jueves, octubre 20, 2005

Edelrod vino corriendo desde el caravanseray. Solicitó a su abuela una infusión de ajol hirviente. Tomó asiento y bebió en silencio.
-¿Cómo consiguen los sarkoy llegar a la edad adulta? -preguntó Alusz Iphigenia.
-Dos palabras -replicó Edelrod manteniendo dos dedos en alto como si fuera a impartir una clase magistral-: precaución, inmunidad. Yo soy inmune a treinta venenos. Llevo encima indicadores y alarmas para prevenir el cluto, la meratis, el tóxico negro y el volo. Observo las más puntillosas precauciones en comer, oler, vestir según qué prendas y acostarme con mujeres desconocidas, ja, ja. Éste último es uno de los trucos favoritos, de ahí que los libertinos impulsivos caigan con facilidad en la trampa. Siguiendo con lo que decía, soy precavido en estas situaciones y en arrastrarme bajo un soto, a pesar de que no tengo miedo de la meratis. La precaución deviene una segunda naturaleza. Si sospecho que me he creado un enemigo o estoy a punto de hacerlo, cultivo su amistad y lo enveneno para disminuir el riesgo.
-Usted llegará a viejo -sentenció Gersen.
Edelrod hizo un movimiento circular con ambas manos, cada una en una dirección diferente, para simbolizar una parada de la rueda de Godogma.
-Eso espero.
Gersen alquiló un transporte y envió a Alusz Iphigenia de regreso a la Posada del Veneno. Luego Edelrod condujo a Gersen al interior del caravanseray. Atravesaron una serie de muros y subieron al tejado. Seis guardianes estaban sentados sobre unos altos taburetes, junto a un caldero humeante. Se taparon el rostro con sus cuellos de piel y miraron con indiferencia a Edelrod; después se concentraron en el té y murmuraron entre ellos alguna observación satírica, pues no tardaron en lanzar roncas carcajadas.
Gersen se acercó a la jaula de Kakarsis Asm, otrora el Maestro Envenenador y hoy condenado a la cooperación. La talla de Asm era superior a la media de Sarkovy. Tenía el pecho y el estómago abultados, la cabeza larga, estrecha en la frente, ancha de pómulos y la boca voluminosa. Una espesa mata de pelo negro caía sobre su frente; un melancólico bigote negro recubría el labio superior. De acuerdo con su condición de criminal no llevaba zapatos, y sus pies, tatuados con ruedas como exigía la tradición, estaban moteados de rosa y azulados a causa del frío.
Edelrod se dirigió a Asm con voz perentoria:
-Perro miserable, aquí hay un noble venido del mundo exterior que desea inspeccionarte. Compórtate con respeto.
Asm levantó la mano como si se dispusiera a arrojar veneno; Edelrod retrocedió de un brinco y blasfemó. Asm rió.
-Mantente alejado -le dijo Gersen-. Quiero hablar con ese hombre en privado.
Edelrod accedió de mala gana. Asm se sentó en un taburete y examinó a Gersen con ojos duros como pedernales.

Jack Vance "El palacio del amor"