domingo, octubre 30, 2005

-Quiero que el dinero se invierta en empresas seguras, pero no deseo llamar la atención. No quiero rumores ni publicidad. Quiero que el dinero se invierta sin que nadie se entere.
-Difícil -Addels reflexionó un momento-, pero no imposible..., si la operación se planifica de la forma adecuada.
-Lo dejo a su discreción. Controlará toda la operación de acuerdo con mis instrucciones. Por supuesto, puede contratar un equipo, con la condición de que no se le suministre la menor información.
-Un pequeño problema. No conozco a nadie.
-¿Está de acuerdo con mis condiciones?
-Sí, siempre que no se trate de un engaño. Mi salario y las inversiones que realice aprovechando la suya me convertirán en un hombre muy rico, pero no me lo creeré hasta que vea el dinero. Supongo que no será falso...
-Compruébelo con su detector de fraudes.
-Diez mil millones de UCL -musitó Addels-. Una suma enorme, capaz de tentar al hombre más honrado. ¿Cómo sabe que no le estafaré?
-Tengo entendido que usted no sólo es cauteloso sino de una moral intachable. Nada le inducirá a engañarme. Es mi única garantía.
-¿Dónde está el dinero?
-Le será entregado cuando quiera. O venga al hotel Congreve y lléveselo.
-La situación no es tan sencilla. ¿Qué pasaría si yo muriera esta noche? ¿Cómo recobraría su dinero? Si usted muriera, ¿cómo me informaría del hecho? ¿Cómo dispondría de una suma tan considerable, en el caso de que exista?
-Venga a la suite habitación sesenta y cinco del hotel Congreve. Le entregaré el dinero y nos ocuparemos de todas las contingencias posibles.
Jehan Addels se presentó en la suite de Gersen media hora más tarde. Examinó el dinero, que ocupaba dos maletas grandes, comprobó algunos de los billetes con el detector de fraudes y meneó su cabeza con asombro.
-Una responsabilidad terrible. Le extendería un recibo, pero considero que sería una formalidad absurda.
-Coja el dinero -dijo Gersen-. Mañana incluya en su testamento una disposición por la cual, en caso de muerte, el dinero pasa a mis manos. Si yo muero, o no me comunico con usted en el plazo de un año, utilice las rentas para obras de caridad. En cualquier caso, tengo la intención de volver a New Wexford dentro de uno o dos meses. Me comunicaré con usted sólo por videófono, y usaré el nombre de Henry Lucas.
-Muy bien. Me parece que así prevenimos cualquier contingencia.
-Recuerde: ¡absoluta discreción! Ni siquiera su familia debe conocer los detalles de su nuevo empleo.
-Como desee.
Al día siguiente, Gersen abandonó Aloysius con destino a Alphanor.

Jack Vance "El palacio del amor"