domingo, octubre 16, 2005

-Me gustaría hablar con Kakarsis Asm. ¿Sería posible concertar una cita?
-Un asunto delicado. -Edelrod se estiró su larga nariz-. Debe cooperar con la cofradía, lo que significa que, por motivos obvios, se le vigilará estrechamente. Claro que puedo intentarlo. ¿Representan los gastos un factor crítico?
-Por supuesto. Espero no ingresar más de cincuenta UCL a la tesorería de la cofradía; otras cincuenta para el Gran Maestre y tal vez veinte o treinta para usted.
Edelrod se pellizcó los labios. Era un hombre rollizo, de edad incierta y una abundante mata de lacio pelo negro.
-Su generosidad no es demasiado espléndida. La gente de Sarkovy aprecia por encima de todo la liberalidad sin límite.
-Si no he entendido mal, le ha sorprendido el dinero que tengo intención de gastar. Las cantidades que mencioné son las máximas, de modo que si no logra solventar los trámites con estas tarifas, tendré que buscar a otra persona.
-Haré lo que pueda -contestó Edelrod abatido-. Espere en el vestíbulo, por favor; haré algunas llamadas.
Gersen tomó asiento junto a Alusz Iphigenia, que no le formuló ninguna pregunta... Edelrod regresó al cabo de poco rato con una expresión jubilosa.
-He puesto el asunto en marcha. Los costes serán mucho menores de lo que suponía.
Golpeteó sus dedos lleno de alegría.
-Me lo he pensado mejor -repuso Gersen-. Ya no me interesa hablar con el maestro Asm.
-Pero si está hecho... -se agitó Edelrod-. ¡Me he dirigido al Gran Maestre!
-Quizá en otra ocasión.
-Olvidando todo lucro personal -Edelrod compuso una amarga mueca- podría llegar a un acuerdo por una suma ridícula... digamos doscientos UCL, o algo así.
-La información no posee gran valor. Mañana iré a Kadaing, donde mi viejo amigo el Maestro Envenenador Coudirou allanará mis dificultades.
Los ojos de Edelrod casi se le salieron de las órbitas.
-¡Caramba, esto lo cambia todo! ¿Por qué no me dijo que conocía a Coudirou? Estoy seguro de que el Gran Maestre aceptará una sustanciosa rebaja en la cifra primitiva.
-Ya conoce mi límite.
-Muy bien -suspiró Edelrod-. Es posible que la entrevista pueda realizarse a última hora de la tarde. Entretanto, ¿cuáles son sus deseos? ¿Le gustaría dar un paseo por la campiña? El tiempo es agradable; los bosques, lujuriosos, exuberantes, cargados de flores. Hay un camino muy bien señalizado.
Alusz Iphigenia, silenciosa y callada hasta aquel momento, se puso en pie. Edelrod les condujo a un sendero que cruzaba un río de agua salada y se adentraba en el bosque.

Jack Vance "El palacio del amor"