sábado, noviembre 17, 2007


Segunda parte: Dar Sai

De la Guía turística de Coranne, de Jane Szantho:

"Dar Sai, segundo planeta de Coranne, no puede ser considerado un planeta agradable o benigno; de echo, un observador casual descartaría de inmediato toda posibilidad de que el hombre se instalase en él. Cada hemisferio puede dividirse en zonas igualmente perniciosas. El viento sopla en los polos alrededor de un ciclón perpetuo de aspiración invertida, provocando lluvia, aguanieve y nieve incesantes. Las consiguientes aguas subterráneas se depositan en las Ciénagas, un entorno de limo, légamos ponzoñosos, insectos venenosos e incontables variedades de algas, que llegan a alcanzar la altura de arbustos.
Desde el norte y el sur de las Ciénagas las aguas afluyen a la Zona Tórrida ecuatorial, llamada el Lomo. Parte del agua se evapora, y parte desaparece bajo la arena.
El Lomo está totalmente expuesto a la ardiente luz de Cora, y parece un lugar tan insano como cualquier otro de Dar Sai. Suaves vientos variables soplan durante el día, pero por la noche la tranquilidad invade el desierto que, en ese momento, adquiere una extraña belleza.
Una estrella enana muerta, compañera de Cora en tiempos remotos y conocida posteriormente como Fideske, es la responsable de que el hombre pudiera instalarse en Dar Sai. Hace veinte millones de años, fideske se desintegró en fragmentos, el mayor de los cuales, Shanitra, gira alrededor de Methel, el tercer planeta, como una luna. Algunos fragmentos forman un cinturón de asteroides; otros se precipitaron sobre Methel y Dar Sai, aportando raros y preciosos elementos de número atómico alto, los duodecimates*. Estos elementos se perdieron en el fondo de los mares de Methel, pero en Dar Sai se convirtieron en componentes de la arena del desierto, que el viento esparce y separa constantemente. Los primeros hombres llegaron a Dar Sai para explotar los filones de duodecimates; con el paso de los siglos dieron lugar a los darsh, un pueblo tan feroz y perverso como el planeta en que habita.
Estos primeros pobladores, en su mayor parte fugitivos, desesperados y vagabundos, descubrieron en seguida que sólo podrían sobrevivir de día con la ayuda de potentes refrigeradores de aire o, en circunstancias más precarias, bajo cobertizos refrigerados con agua destilada. Con las ganancias obtenidas de los duodecimates, los darsh erigieron sus famosas 'sombras': enormes parasoles de ciento setenta metros de alto, que protegían una extensión de diez o quince hectáreas. El agua de las capas subterráneas se bombea hasta la superficie, se distribuye a la periferia y produce cortinas de lluvia, vapores y nieblas frías. Bajo estas sombras viven los darsh. Cultivan alimentos en sus jardines, sintetizan otros, e importan el resto. Las especies que enriquecen su cocina derivan de ciertos tipos de algas pantanosas. Algunas de estas especies (el ahagaree, por ejemplo) alcanzan el mismo valor en peso que un buen duodecimate negro.
Los habitantes de otros planetas, o iskish, para utilizar la jerga darsh, no encuentran físicamente atractivos a los darsh. Son huesudos, a menudo voluminosos, y en los últimos años de su vida propensos a la corpulencia. Son de facciones marcadas, y el tono de su piel es de un tosco color roano, con ocasionales matices pizarrosos. Los hombres pierden por completo el pelo en la pubertad. Las mujeres, por el contrario, son hirsutas, y diez años después de la pubertad desarrolla bigote. En esta breve década que separa la pubertad del bigote, las chicas, o kitchetas, alcanzan un cierto grado de atractivo físico, y son muy apreciadas por los hombres darsh de todas las edades.
El cartílago de las orejas de los darsh se estira con facilidad. Los lóbulos cuelgan flojos y largos, y a veces son adornados con pendientes. Los hombres llevan túnicas blancas y capuchas. Cuando salen de día al exterior, pequeños acondicionadores de aire bombean aire frío bajo estas túnicas. Las mujeres, que nunca abandonan la sombra del día, visten túnicas menos voluminosas en marrón, naranja o mostaza, que contrastan desagradablemente con su tez.
Los niños darsh no viven en un ambiente afectuoso. Son explotados de todas las maneras posibles, sin recibir gratitud ni cariño, y desarrollan un notable egocentrismo que nada tiene que envidiar a su orgullo, como si cada uno hubiera apostrofado al Destino: 'Me has maltratado y vejado; no me has favorecido en nada, pero he sobrevivido. ¡A pesar de todo, he crecido fuerte y obstinado!'.
El varón darsh designa este orgullo como 'plambosh', una ostentación jactanciosa y premeditada, un imprudente desdén por las consecuencias de sus actos, una perversidad que conduce automáticamente al desprecio hacia la autoridad. Si, por un motivo u otro, como la humillación en público, se quebranta o destruye este orgullo, el hombre queda 'roto', y a partir de entonces se transforma casi en un eunuco."

* Un término erróneo, pero que ha adquirido gran popularidad.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Rostro"