miércoles, marzo 29, 2006

El vehículo pasó frente a una de las torres que habían despertado la curiosidad de Navarth: un edificio de veinte pisos, consistente cada uno en seis apartamentos en forma de cuña.
-¿Cuál es el propósito de estas torres tan altas? -preguntó el poeta a la mujer.
-Ahí se recaudan los impuestos.
-Ajá, Henry Lucas, tenía razón: las torres albergan oficinas públicas.
-Exacto, sí, muy exacto.
La mujer dirigió a Navarth una mirada caústica.
Navarth no le hizo caso. Señaló con el dedo uno de los numerosos cafés del bulevar; los clientes eran hombres en su mayoría.
-Estos vagos tienen mucho tiempo libre -indicó Navarth-. ¡Fíjese cómo se repantingan y empinan el codo! ¡Viole Falushe es muy indulgente con sus súbditos, en el caso de que lo sean!
El vehículo dio la vuelta a una plazoleta y se detuvo ante un gran edificio de dos plantas. En la terraza se sentaban algunos hombres y mujeres vestidos de diversa manera, obviamente forasteros.
-¡Largo de aquí, cabezas peludas! -dijo la mujer con brusquedad-. Aquí tenéis el hotel; ya he cumplido mi trabajo.
-Incompetente hasta extremos indecibles -comentó Navarth antes de bajar-.
La mujer apretó un botón; el suelo del vehículo empezó a ladearse. Gersen y Navarth tuvieron que saltar fuera. El vehículo se alejó mientras Navarth dedicaba un gesto obsceno a la espalda de la mujer.
Un lacayo se adelantó a recibirlos.
-¿Son invitados del Margrave?
-Exacto -contestó Navarth-. Hemos sido invitados a su Palacio.
-Mientras esperan se alojarán en el hotel.
-¿Esperar? ¿Durante cuánto tiempo? Creí que seríamos conducidos directamente al Palacio.
-Los huéspedes del Margrave se reúnen aquí -observó el lacayo con una inclinación-. Se irán todos juntos. Creo que aún faltan por llegar cinco o seis, según mis cálculos. ¿Me permiten que les enseñe sus habitaciones?

Jack Vance "El palacio del amor"

domingo, marzo 26, 2006

Recorrieron el sendero flanqueado por setos de altas varas negras con hojas escarlata en forma de disco, que vibraban y resonaban al soplar el viento. La ruta bordeaba una prominencia de esquisto negro y trepaba a una elevación empinada. Desde la cumbre divisaron un valle y una pequeña ciudad a sólo dos o tres kilómetros de distancia.
-¿Será eso el Palacio del Amor? -se preguntó Navarth en voz alta-. No es lo que yo esperaba..., demasiado pulcro, demasiado preciso... ¿Y aquellas torres circulares?
Las torres a las que se refería Navarth se elevaban a intervalos regulares en toda la ciudad. Gersen se limitó a insinuar que tal vez contenían oficinas o apartamentos, o que albergaban oficinas de la administración pública.
Mientras bajaban de la colina, un vehículo se acercó a gran velocidad... una plataforma bamboleante y ruidosa apoyada en colchones de aire. Una persona de semblante severo y adusto, que llevaba un uniforme de color pardo y negro, se ocupaba de los controles. Pronto descubrieron que se trataba de una mujer. Frenó el coche y les inspeccionó con mirada sardónica.
-¿Son ustedes los invitados del Margrave? Si es así, suban.
-¿No estaba previsto que vendría a buscarnos a la nave? A esto llamo ineficacia. ¡Nos hemos visto obligados a caminar!
-Suban, a menos que deseen seguir caminando -respondió la mujer con una sonrisa desdeñosa.
Gersen y Navarth obedecieron. Navarth hervía de indignación.
-¿Qué ciudad es ésta? -preguntó Gersen a la mujer.
-Es la Ciudad Diez.
-¿Y cómo se llama este planeta?
-Lo llamo el Mundo del Idiota. Los demás pueden llamarlo como les dé la gana.
Su boca se cerró como una trampa. Hizo girar el coche en redondo y siguió por el sendero. La carrocería se estremecía, y Gersen y Navarth debían sujetarse con todas sus fuerzas para no ser arrojados a la cuneta. Navarth rugió órdenes e instrucciones, pero la mujer aceleró todavía más y no disminuyó la velocidad hasta que entraron en la ciudad por una avenida a la sombra de los árboles; desde aquel momento condujo con extrema prudencia. Los habitantes de la ciudad dedicaban miradas de curiosidad a Gersen y Navarth. La única particularidad de la gente consistía en que los hombres llevaban la cabeza rapada como un huevo: cejas, cráneo y barba; las mujeres, por su parte, exhibían peinados muy complicados, con largas púas barnizadas y adornados, en ocasiones, con flores y otros objetos. Hombres y mujeres vestían prendas de corte y color extravagantes, y se movían con una peculiar mezcla de contoneo y timidez; hablaban con énfasis en voz baja, reían con fuertes carcajadas, se detenían repentinamente, miraban en todas direcciones y proseguían en el mismo tono.

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, marzo 25, 2006

El Andrómeda despegó y ascendió con alarmante velocidad. Gersen y Navarth casi salieron despedidos. Gersen rió por lo bajo al oír el rugido de protesta de Navarth. El sol Miel, entrevisto a través de la harpillera, colgaba enfrente y a la izquierda. Pronto quedó oculto bajo el casco. El Andrómeda atravesaba el grupo de estrellas, y daba la impresión de que Zog cambiaba varias veces de ruta, tal vez por haberse equivocado o por deseo de confundir a los pasajeros.
Pasaron dos horas. Un gran sol blanco y amarillo aumentaba de tamaño al otro lado de las portillas veladas; bajo él giraba un planeta que las cortinas impedían examinar. Navarth se precipitó a descorrer la cortina con una exclamación de impaciencia. Chispas azules golpearon las puntas de sus dedos, y cayó al suelo con un grito sobrecogedor.
-¡Esto es una imposición! ¡Un tratamiento deplorable!
Una voz habló desde un altavoz invisible:
-Como invitados cuidadosamente seleccionados, desearán complacer a su anfitrión observando ciertas pautas de cortesía y moderación. No es necesario definir estas pautas; son evidentes para cualquier persona sensible. Los estímulos proporcionan una jocosa advertencia al desconsiderado o al insensible.
-¿Qué hay de malo en mirar por la portilla? -dijo Navarth tras aclararse la garganta.
-Está claro que al Margrave le interesa ocultar el emplazamiento de su sede.
-¡Tonterías! ¿Cómo va a impedir que alguien registre el grupo hasta encontrar el Palacio del Amor?
-Hay cientos de planetas. No cabe duda de que habrá dispuesto otras formas de disuasión.
-No debería temer la menor intrusión por mi parte.
Navarth sorbió por las narices.
El Andrómeda aterrizó en un campo rodeado de árboles de goma verdeazulados de procedencia terrestre. Zog abrió inmediatamente la portilla, una acción que Gersen contempló primero con asombro, y después con burlona diversión. Por temor a que hubiera micrófonos ocultos se abstuvo de comunicar sus ideas a Navarth.
Descendieron bajo el resplandor matutino de un sol blanco y amarillo, muy parecido a Miel en color y brillantez. El aire iba cargado con el olor de árboles de goma y la vegetación nativa: arbustos de lustrosos tallos verdes, y hojas en forma de disco negras y escarlata; espigas azules con airosas barbas azul oscuro; borlas de membrana algodonosa que contenían nudos parecidos a tomates rojos. También habían matas de bambú y de hierba terrestres y un matorral de zarzamoras.
-Extraño, muy extraño -murmuraba Navarth mirando a todas partes-. ¡Cuánta fascinación encierran estos mundos lejanos!
-Es muy parecido a la Tierra -dijo Gersen-, pero en otras zonas es posible que predominen las plantas locales; entonces verá lo que es extraño de verdad.
-Es impensable hasta para un poeta en su sano juicio -gruñó Navarth-. Debo dejar a un lado mi individualismo, mi pequeña y patética célula de insensibilidad. He sido arrebatado de la Tierra y no hay duda de que mis huesos se pudrirán en este suelo extraño. -Cogió un terrón, lo estrujó entre los dedos y dejó que los fragmentos cayeran a tierra-. Parece tierra, posee la textura de la Tierra... ¿Y qué? Nosotros también quedaremos abandonados a nuestra suerte, sin ni siquiera un mendrugo o una botella de vino.
Zog había entrado de nuevo en el Andrómeda y estaba cerrando la portilla. Gersen cogió a Navarth por un brazo y le arrastró a través del prado.
-Zog tiene un temperamento temerario; es capaz de conectar el acelerador y llevarse por delante la nave, el prado, los arbustos, la hierba y a nosotros dos si permanecemos cerca. Entonces sí que podría componer una loa a las circunstancias extrañas.
Pero Zog elevó la nave correctamente. Gersen y Navarth vieron como se desvanecía en el brillante cielo azul.
-De modo que aquí estamos, en algún lugar del Grupo de Sirneste -dijo Navarth-. O el Palacio del Amor se halla muy cerca, o Viole Falushe nos ha gastado otra de sus grotescas bromas.
Gersen fue hasta el extremo del prado y examinó las filas de árboles.
-Broma grotesca o no, aquí hay un sendero que debe conducir a alguna parte.

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, marzo 24, 2006

-¿Estan preparados?
-Necesito equipo para mi nave -dijo Gersen-. Y en cuanto a la propia nave..., ¿estará a salvo?
-Tan a salvo como si fuera un árbol; me ocuparé de ello. Si encuentra alguna irregularidad a su vuelta, pregunte por Rubdan Ulshaziz y pida una indemnización. ¿Qué le interesa de su nave? El Margrave pondrá a su disposición cuanto desee, incluidas nuevas vestimentas.
-Necesito mi cámara de vídeo. Quiero filmar algunas cosas.
-El Margrave le proporcionará un equipo, los modelos más sofisticados -indicó Rubdan Ulshaziz con un gesto afable-. Le gusta que sus invitados lleguen aliviados de equipaje, aunque le es indiferente su bagaje psíquico.
-En otras palabras, no estamos autorizados a llevar nuestras pertenencias personales.
-Exaco. El Margrave se ocupa de todo. Su hospitalidad es absoluta. ¿Ha cerrado, sellado y codificado su nave? Bien, de ahora en adelante son ustedes huéspedes del Margrave. Si son tan amables de acompañar a Fendi Zog...
Señaló al hombre con un brusco gesto de la mano. Zog inclinó la cabeza, y Gersen y Navarth le siguieron hasta una zona abierta al aire libre detrás el almacén. Allí había un coche aéreo de un diseño que Gersen desconocía. Lo mismo parecía sucederle a Zog. Se sentó ante los controles, probó un mando, después otro, mirando fijamente la disposición más bien extravagante de botones, asideros y sensores sónicos. Por fin, como hastiado de su incertidumbre, empujó un grupo de controles manuales. El coche aéreo despegó y pasó rozando las copas de los árboles. Zog se encogió sobre los controles y Navarth lanzó gritos de ira.
Zog consiguió hacerse con el control del vehículo; viajaron hacia el sur durante unos treinta y cinco kilómetros, atravesando los terrenos de cultivo y los cercados que rodeaban Atar, hasta un campo en el que aguardaba un último modelo Baumur Andrómeda. Zog se mostró de nuevo desorientado. El coche aéreo descendió en picado, cabeceó, se enderezó y frenó. Navarth y Gersen descendieron con la mayor prontitud. Zog les hizo señas de que se encaminaran al Andrómeda; subieron a bordo y la puerta se cerró a sus espaldas. Mediante el panel transparente que separaba el salón del compartimiento delantero vieron que Zog tomaba asiento ante los controles. Navarth elevó su protesta en voz alta. Zog les miró, descubrió unos dientes amarillentos en lo que podía tomarse por una sonrisa tranquilizadora y corrió una cortina. Un cierre magnético selló la puerta que comunicaba ambos sectores. Navarth se hundió en la consternación.
-Nunca es tan dulce la vida como cuando se pone en peligro. ¡Qué jugarreta la de Vogel, burlarse de su viejo preceptor!
Gersen señaló las pantallas de harpillera que cubrían las portillas.
-También quiere conservar el misterio.

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, marzo 23, 2006

El Pharaon se deslizó entre las primeras estrellas de Acuario; la Estaca, esa barrera invisible que separaba teóricamente el orden del caos, quedó atrás. El Grupo de Sirneste brillaba enfrente; doscientas estrellas como un enjambre de abejas luminosas que gobernaban planetas de todos los tamaños y características. Gersen localizó Miel con algunas dificultades, y luego Sogdian, el quinto planeta, de medidas y atmósfera similares a las de la Tierra, como la mayoría de los planetas colonizados. El clima era templado; el casquete polar tenía poca extensión; la zona ecuatorial mostraba amplias extensiones de jungla y desierto. El continente en forma de reloj de arena se distinguía en seguida, y el macroscopio no tardó en localizar la ciudad de Atar.
Gersen radió una petición de aterrizaje, pero no hubo respuesta, de lo que dedujo la inexistencia de tales formalidades.
Puso rumbo al planeta y Atar se hizo visible a los pocos minutos: una pequeña ciudad rosa y blanca que ocupaba una entrante del océano. El espaciopuerto funcionaba como en la mayoría de los mundos exteriores; en cuanto Gersen hubo aterrizado, dos oficiales se acercaron, le cobraron una tarifa y se marcharon. No había rastro de "Anticomadrejas", señal de que el planeta no era refugio de piratas, asaltantes o mercaderes de esclavos.
No había servicios de transporte público. Gersen y Navarth caminaron un kilómetro hasta llegar a la ciudad. Los habitantes de Atar, gente de piel oscura y turbantes también blancos muy complicados, les miraban con gran curiosidad. Hablaban un idioma incomprensible, pero a fuerza de repetir el nombre de Rubdan Ulshazis consiguieron saber la dirección del hombre que buscaban.
Rubdan Ulshaziz regenteaba una importante agencia de importación y exportación cerca del océano. Era un hombrecillo de piel oscura vestido con los habituales pantalones y turbante blancos.
-Caballeros, les doy la bienvenida. ¿Les apetece un ponche?
Les ofreció unas diminutas tazas de un zumo de frutas frío y espeso.
-Gracias -dijo Gersen-. Somos huéspedes del Margrave, quien nos recomendó venir a verle.
-¡Por supuesto, por supuesto! -Rubdan Ulshaziz hizo una reverencia-. Ahora les acompañarán al planeta donde el Margrave tiene su pequeña finca. -Rubdan Ulshaziz les obsequió con un guiño obsceno-. Discúlpenme un momento; daré instrucciones a la persona que les acompañará.

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, marzo 22, 2006

El viaje prosiguió. Navarth era un compañero más bien molesto, exaltado en un momento y abúlico al siguiente. En una ocasión se vio afligido simultáneamente por claustrofobia y agorafobia, y se tumbó en un sofá con los pies descalzos y un pañuelo sobre la cara. En otra se sentó frente a la portilla y contempló el paso fugaz de las estrellas, gorjeando de asombro y júbilo. Luego se interesó por el funcionamiento del acelerador, y Gersen se lo explicó tan bien como pudo.
-El espacio/espuma es embutido en espiral dentro de un huso; los extremos acabados en punta perforan y disgregan la espuma, que carece de inercia; la nave en el interior de la espiral queda aislada de los efectos del universo; la fuerza más ligera la proporciona una incalculable aceleración. La luz se filtra a través de la espiral, con lo cual creemos ver pasar el universo.
-Hum -musitó Navarth-. ¿Cuán pequeñas pueden ser las unidades?
-Muy condensadas, supongo.
Gersen desconocía la respuesta correcta.
-¡Imagine! ¡Si se pusiera una en la espalda se haría invisible!
-A menos que la persona se sujetara firmemente. ¿Por qué no se ha hecho aún?
-El acelerador rompería la conexión; no valdría ningún tipo de sujeción.
Navarth discutió el punto en profundidad y lamentó su ignorancia previa.
-¡Si hubiera conocido antes este maravilloso ingenio habría podido idear una nueva y provechosa máquina!
-Hace mucho tiempo que se utiliza el acelerador.
-¡Pero yo no!
Navarth se retiró a meditar.

Jack Vance "El palacio del amor"

martes, marzo 21, 2006

Navarth embarcó en el Pharaon de Gersen con una mezcla de agitación y fatalismo. De pie en la sala, mirando a derecha e iquierda, habló con voz trágica:
-¡Por fin sucedió! ¡Pobre Navarth, arrebatado de su fuente de energía! Miradle ahora..., un saco de cansados huesos. Navarth. No elegiste bien tus compañías. Te hiciste amigo de huérfanos, criminales y periodistas; por culpa de tu tolerancia estás a punto de ser arrojado al espacio.
-Tranquilícese -dijo Gersen-. No todo es malo.
Cuando el Pharaon abandonó la atmósfera terrestre, Navarth emitió un sonido hueco, como si le hubieran clavado una astilla en el pie.
-Eche una ojeada al espaciopuerto -sugirió Gersen-. Vea a la vieja Tierra como nunca antes la vio.
Navarth inspeccionó la gran bola azul y blanca y reconoció a regañadientes que la vista era magnífica.
-Ahora la Tierra retrocede -dijo Gersen-. Nos dirigimos hacia Acuario; conectamos el acelerador y en un instante nos encontraremos aislados del universo.
-Es extraño -admitió Navarth acariciándose la barbilla-. Es extraño que, esta concha nos permita viajar hasta tan lejos. He ahí un misterio, capaz de empujar a alguien a la teosofía: al culto de un dios del espacio, o de un dios de la luz.
"La teoría disuelve el misterio, pero desentierra un nuevo y críptico estrato. Casi seguro que existe un sinfín de estas capas, misterio tras misterio. El espacio es espuma, las partículas de materia, nodos y condensaciones. La espuma cambia de forma incesantemente en proporciones variables; la actividad regular de estos minúsculos flujos es el Tiempo."
Todo esto es muy interesante. -Navarth se movió con cautela a lo largo de la nave-. Si hubiera seguido una temprana vocación habría llegado a ser un gran científico.

Jack Vance "El palacio del amor"

martes, marzo 14, 2006

Extracto de un debate televisado que tuvo lugar en Avente, Alphanor, el 10 de julio de 1521, entre Gowman Hachieri, Consejero de la Liga para el Progreso Planificado, y Slizor Jesno, Miembro del Instituto de Grado 98:

"HACHIERI: ¿No es cierto que el embrión del Instituto fue una cábala de asesinos?
"JESNO: Del mismo modo que el embrión de la Liga para el Progreso Planificado fue una cábala de sediciosos irresponsables, traidores e hipocondríacos suicidas.
"HACHIERI: Ésa no es una respuesta pertinente.
"JESNO: Las ambigüedades, la extrema vaguedad que comportan los términos de su pregunta encierran la verdad exacta de la situación.
"HACHIERI: ¿Cuál es entonces, en términos no ambiguos, la verdad?
"JESNO: Hace aproximadamente mil quinientos años, se hizo evidente que la existencia de las leyes y los sistemas de seguridad pública no podían proteger a la raza humana de cuatro atrayentes e insidiosos peligros: primero, el uso universal y compulsivo de drogas, tónicos, tonificantes, condicionadores, estimulantes y profilácticos administrados en el agua de uso corriente. Segundo, el desarrollo de las ciencias genéticas, que permitió y estimuló a diversas agencias a alterar los caracteres básicos del hombre, en consonancia con teorías biológicas y políticas contemporáneas. Tercero, el control psicológico ejercido por los medios de comunicación. Cuarto, la proliferación de maquinarias y sistemas que, en nombre del progreso y el bienestar sociales, tendían a marginar, por no decir exterminar, la iniciativa individual, la imaginación, la creatividad y las satisfacciones derivadas de ellas.
"No hablaré de miopía mental, irresponsabilidad, masoquismo, o de los esfuerzos de algunas personas por regresar a la seguridad del seno materno: todo esto es irrelevante. El efecto, sin embargo, dio lugar a una situación análoga al crecimiento de cuatro cánceres en el organismo humano; el Instituto se convirtió, para seguir el paralelismo anterior, en una especie de suero profiláctico producido por el cuerpo."

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"

jueves, marzo 09, 2006

-¿Sabe cómo se va al Palacio del Amor? -preguntó Gersen.
-No, él nos informará. Tiene una mente similar a un armario atestado; no se le escapa ni un detalle.
Un mensajero uniformado bajó de su coche aéreo y vino a su encuentro. Les llamó desde el embarcadero.
-Una entrega para el poeta Navarth.
-Soy yo.
-Imprima su huella dactilar aquí, por favor.
Navarth volvió con un mensaje: un sobre azul alargado. Lo abrió con parsimonia y extrajo su contenido. En lo alto de la hoja se destacaba la lavándula que ya habían visto en la telepantalla. El mensaje decía:
"Diríjanse a Más Allá y penetren en el Grupo de Sirneste, sector de Acuario. En el corazón del grupo hallarán el sol amarillo Miel. El quinto planeta es Sogdian, y al sur del continente en forma de reloj de arena encontrarán la ciudad de Atar. Dentro de un mes vayan a la agencia de Rubdan Ulzhaziz y digan: soy un invitado del Margrave."

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, marzo 04, 2006

-Bien. Sería preciso que nos viéramos. Dígame el lugar y la hora, y allí estaré.
-¿El lugar? ¿Puede haber otro? El Palacio del Amor. Cada año recibo a un grupo de invitados. Usted formará parte del próximo, y también el viejo loco Navarth.
-¡Yo no! -protestó Navarth-. Mis pies jamás han perdido contacto con la Tierra; no me arriesgaré a perder la claridad de mi visión.
-La invitación, aunque tentadora, no es muy conveniente -se excusó Gersen-. Preferiría citarme con usted esta noche, aquí en la Tierra.
-Imposible. En la Tierra tengo enemigos, en la Tierra soy una sombra. Ningún hombre puede señalar con el dedo y decir, ahí está Viole Falushe... ni siquiera mi viejo amigo Navarth, del que he aprendido muchas cosas. ¡Una fiesta muy agradable la del otro día, Navarth! Espléndida, digna de un poeta loco. Sin embargo, la chica que te di para que cuidaras me decepcionó, y tú también. No has tenido ni el tacto, ni la imaginación, ni la creatividad que yo esperaba de ti. ¡Considera a la chica a la luz de lo que es y de lo que debe llegar a ser! Confiaba en obtener una nueva Jheral Tinzy: alegre y seria, dulce como la miel, áspera como la lima, la cabeza llena de pájaros, ardiente e inocente. ¿Y qué encuentro? Una niña traviesa, una libertina, un pilluelo de cara avinagrada, completamente irresponsable y de pocas luces. ¡Imagínate! Me desprecia y escoge a un tal Ian Kelly, un insolente, un tipo despreciable que estaría mucho mejor muerto. Una situación comprensible para mí. La chica no había sido bien adiestrada. Supongo que le habrás hablado de mí y de mi interés por ella...
-Sí -dijo Navarth con terquedad-. He pronunciado tu nombre.
-Bien, no estoy nada satisfecho, y la enviaré a alguna otra parte para corregirla. La pondré en manos de tutores menos dotados pero más disciplinados. Sería agradable que se uniera a nosotros en el Palacio del Amor... ¿Decías algo, Navarth?
-Sí. He decidido aprovechar tu invitación. Visitaré tu Palacio del Amor.
-Eso está muy bien para ustedes, los artistas -se apresuró a decir Gersen-, pero yo soy un hombre muy ocupado. Tal vez un par de entrevistas breves aquí en la Tierra...
-Pero es que ya he abandonado la Tierra -dijo la voz de Viole Falushe con acento de educado reproche-. Estoy en órbita a la espera de oír que mis planes respecto a esa jovencita sean cumplidos al pie de la letra... Así que venga al Palacio del Amor.
La flor violeta viró al verde, se desvaneció y dejó lugar a un delicado azul pálido. La conexión se interrumpió.
Navarth continuó hundido en la silla durante un buen par de minutos, la cabeza inclinada y la barbilla apoyada en el pecho. Gersen se quedó mirando por la ventana, sintiendo un nuevo y súbito vacío en su vida... Navarth se puso perezosamente en pie y fue a su despacho. Gersen le siguió. El sol abrazaba el estuario; los tejados de Dourrai brillaban como bronce; los muelles podridos oscilaban en formas y ángulos extravagantes; un aura de melancolía invadía el ambiente.

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, marzo 03, 2006

Navarth, por alguna razón extravagante, creyó conveniente demostrar su reprobación.
-¿De qué sirve la fama si tus amigos no pueden sacar provecho?
-Aprovechar la fama y humillar a tus amigos son cosas diferentes -habló la voz suave-. ¿Puedes imaginarte mi disgusto si este artículo aparece y me expone al ridículo? Me vería obligado a exigir rectificaciones y disculpas públicas; un simple acto de justicia. Si un acto tuyo hiere mis sentimientos, deberás expiar tu culpa hasta que mis sentimientos se rehagan. No basta proclamar que soy hipersensible. Si me hieres, has de alviar mi herida sin importar cuánto te cueste.
-La verdad refleja el cosmos -argumentó el poeta-. Para erradicar la verdad hay que destruir el cosmos. Éste es un acto desproporcionado.
-¡Ajá! Pero el artículo no es necesariamente cierto. Es un punto de vista, una o dos imágenes fuera de contexto. Yo, la persona más íntimamente involucrada, denuncia el punto de vista como una flagrante deformación.
-Me gustaría hacer una sugerencia -dijo Gersen-. ¿Por qué no permitir que Cosmópolis presente los hechos auténticos, lo que es lo mismo, los hechos desde su punto de vista? No cabe duda de que le debe una declaración a los habitantes del Oikumene, que se hallan fascinados por sus hazañas, lo aprueben o no.
-No, creo que no -dijo Viole Falushe-. Un artículo de tales características parecería una explosión de vanidad, o peor, una apología falseada. Básicamente, soy un hombre modesto.
-Pero ¿no es también un artista?
-Por supuesto. En la escala más noble y auténtica. Los artistas que me han precedido han expresado sus afirmaciones mediante la simbología abstracta; los espectadores, el público, siempre han sido pasivos. Yo utilizo una simbología más contundente, abstracta pero palpable, visible y audible... en definitiva, una simbología de hechos y ambientes. No hay espectadores, no hay público, no hay pasividad; sólo participantes. Se enfrentan a la experiencia más intensa. Ningún otro hombre se atrevió a concebir un marco más amplio -Viole Falushe rió por lo bajo-. Si exceptuamos, quizá, a mi megalomaníaco contemporáneo Lens Larque, aunque sus conceptos son menos fluidos que los míos. Me atrevería a decir que soy tal vez el más grande artista de la historia. Mi tema es la Vida; mi medio de la Experiencia; las herramientas el Placer, la Pasión, la Contundencia, el Dolor. Recreo una ambientación total que inunda toda la entidad. Es una descripción racional de mi propiedad, conocida popularmente como El Palacio del Amor.
-¡Precisamente lo que le gustaría conocer a las gentes del Oikumene! -aprobó Gersen-. Más que publicar un vulgar artículo escandaloso como éste -Gersen golpeó la falsificación con el reverso de la mano-, a Cosmópolis le gustaría que usted explicara su tesis. Queremos fotografías, mapas, muestras de olores, impresiones sonoras, ilustraciones... sobre todo queremos su análisis de experto.
-Es posible, es posible.

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, marzo 02, 2006

Se acomodó ante la telepantalla, apretó unos botones y pronunció la palabra que la ponía en funcionamiento. Apareció la presentación: una sola y frágil lavándula. Navarth miró a Gersen.
-Está accesible; cuando se halla ausente el fondo es azul.
Esperaron. De la telepantalla surgió el fragmento de una tierna melodía, y después de escasos segundos una voz:
-Ah, Navarth, viejo camarada. ¿Has traído un amigo?
-Sí, se trata de un asunto urgente. Éste es el señor Henry Lucas, que represent a la revista Cosmópolis.
-¡De honorable tradición! ¿No nos hemos visto antes? Me recuerda enormemente a otra persona.
-Estuve hace poco en Sarkovy. Según creo recordar, su nombre sonaba con insistencia.
-Un planeta nauseabundo, Sarkovy. De todas maneras, posee una especie de belleza macabra.
-He tenido ciertas desavenencias con el señor Lucas -dijo Navarth-, y deseo especificar que declino toda responsabilidad por sus actos.
-Mi querido Navarth, me alarmas. Seguro que el señor Lucas es un hombre educado.
-Ya lo verá.
-Tal como Navarth mencionó, trabajo para Cosmópolis. De hecho, soy uno de sus altos cargos. Uno de nuestros escritores preparó un artículo más bien sensacionalista. Sospecho que el periodista estaba muy entusiasmado, tal como Navarth me confirmó posteriormente. Parece que el escritor abordó a Navarth en tono exaltado y, a partir de una palabra pronunciada en forma casual, se lanzó a una prolija investigación y escribió el artículo.
-Ah, sí, el artículo. ¿Lo lleva encima?
-Está incluido aquí -Gersen desplegó la copia falsa-. Insistí en verificar los hechos, aparentemente correctos, Navarth cree que nuestro escritor se tomó las más extremadas libertades. Considera que, para una mayor fidelidad, usted debería examinar el artículo y rubricar su veracidad antes de publicarlo.
-¡Bien pensado, Navarth! Bien, déjeme examinar esa alarmante efusión; estoy seguro de que no puede ser tan horrible.
Gersen deslizó la revista en la rejilla de transcripción. Viole Falushe leyó. De vez en cuando emitía sonidos involuntarios: silbidos entre dientes, carraspeos.
-Gire la página, por favor. -Su voz era tenue y suave. En seguida dijo-: Ya he terminado. -Hubo un momento de silencio, y luego habló de nuevo, esta vez con cierto tono metálico-. Navarth, has sido singularmente imprudente, incluso para un poeta exaltado.
-Bah -musitó Navarth-. ¿No he dejado bien claro mi papel en este asunto?
-No del todo. Hay párrafos exagerados y distorsionados que sólo pueden ser producto de la mente febril de un poeta loco. Has sido indiscreto.
-La sinceridad nunca es indiscreta -respondió con valentía Navarth-. La verdad, o sea, el reflejo de la vida, es bella.
-La belleza depende del ojo con el que se la mire -indicó Viole Falushe-. Encuentro poca belleza en este insultante artículo. El señor Lucas ha sido muy inteligente al pedir mi opinión. El artículo no puede ser publicado.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"

miércoles, marzo 01, 2006

-Y ahora -dijo el poeta con voz temblorosa, señalando el falso Cosmópolis-, ¡esto!
-¿Cree que la reacción de Viole Falushe ante el artículo sería negativa?
-¡Ya lo creo! Jamás olvida nada. ¡Ésa es la llave de su alma!
-Tal vez convendría discutir el artículo con el propio Viole Falushe...
-¿Y qué ganaríamos con ello? Le dará tiempo para encontrar la respuesta pertinente.
-Bien, entonces publicaremos el artículo sin tocar ni una coma.
-¡No, no! -gritó Navarth-. ¿No lo he dicho con suficiente claridad? ¡Su castigo será equivalente a su irritación, y siempre juzga subjetivamente! El artículo le ofendería hasta límites insospechados; odia su niñez, sólo regresa a Ambeules para perjudicar a sus viejos enemigos. ¿Sabe lo que le ocurrió a Rudolph Radgo, que se burló de los granos de Vogel Filschner? El rostro de Rudolph Radgo es un jardín de carbuncos, resultado de un veneno sarkoy. Le hablaré también de María, que se cambió de asiento porque le molestaban los mocos de Vogel. María carece de nariz. Se ha hecho dos trasplantes, y las dos veces ha sufrido la pérdida de su nuevo miembro; nunca volverá a tener nariz. Así que ya lo ve, no es sensato ofender a Viole Falushe... -Navarth se frotó la nariz-. ¿Qué está escribiendo?
-Este material nuevo es muy interesante; lo estoy incorporando al artículo.
Navarth levantó las manos con tanta violencia que estuvo a punto de perder el equilibrio.
-¿Es que no tiene prudencia?
-Si discutiéramos el artículo con Viole Falushe, quizá nos autorizaría a publicarlo.
-¡Es usted el que está loco, no yo!
-Podríamos probar.
-Muy bien -graznó Navarth-. No me queda elección. ¡Pero le advierto, negaré cualquier relación con el artículo!
-Como guste. ¿Llamamos desde aquí o desde el barco vivienda?
-Desde el barco.
Tomaron el expreso subterráneo hasta Ambeules y luego se dirigieron a la Fitlingasse con un vehículo de superficie.
El barco vivienda flotaba, sereno y plácido, en el estuario.
-¿Dónde está la chica? -preguntó Gersen-. Zan Zu, Drusilla, como se llame.
Navarth rehusó contestar. La pregunta de Gersen era como interrogarse sobre el color del viento, sugirió. Bajó por la escalerilla, subió a bordo del barco y abrió la puerta con un gesto trágico y desesperado.

Jack Vane "El palacio del amor"