lunes, octubre 10, 2005

Cuánto más viajaba Alusz Iphigenia en compañía de Kirth Gersen, menos segura estaba de comprender su personalidad. Sus costumbres la intrigaban; su comportamiento era una constante fuente de recelos. Su modestia, su curiosa tendencia a quedarse en la sombra... ¿se debían la timidez o a un cinismo inmoderado? Su extremada corrección... ¿era algo más que un siniestro camuflaje? Pensamientos similares rondaban por su mente con tanta frecuencia que de nada servía rechazarlos con determinación.
Alusz Iphigenia se puso en pie, paseó hasta la balaustrada de la Explanada de Avente, y se acodó para contemplar el Océano Taumatúrgico. Gersen estudió su delicado y bien dibujado perfil, su postura altiva, como si nunca antes hubiera reparado en esos detalles. Se acercaba el momento en que debería separarse de ella; lo único natural, fresco y sencillo de su vida se perdería en el instante de la despedida. La brisa agitó los cabellos de la muchacha; tenía la vista clavada en las aguas azules, en los reflejos y dibujos que producía la luz de Rígel.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"