y asesinos. No me di cuenta de que mancharía el buen nombre de Construcciones Patch. ¡Monstruos! ¡Criminales! ¡Terroristas! ¡Ladrones! ¡Bandidos! ¿Qué será de mí?
-A su debido tiempo recuperará el taller -le consoló Gersen-. Y no lo olvide... Construcciones Patch obtendrá grandes beneficios.
Seuman Otwal llamó al día siguiente para anunciar que abandonaba el planeta. Volvería en un par de meses con la esperanza de comprobar progresos sustanciales.
Los periódicos de la mañana posterior a ese día traían noticias sensacionales. Cinco de las más ricas familias de Cumberland habían sufrido el rapto de uno o más de sus miembros en el transcurso de la noche.
-Ésos eran los negocios de Seuman Otwal en Krokinole -comentó Gersen.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, mayo 21, 2005

Volvió a contemplar la fortaleza.
-Bien, todo parece que está en orden, excepto el acabado externo.
-Para satisfacer nuestra curiosidad -dijo Gersen- tal vez nos podría explicar su propósito fundamental.
-Por supuesto. Mi superior pasa largas temporadas en un remoto planeta habitado por bárbaros, que le hostigan con insistencia cada vez que desea trasladarse a otro lugar. La fortaleza le proporcionará seguridad.
-¿Así que la fortaleza es de naturaleza puramente defensiva?
-Exacto. Mi superior es un hombre muy calumniado, pero yo le encuentro razonable en grado sumo. Es osado, emprendedor, incluso temerario, y el más imaginativo de los hombres... pero razonable en todos los aspectos.
-Deduzco que hace un uso imaginativo de la fuerza que inspira el terror.
-Es mucho mejor provocar el temor a una acción brutal que llevarla a cabo, ¿no cree?
-Es posible, pero tengo la impresión de que un hombre tan obsesionado por la noción abstracta de terror ha de experimentar toda clase de terrores incontrolados.
-No se me había ocurrido -dijo asombrado Otwal-, pero creo que comparto su opinión. Un hombre enérgico vive cien vidas; experimenta alegrías, tristezas, éxitos, desazones y, sí, terrores, muchó más que un hombre vulgar. Goza enormemente, sufre enormemente, se asusta enormemente, pero nunca haría las cosas de manera diferente.
-¿Cuál considera usted que es su temor supremo?
-No es ningún secreto: la muerte. Es lo único que teme... y, de hecho, ha tomado extravagantes medidas para evitarla.
-Habla con gran autoridad -musitó Gersen-. ¿Conoce bien a Kokor Hekkus?
-Tanto como a cualquiera. Y, por supuesto, yo también soy un hombre imaginativo a mi modo.
-Y yo -comentó Patch-, pero no resuelvo mis problemas financieros a través de Intercambio.
-Un triste episodio que sugiero relegar al pasado y olvidarlo para siempre -dijo tranquilamente Otwal.
-A usted le resulta fácil decirlo -se lamentó Patch-. No estuvo encarcelado y apartado de sus negocios durante dos meses.
Volvieron al despacho donde Otwal, con cierta tristeza, extendió un cheque por valor de medio millón de UCL; luego, más animado, se marchó. Gersen se dirigió de inmediato a la delegación del Banco de Rígel, donde comprobaron el cheque y lo ingresaron en la cuenta de Construcciones Patch.

Jack Vance "La máquina de matar"

viernes, mayo 20, 2005

-No importa, acepto el trato. Mi superior aguarda con impaciencia la entrega.
-De todas formas, sin ánimo de ofenderle, preferiríamos ultimar la transacción con su superior, en orden de evitar cualquier malentendido.
-Imposible. Asuntos importantes le retienen en otra parte. Pero ¿por qué discutir sobre pequeñeces? Me han sido otorgados plenos poderes para actuar en su representación.
Patch empezó a agitarse visiblemente; sus prerrogativas estaban siendo asumidas sin miramientos por esta especie de socio, cuya única contribución a Construcciones y Obras de Ingeniería Patch había consistido en pagar el rescate a Intercambio. Gersen vigilaba con un ojo a Patch y con el otro a Otwal, incapaz de predecir sus reacciones.
Continuaron las discrepancias. Otwal pidió detalles sobre el nuevo movimiento de las patas. Gersen replicó en términos difusos. La disputa se reanudó, y en un momento dado Patch se levantó de un salto y se inclinó sobre la mesa apretando los puños; pero Otwal se limitó a desviar la vista con desdén.
Finalmente se llegó a un acuerdo. Otwal insistió en ver la fortaleza a medio terminar. Patch, muy a pesar suyo, abrió la marcha, mientras Gersen se situaba detrás de Otwal. Mientras caminaba, Gersen estudió el porte de Otwal: el paso seguro y ágil de una pantera, anchas espaldas, cintura estrecha... muy parecido a Billy Windle, pero también a millones de otros hombres activos y fornidos.
Otwal se quedó sorprendido de encontrar a los técnicos concentrados en el trabajo. Se volvió hacia Gersen con una mueca de desagrado.
-¿Se anticipó a que yo diera la conformidad?
-Desde luego... después de conseguir el trato más ventajoso posible.
-Una correcta apreciación de la situación -rió Otwal-. Es usted un hombre inteligente, señor Wall. ¿Ha estado alguna vez en Más Allá?
-Nunca. Soy ortodoxo y prudente.
-Extraño. Hay un cierto aire, casi una emanación, que se desprende de aquellos que han ido a Más Allá. Creí notarlo en usted. Claro que no siempre mis suposiciones son correctas.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, mayo 19, 2005

Gersen abrió la puerta. Seuman Otwal entró con aires de suficiencia. Llevaba la piel teñida de dos tonos, bermejo y negro; su nariz era larga y ganchuda, la mandíbula afilada y la barbilla puntiaguda; de sus orejas colgaban unos grandes pendientes de azabache y nácar que daban a su cabeza una apariencia ósea y aplastada. Gersen trató de proyectar sobre él la imagen del hombre al que había hecho frente en el Final de Bissom. ¿Se parecían? Probablemente. Las características físicas de Otwal eran similares, pero no así los rasgos faciales. Gersen había oído hablar de transformaciones en la piel, pero aquí había algo más que mejillas rellenadas o narices achatadas... Seuman Otwal dedicó una mirada inquisitiva a Gersen y luego fijó su atención en Patch, que se había levantado de su silla sin demasiado convencimiento.
-Mi administrador, Howard Wall.
-Su volumen de clientes ha debido incrementarse.
-No había otro remedio -gruñó Patch-. Alguien tenía que cuidar de mis negocios mientras estuve ausente. Debo darle las gracias por sus desvelos, señor Otwal.
-Un asunto sin importancia. -Otwal hizo un gesto displicente-. ¿Sabe el señor Wall a quién represento?
-Ciertamente. Considera indispensable la discreción.
Gersen asintió con el debido grado de solemnidad.
-El señor Wall conoce la naturaleza de nuestras anteriores dificultades y tiene nuevas ideas.
-Estaré encantado de escucharle.
-Una cuestión antes que nada -dijo Gersen-. ¿La parte que usted representa se halla interesada todavía en el aparato especificado en el antiguo contrato?
-Sí, en el caso que se cumplan las condiciones estipuladas.
-En tal caso, la dificultad ya no existe. El señor Patch y yo hemos ideado un sistema para programar el movimiento de las patas.
-Si es así, y si el sistema satisface nuestras exigencias, no cabe duda de que son buenas noticias.
-Hemos examinado con sumo detenimiento la cuestión de la compensación. Hablo, por supuesto, en nombre del señor Patch. Quiere la suma total del contrato primitivo, más el coste de las modificaciones y el porcentaje de beneficios habitual.
-Menos, por supuesto, la cantidad que se entregó por adelantado, cuatrocientos veintisiete mil seiscientos ochenta y cinco UCL, según creo recordar.
-Hay que sumar gastos adicionales -recalcó Gersen, hasta un total de cuatrocientos treinta y siete mil seiscientos ochenta y cinco UCL que deben incluirse en la factura definitiva. -Otwal inició una tímida protesta, pero Gersen levantó la mano-. Este punto es innegociable. Estamos en disposición de entregar el ingenio previo pago, como ya he señalado. Por supuesto, si la persona que usted represent desea plantear alguna objeción, estaremos encantados de atenderle.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, mayo 17, 2005

¿Dónde está Seuman Otwal? -preguntó Gersen-. ¿En la tienda?
-No, en Patris. Intrigado por el mensaje que dejé. Volverá en breve.
Gersen se sentó a pensar. Seuman Otwal podía ser o no alguna de las numerosas identidades de Kokor Hekkus; Kokor Hekkus podía o no sospechar que el comadreja de Skouse era Kirth Gersen. Se puso en pie.
-Cuando Seuman Otwal venga, recíbalo en su despacho. Presénteme como... como Howard Wall, administrador de la planta, ingeniero jefe o algo por el estilo. No se sorprenda por nada de lo que diga... o si percibe algún cambio en mi apariencia.
Patch asintió con resignación y se marchó. Gersen fue a los aseos principales, donde el encargado le ofreció una selección de tinturas para la piel. Se decidió por una combinación exótica -marrón purpúreo con verde brillante- que transformó su color. Luego se hizo la raya en medio del pelo y se peinó de forma que le cayera sobre las mejillas, al estilo de los connoisseurs de cabellosblancos. Como no se había cambiado de ropas para completar la transformación, se puso una bata de laboratorio. Todavía no satisfecho, se colgó unos pendientes de oro afiligranados en las orejas, junto con una pulsera nasal que había olvidado uno de los ingenieros más atrevidos de Patch. Gersen apenas se reconoció ante el espejo, ataviado y enjoyado de manera tan espectacular.
Atravesó el pasillo en dirección a la oficina de Patch. La recepcionista le miró asombrada; Gersen pasó junto a ella y entró en el despacho. Éste levantó la vista, la sorpresa pintada en el semblante, y ocultó precipitadamente el arma que estaba inspeccionando. Se levantó e hinchó los carrillos.
-¿Sí? ¿Qué desea?
-Soy Howard Wall -dijo Gersen.
-¿Howard Wall? -Patch enarcó las cejas-. ¿Le conozco? Su nombre me es familiar.
-No me extraña. Se lo mencioné hace sólo unos minutos.
-Oh, Gersen. Vaya -Patch carraspeó-. Me ha dado un buen susto. ¿A qué vienen esos oropeles?
-Seuman Otwal. No me conoce, y no quiero que llegue a hacerlo.
-No me gusta tratar con criminales. -El rostro de Patch se ensombreció-. Repercute en el buen nombre de Patch, que es nuestro capital más valioso.
Gersen ignoró los reproches de su socio.
-No lo olvide. Soy Howard Wall, su administrador.
Cinco minutos después, la recepcionista anunció a Seuman Otwal.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, mayo 14, 2005

Del prefacio a Una concisa historia del Oikumene, de Albert B. Hall:

"La evolución humana... nunca ha avanzado de una manera escalonada, sino en impulsos cíclicos que, desde la perspectiva histórica, parecen casi convulsivos. Las tribus se mezclan y se funden para crear una raza, luego llega un tiempo de separación, migración, aislamiento y diferenciación en nuevas tribus.
Durante más de mil años, este proceso ha sido el predominante, a medida que la raza humana ha profundizado en la conquista del espacio. El aislamiento, las condiciones especiales y la endogamia han dado lugar a docenas de nuevos subtipos raciales. Pero ahora el estancamiento se ha apoderado del Oikumene y parece que el péndulo está a punto de volver atrás.
¡Pero sólo en el Oikumene! La gente sigue abriendo fronteras, siempre hacia adelante. Nunca ha sido más fácil aislarse, nunca la libertad personal ha resultado tan barata.
¿Cuáles son las posibilidades? Cualquier opinión es buena. El Oikumene puede verse forzado a expandirse. Otros Oikumenes pueden llegar a existir. Es concebible que los hombres se tropiecen con otra raza, ya que hay abundantes evidencias de que otros pueblos han viajado por el espacio antes que nosotros; cómo y por qué han desaparecido, nadie lo sabe."

Jack Vance "La máquina de matar"

viernes, mayo 13, 2005

Gersen tomó las muestras y el boceto y volvió a la habitación que ocupaba como despacho. Los hechos se acumulaban. El planeta en cuestión era una estrella de tipo G8 y tenía una atmósfera de 0,84 G. Las referencias al mundo legendario de Thamber aparecían con peculiar frecuencia... Gersen llamó al SCTU y solicitó que le buscaran las referencias -hipotéticas, ficticias, mitológicas, históricas o las que fueran- para localizar el mundo perdido de Thamber. Media hora más tarde le entregaron una carpeta que contenía varias docenas de extractos, la mayoría carentes de interés. La información más concreta se hallaba incluida en unos versos tradicionales, muy populares en los patios de las escuelas:


Pon rumbo a la vieja Estrella del Perro,
un punto al norte de
Archenar;
lleva tu nave hasta el margen extremo,
enfrente la muerte brilla
con el resplandor de Thamber.

Sólo la información contenida en los dos primeros versos tenía algo de sentido. Nada más se desprendía del estudio de la fortaleza. Gersen decidió que había llegado a un callejón sin salida. En algún lugar del espacio flotaba un mundo en el que Kokor Hekkus planeaba desembarcar un monstruo de metal. Este mundo podía ser el planeta natal de Alusz Iphigenia Eperje-Tokay, que se valoraba a sí misma en diez mil millones de UCL. Este mundo podía ser el Thamber de los mitos. Pero no había forma de saberlo.
Myron Patch apareció en el umbral de la puerta. Su cara redonda estaba tensa y demacrada. Miró un momento a Gersen y luego dijo con voz estentórea:
-Sewman Otwal está aquí.

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, mayo 11, 2005

Mientras esperaba investigó otra idea. Las especificaciones eran tan exactas que sugerían cierto parecido o identificación con una criatura viviente. Una criatura pavorosa, sin duda, pero coherente con la filosofía de Kokor Hekkus. Preparó un resumen de las características de la fortaleza y lo remitió al SCTU. Doce minutos después recibió un informe en que se le comunicaba que ninguna criatura como la descrita había sido localizada en las referencias habituales, bestiarios, monografías o reportajes de expediciones. Muchos mundos poseían criaturas hasta cierto puntos similares, lo que era del dominio público. El planeta Idora, Sadal Suud XI, contaba con una serpiente de mar segmentada de nueve metros de longitud; en la Tierra existían varias especies en miniatura; las Tierras Altas de Krokinole albergaban al dañino corretejados. El informe también citaba una curiosa y apropiada referencia de un antiguo volumen de cuentos infantiles. Leyendas del Viejo Thamber. Gersen pasó rápidamente la página. El fragmento decía:


"Corre y se desliza, serpentea y culebrea, camina y avanza: ¡ya baja de la
montaña sobre sus treinta y seis garras flexibles! ¡Espantoso y horrendo es el
paso tranquilo de la criatura, que mide la longitud de doce cadáveres!"

Gersen cerró lentamente el informe. ¡Thamber! Otra referencia al mítico mundo. Xavar Mankinello, el especialista en colores, entró con unas muestras de esmaltes según las indicaciones de Kokor Hekkus. Gersen, mucho más impaciente que de costumbre, las alineó junto a los bocetos de la fortaleza. Había una diferencia evidente. Mankinello se inclinó, preocupado, sobre la mesa de trabajo.
-No hay el menor error. Tomé todas las precauciones necesarias.
-Partiendo de esta base, ¿de qué color debería ser la luz que le daría a estas muestras el mismo color del boceto?
-Las muestras son de un tono más pálido que el boceto -reflexionó Mankinello-. Vayamos al laboratorio.
Una vez allí, Mankinello colocó las muestras bajo un generador de color.
-Imagino que le interesa una incandescencia normal.
-Luz estelar normal. Supongo que viene a ser lo mismo.
-Hay alguna diferencia, debido a las atmósferas estelares, pero puedo preparar sin dificultades una progresión estelar. Empecemos con cuatro mil grados. -Giró una rueda, tocó un interruptor y utilizó un comparador-. Falta poco. -Volvió a tirar la rueda-. Ahí está: cuatro mil trescientos cincuenta grados. -Observó por una mirilla-. Véalo usted mismo.
Gersen miró por la abertura. El color de las muestras era idéntico al del boceto.
-Temperatura del color cuatro mil trescientos cincuenta grados. ¿Clase K?
-Se lo diré con exactitud. -Mankinello consultó una relación-. Glase G Ocho.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, mayo 10, 2005


La Máquina de Matar Posted by Hello
Dos meses después, Seuman Otwal seguía sin aparecer. Tras vehementes protestas, Patch llamó de nuevo al hotel Halkshire, pero Seuman Otwal no había dado señales de vida. Gersen comenzó a sentirse inquieto y buscó otras vías para localizar a Kokor Hekkus. La propia fortaleza, razonó, tenía que proporcionarle algún tipo de información. Investigó en los archivos y extrajo el conjunto de planos, instrucciones y correspondencia, extendiendo todos estos elementos ante él.
En ningún lugar se especificaba el nombre o las características del planeta en el que funcionaría el monstruo metálico.
Repasó el material en busca de alguna indicación indirecta del Planeta X, cualquier información implícita en los datos.
No había la menos mención de equipo de acondicionamiento de aire; parecía obvio que la atmósfera del planeta sería de un tipo normal o seminormal.
Un párrafo de las instrucciones decía:

"El vehículo, con todo su peso, debe poder sortear pendientes de cuarenta grados
(dando por sentada una correcta locomoción) a una velocidad mínima de quince
kilómetros por hora; atravesar con facilidad y seguridad terrenos accidentados,
por ejemplo, un campo sembrado de fragmentos irregulares de rocas de un metro y
medio de diámetro; cruzar grietas, hendeduras o fosos de hasta seis metros de
ancho."

Una anotación en otro lugar puntualizaba:

"La energía requerida ha sido calculada sobre la base de un 75% de rendimiento
termodinámico, con un factor de capacidad al 100%"

Gersen se puso a trabajar con la regla de cálculo, el intégrafo y la calculadora manual. Averiguó la masa de la fortaleza y la energía necesaria para conseguir que la fortaleza ascendiera una pendiente de 40° a una velocidad de quince kilómetros por hora. A partir de esta información y del factor de capacidad, calculó la gravedad del planeta X: 0,84, lo que implicaba un diámetro de once a doce mil kilómetros.
No estaba mal, pero aún se hallaba lejos de lograr una información definitiva. Gersen volvió a estudiar las instrucciones. Eran extremadamente concretas, sin margen para la improvisación, con catorce bocetos a todo color que mostraban la fortaleza desde todos los ángulos. La fortaleza sería esmaltada con diferentes tonos de negro, marrón obscuro, rosa y azul pastel. Hasta los esmaltes y pigmentos estaban especificados mediante gráficos de reflectancia. Quedaba por indicar una variable: el color de la luz al incidir sobre la superficie del ingenio. Penstivamente, Gersen llamó al especialista en colores de la planta y solicitó una serie de placas esmaltadas de acuerdo con el gráfico.

Jack Vance "Los príncipes demonio: La máquina de matar"

lunes, mayo 09, 2005

Sewman Otwal no apareció ni durante el primer mes ni en el segundo. Patch aprovechó ese tiempo para recuperar a sus trabajadores, emprender nuevos negocios y, en definitiva, sanear la compañía.
Gersen tomó a su cargo las modificaciones de la fortaleza ambulante. Se puso en comunicación con la oficina local del SCTU *, y minutos después recibió una carpeta con tablas, gráficos, esquemas y especificaciones sobre el material. Se las llevó a Patch, que las examinó y aprobó.
-Tantos gastos y esfuerzos para perfeccionar este ridículo engendro, y luego resulta que ni Kokor Hekkus, ni Seuman Otwal, ni nadie nos va a pagar. ¿Qué haremos ahora?
-Les demandaremos.
Patch bufó y volvió a estudiar los datos que Gersen le había entregado.
-El sistema es perfectamente viable -gruñó por fin-, y funcionará mucho mejor que las patas articuladas. Sin embargo, el diseño de los circuitos, el acoplamiento de los moduladores y los moduladores mismos se escapan a mis conocimientos... Hay un equipo muy competente de ingenieros cibernéticos (tal como yo lo veo, se reduce básicamente un problema de cibernética) a un kilómetro de aquí, subiendo por esta calle. Sugiero que les traspasemos la totalidad del proyecto.
-Como guste.

Jack Vance "La máquina de matar"

viernes, mayo 06, 2005

Patch, sin aliento, se deshizo en excusas. El mecanismo que controlaba las patas de la parte izquierda había fallado, una deficiencia con la que no contaba. En cualquier caso, el objeto estaba destrozado.
-Mañana -dijo Patch- volveremos al trabajo. No sé lo que habrá sido de mis antiguos clientes, pero siempre cumplí a entera satisfacción sus encargos y es posible que se decidan a confiar en nosotros nuevamente.
-¿Qué clase de defectos consideraba inaceptables Kokor Hekkus?
-El movimiento de las patas -explicó Patch con voz contrita-. Decía que no causaba el efecto deseado. La marcha era demasiado rígida y forzada. Sólo serviría una marcha suave y flexible. Yo enumeré las dificultades y el gasto que ocasionaría un sistema semejante. Incluso tengo serias dudas sobre la viabilidad de este proyecto, considerando la masa de la fortaleza y el terreno que debe atravesar, muy escabroso según creo.
-Mi idea es ésta -dijo Gersen-. Kokor Hekkus nos robó casi medio millón de UCL. Quiero recobrar este dinero.
-Mejor sería olvidarnos de él.
-Pienso que es indispensable recuperar nuestro dinero. Y lo haremos de una forma legal y sin riesgos.
-¿Cómo?
-Modificaremos la fortaleza para que complazca a Kokor Hekkus. Después se la venderemos por el precio estipulado.
-Después de todo no necesitamos su repugnante dinero, obtenido de los crímenes más espantosos. Quizá podamos vender el monstruo como una curiosidad, o poner asientos en la parte de atrás y hacerlo pasar por un excéntrico autocar. ¡No tema, Kirth Gersen! ¡Su dinero está seguro!
-No estoy interesado en el dinero. Quiero a Kokor Hekkus.
Patch llamó al hotel en que Sewman Otwal solía alojarse. Le dijeron que el señor Otwal ya no residía allí y que estaría ausente por un tiempo indefinido.
Patch escuchó las noticias con inmenso alivio. Por indicación de Gersen, y a regañadientes, dejó su nombre y el ruego de que el señor Otwal llamara lo más pronto posible.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, mayo 05, 2005

La cabeza estaba equipada con seis mandíbulas en forma de guadaña y un collar de aceradas púas. El ojo era una franja monocolor, y el orificio de ingestión una especie de boca cónica en lo alto de la cabeza con un par de brazos a cada lado. Detrás seguían los dieciocho segmentos, cada uno suspendido sobre un par de patas de gran longitud recubiertas de una piel rugosa y amarillenta. En el extremo opuesto aparecía una protuberancia, a modo de segunda cabeza, también provista de un equipo de púas metálicas. El torso aún no estaba terminado, aunque exhibía un brillo acerado.
-¿Qué opina usted? -preguntó Patch ansiosamente, como si esperase la aprobación o la reparación de la afrenta sufrida.
-Impresionante -dijo Gersen, y Patch pareció satisfecho-. Me gustaría saber para qué lo quiere.
-Observe.
Patch se subió en la cabeza del objeto, utilizando las púas como escalera. Se introdujo por las fauces entreabiertas y desapareció. Gersen se quedó solo en la sala con aquel horror de veintitrés metros. Podía destilar veneno por las púas, arrojar fuego por los ojos. Un golpe de la mandíbula podía partir en dos el tronco de un árbol. Gersen miró a derecha e izquierda y se retiró a la antesala. Patch parecía un buen tipo, sinceramente agradecido, pero ¿por qué poner la tentación a su alcance?
Se situó de forma que no le pudiera ver desde la cabeza y espió. Patch había activado el sistema de funcionamiento. El objeto había cobrado vida. La cabeza dió una sacudida, las púas se agitaron, las mandíbulas entrechocaron. Desde unas aberturas practicadas a un lado de la cabeza surgió un bramido salvaje; Gersen se estremeció. El bramido murió. El objeto empezó a moverse: las patas de segmentos alternos subían y avanzaban mientras las otras retrocedían.
El ingenio se balanceaba, mecido por el movimiento suave, aunque algo rígido, de las patas. El ciempiés de metal se detuvo y brincó lateralmente; un paso, dos pasos, tres pasos. Entonces el flanco de las patas más cercanas dio la impresión de derrumbarse. El objeto se tambaleó y cayó con un espantoso estruendo contra la pared. Gersen habría muerto aplastado de haber permanecido en el Taller B. Inevitable, sin duda... un defecto del mecanismo, una torpeza del operador... Patch surgió de la boca, pálido y sudoroso, los ojos llenos de consternación. Gersen, desde la antesala, habría jurado que su preocupación era real, que Patch estaba horrorizado por lo que iba a presenciar. Patch saltó al suelo y rebuscó bajo la montaña de escombros.
-¡Gersen! ¡Gersen!
-Detrás de usted -dijo el interpelado.
Patch se volvió al instante y si el alivio que expresaba su rostro no era genuino, pensó Gersen, el arte de la mímica había perdido una gran estrella.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, mayo 03, 2005

Patch abrió las puertas de par en par, introdujo a Gersen en el cavernoso interior y señaló la sección que había sido tapiada y aislada de la planta.
-Sewman Otwal insistió en que debía guardarse el mayor de los secretos. Ante su insistencia, utilicé empleados de la máxima confianza, sometiéndoles a un proceso hipnótico en que les ordenaba que olvidaran todo cuanto vieran en el taller B después de salir por la puerta. También añadí la sugestión de que trabajaran con gran celo y precisión, de que no sintieran hambre, sed, ganas de hablar o fatiga durante las horas de trabajo; y debo decir que jamás vi un equipo de trabajadores más admirable. Estaba a punto de hacer lo mismo con el resto de la plantilla cuando me raptaron; de hecho, pensé que me había topado con asesinos a sueldo del Sindicato Protector de los Trabajadores.
Acompañó a Gersen por la tienda a través de fraguas, cortadoras, moldes, soldadores y tornos, hasta llegar frente a una puerta que ostentaba el símbolo universal PROHIBIDO EL PASO, en letras rojas de un palmo de ancho. Patch compuso la combinación que abría la cerradura.
-Puesto que somos socios no debe haber secretos para usted.
-En efecto -dijo Gersen.
La puerta se deslizó a un lado, atravesaron la antesala y accedieron al Taller B. Allí estaba la fortaleza ambulante. El lenguaje melifluo de Patch no había preparado a Gersen para el feroz aspecto del ingenio.

Jack Vance "La máquina de matar"

lunes, mayo 02, 2005

Patris, capital de la Unión de Parroquias de Cumberland, serpenteaba durante millas a lo largo del estuario del río Card, con sus suburbios residenciales a orillas del lago Ock. En el Barrio Viejo subsistían muchos edificios milenarios de tres y cuatro plantas, construidos con resistente ladrillo negro, de fachada angosta, altas y estrechas ventanas y elevados tejados. Río arriba, en la Ciudad Nueva de setecientos años de antigüedad, descollaban las famosas Bóvedas del Río: once monumentales estructuras de un tipo desconocido en todo el universo. Medían doscientos cincuenta metros de altura: triángulos truncados con arcos de sesenta metros tallados desde la base. Eran idénticas, excepto en el color; cada una albergaba comercios, estudios y áreas de servicio en la base, mientras que la parte superior se destinaba a apartamentos para la élite urbana. Entre las bóvedas de la Ciudad Nueva y las estructuras de ladrillo negro del Barrio Viejo se extendía una sombría zona industrial en la que Myron Patch tenía su tienda. Escoltó a Gersen hasta la puerta principal con una mezcla de impaciencia, indecisión, orgullo, ansiedad y dignidad herida. Era mucho más grande de lo que Gersen pensaba, pues ocupaba un terreno de sesenta metros de largo por treinta de ancho, con un almacén de piezas y material diverso en la parte de arriba. Patch pareció deprimido cuando encontró la tienda cerrada con candado y silenciosa.
-Yo pensaba que en tiempos de crisis los empleados pondrían manos a la obra para que la maquinaria no se detuviera, por así decirlo, o al menos harían lo imposible por rescindir las deudas de su patrón. Un centenar de hombres y mujeres viven gracias a mí, y ni uno de ellos se ha dignado preguntar por mi situación al representante de Intercambio.

Jack Vance "La máquina de matar"

domingo, mayo 01, 2005

Rígel destellaba en el cielo. Gersen localizó Alphanor; Daro y Wix se pusieron muy nerviosos. Gersen les observaba con una mueca irónica. En cuanto regresaran al oscuro caserón de las soleadas colinas de Taube se arrojarían en los brazos de sus padres. El rapto, el encarcelamiento, la vuelta al hogar se convertirían en vagos recuerdos. Gersen sería olvidado... Gersen meditó sobre los caprichos del destino que le habían transformado en -localizó tristemente la palabra- un monomaniaco. ¿Qué sucedería si, gracias a un fanático entramado de circunstancias, lograba vengar la catástrofe del Monte Agradable en las personas de los cinco Príncipes Demonio? ¿Qué sucedería entonces?
¿Le apetecería retirarse, comprar un terreno en el campo, buscar una novia y casarse, tener hijos? ¿O el rol de némesis se habría integrado de tal forma en su naturaleza que jamás podría olvidarlo, jamás podría oír hablar de hombres malvados sin apresurarse a castigarlos? Todo era posible. Y, para colmo, el impulso no surgiría de la indignación o el daño moral, sino de un reflejo, de una reacción desprovista de pasión.
Reflexiones de este tipo sumían siempre a Gersen en una profunda melancolía, y durante todo el viaje se mostró brusco y lacónico. Los niños le observaban sorprendidos, aunque no atemorizados, porque al fin habían aprendido a confiar en él.
De regreso a Alphanor, de regreso al continente de Scitia, de regreso al anticuado espaciopuerto de Marquari, provincia de Garreu. Nada más aterrizar, Gersen se comunicó por videófono con Duschane Audmar, que exhibía una ojeras muy marcadas. Gersen adivinó que había pasado muchas horas en blanco pensando en la misión. Se interesó brevemente por el estado de sus hijos y aceptó las palabras tranquilizadoras de Gersen con un seco asentimiento.
No había servicio aéreo entre Marquari y Taube, y las naves espaciales estaban proscritas, excepto en los espaciopuertos. Gersen acompañó a los niños a bordo del barco que hacía la travesía hasta Taube, un amplio y pesado buque cargado de mercancías en el pañol y de pasajeros en la parte superior. Tardaba un día y una noche en recorrer los ochocientos kilómetros que separaban ambas ciudades. En Taube alquiló el viejo deslizador de superficie y subió la empinada pendiente que llevaba a la mansión de Duschane Audmar. Los niños saltaron del coche y corrieron atropelladamente, sin mirar ni una sola vez a Gersen, hacia los brazos de su madre, que esperaba en el umbral de la puerta. Apenas podía contener las lágrimas, y Gersen fue consciente del vacío que existía en su interior, pues había tomado afecto a los niños.

Jack Vance "Los príncipes demonio: La máquina de matar"