lunes, mayo 02, 2005

Patris, capital de la Unión de Parroquias de Cumberland, serpenteaba durante millas a lo largo del estuario del río Card, con sus suburbios residenciales a orillas del lago Ock. En el Barrio Viejo subsistían muchos edificios milenarios de tres y cuatro plantas, construidos con resistente ladrillo negro, de fachada angosta, altas y estrechas ventanas y elevados tejados. Río arriba, en la Ciudad Nueva de setecientos años de antigüedad, descollaban las famosas Bóvedas del Río: once monumentales estructuras de un tipo desconocido en todo el universo. Medían doscientos cincuenta metros de altura: triángulos truncados con arcos de sesenta metros tallados desde la base. Eran idénticas, excepto en el color; cada una albergaba comercios, estudios y áreas de servicio en la base, mientras que la parte superior se destinaba a apartamentos para la élite urbana. Entre las bóvedas de la Ciudad Nueva y las estructuras de ladrillo negro del Barrio Viejo se extendía una sombría zona industrial en la que Myron Patch tenía su tienda. Escoltó a Gersen hasta la puerta principal con una mezcla de impaciencia, indecisión, orgullo, ansiedad y dignidad herida. Era mucho más grande de lo que Gersen pensaba, pues ocupaba un terreno de sesenta metros de largo por treinta de ancho, con un almacén de piezas y material diverso en la parte de arriba. Patch pareció deprimido cuando encontró la tienda cerrada con candado y silenciosa.
-Yo pensaba que en tiempos de crisis los empleados pondrían manos a la obra para que la maquinaria no se detuviera, por así decirlo, o al menos harían lo imposible por rescindir las deudas de su patrón. Un centenar de hombres y mujeres viven gracias a mí, y ni uno de ellos se ha dignado preguntar por mi situación al representante de Intercambio.

Jack Vance "La máquina de matar"