lunes, abril 23, 2007

La suite del presidente, la más elegante y exquisitamente amueblada del Domus, incluía una salita para recibir visitas, amueblada con piezas antiguas del estilo conocido como Dravan Commandeer. El presidente se sentó en una enorme butaca. Había optado por vestir su indumentaria oficial para realzar la solemnidad de la ocasión. Su rostro, blanco y cadavérico, con sus descarnadas mejillas, la fuerte mandíbula y la nariz corta y recta, contrastaba con los espesos rizos negros de la peluca ceremonial. Las manos del presidente, recias y huesudas, de dedos largos y estrechos, parecían un poco incongruentes; parecían las manos de un hombre activo, acostumbradas a manejar herramientas y armas.
Jehan Addels estaba sentado en el extremo opuesto de la salita, y su postura evidenciaba un acusado nerviosismo; habría preferido hallarse en cualquier otro sitio.
Sonó un timbre; Addels se puso en pie, salió al recibidor y apretó un botón. La puerta se deslizó a un lado para dar paso a Ottile Panshaw y a un hombre alto y corpulento, ataviado con una capa blanca. La capucha revelaba un rostro aplastado y redondeado de piel broncínea, la nariz prominente, labios gruesos y ojos negros.
-Ya conoce al abogado de la parte demandante -dijo el presidente Dalt a Ottile Panshaw-, el honorable Jehan Addels. Puesto que resulta concebible que todos los problemas puedan resolverse aquí y ahora, consideré apropiado informarle de nuestro encuentro.
Ottile Panshaw imprimió a su cabeza una rápida inclinación.
-Lo comprendo, señor presidente. Permítame presentarle al acusado del caso. No mencionaré su nombre; no hay necesidad de molestar a nadie...
-Al contrario -replicó el presidente Dalt-, precisamente estamos aquí para que las identidades sean autentificadas y para responder con precisión a las preguntas que se formulen. Usted, señor, ¿cómo se llama?
-He usado muchos nombres, presidente. Adquirí la nave Ettilia Gargantyr bajo el nombre de "Lens Larque". Durante todo el tiempo que la he poseído, no he cometido actos influidos por la maldad o la venganza. Soy inocente de los cargos que me imputa el Banco de Cooney, lo juro.
-Son necesarios algo más que juramentos en casos como éste -dijo el presidente Dalt-. Abogado, sea tan amable de llamar al secretario.
Jehan Addels abrió una puerta lateral; el secretario general entró en la salita, empujando un instrumento montado sobre ruedas.
-Secretario, permita que estos caballeros demuestren la autenticidad de sus declaraciones -dijo el presidente.
-En seguida, su señoría. -El secretario deslizó la máquina hacia el hombre de la capa blanca-. Señor, éste es un aparato inofensivo que capta las emanaciones cerebrales. Observe este indicador luminoso; la verdad enciende la luz verde, y la mentira una roja. Aplicaré el registrador a su sien; permítame que le suba la capucha.
El hombre dio un paso atrás, irritado, y cuchicheó con Ottile Panshaw, que se encogió de hombros con una media sonrisa, cabizbajo. El secretario le alzó la capucha con cuidado, y aplicó un parche adhesivo a la rojiza sien.
-Abogado Addels -dijo el presidente Dalt-, haga sus preguntas, pero sólo a efectos de comprobación de la identidad y los motivos en el momento del presunto delito.
-¿Puedo sugerir, su señoría -dijo Ottile Panshaw con voz sedosa-, que haga usted las preguntas a fin de conseguir la máxima imparcialidad?
-Mi única intención es esclarecer la verdad. En tanto el abogado Addels persiga la verdad, todos daremos nuestra aprobación. Abogado, haga sus preguntas.
-Señor, ¿declara que su nombre es Lens Larque?
-Sí, ése es el nombre con el que se me conoce.
La luz verde brilló en el indicador.
-¿Cuál es su nombre real?
-Lens Larque.
-¿Desde cuándo?
-¡Su señoría -exclamó Ottile Panshaw-, el hecho ha sido aclarado y verificado por el indicador! ¿Es necesario proseguir este estéril interrogatorio?
-Su señoría, declaro que la identificación todavía no es definitiva.
-Estoy de acuerdo. Continúe.

Jack Vance "El rostro"

jueves, abril 12, 2007

Posted by Picasa
El pálido rostro del presidente Dalt no se alteró en lo más mínimo.
-En la audiencia preliminar dictaminé que únicamente el propietario de la nave en el momento del supuesto delito podía prestar una declaración pertinente. No veo motivos para cambiar de opinión. La peculiaridad del testigo es marginal, y no afecta el dictamen.
-En efecto -asintió Ottile Panshaw con una mueca de pesar-. Su punto de vista es que si Lens Larque deseara prestar declaración ante un tribunal vegano, no se habría convertido en un criminal.
El fantasma de una sonrisa aleteó en los labios del presidente Dalt.
-Exacto. El tribunal reanuda la sesión mañana. ¿Irá a testificar ese tal Larque?
-¿Puedo preguntar si nuestra conversación es extraoficial y confidencial? -dijo Ottile Panshaw bajando la voz.
-¡No puedo asumir ese compromiso!
-En tal caso, no le diré nada.
-Su conducta es muy expresiva. Sospecho que la persona de la que hablamos no se halla muy lejos.
-Planteemos una hipótesis: Si Lens Larque estuviera aquí, ¿aceptaría tomarle declaración in camera?
El presidente Dalt enarcó las cejas.
-Espero que acuda a testificar para esclarecer el caso. Es de conocimiento público que ha robado, torturado y asesinado; le costará muy poco cometer perjurio. ¿Aportará pruebas a su declaración?
-Usted y yo, señor -rió suavemente Ottile Panshaw-, a pesar de nuestras diferencias, somos seres humanos normales. Lens Larque es muy distinto. No osaría pronosticar su declaración. Las pruebas pueden o no existir. En su dictamen del otro día, usted señaló que sólo necesitaba el testimonio del propietario.
-Es evidente que el caso del Banco de Cooney contra la Ettilia Gargantyr se sale de lo corriente. El único modo de aplicar la mayor equidad posible consiste en dejar de lado los antecedentes de los actores. Me he impuesto como objetivo juzgar cada caso ateniéndome a los hechos desnudos. Sin embargo, pese a mi inclinación por los procedimientos formales, me comprometo a escuchar el testimonio de ese hombre in camera. Tráigale a mis aposentos dentro de dos horas. Tomo esta decisión extrema en interés de la imparcialidad y la equidad.
-¿Será tan amable de venir conmigo a un lugar que yo eligiré? -sonrió tímidamente Ottile Panshaw.
-Por supuesto que no.
-Ha de comprender el azoramiento de esa persona.
-Si hubiera llevado una vida sin mácula, podría caminar sin temor.
-Oh, ya lo hace. -Ottile Panshaw se levantó y titubeó unos segundos. Su boca dibujó una mueca tragicómica-. Haré lo que pueda.

Jack Vance "El rostro"

lunes, abril 09, 2007

-Mi perplejidad no es menor que la suya, pero tranquilícese. Mañana se vuelve a reunir el tribunal. El presidente Dalt no soporta evasivas; esclarecerá los hechos.
-Si nos libramos de la cárcel y la vergüenza pública. ¡Estamos en la cuerda floja! ¡Panshaw es extremadamente astuto!
-Si todo va bien, Panshaw seguirá su camino en paz, al menos en lo que a mí concierne.
-Cuando dice: "Si todo va bien", ¿se refiere a la aparición de Lens Larque en Estremont?
-Exacto.
-Addels meneó la cabeza con brusquedad.
-Lamento decírselo, pero sigue una quimera. Lens Larque puede ser maniático, brutal, tortuoso... pero no estúpido.
-Bien, ya veremos. Y ahora perdóneme; es la hora de comer del presidente Dalt.

A la hora en punto, el presidente Dalt entró con aire majestuoso en el restaurante del Domus; rígido, grave, un hombre de piel blanquecina y negros rizos que enmarcaban su rostro austero e inexpresivo. Su vestimenta recreaba la elegancia de varias décadas atrás. Todas las cabezas se volvieron para observar como el implacable jurista cruzaba la sala en dirección a su mesa.
Tomó una frugal colación de ensalada y pollo frío, y luego se hundió en ominosa meditación sobre la taza de té. Un hombre delgado de estatura mediana que estaba sentado al otro extremo del comedor avanzó hacia su mesa.
-¿Presidente Dalt? ¿Puedo acompañarle unos minutos?
El presidente Dalt miró de arriba abajo al que había hablado, y luego respondió con voz seca y calculada:
-Si es periodista, no tengo nada qué decir.
El otro hombre rió cortesmente, como si hubiera escuchado una pequeña broma.
-Me llamo Ottile Panshaw y, desde luego, no soy periodista. -Se sentó sin más preámbulos en la silla opuesta a la del presidente Dalt-. Mañana se celebra la audiencia del Banco de Cooney contra la Ettilia Gargantyr et altri. ¿Consideraría inapropiado que habláramos del caso?
El presidente Dalt estudió a Ottile Panshaw y vio a un hombre maduro, flaco, de gran cabeza, facciones bien conformadas y expresión benévola. Llevaba un elegante traje en tonos ciruela y ocre.
Panshaw sostuvo la mirada con aplomo.
-¿Cuál es su papel en el caso? -preguntó al fin el presidente Dalt.
-En cierto sentido soy socio del acusado, pero no es mi intención entrometerme. El caso es tan extraordinario que conviene que ciertos elementos no sean presentados formalmente, si bien podrían arrojar luz sobre su visión de conjunto.
El presidente Dalt entornó los ojos levemente; adoptó una expresión más inescrutable que de costumbre.
-No me interesan los intermediarios.
-Es obvio. Tenga la seguridad de que sólo deseo esclarecer ciertos datos fundamentales; hablarán por sí solos.
-Muy bien, prosiga.
-Gracias, señor. Para empezar, represento al propietario de la Ettilia Gargantyr. La nave está alquilada a la Compañía de Transportes Héctor, filial de la Kotzash, una compañía de la que soy director gerente. Hasta aquí todo está bien, pero resulta que el propietario real de la nave es un tal Lens Larque. ¿Le suena el nombre?
-Es un famoso criminal.
-Exacto. Le resultaría enojoso presentarse ante un tribunal de Vega e identificarse. De hecho, la idea es extravagante. Por lo tanto, sugiero que se acepte mi testimonio, el de propietario en funciones, en lugar de Lens Larque.

Jack Vance "El rostro"

sábado, abril 07, 2007

-Vigilarle de cerca. Alquilaremos a un profesional, si hace falta*.
-Un hombre como Panshaw se dará cuenta de tales maniobras -comentó Rackrose.
-Si es así, su proceder será interesante.
-Como quiera. ¿De qué forma pagaré a los detectives?
-Con talones de la cuenta de Cosmópolis.
Rackrose se levantó, exhaló un suspiro de resignada desesperación y se marchó.
A los pocos instantes, el rostro de Addels apareció en el comunicador.
-El de Kotzash es un asunto turbio. El robo en el almacén de Serjeuz fue valorado en veinte millones de UCL. El interventor se había negado a pagar el seguro, y la compañía quebró. Fíjese en que no se trató de una bancarrota; los únicos que salieron perdiendo fueron los accionistas. Por supuesto, el capital comercial es nulo.
-¿Y quién es el dueño?
-El permiso legal de constitución fue transferido al banco Chanseth de Serjeuz; las copias fueron enviadas posteriormente a la sucursal de New Wexford. Especifica que cualquiera que posea el veinticinco por ciento o más de las acciones se convierte en director, con el porcentaje de votos correspondiente. Hay cuatro mil ochocientos veinte acciones registradas, de las que mil doscientas cincuenta, algo más del veinte por ciento, obran en poder de Ottile Panshaw. Las otras están distribuidas entre pequeñas empresas no registradas.
-Muy extraño.
-Extraño y significativo. Panshaw es el único director; controla Kotzash.
-Debe haber comprado las acciones a bajo precio -dijo Gersen-. Seguro que nunca adquirió ni media tonelada de duodecimates.
-No corra tanto. Panshaw es un hombre con clase. ¿Por qué gastar un dinero ganado con tantos esfuerzos en acciones sin valor?
-Buena pregunta. Me muero de curiosidad.
-Es evidente que Kotzash mantiene la oficina de Methel; el folleto adjunta las direcciones de Serjeuz y de Twanish. Por otra parte, Kotzash es una sociedad anónima interplanetaria, y presenta un informe anual.
Los bienes reseñados el año pasado fueron: complejos mineros, derechos de prospección y alquiler, en lugares tan alejados como el asteroide Granate y la luna Shanitra. Kotzash también controla el cincuenta y uno por ciento de la Compañía Comercial de Transportes Héctor, de Twanish. Da la impresión de que, como interventor de la Kotzash, emitió mil doscientas ciencuenta acciones de la Kotzash a su nombre, a fin de adquirir el cincuenta y uno por ciento de la Compañía de Transportes Héctor.
-¿Y qué informes tenemos de esta compañía?
-Ninguno. Jamás ha publicado ni un folleto.
-Me siento cada vez más confundido -confesó Gersen.
-En absoluto -replicó Addels-. Es un simple caso de papeleo y malabarismo, utilizados por personas sin escrúpulos para violar sus responsabilidades.
-¿Se cotizan en bolsa las acciones de la Kotzash?
-El índice indica un valor nominal de un céntimo por acción, lo que desalienta a compradores y vendedores. El valor es nulo, en pocas palabras.
-Haga algún sondeo. Si las acciones de la Kotzash aumentan de valor, cómprelas.
Addels meneó tristemente la cabeza.
-Es dinero perdido.
-Ottile Panshaw piensa de otra manera. Se aloja en el Domus.
-¿Cómo? ¡Sorprendente! ¡Ahora existen motivos para sospechar!

Jack Vance "El rostro"

* La ley vegana castiga con rigurosas penas el uso de células-espía móviles y aparatos semejantes. Los detectives emplean métodos tradicionales de vigilancia.

miércoles, abril 04, 2007

Maxel Rackrose se personó en los aposentos alquilados por Gersen en el Domus el día se San Dulver a mediodía. Se le veía deprimido y habló con concisión.
-Durante las dos últimas semanas he investigado a los pasajeros provenientes de los espaciopuertos de Slayhack, New Wexford y Pontefract. Veinte eran nativos del sistema de Cora, pero sólo tres se autodenominaron darsh. Los otros eran methlen. Ninguno de los darsh se ajustaba a la descripción, aunque tres de los methlen podrían ser nuestro hombre. Aquí están las fotografías.
Gersen examinó los rostros; no reconoció ninguno. Rackrose le tendió otra foto con el gesto de un prestidigitador realizando un truco de magia.
-Este hombre es Ottile Panshaw, el que se olvidó la póliza del seguro en Kotzash. Llegó ayer y se halla alojado en el Domus.
Gersen estudió la fotografía del espaciopuerto, que reproducía a un hombre de mediana edad, delgado y frágil, de barriga prominente, notable cabeza, de ojos vivos y brillantes, nariz larga y esbelta y boca delicada que se plegaba en las comisuras. Rizos de color castaño sobresalían a ambos lados de su calva; se había teñido la piel de un tono amarillo rabioso. Ottile Panshaw vestía ropas elegantes y ornamentadas: un sombrero cuadrado de terciopelo negro ribeteado de plata y escarlata, pantalones grises ajustados, camisa de color rosa pálido de cuello cisne negro y chaqueta parda.
-Muy interesante -dijo Gersen-. Confío en poder hacer una o dos preguntas a Panshaw.
-No parece difícil; apenas nos separan cien metros. Más problemático será obtener respuestas sinceras, a juzgar por su rostro.
-No es el rostro de un hombre ingenuo -asintió Gersen con aire pensativo-. Tampoco es el rostro de un hombre que olvida suscribir pólizas de seguro.
-Sí, una situación desconcertante. Quizá el valor de la póliza era exorbitante. No resulta improbable tan cerca de Más Allá.
-Ni tan cerca de Lens Larque. Quizá los directivos de la compañía se negaron a suscribir la póliza en virtud de esta teoría.-O, lo que es todavía más probable, Panshaw se limitó a solicitar el pago y se guardó el dinero en el bolsillo.
Gersen volvió a examinar el rostro vivaz de la fotografía.
-Está claro que no encomendaría la custodia de mi dinero a Ottile Panshaw... Quizá tenía sus razones para despreciar el lote almacenado en Kotzash.
-¿Qué le impulsaría a obrar de esta forma? -se preguntó Rackrose.
-Tengo en mente varias posibilidades. Una sería el voto por el control de la compañía.
-¿Y si se trataba de bancarrota?
-Tintle mencionó otros bienes; arriendos, opciones y cosas así.
-Imagino que todo es posible.
Gersen reflexionó unos momentos, y luego puso en marcha el comunicador. El rostro astuto de Jehan Addels se materializó en la pantalla.
-He descubierto un aspecto nuevo en el asunto que nos concierne -dijo Gersen-; la Sociedad Anónima de Seguros Kotzash, con sede en Serjeuz, en el planeta Dar Sai del sistema Cora. ¿Podemos obtener alguna información en New Wexford?
Addels exhibió una de sus poco frecuentes sonrisas.
-Le asombraría la cantidad de información que es posible solicitar. Si esta Kotzash ha facturado negocios por valor de un UCL a cualquier banco del Oikumene, lo sabremos al instante.
-Estoy interesado en bienes, directivos, procedimientos de control, cualquier cosa que parezca interesante.
-Esclareceré lo que sea necesario.
La pantalla se apagó. Gersen captó, al volverse, la expresión pensativa que nublaba el rostro de Rackrose.
-Para ser un simple periodista, ejerce una sorprendente autoridad -dijo Rackrose.
Gersen había olvidado por un momento su papel de Henry Lucas, periodista especializado para Cosmópolis.
-No hay ningún misterio; Addels es un viejo amigo.
-Entiendo... Bien, ¿qué vamos a hacer con Ottile Panshaw?

Jack Vance "El rostro"

lunes, abril 02, 2007

De Vida, volumen I, de Unspiek, barón Bodissey:

"El hombre perverso es una fuente de fascinación: las personas normales se preguntan cuál es el motivo de tales excesos en el comportamiento. ¿Deseo de riqueza? Un motivo normal, sin duda. ¿Anhelo de poder? ¿Venganza contra la sociedad? Démoslo por garantizado. Pero cuando se han logrado el poder y la riqueza, y la sociedad ha sido reducida a un estado de humillante sumisión, ¿cuál es el siguiente paso?
La respuesta es obvia: la maldad por la maldad.
La motivación, aunque incomprensible para el hombre normal, es, sin embargo, apremiante y real. El criminal se convierte en el resultado de sus propios hechos. Una vez superada la transición, un nuevo conjunto de valores entra en juego. El criminal inteligente reconoce su maldad, y comprende a la perfección el resultado de sus actos. Retrocede a un estado de solipsismo para calmar sus remordimientos, y comete actos de perversión exacerbada, lo que provoca en sus víctimas la sensación de que el mundo se ha vuelto loco."

Jack Vance "El rostro"