viernes, diciembre 30, 2005

-¿Adónde vamos?
Navarth señaló al otro lado de la calle, a un local alargado y bajo un excéntrico tejado y adornado con luces verdes.
-Sugiero el Café de la Armonía Celestial, el lugar de cita de viajeros, hombres del espacio, vagabundos de los mundos exteriores y trasnochadores como nosotros.
Entraron, se abrieron paso hasta una mesa y Navarth ordenó al instante que les trajeran un mágnum de champán. El café estaba abarrotado: voces, estruendo y arrastrar de pies competían con una bulliciosa orquesta compuesta por pífano, concertina, eufonio y banjo; la clientela bailaba, saltaba, pataleaba y daba cabriolas al estilo de cada uno. Una barra algo elevada sobre el nivel de la planta ocupaba casi todo el ancho del local. Las siluetas de los hombres recostados contra el pasamano se silueteaban contra las luces verde y naranja de la barra. En las mesas de la planta se sentaban hombres y mujeres de todas las edades, razas, condición social y nivel de sobriedad. La mayoría usaban ropas europeas, si bien algunas exhibían vestimentas de otras regiones y otros mundos. Chicas de alterne serias y seguras de sí mismas iban de aquí para allá pidiendo bebidas, distribuyendo réplicas escabrosas y estableciendo citas. Los músicos cambiaron de instrumentos: laúd barítono, viola, flauta y tímpano, acompañados por un grupo de equilibristas. Navarth bebió champán con entusiasmo infatigable.
Zan Zu de Eridu paseaba la vista de un lugar a otro, sin que Gersen pudiera descifrar si lo hacía con interés, desasosiego o con cierta sensación de asfixia. Sus nudillos se blanqueaban cuando sujetaba la copa. Giró de pronto la cabeza y clavó los ojos en los de Gersen; sus labios esbozaron el fantasma de una sonrisa... o de una mueca de disgusto. Alzó la copa y bebió el champán.
El entusiasmo de Navarth había llegado a su punto culminante. Coreó la música, siguió el ritmo golpeando con los dedos en la mesa y trató de abrazar a una de las chicas, que lo esquivó con aire de hastío.
-La Huerta de la Vida produce un solo melón -canturreó Navarth-. Nadie conoce el color del corazón hasta que le quitas la corteza.
Gersen examinó las otras mesas. Navarth llenó su copa. ¿Y Viole Falushe? Como en respuesta a estos pensamientos, Navarth le agarró por el brazo.
-Está aquí.
Gersen se deshizo del ensueño.
-¿Dónde?
-Allí. En la barra.
Gersen escudriñó la hilera de hombres apoyados en la barra. Sus siluetas eran casi idénticas; algunos sostenían jarras, otros vasos.
-¿Cuál es Viole Falushe?
-¿Ve al hombre que está mirando a la chica? Sólo tiene ojos para ella. Está fascinado.
Gersen buscó entre las caras. Nadie parecía prestarles atención.
-¡Ella se ha dado cuenta! -susurró Navarth con voz ronca-. ¡Es más inteligente que yo!
Gersen miró a la joven, que parecía inquieta; sus dedos tamborileaban sobre el borde de la copa. Levantó los ojos hacia una de las formas indistintas. Cómo había intuido la dirección correcta era algo que estaba más allá de la comprensión de Gersen.

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, diciembre 29, 2005

-Si no encontramos aquí a Viole Falushe, ¿dónde sugiere que busquemos?
-No he hecho planes por anticipado. Las circunstancias dirán. No olvide que Viole Falushe me tomó como ejemplo hace mucho tiempo. ¿No es razonable suponer que sus proyectos coincidirán con los nuestros?
-Muy razonable.
-Comprobaremos la teoría.
Más tarde llegaron los cafés, los pasteles y los licores. Gersen pagó la cena, que se elevaba a 200 UCL, y salieron del hotel Príncipe Franz Ludwig.
-Y ahora, ¿qué?
-Es temprano todavía -reflexionó Navarth-. En el cabaret Mikmak siempre hay diversión, de una clase u otra, por ejemplo, contemplar a los buenos ciudadanos tratando de comportarse con corrección.
Del cabaret Mikmak fueron al Paru, el Fliegende Hollander y luego al Blue Pearl. Cada nueva taberna o cabaret era menos elegante que la anterior, al menos en apariencia. Al salir del Blue Pearl, Navarth les condujo al Café del Crepúsculo, en el paseo Castel Vivence de Ambeules, después de una sucesión de garitos portuarios, cervecerías y salas de baile. En el Zaidel's All World Rendez-Vous, Gersen interrumpió las disertaciones de Navarth.
-¿Es aquí donde esperaremos a Viole Falushe?
-¿Dónde, si no? -preguntó el poeta loco, algo bebido-. ¡Donde el corazón de la Tierra late con la sangre más espesa! Espesa, púrpura, con olor a polvo, como la sangre de los cocodrilos, la sangre de los leones muertos. No tema, ¡verá a su hombre! ¿De qué estábamos hablando? ¡Mi juventud, mi juventud desperdiciada!
Gersen se retrepó en su silla. En las presentes circunstancias, lo mejor era conservar una prudente cautela. Comprobó con sorpresa que estaba algo borracho, a pesar de su moderación. Las luces de colores, la música, la incesante conversación de Navarth compartían la responsabilidad con el alcohol. Zan Zu seguía tan inaccesible como de costumbre; la miró de reojo, como venía haciendo toda la noche. Gersen se preguntó: "¿Qué pensamientos rondan por esa cabeza? ¿Qué espera de la vida? ¿Alimenta esperanzas? ¿Suspira por un amante atractivo? ¿Detesta trabajar, desea visitar los mundos exteriores?"
Doce retumbantes campanadas sonaron en la antigua catedral de Flamande Heights.
-Es medianoche -graznó Navarth. Se irguió, trastabilló un poco y miró alternativamente a Gersen y a Zan Zu de Eridu-. Ahora continuaremos.

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, diciembre 28, 2005

El hotel Príncipe Franz Ludwig era el lugar de reunión más elegante de Rolingshaven. El vestíbulo principal era enorme; un cuadrado de sesenta metros de lado y treinta de altura. Doce arañas derramaban su luz dorada; cubría el suelo una gruesa alfombra de color pardo y dorado adornada con sutiles dibujos. Las paredes estaban revestidas de sedas azul pálido y amarillas; el techo mostraba escenas de una corte medieval. Los muebles eran de estilo antiguo, muy trabajados, sólidos pero elegantes, con cojines de raso amarillo o rosa y las molduras lacadas en un tono de color del oro oscurecido. Jarrones de cinco metros de altura llenos de flores adornaban las mesas de mármol. Un paje elegantemente uniformado estaba situado junto a cada una de las mesas. Tan suntuosa complejidad sólo se podía encontrar ya en la vieja Europa. Gersen nunca había puesto el pie en un lugar tan majestuoso.
Navarth escogió un sofá cercano a una salita en la que un cuarteto de músicos interpretaba una selección de capriccios. Llamó a un camarero y pidió champán.
-¿Es aquí donde debo buscar a Viole Falushe? -preguntó Gersen.
-Le he visto en varias ocasiones. Debemos estar alertas.
Bebieron champán sentados en la sala dorada. La falda y la blusa negra de la chica, sus morenas piernas desnudas y las sandalias no parecían indignas o inapropiadas, ya sea por pura paradoja o por improbable yuxtaposición, lo que no dejaba de sorprender a Gersen. ¿Cómo se las había arreglado para llevar a cabo la transformación?
-¿Cómo te llamas? -preguntó Gersen por fin-. No sé cómo dirigirte la palabra.
-Llámela como quiera -terció Navarth ante la impasibilidad de la joven-. Es mi costumbre. Esta noche será Zan Zu, de Eridu.
La chica sonrió, un breve destello de alegría. Gersen decidió que, después de todo, no era idiota.
-Se ha terminado el champán, una cosecha excelente. ¡Vamos a cenar!
Navarth se puso en pie y ofreció su brazo a la chica. Cruzaron el vestíbulo y descendieron cuatro macizos peldaños para llegar al comedor, no menos magnífico que el vestíbulo.
Navarth ordenó la cena con entusiasmo y sutileza. Gersen jamás había probado manjares tan deliciosos, y lamentó que la capacidad de su estómago le impusiera límites. Zan Zu de Eridu comía con elegancia, pero sin interés. Gersen la miró de reojo. ¿Estaría enferma? ¿Había sufrido recientemente una gran pena? Parecía muy tranquila... demasiado tranquila, teniendo en cuenta lo que había bebido: moscatel, champán, los diversos vinos que Navarth había pedido para acompañar la cena... Bien, le daba igual. Su problema era Viole Falushe. Aunque aquí, en el hotel Príncipe Franz Ludwig, sentado con Navarth y Zan Zu, Viole Falushe parecía un ente de ficción. Con un esfuerzo, Gersen volvió a la realidad. Era fácil dejarse seducir por la riqueza, la elegancia, la buena comida, la luz dorada de las arañas.

Jack Vance "El palacio del amor"

lunes, diciembre 26, 2005

De "Viole Falushe", capítulo III de Los Príncipes Demonio, de Carl Carphen (Elucidarian Press, New Wexford, Aloysius, Vega):

"Cada Príncipe Demonio debe afrontar el problema de la celebridad. Todos son lo bastante fatuos y exhibicionistas (Attel Malagate es la excepción) como para aspirar a desarrollar al máximo su personalidad y a imprimir su estilo sobre tantas vidas como les sea posible. Consideraciones de orden práctico, sin embargo, les empujan al anonimato, en especial cuando visitan los mundos del Oikumene. Viole Falushe no incumple la regla. Como Malagate, Kokor Hekkus, Lens Larque y Howard Alan Treesong, oculta celosamente su identidad, y ni tan sólo los invitados a su Palacio del Amor le han visto el rostro. En algunos aspectos Viole Falushe es el más humano de los Príncipes Demonio; es decir, sus vicios se hallan en una escala accesible a la comprensión humana. Están ausentes la inimaginable crueldad, la insensibilidad reptiliana, la melagomanía y la ominosa perversión que caracterizan respectivamente a Kokor Hekkus, Malagate, Lens Larque y Howard Alan Treesong. Las notas destacables en la maldad de Viole Falushe serían un espíritu vengativo insaciable, sensibilidad infantil y monstruosa autoindulgencia."
"Dejando aparte sus vicios, existe un aspecto singularmente atrayente en Viole Falushe, una calidez, un idealismo, algo que ni los más intransigentes moralistas se atreven a discutir. Escuchemos al mismo Viole Falushe en una conferencia (grabada, por supuesto) dirigida a los estudiantes de la Universidad de Cervantes:"

""Soy un hombre desgraciado. Estoy obsesionado por mi dificultad de expresar lo
inexpresable, de definir lo desconocido. La búsqueda de la belleza es, por
supuesto, un impulso psicológico fundamental. En sus varias modalidades (por
ejemplo, el deseo de perfección, el anhelo de fundirse con lo eterno, la
realización de un Absoluto creado por nosotros mismos, aún más amplio que
nuestra totalidad) es quizá el impulso humano más importante.""
""Estoy
atormentado por este impulso; me afano, construyo, pero, paradójicamente, tengo
la total convicción de que, si alguna vez alcanzo mis objetivos personales, los
resultados serán insatisfactorios. En este caso concreto, la contienda es más
importante que la victoria. No describiré mi propia lucha, mis aflicciones, mis
oscuras pesadillas, mis angustias. Las consideraríais incomprensibles, o peor
aún, ridículas.""
""He sido descrito a menudo como un hombre malvado y,
aunque no rechazo la etiqueta, tampoco asumo una crítica tan severa. La maldad
es un vector de calidad, sólo operativo en la dirección del vector, y es
frecuente que los actos más censurados produzcan un daño ínfimo, incluso
beneficioso, a las personas que los padecen.""
""Muchas veces me han
preguntado sobre el Palacio del Amor, pero no me gusta gratificar las
curiosidades morbosas a este respecto. Baste decir que estoy a favor de la
expansión de la conciencia y de la gratificación de los sentidos... aunque en mi
vida privada practico un ascetismo que os sorprendería. El Palacio del Amor
abarca un área muy extensa, y no ocupa una única estructura, sino más bien un
complejo de jardines, pabellones, salas, cúpulas, torres, paseos y paisajes
pintorescos. El personal del Palaio se compone de personas jóvenes y hermosas, y
no conocen otra vida; son los más felices de los mortales.""
"Así habla Viole Falushe. Los rumores no le contemplan con tanta benevolencia. Se dice que le facinan las variaciones y culminaciones eróticas. Uno de su juegos favoritos, según parece, es conducir a una doncella de gran belleza a un claustro aislado. Se le alecciona en la idea de que algún día encontrará a una criatura milagrosa que la amará y después la matará... y un día la dejan en libertad en una pequeña isla donde Viole Falushe aguarda."

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, diciembre 23, 2005

La chica se encogió de hombros.
-Estoy preparada.
-Tú eres el juez más adecuado -declaró Navarth-. Ve adentro mientras repaso mi guardarropa. -Echó un vistazo al cielo-. Día amarillo, noche amarilla. Me pondré de amarillo.
Les guió a la sala, que estaba amueblada con una mesa de madera, dos sillas de roble tallado, estanterías atestadas de libros y baratijas y un jarrón que contenía tallos de hierbas de las pampas. Navarth sacó de un armario una segunda botella de vino, que abrió y colocó sobre la mesa junto con vasos.
-Beban -dijo y desapareció en la habitación contigua.
Gersen y la chica se quedaron a solas. La examinó con disimulo. Llevaba la falda negra del día anterior, una blusa negra de manga corta y sandalias; de acuerdo con la moda de la Tierra, no lucía ni joyas ni tinte para la piel. Era esbelta, pero tenía el pelo enmarañado. No logró resolver la duda de si se hallaba muy serena o indiferente por completo. Guiado por un súbito impulso, Gersen cogió un peine del lavabo de Navarth y peinó los cabellos de la joven. Ella le dirigió una mirada de sorpresa y luego permaneció de pie, silenciosa y pasiva. Gersen se preguntó qué pensamientos rondarían su mente. ¿Estaría tan loca como Navarth?
-Ya está -dijo Gersen por fin-. Ahora no tienes tanto aspecto de granujilla.
Navarth volvió enfundado en una chaqueta marrón, varias tallas más grande, y zapatos amarillos.
-No han probado el vino. -Llenó tres vasos hasta el borde-. Tenemos una agradable velada por delante. Nosotros tres: tres islas en el mar, y cada isla un alma errabunda. Avanzamos juntos, ¿y qué es lo que encontraremos?
Gersen probó el vino: un delicioso y fuerte moscatel; bebió. Navarth bebió el vino en su garganta como si derramara un cubo en el estuario. La joven bebió, sin la menor vacilación, sin demostrar ni un ápice de emoción. "Una chica extraña", pensó Gersen. En algún lugar detrás de la grave faz anidaba una hoguera inextinguible. ¿Qué estímulos la podrían excitar? ¿Qué le haría estallar en carcajadas?
-¿Estaremos preparados? -preguntó Navarth, y a continuación abrió la puerta y les cedió el paso-. ¡En busca de Viole Falushe!

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, diciembre 22, 2005

-¿Viole Falushe es poeta también?
-Su arte no estriba en las palabras.
-¿Adónde va Viole Falushe cuando visita la Tierra? ¿Viene aquí?
-Ése es un pensamiento desafortunado.
-¿Adónde va, entonces?
-Aquí, allá, a cualquier lugar. Es esquivo como el aire.
-¿Cómo se citan?
-Nunca lo hago. Me visita en ocasiones.
-¿Hace mucho de la última?
-Sí, sí, sí. ¿No lo he dejado bien claro? ¿Por qué está tan interesado en Viole Falushe?
-Responderle sería tanto como afligirle con un hecho -sonrió Gersen-, pero no es ningún secreto. Represento a la revista Cosmópolis y me gustaría escribir un artículo sobre su vida y sus actividades.
-Hum. A Viole Falushe le pierde la vanidad. ¿Por qué no preguntárselo directamente?
-Me gustaría hacerlo, pero primero he de ponerme en contacto con él.
-Nada más fácil, con tal de que pague una pequeña cantidad.
-¿Por qué no? No reparo en gastos.
Navarth se puso en pie de un brinco, lleno de entusiasmo.
-Necesitaremos una joven bella y virgen. Debe despedir un cierto destello, una sensibilidad, fervor e ímpetu especiales. -Dejó vagar su mirada como si buscara un objeto perdido. Espió a la joven que Gersen había visto en el muelle el día anterior, sentada en el mismo lugar. Navarth se llevó los dedos a los labios, emitió un silbido agudo y le hizo señas a la chica de que se acercara-. Ella servirá.
-¿Es ésta la joven virgen centelleante? Parece más bien un golfillo.
-Ja, ja -graznó Navarth-. ¡Ya verá! Soy débil y caquéctico, pero soy Navarth; a pesar de mi vejez, las mujeres florecen cuando las toco. Ya verá.
La joven subió a bordo del barco vivienda y escuchó el programa de Navarth sin hacer comentarios.
-Saldremos a cenar. No repararemos en gastos, nos deleitaremos con lo mejor de lo mejor. Atavíate con sedas, joyas, con tus más delicados perfumes. Este caballero es rico, el más admirable de todos los hombres.

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, diciembre 17, 2005

Gersen se retrepó en la silla, todas sus dudas y recelos desvanecidos: Vogel Filschner y Viole Falushe eran la misma persona; frente a él tenía a un hombre que le conocía bajo ambas identidades.
-Hay mil temas más interesantes que Viole Falushe.
Navarth se mostraba inquieto y resentido.
-¿Cómo sabe que se encuentra en la Tierra?
-¿Cómo sé cualquier cosa? ¡Soy Navarth!
Gersen reflexionó en silencio unos momentos.
-No estoy en condiciones de criticar su epistemología. Para empezar, no la entiendo. ¿No me puede proporcionar datos más fidedignos acerca de Viole Falushe?
-Hay un tiempo para ser valiente y un tiempo para ser precavido. Todavía no conozco el punto de vista de su artículo.
-Intentaré ser un documento juicioso, sin exageraciones ni apologías. Procuraré que los hechos hablen por sí solos.
-Una empresa peligrosa. -Navarth arrugó los labios-. Viole Falushe es el más sensible de los hombres. ¿Recuerda la historia de la princesa que descubrió un guisante enterrado bajo cuarenta colchones? Viole Falushe es capaz de detectar la falta de una sílaba en la invocación matutina a Kalzibah de un coro de niños ciegos... Por otra parte, el mundo gira, la alfombra del conocimiento se desenrrolla. No tengo nada que agradecerle a Viole Falushe.
-¿De modo que considera negativamente su carácter?
-Muy negativamente. Me conformaría con ver a Viole Falushe ahogado o devorado por leones... Vogel Filschner leyó mis poemas. -La mirada de Navarth retrocedió en el tiempo-. Un joven imaginativo, pero desorientado. Cómo cambió, qué gran transformación. Agregó control a su imaginación. Ahora es un gran artista.
-¿Artista? ¿Qué clase de artista?
-Jamás hubiera alcanzado su altura actual sin el arte, sin estilo y sin proporción. ¡No se llame a engaño! Es un hombre sencillo, como yo, con objetivos muy claros. Usted, en cambio... es el más complicado y oscuro de los hombres. Entreveo un rincón de su mente, y en seguida se desliza un velo negro. Hay demasiado conocimiento en el mundo; utilizamos los hechos a modo de muletas, y así empobrecemos nuestros sentidos. Los hechos mienten; la lógica es un fraude. Sólo conozco un sistema de comunicación: recitar poesías.

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, diciembre 15, 2005

-Si me invitara a subir a bordo, si hablara conmigo y me ayudara a escribir un artículo para mi periódico, la situación daría un giro favorable. Estaría dispuesto a echarle una mano, e incluso a reparar su casco.
-¿Por qué no? -estalló Navarth-. Usted es el responsable de la explosión.
-Cuidado, Navarth. Está rozando la calumnia. Recuerde que tengo testigos.
-¡Bah! Lo que usted ha hecho recibe el nombre de piratería y extorsión. Escribir un artículo, ¿eh? Bien, pues... ¿por qué no lo dijo antes? ¡Yo también soy escritor! Suba a bordo; hablaremos. Siempre me apetece una pequeña diversión: un hombre sin amigos es como un árbol sin hojas.
Gersen saltó al barco vivienda; Navarth, toda amabilidad, dispuso un par de sillas de cara al pálido fulgor del sol. Sacó una botella de vino blanco.
-Siéntese; ¡como si estuviera en casa!
Abrió la botella, llenó los vasos y luego se acomodó en su silla, saboreando el vino con delectación. Su cara se veía plácida e inocente, como si toda la sabiduría racial hubiera pasado por ella sin dejar el menor rastro. Navarth, como la Tierra, era viejo, irresponsable y melancólico, henchido de una peligrosa alegría.
-¿Así que escritor? Yo diría que no se corresponde con la imagen habitual.
Gersen mostró su tarjeta de Cosmópolis.
-Señor Henry Lucas -leyó Navarth-. Escritor especializado. ¿Por qué ha venido a verme? Ya no estoy de moda, mi buena época no es más que un recuerdo. Desacreditado, arruinado. ¿Cuál fue mi ofensa? Me esforcé en expresar la verdad con toda su vehemencia. Esto es peligroso. Una palabra debe ser completamente inocua, desprovista de énfasis. El oyente es incapaz de reaccionar, se queda sin defensas, el significado penetra en su mente. Tengo mucho qué decir sobre el mundo; pero cada año se atenúa esta compulsión. Vivir o morir, todo es lo mismo para mí. ¿Sobre qué versará su artículo?
-Viole Falushe.
-Un tópico interesante -parpadeó Navarth-, pero ¿por qué se dirige a mí?
-Porque le conoció como Vogel Filschner.
-Hum. Bien, sí. Es un hecho poco conocido. -Con dedos súbitamente temblorosos, Navarth vertió más vino-. ¿Hay algo que desee en especial?
-Saber.
-Le sugiero -dijo Navarth con cierta agresividad- que busque la información en su fuente.
-Por supuesto, si supiea dónde ir a buscar. Pero ¿y si está en Más Allá? En su Palacio del Amor.
-Ése no es el caso; está aquí, en la Tierra.
En seguida que hubo hablado, Navarth pareció lamentar su precipitación y frunció el entrecejo.

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, diciembre 14, 2005

Gersen fue a la taberna y pidió una jarra de cerveza. El hombre que atendía la barra era silencioso, observador, de gran estatura y prominente estómago. Gersen dedujo de sus respuestas que, o no sabía nada de Navarth o no quería decirlo.
Se sentó enfrascado en sus pensamientos. Pasó media hora. Cogió el listín telefónico y buscó Salvage. Encontró un anuncio:

JOBAN SALVAGE & TOW
REMOLQUES - ARRASTRE DE BARCAZAS
EQUIPOS DE BUCEO
No hay trabajo demasiado grande o demasiado pequeño

Gersen telefoneó y explicó lo que deseaba. Le comunicaron que al día siguiente tendría el equipo encargado a su servicio.
Por la mañana, un pesado remolque de alta mar subió por el estuario, giró y se deslizó en el amarradero contiguo al del barco vivienda de Navarth, apenas separado por un metro de distancia. El patrón aulló unas órdenes a los marineros; echaron cuerdas sobre el muelle y las ataron alrededor de los bolardos. El remolque quedó amarrado.
Navarth salió a cubierta y pataleó con rabia.
-¿Es obligatorio amarrar tan cerca? Llévense esa cáscara de nuez; ¿acaso intentan aplastarme contra el muelle?
Apoyado en la barandilla del remolque, Gersen contempló la cara alzada de Navarth.
-¿Verdad que cambiamos unas palabras ayer?
-Lo recuerdo muy bien; exigí que se marchara, y aquí está de nuevo más inoportuno que nunca.
-Me pregunto si sería tan amable de concederme unos pocos minutos de su tiempo. Quizá le sería de utilidad.
-¿Utilidad? ¡Bah! He sacado más dinero de mi zapato del que usted ha gastado. Lo único que deseo es que se lleve su remolque bien lejos.
-Claro, claro. Sólo es cuestión de un momento.
Navarth meneó la cabeza malhumorado. El buceador que Gersen había contratado subió por el otro extremo del remolque. Gersen se volvió hacia Navarth.
-Es muy importante que hable con usted; si tuviera la gentileza de...
-Tal importancia se contempla desde un único punto de vista. ¡Fuera de aquí y llévese ese remolcador monstruoso!
-En seguida -dijo Gersen.
Hizo una señal al buceador, que tocó un botón.
Sonó una explosión bajo el barco vivienda, que se sacudió y escoró. Navarth se puso a correr frenéticamente. Desde el remolque descendieron unos garfios que hicieron presa en la barandilla del barco vivienda.
-Por lo visto se ha producido una explosión en la sala de máquinas -informó Gersen a Navarth.
-¿Cómo es posible? Nunca hubo explosiones. Ni siquiera hay máquinas. ¡Me estoy hundiendo!
-No, mientras las cuerdas aguanten. Pero nos vamos dentro de un minuto y he de retirar los garfios.
-¿Qué? -Navarth elevó los brazos al cielo-. ¡Me iré a pique, junto con el barco! ¿Es eso lo que quiere?
-Recuerde que usted mismo me ordenó partir -explicó Gersen-. Así que... -Se volvió hacia la tripulación-. Suelten los garfios. Nos marchamos.
-¡No, no! -vociferó Navarth-. ¡Me hundiré!

Jack Vance "El palacio del amor"

martes, diciembre 06, 2005

Al día siguiente Gersen visitó por segunda vez las dependencias del Halion. El expediente de Navarth era extenso y entusiástico, y contenía escándalos, inconveniencias, infracciones y declaraciones ultrajantes, que abarcaban un período de cuarenta años. El capítulo inicial trataba de una ópera, representada por estudiantes de la Universidad, con libreto de Navarth. La primera función fue declarada una infamia, y nueve estudiantes fueron expulsados. A partir de ese momento, la carrera de Navarth subió como la espuma, declinó, resurgió, volvió a remontarse y se hundió de forma terminante. Desde hacía diez años residía en un barco vivienda anclado en el estuario del Gaas, cerca de Fitlingasse.
Gersen se dirigió a la estación Hedrick de la avenida Castel Vivance y emergió en el distrito comercial marítimo de Ambeules, vecino al estuario del Gaas. Los robots descargaban las barcazas. Autobuses de puertas automáticas, conducidos por choferes acomodados en butacas al aire libre, recorrían la avenida. Gersen contó uno, dos kilómetros. El bullicio disminuyó. Los grandes bloques y edificios del distrito comercial dieron paso a las anticuadas estructuras de tres y cuatro plantas: singulares edificios de tierra fundida o paneles de terracota con ventanas estrechas, que el humo y el aire salado habían pintado de cien colores indeterminados.
La Fitlingasse era una avenida estrecha y gris que moría en la cumbre de la colina. Gersen descendió y casi enseguida divisó un desvencijado barco vivienda de dos pisos amarrado en un muelle ruinoso. Un hilo de humo surgía de la chimenea. Había alguien a bordo.
Gersen examinó los alrededores. Una chica de diecisiete o dieciocho años sentada en el muelle arrojaba guijarros al mar. Miró a Gersen con indiferencia y apartó la vista. Si ésta era la residencia de Navarth, gozaba de un panorama espléndido aunque la pálida luminosidad, los tejados pardos de Dourrai, los muelles podridos y el nivel del agua dotaban a la escena de cierta melancolía. Hasta la chica, a pesar de su juventud, parecía triste. Llevaba una falda corta de color negro y una chaqueta marrón. Tenía el cabello oscuro y despeinado, aunque no se podía saber si por causa del viento o el desaliño. Gersen se acercó y preguntó:
-¿Está Navarth a bordo?
La muchacha asintió sin cambiar de expresión y contempló a Gersen con la objetividad de un naturalista. Gersen bajó al embarcadero y cruzó una endeble plancha hasta llegar a la cubierta de proa.
Llamó a la puerta. No hubo respuesta. Gersen golpeó con los nudillos otra vez. La puerta se abrió violentamente. Un hombre con cara de sueño y sin afeitar se asomó. Era de edad indeterminada, delgado, de piernas largas y flacas, nariz torcida, pelo alborotado de ningún color en particular y ojos que, a pesar de estar perfectamente colocados, daban la impresión de mirar en dos direcciones a la vez. Sus ademanes eran violentos y truculentos.
-¿Es que ya no existe la intimidad? Fuera de mi barco, ahora mismo. Cada vez que me tiendo a descansar un poco, algún funcionario de faz estólida, algún inoportuno buhonero insiste en expulsarme de mi lecho. ¿Va usted a marcharse? ¿No me he expresado con suficiente claridad? Le advierto que guardo un par de ases en mi manga...
Gersen trató de interrumpirle sin éxito.
-¡Un minuto de su tiempo! -gritó-. No soy un funcionario, ni tampoco un vendedor ambulante. Me llamo Henry Lucas, y quería...
-Ni ahora, ni mañana, ni en el futuro, ni en ningún momento deseo intimar con usted. ¡Lárguese! Tiene cara de gafe; una sonrisa de dientes negros y apretados. Estas cosas no tienen secretos para mí; ¡usted es un pájaro de mal agüero! No quiero saber nada de usted. Váyase.
Con un rictus triunfal desenganchó la plancha del embarcadero y volvió a entrar.
Gersen regresó al muelle. La chica seguía sentada en la misma posición. Gersen miró otra vez al barco vivienda. Con voz de asombro preguntó:
-¿Siempre es así?
-Es Navarth -respondió la muchacha como si esa frase resumiera cualquier explicación.

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, diciembre 03, 2005


Jack y John en 1964, el año que publicó "El Rey Estelar" y "La Máquina de Matar" Posted by Picasa
Gersen bebió una jarra de vino en un bar cercano y contempló la puesta de sol... Gersen pidió un listín y buscó el apellido Haenigsen. Allí estaba; el volumen se abrió casi en la página correcta. Gersen copió las direcciones y solicitó ayuda de un camarero. Roman Haenigsen vivía a escasamente cinco minutos. Gersen terminó el vino y salió a la luz mortecina del crepúsculo.
La casa de Roman Haenigsen era la más elegante de las que había visitado ese día; tres plantas de metal y paneles de piedra fundida, con ventanas eléctricas que se hacían opacas o transparentes al pronunciar una palabra.
Haenigsen acababa de llegar a casa cuando Gersen se detuvo ante la puerta. Era un hombre pequeño y enérgico, de cabeza grande y delicadas facciones. Examinó con suspicacia a Gersen y preguntó qué deseaba. Gersen se decantó por la sinceridad.
-Realizo una investigación relativa a su antiguo compañero de clase Vogel Filschner. Según tengo entendido, usted fue su único amigo.
-Hum. -Roman Haenigsen reflexionó unos instantes-. Venga adentro, por favor, y hablaremos.
Guió a Gersen hasta un estudio decorado con toda clase de objetos relacionados con el ajedrez: retratos, bustos, colecciones de piezas, fotografías. Gersen aceptó una copa de cristal que contenía dos dedos de licor.
-Gracias.
-¡Vogel Filschner! Es extraño oír su nombre otra vez. ¿Alguien sabe su paradero?
-Es lo que estoy intentando averiguar.
-No la sacará de mí. No he sabido nada de él desde mil cuatrocientos noventa y cuatro.
-Tenía pocas esperanzas de que hubiera regresado bajo su auténtica identidad. Pero todo es posible.
Gersen se interrumpió mientras Roman Haenigsen enlazaba los dedos.
-¡Muy peculiar! Cada jueves por la noche juego en el Club de Ajedrez. Hará un año tal vez me fijé en un hombre que estaba de pie bajo el reloj. Pensé, ¿no será ése Vogel Filschner? Se volvió y vi su cara. Se parecía a Vogel, pero era muy diferente. Un hombre de rasgos y maneras elegantes, un hombre que no tenía nada de la hosquedad y la tirantez de Vogel. Y sin embargo, ahora que lo menciona, había algo en ese hombre, la forma de mover los brazos y las manos, que me recordaba a Vogel.
-¿No ha vuelto a ver a ese hombre desde entonces?
-Ni una vez.
-¿Habló con él?
-No. A causa de la sorpresa debí mirarlo fijamente, pero luego me olvidé de él.
-¿Cree que vogel querría hablar con alguien en concreto? ¿Tenía otros amigos, aparte de usted?
-Apenas era su amigo. Compartíamos una mesa de laboratorio. Jugué con él algunas partidas de ajedrez, que ganó. Si se hubiera dedicado en cuerpo y alma habría ganado el campeonato, pero lo único que le preocupaba era perseguir a las chicas y escribir poesía barata imitando a un tal Navarth.
-Ah, Navarth. Ése es el poeta al que Vogel Filschner quería emular.
-Por desgracia. En mi opinión, Navarth era un charlatán, un engreído, un hombre de actitudes muy dudosas.
-¿Qué ha sido de Navarth?
-Creo que aún sigue en la brecha, pero ya no es lo que era hace treinta años. La gente madura; la decadencia estudiada ya no impresiona tanto como cuando era un adolescente. Vogel, por supuesto, quedó muy impresionado, y cayó en el más espantoso de los ridículos con tal de identificarse con su ídolo. Tal como le digo. ¡Si hay que culpar a alguien por los crímenes de Vogel Filschner, ése es el poeta loco Navarth!

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, diciembre 02, 2005

-Ya se ha despertado -murmuró la mujer, y añadió en voz alta-: Un caballero de Cosmópolis, tía.
-¡No queremos periodistas! ¡Te lo he dicho muchas veces!
-Muy bien, tía. Se lo diré. -Emma le indicó a Gersen por señas que entrara en un saloncito. Luego movió la cabeza hacia la fuente de la voz-. La madre de Jheral. No se encuentra bien.
-Qué pena. Por cierto, ¿dónde se encuentra Jheral?
-¿Por qué lo quiere saber?
-Para ser sincero, intento localizar a un tal Vogel Filschner.
Emma rió en silencio y sin alegría.
-Se ha equivocado de lugar. ¡Vaya broma!
-¿Le conoció?
-Iba a una clase inferior a la mía.
-¿No le volvió a ver después del secuestro?
-Oh, no. Nunca. Aunque... sus preguntas me producen una sensación de extrañeza. -Emma dudó y sonrió con cierto aire de turbación-. Como una nube cuando se oculta el sol. A veces me sorprendo mirando a mi alrededor con la convicción de haber visto a Vogel Filschner... lo que no sucede nunca.
-¿Qué le ocurrió a Jheral?
Emma tomó asiento y buceó en sus recuerdos.
-Se produjo un gran escándalo. Fue la peor ofensa que recibió jamás esta comunidad. Se acusó a Jheral de haberla provocado; hubo escenas muy desagradables. Algunas mujeres insultaron y abofetearon a Jheral; había desairado a Vogel empujándole hacia el crimen, por lo tanto, compartía su culpa... Debo admitir que Jheral era una coqueta sin corazón. Adorable, desde luego. Podía conquistar a los chicos con usa sola mirada de reojo... como ésta. -Hizo la demostración-. Como un golfo. Coqueteaba con Vogel por puro sadismo, porque no soportaba verle. ¡Ay, el detestable Vogel! Jheral volvía cada día del colegio con nuevos datos sobre las excentricidades de Vogel. Contaba cómo se ponía a comer con la mayor tranquilidad del mundo después de diseccionar una rana y secarse las manos con una toalla de papel. Describía su mal olor, como si nunca cambiara de ropa, y lo mucho que alardeaba de poseer grandes dotes para la poesía con el propósito de impresionarla. ¡Es verdad! Jheral enloquecía a Vogel con sus burlas... y veintiocho chicas pagaron la culpa.
-¿Y después?
-Hubo una gran indignación. Todo el mundo se puso en contra de Jheral; quizá deseaban hacerlo desde un principio. Por fin, Jheral huyó con un hombre mayor que ella. Nunca volvió a Ambeules. Ni siquiera su madre sabe dónde está.
Una anciana de ojos llameantes y lacio pelo blanco irrumpió en la salita. Gersen saltó tras una silla para evitar el encontronazo.
-¿A qué vienen tantas preguntas? ¡Fuera de aquí! Ya hemos tenido bastantes problemas en esta casa. No me gusta su cara; no se diferencia en nada de los demás. ¡Fuera, y no vuelva nunca! ¡Canalla! ¡Qué audacia, entrar a mi casa con sus preguntas sucias...!
Gersen se marchó con tanta rapidez como pudo. Emma intentó acompañarle hasta la puerta, pero su tía la apartó a un lado de un empujón.
La puerta se cerró. La sólida hoja de madera amortiguó los chillidos histéricos que provenían del interior. Gersen tomó aliento. ¡Qué arpía! Había sido afortunado de escapar sin un roce.

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, diciembre 01, 2005

El antiguo hogar de Jheral Tinzy era un alto edificio octogonal del estilo llamado Paladiano Cuarto, a mitad de la subida a Baileul Hill. La dirección correspondía a la que Gersen había encontrado en el listín; la familia no había cambiado de domicilio.
Una atractiva mujer todavía joven abrió la puerta. Vestía una bonita blusa campesina y un pañuelo anudado alrededor de la cabeza. Gersen se hizo una idea de la mujer antes de que empezara a hablar. Ella le devolvió la mirada con el mismo aire de desafío.
-¿Es usted Jheral Tinzy? -probó Gersen.
-¿Jheral? -La mujer enarcó las cejas-. No... por supuesto que no. Qué pregunta más extraña. ¿Quién es usted?
Gersen mostró su tarjeta, que la mujer le devolvió después de leerla.
-¿Qué le hace pensar que soy Jheral Tinzy?
-Vivió aquí hace tiempo. Debe de tener su misma edad.
-Soy su prima. -La mujer inspeccionó a Gersen con mayor detenimiento que antes-. ¿Por qué le interesa Jheral?
-¿Puedo pasar? Se lo explicaré.
La mujer titubeó. Estuvo a punto de impedirle la entrada, pero luego, tras echar una furtiva mirada sobre el hombro, se apartó. Gersen accedió a un vestíbulo de baldosas inmaculadamente blancas. Una de las paredes laterales estaba cubierta de objetos, siguiendo la tradición de los hogares de clase media europeos. Destacaba en especial un panel fabricado con madera, hueso y conchas (artesanía Lenka de Nowhere, uno de los planetas del Grupo), un conjunto de pastillas perfumadas de Pamfile, un rectángulo de obsidiana pulida y perforada, y una de las llamadas "tablas suplicatorias"* de Lupus 23II.
Gersen se detuvo para examinar un pequeño tapiz de exquisito diseño.
-Una pieza hermosísima. ¿Sabe de dónde viene?
-Es espléndido -asintió la mujer-. Creo que llegó de los mundos exteriores.
-Yo diría que fue tejido en Sabra.
Una voz áspera sonó desde el piso superior.
-¿Emma? ¿Quién está ahí?

* Los nativos no humanos de Península 4A, Lupus 23II, dedican la mayor parte de sus vidas a fabricar estas tablas, que tienen, por lo visto, un significado religioso. Dos veces al año, en los solsticios, 224 tablas minuciosamente iguales se colocan sobre una lancha ceremonial que es abandonada en el océano. La Compañía de Rescates Lupus mantiene una nave en órbita alrededor de Península 4A. Tan pronto como la balsa se pierde de vista, la recuperan, cogen las tablas y las exportan para ser vendidas como objetos de arte.

Jack Vance "El palacio del amor"