jueves, junio 30, 2005

Se lo comentó a Alusz Iphigenia, que se encogió de hombros.
-Thamber es, en verdad, un mundo de gestas románticas. Los castillos tienen grandes salones donde los bardos cantan, y pabellones donde las doncellas bailan al son de los laúdes, pero en las profundidades se ocultan mazmorras y cámaras de tortura. Los caballeros presentan un magnífico aspecto con sus armaduras y sus banderas, pero luego, en las nieves de la estepa Skava, los nómadas skodolaks les mutilan las piernas, y allí yacen, impotentes, hasta que los lobos los devoran. Las brujas preparan filtros y los hechiceros esparcen el humo de los sueños, y también envían plagas a sus enemigos... Hace doscientos años vivieron los grandes héroes. La vida en Draszane es relativamente tranquila. Tenemos cuatro antiguas universidades y cientos de bibliotecas. Gentilly es un viejo y pacífico país, pero Misk y Vadrus son algo diferentes. Sion Trumble quiere que yo sea su reina consorte, pero... ¿habría paz y felicidad si aceptara?
Gersen escuchaba en silencio.
-Leí algunos libros en Intercambio -prosiguió Alusz Iphigenia-, sobre la Tierra, el Grupo y Aloysius. Conozco su forma de vivir. Y, antes que nada, me pregunté por qué Kokor Hekkus se quedaba tanto tiempo en Aglabat, por qué luchaba con espadas cuando podía armar a los Guerreros Pardos con proyectores de energía. Pero no hay tal misterio. Necesita la emoción como otros hombres necesitan comer. Disfruta con la excitación, el terror, el odio y la lascivia. Los encuentra en el País de Misk. Pero un día irá demasiado lejos y Sion Trumble le matará. -Rió tristemente-. O algún día Sion Trumble llevará a cabo un acto de valor absurdo y Kokor Hekkus le matará... lo que será una pena.
-Hum. ¿Le gusta Sion Trumble?
-Sí. Es un hombre valiente y generoso. No se le ocurriría ni robar a Intercambio.
-Yo me acerco más al tipo de Kokor Hekkus.
Gersen hizo una mueca de amargura.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, junio 28, 2005

Thamber era un mundo maravilloso. Nadie sabía cuándo llegó el primer hombre, la fecha se perdía en el pasado. Había varios continentes, subcontinentes, penínsulas y un gran archipiélago con islas tropicales. Alusz Iphigenia había nacido en Draszane, Gentilly, un principado en el extremo occidental del continente más pequeño. Al este estaba Vadrus, gobernada por Sion Trumble, y más allá, el País de Misk. El resto del continente, salvo un pequeño número de estados feudales en la costa este, eran tierras inhóspitas habitadas por bárbaros. Condiciones similares prevalecían en los otros continentes. Alusz Iphigenia se refirió a un amplio abanico de pueblos, cada uno con sus características específicas. Algunos dieron a Thamber grandes músicos y espectáculos de impresionante belleza; otros eran fetichistas y asesinos regidos por ogros. En las montañas, tras los muros de sus castillos, vivían arrogantes e indómitos cabecillas de bandidos y de truhanes. Por todas partes había hechiceros y brujos, capaces de las hazañas más inauditas, y una zona misteriosa al norte del continente más extenso estaba sometida al capricho de monstruos y demonios. La flora y la fauna nativa eran complejas, ricas y de gran belleza, y a veces peligrosas; había monstruos marinos, lobos escamosos de las tundras, el horrible dnazd de las montañas al norte de Misk.
Tanto la tecnología como los modos de vida modernos eran desconocidos en Thamber. Hasta los Guerreros Pardos de Kokor Hekkus utilizaban sólo vulgas y cuchillos, mientras los caballeros de Misk iban armados con espadas y ballestas. Se sucedían las escaramuzas entre Misk y Vadrus; Gentilly era el aliado de Vadrus. Sion Trumble, un hombre de inmenso valor, nunca había sido capaz de aniquilar a los Guerreros Pardos. En una tremenda batalla repelió a los bárbaros de Skar Sakau, que luego había vuelto su furia hacia el sur, al País de Misk, donde asoló varios poblados, destruyó puestos de avanzada y sembró la desolación.
Gersen escuchaba y paladeaba cada palabra. Las románticas leyendas que se referían a Thamber no exageraban; en todo caso, no alcanzaban a describir la magnificencia de su realidad.

Jack Vance "La máquina de matar"

domingo, junio 26, 2005

-¿Cómo salió de allí?
-En el curso de un ataque a la isla Omad, en la que Kokor Hekkus tiene un espaciopuerto, Sion Trumble capturó una nave espacial pequeña. Leí el Manual del Operador y me pareció muy sencillo manejarla. Cuando Kokor Hekkus declaró la guerra a Gentilly, a menos que mi padre me entregara a él, sólo tuve dos opciones: suicidarme o huir de Thamber. Me decidí por la última. En la nave encontré una Guía de los Planetas. Mencionaba Sasani y describía a Intercambio como el único reducto humano a salvo de criminales. Pero esto es falso: Intercambio practica un doble juego -concluyó con una mirada glacial.
Gersen reconoció el hecho con una mueca y apuró el contenido de su vaso, que volvió a llenar.
-¿Y quién es Sion Trumble?
-El príncipe de Vadrus, en la frontera occidental de Misk. Estábamos comprometidos... Es un valiente soldado, con una hoja de servicios impecable.
-Ya veo -rezongó Gersen-. ¿No recuerda la ruta que siguió de Thamber a Sasani?
-Dispuse los mandos de astrogación en dirección a Sasani, dejando Thamber a mis espaldas. Sólo me acuerdo de eso. ¿No ha encontrado ninguna referencia en su Agenda Estelar o en la Guía de los Planetas?
-Thamber es un mundo perdido. Los que gobernaron Thamber en épocas pretéritas supieron guardar bien el secreto. Carecemos de información... si exceptuamos una canción infantil:

Pon rumbo a la vieja Estrella del Perro,
un punto al norte de Archenar;
lleva tu nave hasta el margen extremo,
enfrente la muerte brilla con el
resplandor de Thamber.

Alusz Iphigenia sonrió débilmente.
-Yo también la conozco. Me la sé entera.
-¿Entera? ¿Es que continúa?
-Ya lo creo. Se ha dejado la mitad. Sigue así:

Pon rumbo a la vieja Estrella del Perro,
un punto al norte de
Archenar;
mueve el timón a estribor hasta divisar
seis soles rojos y uno
azul en el centro.
Sigue adelante y verás a lo lejos
un racimo que pende
cual cimitarra;
lleva tu margen hasta el margen extremo,
enfrente la
muerte brilla con el resplandor de Thamber.

-Bien, bien -dijo Gersen.
Se levantó, caminó hasta la mesa de control, manipuló los mandos y puso en marcha el sistema Jarnell.
-¿A dónde vamos?
-A Sirio... la Estrella del Perro.
-¿Se toma en serio la canción?
-Es el único dato de que disponemos; o me lo tomo en serio, o no hago nada.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, junio 25, 2005

Se acomodó en un sofá y estalló en carcajadas. Alusz Iphigenia lo contemplaba desde el otro tremo de la cabina con renovado interés.
-¿De qué se ríe?
-De la forma en que fuimos rescatados.
-¿Fuimos?
Así que no le había reconocido. Gersen cruzó el espacio que les separaba, y ella retrocedió dos pasos.
-Hablé con usted una noche en el recinto -dijo Gersen.
-Ahora le recuerdo. El hombre silencioso que se sentaba en la penumbra. ¿Cómo logró reunir el dinero?
-Lo imprimí yo mismo... eso es lo que me divierte.
-¡Pero lo verificaron! -se asombró la joven-. ¡Lo aceptaron!
-Exactamente. Y ahí está lo más gracioso: lo hice con tinta simpática. Dentro de una semana no habrá nada. El dinero que le pagué a Kokor Hekkus será papel en blanco: diez mil millones de UCL falsos. ¡He burlado a Kokor Hekkus! ¡He burlado a Intercambio! ¿No se da cuenta? ¡Es el dinero de Kokor Hekkus!
Alusz Iphigenia le dirigió una mirada indiferente y luego volvió los ojos hacia Sasani. Sonrió, una sonrisa triste.
-Kokor Hekkus montará en cólera. Ningún otro hombre experimenta las extravagantes emociones de Kokor Hekkus. Iba a gastar diez mil millones para conseguirme... porque ése era el precio en que me valoré. Y después de comprarme -un escalofrío recorrió todo su cuerpo- habría recuperado esa cantidad a cualquier precio. Lo que hará con usted cuando le capture... es impensable.
-A menos que yo le mate primero.
-Será muy difícil. Sion Trumble es el general más inteligente de Thamber, y no lo consiguió.
Gersen fue a buscar una botella de vino y dos vasos a la despensa. Alusz Iphigenia rehusó la invitación, pero luego lo pensó mejor y aceptó el vaso.
-¿Sabe por qué pagué su rescate? -preguntó Gersen.
-No.
La joven se removió inquieta en el asiento y sus mejillas se cubrieron de rubor. Gersen pensó que nunca la había encontrado tan hermosa.
-Porque me puede guiar a Thamber, donde encontraré a Kokor Hekkus y le mataré.
Alusz Iphigenia probó el vino y observó el interior del vaso.
-No quiero volver a Thamber. Tengo un miedo terrible a Kokor Hekkus. En estos momentos estará enfermo de rabia.
-No importa; ése es nuestro destino.
-No le puedo ayudar. No sé dónde se halla Thamber.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, junio 23, 2005


Los Pr?ncipes Demonio 1 Posted by Hello
El autobús se adentró en Sul Arsam. Subieron al avión y aterrizaron en el espaciopuerto de Nichae. A un lado aguardaba el nuevo y reluciente saltaestrellas Armintor que Gersen había comprado en Sagbad. Alusz Iphigenia titubeó antes de subir, y luego se encogió de hombros con resignación.
Se demoraron un rato en el Banco Interplanetario de Sagbad. Intercambio aportó una tímida y preocupada verificación, a causa de un presunto error, imposible de verificar, por otra parte.
-Como resultado de un cúmulo extraordinario de circunstancias -le dijo gravemente el Presidente del Banco a Gersen-, tenemos esa cantidad en nuestras cámaras acorazadas; representa un conjunto de importantes depósitos ingresados por Intercambio. Está en billetes de distintos valores...
-No importa; damos conformidad a sus cálculos.
El dinero, que representaba el botín tan laboriosamente acumulado por Kokor Hekkus, fue introducido en cuatro maletas y cargado en el coche aéreo de alquiler.
El Jefe de Caja vino corriendo a la zona de aparcamiento.
¡Conferencia desde Intercambio! ¡Para el señor Wall!
Gersen controló su deseo de huir. Volvió al banco. En la pantalla del videófono apareció el rostro del Director; de pie, a sus espaldas, había un hombre que Gersen no conocía.
-Señor Wall -dijo el Director-, hay algunas dificultades. Éste es Achill Gogan, apoderado de Kokor Hekkus. Le ruega que espere en Sagbad hasta que pueda entrevistarse con usted.
-Por supuesto. Nos alojaremos en el hotel Alamut.
Gersen abandonó el banco y entró en el coche aéreo, donde Alusz Iphigenia esperaba resignadamente con el dinero.
-Al espaciopuerto -dijo al piloto.
Veinte minutos después salían de Sasani. Tras activar el acelerador, Gersen se sintió a salvo, embriagado de alivio.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, junio 16, 2005

Diez minutos después llegaba a la oficina Alusz Iphigenia. Su rostro estaba tenso y furioso; sus ojos brillaban de miedo. Miró a Gersen sin reconocerle. Luego caminó hacia la puerta como si deseara huir a través del desierto. Gersen intentó calmarla.
-Tranquilícese. No soy Kokor Hekkus; no tengo el menor deseo de retenerla contra su voluntad. Considérese a salvo.
Ella le miró con incredulidad, volvió a mirarle, y Gersen pensó que por fin le había reconocido.
-Hay otro problema -dijo el empleado a Alusz Iphigenia-. Dado que usted actúa como su propia patrocinadora, el dinero, salvo el doce y medio por ciento, es suyo.
Alusz Iphigenia parpadeó, como si no comprendiera lo que le decían.
-Le sugiero que extienda un talón para no tener que transportar tanto dinero en metálico -dijo Gersen.
Después de intensas consultas, encogimientos de hombros y nerviosos movimientos de manos, les entregaron un talón del Banco Interplanetario de Sasani, en Sagbad, por la cantidad de 8,749,993,581 UCL, diez mil millones menos el doce y medio por ciento, menos 6,419 UCL por los gastos de alojamiento en la clase AA.
Gersen examinó el documento con suspicacia.
-¿Es válido este talón? ¿Cubren sus fondos esta suma?
-Naturalmente -afirmó el funcionario-. A decir verdad, Kokor Hekkus ha ingresado en nuestra cuenta una cantidad mucho más elevada.
-Muy bien; confío en su palabra. -Gersen se dirigió a Alusz Iphigenia-. Vámonos. Nuestro autobús está esperando.
Ella dudó un instante y miró a ambos lados como si estuviera contemplando de nuevo el paisaje de Da'ar-Rizm. Uno de los insectos voladores negros la picó en el brazo; la joven lo alejó con un grito de pánico.
-Vamos, no tiene nada que temer de Kokor Hekkus, de los insectos o de mí, no la violaré, ni me la comeré viva.
Ella le siguió al autobús sin más protestas. El vehículo se sacudió, tosió y retumbó: Intercambio fue pronto una mancha gris y blanca apenas entrevista entre el polvo.
Tomaron asientos contiguos. Alusz Iphigenia observó de reojo a Gersen.
-¿Quién es usted?
-No soy amigo de Kokor Hekkus.
-¿Qué va.. qué va a hacer conmigo?
-Nada deshonroso.
-¿Adónde vamos, pues? Usted no conoce el temperamento de Kokor Hekkus; nos perseguirá por todos los rincones de la galaxia.
Gersen no hizo ningún comentario; la conversación murió. Gersen no se sentía demasiado seguro, pues aún era posible que los interceptaran. Sin embargo, el viaje concluyó sin incidentes.

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, junio 15, 2005

Cinco días más tarde, con la piel teñida de negro, ataviado con una túnica negra y marrón y pantalones negros, Gersen regresó a Intercambio en el renqueante autobús. Entró en el ya familiar despacho, presidido por la figura hierática del empleado.
-¿A quién desea rescatar?
-A Alusz Iphigenia Eperje-Tokay.
-¿Es usted Kokor Hekkus? -preguntó el funcionario enarcando las cejas.
-No.
El empleado gesticuló con nerviosismo.
-La cuota es altísima: diez mil millones de UCL.
Gersen abrió el maletín negro que llevaba bajo el brazo y depositó frente al hombre varios fajos de billetes de 100,000 UCL, los mayores en circulación.
-Aquí está el dinero.
-Sí, sí, pero... debo informarle que Kokor Hekkus ya nos ha entregado nueve mil millones de UCL.
-Aquí hay diez mil millones. Cuéntelos.
Al empleado se le aflautó la voz.
-Está en su derecho. La huésped se halla "disponible".
Tocó el dinero con dedos temblorosos.
-Necesitaré ayuda para contar tanto dinero.
Contar el dinero y pasarlo por el detector de fraudes tuvo ocupados a seis hombres durante cuatro horas. El empleado firmó un recibo con nerviosos ademanes.
-Muy bien, señor, aquí lo tiene. Mandaré a buscar a nuestra invitada. Se presentará en breves instantes. -Murmuró en un susurro-: A Kokor Hekkus no le va a gustar esto. Alguien lo pagará.

Jack Vance "La máquina de matar"

lunes, junio 13, 2005

Comprobó que Lubby seguía atendiendo a los niños. Puso el billete bajo el microscopio y lo examinó para descubrir el secreto de su autenticidad. No descubrió dicha calidad, como tantos otros antes que él. Ahora... el experimento clave, del que dependía el éxito de todo el proyecto. Seleccionó papel de densidad y peso similares a los del billete, y cortó un rectángulo de sus medidas: quince centímetros por seis y un cuarto. Introdujo el papel en el detector de fraudes: la luz de alarma se encendió. Gersen trazó una serie de puntos a lo largo del rectángulo de papel, correspondientes a las raíces cuadradas calculadas. Cogió una regla y trazó una cruz cada dos puntos con el extremo de un clavo (de esta forma pensaba "rizar" y "comprimir" las fibras). Asió el detector de fraudes con dedos temblorosos... La luz roja no se encendió, pero se escuchó un alegre zumbido que proclamaba la autenticidad, el sonido más melodioso que Gersen había escuchado en toda su vida. Gersen fotografió el billete con los números de serie tapados e imprimió doscientas copias con tintas preparadas cuidadosamente. Al día siguiente, con la excusa de exponer amplias zonas de papel fotosensitivo, cerró la puerta con llave. Después preparó una plantilla, alisó los billetes y, mediante una impresora de juguete, grabó nuevos números de serie. Los nuevos billetes no se diferenciaban en nada de los genuinos, aunque tenían otro tacto... pero ¿qué importaba? Engañaron al detector de fraudes.
Mientras cenaba se planteó el problema definitivo: cómo pagar su rescate sin levantar sospechas. Aprovechando la hora social fue al despacho del ordenanza, un hombre con cara de comadreja que lucía el uniforme azul oscuro de Intercambio como si fuera un privilegio. Gersen compuso una expresión compungida.
-Tengo un problema. Me han informado que mañana llega un viejo amigo para pagar el rescate de uno de los huéspedes. ¿Podría echar un vistazo en la oficina cuando el autobús llegue del espaciopuerto?
-Es una petición algo irregular.
-Ya me doy cuenta, pero la política de Intercambio es facilitar el pago de los rescates, y de eso se trata.
-Muy bien. Persónese en este despacho mañana después del desayuno, y solucionaré el problema.
Gersen se fue al recinto, paseó arriba y abajo, y consumió grandes cantidades de vino para calmar sus nervios. Pasó la noche. Sin apenas probar el desayuno se precipitó hacia el despacho del ordenanza, que fingió haber olvidado el asunto. Gersen le explicó de nuevo su caso.
-Ah, muy bien. Supongo que es inútil esperar que todas las rescisiones se tramiten por los cauces correctos.
Acompañó a Gersen a la antesala de recepción. Allí esperó.
El arcaico autobús llegó y descargó ocho pasajeros. Entraron en fila en la recepción.
-¿Bien? -preguntó el ordenanza-. ¿Cuál es su amigo?
-Ese hombre bajo teñido de azul. Hablaré una o dos palabras con él para solucionar lo de mi rescate. -Antes de que el ordenanza abriera la boca, Gersen se metió en la recepción y se aproximó al hombre que había señalado-. Perdone, ¿no es usted Myron Patch, de Patris?
-No, señor. Se confunde de persona.
-Lo siento. -Gersen regresó junto al ordenanza con un sobre-. Todo está solucionado. Me ha traído el dinero. Soy un hombre libre.
El hombre gruñó. Se trataba de un hecho peculiar... pero ¿no formaban parte de la vida los hechos peculiares?
-¿Su amigo vino para rescindir su cuota y la de otra persona?
-Sí. Es miembro del Instituto y no le gusta expresar sus sentimientos.
El ordenanza volvió a gruñir. Todo estaba explicado... al menos, todo parecía explicado.
-Muy bien, si ya tiene el dinero, pague el rescate. Avisaré al empleado, puesto que el proceso ha sido algo irregular.
Cuando el autobús se fue de Intercambio, Gersen viajaba a bordo. Alquiló un coche aéreo en Nichae para ir a Sagbad.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, junio 11, 2005

Al otro día, después de desayunar, Gersen encontró sobre su escritorio un sobre que contenía un billete verde y rosa de diez mil UCL. Gersen verificó su autenticidad con el detector de fraudes, uno de los escasos efectos personales que le habían autorizado conservar. Estupendo: era legítimo. No se atrevió a hacer más experimentos; podía estar bajo vigilancia. El día transcurrió con lentitud exasperante, aunque por fortuna el día de Sasani sólo tiene veintiuna horas.
A la tarde siguiente, Funian Lubby señaló un grupo de paquetes con un afable movimiento de su mano gordezuela.
-Ahí lo tiene, señor Wall. Un equipo estupendo para que pueda montarse sus prismas, caleidoscopios, o lo que le dé la gana.
-Gracias, señor Lubby, estoy muy contento -dijo Gersen.
Llevó los paquetes al antiguo estudio de escultura y los deshizo ante la mirada complacida de Lubby.
-Estoy ansioso por verle trabajar. Siempre se puede aprender algo nuevo, y nunca he tenido la oportunidad de observar esta técnica creativa.
-Es un proceso muy engorroso. Algunas personas lo encuentran aburrido, pero yo disfruto del trabajo lento y metódico. El primer paso, creo, es tapar la claraboya y poner un cartel en la puerta.
Lubby sostuvo la escalera y Gersen cubrió la claraboya con una tela opaca. Luego preparó un letrero que rezaba: Cuarto Oscuro Fotográfico. Llame antes de entrar, y lo colgó en la puerta.
-Ahora estoy preparado para empezar. Creo que lo haré con unas cuantas copias en verde y rosa.
Gersen fotografió solemnemente un alfiler, lo amplió diez veces y preparó una matriz de la que imprimió treinta copias en verde y treinta en rosa.
-¿Qué viene a continuación? -preguntó Lubby, cada vez más interesado.
-Ahora llegamos a la parte más delicada del trabajo. Cada uno de estos alfileres debe ser recortado. Con los alfileres y los huecos en forma de alfiler crearé la repetición. Si quiere, puede ir cortando mientras busco el color de la tinta adecuado.
Lubby señaló con desgana el montón de fotografías.
-¿Hay que cortar todas ésas?
-Sí; con mucho cuidado.
Lubby se puso a trabajar sin demasiado entusiasmo. Gersen le daba consejos e indicaciones, dada la necesidad de alcanzar una absoluta precisión. Después cogió la regla de cálculo de Lubby y extrajo la raíz cuadrada de los once primeros números primos; valores que oscilaban entre 1 y 4,79. Mientras, Lubby había recortado tres alfileres, cometiendo un solo error sin importancia. Gersen le reprendió con severidad. Lubby soltó las tijeras.
-Esto es sumamente interesante, pero temo que debo ocuparme de mi propio trabajo.
Tan pronto como hubo salido, Gersen comparó el billete de 10,000 UCL con los alfileres verde y rosa, ajustó los colores, añadió un ácido y un catalizador e imprimió más alfileres.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, junio 09, 2005

-¿Dónde podría trabajar sin molestar? Me gustaría hacerlo en algún rincón, para poner un biombo que tapara la luz. Si hubiera algún almacén que no se usara o algo por el estilo...
-Sí, vamos a ver. El viejo estudio de escultura ya no se utiliza; a los huéspedes de hoy en día no les gustan los trabajos serios.
El estudio era de forma octagonal. Las paredes de madera nativa habían sido barnizadas de un marrón turbio. Los ladrillos del suelo eran amarillos, y el techo se elevaba hasta una claraboya por la que penetraba una luz grisácea, casi malva.
-Obstruiré la luz -dijo Gersen-. Por otra parte, la habitación es muy adecuada. Lo que suceda en este viejo estudio no le concierne a nadie más que a usted y a mí. A pesar de que no soy rico, no me hago de rogar y me gusta pagar mis diversiones. -Le extendió un cheque del Banco de Rígel por tres mil UCL-. Esto será suficiente para pagar los artículos solicitados y sus servicios.
-Exactamente. Concederé a su pedido una especial atención y, quién sabe, es posible que mañana ya haya llegado.
Gersen se alejó muy satisfecho. Quizá sus esperanzas se basaban en falsas premisas... pero, por más vueltas que le daba, se sentía seguro.
Necesitaba otro artículo, el más importante de todos, pero no se atrevía a confiar este trabajo a Funian Lubby, excepto como último recurso. Extendió otro cheque, esta vez por veinte mil UCL, y se lo guardó en el bolsillo.
Alusz Iphigenia no apareció esa noche a la hora social, pero a Gersen le trajo sin cuidado. Paseó pacientemente arriba y abajo, observando, esperando, y cuando estaba a punto de marcharse entró Armand Koshiel, que cruzó en diagonal el recinto. Gersen se acercó a él con el mayor disimulo posible.
-Voy a caminar hacia la papelera -le susurró-. Tiraré un trozo de papel. Venga detrás de mí y recójalo. Encontrará un cheque por veinte mil UCL. Consígame un billete del Banco de Rígel de diez mil UCL y guárdese el resto.
Sin esperar respuesta dio media vuelta y deambuló hacia el quiosco. Por el rabillo del ojo observó que Koshiel se encogía de hombros y le pisaba los talones.
Compró una bolsa de dulces en el quiosco. Se detuvo junto a la papelera, tiró a un lado la bolsa, en la que había introducido el cheque, y fue a sentarse en un banco.
La bola de papel parecía grande, blanca y bien visible. Koshiel no tardó en aproximarse al quiosco, intercambiar algunas frases con el dependiente, comprar otra bolsa de dulces y arrojar el papel hacia la papelera. Se agachó, recogió el suyo y el de Gersen, simuló introducir ambos en el cubo y se marchó.
Gersen volvió a su apartamento con los nervios a flor de piel. Su plan empezaba a funcionar. Demasiado optimismo no era conveniente, pero hasta el momento todo funcionaba sin problemas. Un vigilante oculto podría haber visto a Koshiel en el momento de recoger el cheque arrugado; Funian Lubby podía sospechar sus intenciones, o su voluminoso encargo atraer la atención de personas menos amables que Lubby. Aunque... todo iba bien.

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, junio 08, 2005

Kokor Hekkus quería dinero... diez mil millones de UCL. Daeniel Trembath, Archidirector (retirado) del Banco de Rígel, era el propio símbolo del dinero... y también de la respetabilidad más allá de toda sospecha. ¿Por qué quería la PCI que volviera, vivo o muerto? ¿Acaso habría robado diez mil millones de UCL? Gersen recordó el fragmento de papel que le había arrebatado al señor Hoskins en Skouse. Se esforzó por recordar las palabras, ahora tan llenas de sentido:


"...rizos, o mejor dicho, bandas de densidad. En apariencia se producen al
azar, si bien en la práctica son tan casuales como imperceptibles. El
espaciamiento crítico está en función de la raíz cuadrada de los once primeros
números primos. La aparición de seis o más de tales rizos en cualquiera de las
situaciones antes mencionadas dará validez..."


Las conclusiones eran asombrosas. Un aspecto de la situación era la misma esencia de la tragicomedia. Gersen se levantó de un salto, y paseó de un lado a otro de su apartamento. Si las circunstancias eran tal como él sospechaba, ¿cómo sacaría ventaja de lo que sabía?
Reflexionó durante una hora, formulando y descartando planes dispares. La clave de la situación estaba en las habilidades manuales y en la tienda de pasatiempos. Las actividades fomentadas eran supervisadas con facilidad: escultura en madera, marionetas, bordado, tejido de chales, acuarelas, fabricación de objetos de vidrio. Quizá también fotografía... La mañana pasó con desesperante lentitud. Gersen se derrumbó en la silla más confortable. Aplicó una deliciosa variación al plan que había ideado; rió en voz alta... Nada más terminar de comer visitó la sala de pasatiempos. El empleado que se encargaba de la vigilancia era un hombre corpulento, todavía joven, calvo y de facciones pequeñas y delicadas, como las de una muñeca de cara redonda. Respondió a las preguntas de Gersen con un razonable grado de paciencia. Gersen presentó una propuesta cuidadosamente elaborada: él, Gersen, estaba casi seguro de que sería huésped de Intercambio durante uno o dos meses; antes de su llegada había estado experimentando con ciertas formas artísticas originales que incluían la fotografía y deseaba continuar estas actividades... hasta tal punto que no cejaría hasta conseguir el equipo idóneo. Cualquier atención especial por parte del empleado, ¿cuál era su nombre?, Funian Lubby, sería adecuada e incluso generosamente recompensada. ¿Cuánto tardaría Lubby en proveer el equipo necesario? Si el señor Wall proporcionaba la lista y los fondos, se cursaría la orden a Sagbad, el centro comercial más cercano; la entrega se efectuaría mañana o, con toda seguridad, pasado mañana.
-Excelente -dijo Gersen. Se sentó y confeccionó la lista. Era larga e incluía una serie de artículos destinados a ocultar su propósito principal.
-Imagino que usted nos cederá estos artículos cuando se marche, ¿no?
-Supongo que sí. Al menos algunos... los que ya tengo en casa. -Cada vez estaba más animado-. ¿Cuánto piensa que costará todo el equipo y el material?
-Cámara megafotográfica... ampliadora e impresora... microscopio. Artículos caros en su mayoría... Un duplicador de... ¿Para qué necesita todo esto?
-Preparo permutaciones caleidoscópicas de objetos naturales. A veces se necesitan hasta veinte o treinta copias de una sola foto, de ahí que precise el duplicador.
-Esto le costará una fortuna, pero si está dispuesto a pagarla...
-Sí, no me queda otro remedio. No me gusta tirar el dinero, pero no podría soportar alejarme de mi afición favorita un par de meses.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, junio 07, 2005

-¿Sabe que para la mayoría de la gente Thamber es un mundo imaginario, un tópico de leyendas y baladas?
-Me sorprendió mucho saberlo. Le aseguro que es cualquier cosa menos imaginario.
Bebió un poco de té y miró a Gersen de soslayo. En sus ojos, grandes, transparentes, cándidos, residía su mayor atractivo. Eran muy bellos, sin duda. Algo en un sutil cambio de posición reveló que no estaba interesada en continuar hablando.
-Si consiguiera la libertad, la ayudaría.
-¿Cómo podría ayudarme, si ni siquiera puede ayudarse a sí mismo?
Gersen sintió que un calor largo tiempo olvidado invadía su cara. Se puso en pie.
-Buenas noches.
Alusz Iphigenia no dijo nada. Gersen se retiró a su apartamento. Se duchó y se tendió en la cama. ¿Y si trataba de comunicarse con Duschane Audmar? Inútil. Audmar no se molestaría ni en comunicarle su negativa. ¿Myron Patch? Aún más absurdo. ¿Ben Zaum? Como máximo recogería cinco o diez mil UCL, nada más... Gersen cogió al azar una de las viejas revistas y la hojeó... Le pareció reconocer un rostro. Leyó el encabezamiento. El nombre, Daeniel Trembath, le era desconocido... Extrañado, Gersen pasó la página. El rostro era muy parecido al de... ¿quién? Volvió a examinar aquella cara. Había conocido a ese hombre como "el señor Hoskins"; había transportado su cadáver desde el Final de Bissom. Leyó todo el encabezamiento:


"Daeniel Trembath, Archidirector del Banco de Rígel, ahora retirado. Durante
cincuenta años su Excelencia el Director ha servido a este gran banco y a los
pueblos del Grupo; la semana pasada anunció que se retiraba. ¿Cuáles son sus
planes para el futuro? 'Descansaré. He trabajado mucho y duro. Ahora me toca
disfrutar de los placeres de la vida que mis responsabilidades me impidieron'."

Gersen consultó la fecha de la revista. Era el Cosmópolis de enero de 1525. Trembath desapareció tres meses después; una semana más tarde murió a manos de Billy Windle -que podría ser Kokor Hekkus- en un desagradable y diminuto mundo de Más Allá. ¿Por qué el Archidirector jubilado del gran Banco de Rígel habría viajado a un lugar tan remoto y negociado tan en secreto con el hombre llamado Billy Windle? Trembath deseaba la eterna juventud: ¿Qué habría ofrecido a cambio? Debido a la naturaleza de su profesión, sólo podía ser dinero. El encuentro en Skouse había tenido lugar inmediatamente después de que Alusz Iphigenia se hubiera refugiado en Intercambio; la concatenación de lugares, hechos y personas era intrigante.

Jack Vance "La máquina de matar"

lunes, junio 06, 2005

Durante la hora social del tercer día, Gersen casi tropezó con Armand Koshiel. Éste murmuró una cortés disculpa y se hizo a un lado; luego le dedicó una mirada de asombro.
-Las condiciones se han alterado desde la última vez que nos vimos -dijo Gersn con una mueca de amargura.
-Ya veo. El destino es caprichoso.
-Dígame una cosa. ¿Está muy cerca Kokor Hekkus de conseguir los diez mil millones de UCL?
-Va progresando, se acerca cada vez más, según he oído decir. Todos aquí estamos interesados; es el rescate más grande que se ha pedido nunca.
-¿Suele venir la mujer al recinto?
-La vi en una ocasión.
-¿Qué aspecto tiene?
-Muy distinto del que usted imagina. No es un tipo despampanante, ya me entiende. Por favor, le ruego me disculpe, pero debo irme o me sancionarán.
Gersen tomó asiento en su banco más intranquilo que antes.
En nada se diferenció el día siguiente de los anteriores: empezaban a hacerse indistintos. Aprovechó la tarde para ejercitarse en el gimnasio. La cena le pareció más insípida que nunca. Acudió a la "hora social" con renovados bríos. Pidió una jarra de vino de Sasani y se sentó a la espera de otra aburrida velada. Pasó media hora antes de que entrara la chica de la melena rubia, con la expresión todavía más distante que de costumbre. Gersen la contempló fijamente: no había nada de vulgar en ella. Sus rasgos eran tan perfectos, estaban dibujados con tal perfección que no le daban a la cara ninguna característica notable... pero, desde luego, no había nada vulgar en ella. Pidió una taza de té en el quiosco y se sentó cerca de Gersen. La estudió con sumo interés. Su pulso se aceleró. ¿Por qué?, se preguntó con irritación. ¿Por qué esta joven, convencionalmente atractiva como máximo, le afectaba hasta tal punto?
Se levantó y caminó hacia ella.
-¿Puedo sentarme?
-Si quiere... -dijo la muchacha después de una pausa lo bastante larga como para dar a entender que prefería estar sola.
Su voz tenía una candencia melodiosa y arcaica, y Gersen trató de identificar el acento.
-Perdone mi curiosidad. ¿Es usted Alusz Iphigenia Eperje-Tokay?
-Soy Alusz Iphigenia Eperje-Tokay -dijo ella corrigiéndole la pronunciación.
Gersen contuvo el aliento. ¡Su instinto no le había engañado! Tan cerca que casi podía tocarla, la mirada clavada en el rostro, captó señales de inquietud en sus ojos. Casi se le podía calificar de hermosa. Eran sus ojos, sin embargo, los que daban vida a su cara, ¿belleza? ¿La suficiente para empujar a Kokor Hekkus a realizar tales esfuerzos? Parecía poco verosímil.
-¿Vive usted en el planeta Thamber?
Ella le dirigió una breve e indiferente mirada.
-Sí.

Jack Vance "La máquina de matar"

domingo, junio 05, 2005

-Me gustaría saberlo. No puede ser más absurda y alejada de la realidad.
-Muchos de nuestros huéspedes consideran sus tarifas excesivas. Como sabrá, no controlamos las tarifas exigidas; sólo podemos aconsejar moderación al patrocinador, y una actitud cooperativa al huésped. Ahora... ¿puede conseguir usted esa suma?
-No.
-¿Tiene familiares?
-Ya no.
-¿Amigos?
-No tengo amigos.
-¿Socios en algún negocio?
-Ninguno.
-Entonces -suspiró el empleado- deberá permanecer aquí hasta que ocurra alguna de estas alternativas: el patrocinador puede rebajar sus exigencias a una cifra asequible. Quince días después de la fecha límite señalada para que sus allegados hayan tenido la oportunidad de rescatarle, usted pasa a la situación de "disponible", y la prima puede ser pagada por cualquiera, que le recibe en custodia. Después de un cierto período, a menos que siga pagando la pensión completa, nos veríamos forzados a trasladar la custodia a un visitante neutral que saldara las deudas. ¿Qué me dice?
-No puedo reunir esa cifra. No tengo a nadie a quien dirigirme.
-Haremos cuanto esté en nuestras manos para interceder ante su patrocinador. ¿Le importa decirme la cantidad máxima que podría pagar?
-Alrededor de medio millón -dijo Gersen a regañadientes.
-Informaré a su patrocinador. Entretanto, señor Wall, confío en que no encuentre su visita demasiado desagradable.
-Gracias.
Condujeron a Gersen a su apartamento, y casi en seguida al comedor.
Durante la tarde disfrutó de las diversiones que Intercambio puso a su disposición. Podía elegir entre deportes menores, juegos y bricolage. Se ejercitó en un gimnasio y nadó unas piscinas. La única alternativa era quedarse en su apartamento. Visitar los aposentos de otros huéspedes estaba prohibido.
Pasaron varios días. La falta de actividad ponía a Gersen en tensión. Hacer ejercicios de gimnasia era su única manera de relajarse. Empezó a considerar las posibilidades de fugarse. Parecía imposible; no había ningún punto débil en el sólido engranaje de Intercambio.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, junio 04, 2005

Después de cenar llegó la llamada hora social, en un ancho recinto protegido contra el viento nocturno, cargado de polvo, de Sasani. Aquí se reunían todos los huéspedes de Intercambio tras la cena, azuzados por el aburrimiento y la curiosidad; ¿quién había llegado, quién se había ido? Gersen firmó una nota en el quiosco central a cambio de una cerveza, cogió el vaso de papel y se sentó en un banco. Había unas doscientas personas a la vista: gente de todas las edades y razas. Algunos paseaban, otros jugaban al ajedrez, unos pocos conversaban, otros le imitaban y se sentaban a beber en silencio. Había pocos ánimos de hacer amistades; la expresión de los rostros era casi idéntica: una tibia animosidad hacia Intercambio y todo lo relacionado con él, incluyendo a los demás huéspedes. Hasta los niños parecían afectados por la tristeza general, aunque mostraban mayor disposición a formar grupos. Gersen contó unas veinte jóvenes, aún más reservadas, hurañas e indignadas que el resto. Las examinó con curiosidad: ¿cuál era Alusz Iphigenia? Si Kokor Hekkus ansiaba poseerla, debía ser extraordinariamente bella; ninguna de las presentes parecía reunir los requisitos. Demasiado mayores o demasiado jóvenes, sin una belleza particular... como la de la chica que se sentaba en el extremo opuesto de su banco, que acaso congregaba en su persona las características exigidas por Kokor Hekkus. Era de piel pálida, veteada de un marfil crepuscular. Tenía unos brillantes ojos grises y facciones regulares. Llevaba el pelo rubio peinado en melena: en pocas palabras, no carecía de atractivo, pero diez mil millones de UCL por su rescate serían excesivos. Gersen no se habría fijado en ella por segunda vez de no ser por la insolente postura de su cabeza, por la mirada que destilaba una fría inteligencia... El empleado que había atendido a Gersen en su visita anterior cruzó el recinto sin mirar a ningún lado. ¿Cómo se llamaba? Armand Koshiel. El malhumor de Gersen aumentó... El período social llegó a su fin. Los huéspedes marcharon a sus respectivos aposentos.
El desayuno -té, bollos y mermelada- fue servido directamente en el apartamento, tras lo cual Gersen fue conducido al edificio que albergaba las dependencias administrativas. Allí se reunió con varias de las personas con las que había llegado a Intercambio.
Al cabo de pocos minutos le llamaron por su nombre. Entró en el despacho ocupado por un empleado de aspecto hostil, que le dedicó un saludo glacial y un discurso bien ensayado:
-Señor Wall, siéntese, por favor. Desde su punto de vista su presencia aquí constituye una desgracia; desde el nuestro, usted es un huésped al que se debe tratar con cortesía y dignidad. Estamos ansiosos de demostrar el porqué de nuestro prestigio, y tomaremos todas las medidas encaminadas a este propósito. Usted se halla aquí patrocinado por el señor Kokor Hekkus. Solicita la cantidad de un millón seiscientos ochenta y un mil cuatrocientos noventa UCL, y le voy a preguntar ahora cómo piensa usted reunirla.

Jack Vance "La máquina de matar"

viernes, junio 03, 2005

Gersen examinó los formularios y seleccionó un alojamiento de clase B, lo que le permitiría utilizar las actividades recreativas de la institución y encontrar un poco de intimidad. En su momento, fue trasladado a su apartamento, que le pareció bastante confortable. Se bañó, se vistió con ropas limpias que le habían proporcionado, se acostó sobre la cama y consideró las posibilidades futuras. Primero, era necesario que se liberara de la depresión y el sentimiento de culpabilidad que le angustiaban desde el momento en que la linterna de Seuman Otwal le había deslumbrado. Durante demasiado tiempo se había considerado invulnerable, protegido por el destino... simplemente por la fuerza de sus motivaciones. Quizá era su única superstición: el solipsístico convencimiento de que, uno tras otro, los cinco individuos que habían asolado Monte Agradable morirían a sus manos. Persuadido por su fe, Gersen había reprimido el acto sensato de matar a Seuman Otwal... y había sufrido las consecuencias.
Debía modificar su manera de pensar. Su método de abordar el problema había sido complaciente, doctrinario, didáctico. Se había comportado como si el logro de sus ambiciones estuviera preestablecido, como si poseyera poderes sobrenaturales. Un error garrafal, pensó Gersen. Seuman Otwal le había capturado con ridícula facilidad, con ultrajante sencillez; no tuvo más que arrojarle al interior de una nave con el resto del equipo. Gersen mortificaba su autoestima, jamás había comprendido cuán grande era su vanidad. Muy bien, se dijo: si los elementos básicos de su naturaleza eran la inventiva y el individualismo, ya era hora de poner estos atributos en juego.
Menos enojado (de hecho, algo divertido con su propia seriedad), estudió la situación. Gersen conservaba en su poder el medio millón pagado por Patch -dinero que anteriormente le había facilitado Duschane Audmar- y tal vez unos setenta u ochenta mil de la herencia del abuelo. Su tarifa de rescisión sobrepasaba en un millón de UCL esa cantidad, una suma que se hallaba fuera de su alcance.
Gersen se puso a pensar en Alusz Iphigenia Eperje-Tokay, la chica de Thamber. Su rescate estaba valorado en diez mil millones de UCL, una suma fantástica: ¿cuánto le faltaría a Kokor Hekkus para alcanzarla?
Sonó un gong anunciando la cena. Una atmósfera similar a la de un presidio reinaba en la pieza, intensificada por la soledad de los comensales y la ausencia de conversaciones o bromas entre las mesas. La comida era sintética, de un color desagradable, no demasiado bien preparada ni muy abundante. Incluso Gersen, que no le concedía gran importancia a la comida, la encontró poco apetitosa. Si ésta era la cocina de clase B, trató de imaginarse cómo sería la de clase E. Quizá no muy diferente.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, junio 02, 2005

Un funcionario de Intercambio les dio la bienvenida en un pequeño auditorio.
-Damas y caballeros, nos alegramos de tenerles con nosotros, y confiamoes en que durante su estancia tratarán de descansar, relajarse y divertirse. Las comodidades de Intercambio son las de un sanatorio: permitimos cierto grado de relaciones sociales, hasta el límite que imponen el decoro y la educación. Estimulamos la práctica de sus aficiones particulares y de algunos deportes, como la natación, ajedrez, kalingo y tenis, el uso de instrumentos musicales y la pintura. No se pueden hacer excursiones, patinar, contemplar las aves, correr la maratón o explorar el fascinante territorio de Sasani. Ofrecemos seis clases de alojamiento que van desde la clase AA de superlujo hasta la E, que es sencilla pero de ninguna manera incómoda. La cocina abarca ocho categorías, correspondientes a las principales variedades gastronómicas de los pueblos del Oikumene. Hay un servicio especial con recargo para las personas acostumbradas a dietas más especializadas. Nos place manifestarles que la comida de Intercambio es, si no sabrosa, cuando menos nutritiva.
Nuestras reglas son algo más severas que en otros centros de recreo, y les advierto que subrepticias y solitarias travesías del desierto pueden provocar algunos inconvenientes. En primer lugar, hay numerosos insectos carnívoros. En segundo, es imposible encontrar agua o comida. En tercer lugar, los habitantes autóctonos de Sasani, que abandonan sus madrigueras sólo de noche, son antropófagos. Y finalmente, nos sentimos obligados a proteger los intereses de nuestros clientes, y los individuos que vulneran las reglas (por fortuna escasos) son rápidament privados de todos los privilegios.
Ahora voy a distribuirles unos formularios. Indiquen, por favor, la clase de cocina y alojamiento que desean. Observarán una lista de instrucciones. Léanlas atentamente. El personal a su servicio es educado, aunque algo distante. Gozan de buenos sueldos, de modo que no traten de presionarles con propinas. Contemplamos esta tendencia con suspicacia, e investigamos celosamente los motivos de quienes ofrecen tales estímulos.
Mañana se les permitirá comunicarse con aquellas personas de las que esperan obtener la rescisión de sus honorarios. Eso es todo, muchas gracias.

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, junio 01, 2005

-Es usted un hombre extraño, señor Wall, o comoquiera que se llame. Iba provisto de toda una variedad de armas, como si supiera utilizarlas; supo ocultarse con tanta cautela y paciencia que nosotros, hombres cautelosos y pacientes, no advertimos su presencia; y luego, sin una mirada de reconocimiento, se plantó en medio de la calle como si tal cosa.
-Una decisión lamentable -asintió Gersen.
-El error de partida fue asociarse con Patch (y es inútil negarlo porque estamos informados), cuando resultaba claro que no teníamos la menor intención de pagar la fortaleza a ese engreído. Fue a parar a Intercambio; ahora le toca a usted. Si nos puede devolver cuanto antes nuestro millón seiscientos ochenta y un mil cuatrocientos noventa UCL, el asunto quedará resuelto rápidamente; de lo contrario... me temo que va a emprender un viaje espacial.
-No tengo tanto dinero. Déjeme que le explique las circunstancias...
-No, me es imposible discutir con usted. Tengo mucho que hacer y poco tiempo. Si carece de dinero, debe proceder mediante los canales habituales.
-¿Intercambio? -preguntó Gersen con una sonrisa glacial.
-Intercambio. Le deseo buena suerte, señor Wall, o como se llame. Ha sido un placer hacer negocios con usted.
Seuman Otwal partió, y Gersen no le volvió a ver, ya que al poco rato fue transferido a otra nave, donde se encontró la compañía de tres niños, dos muchachas, tres mujeres y un hombre de mediana edad, posiblemente miembros de varias familias acomodadas del Grupo. Transcurrió un lapso de tiempo indeterminado. Comió y durmió muchas veces, hasta que un día la nave se inmovilizó; se produjo la ya familiar pero incómoda espera mientras las atmósferas se igualaban, y luego los pasajeros fueron conducidos por el suelo de Sasani hasta el autobús que cruzaba el desierto de Intercambio.

Jack Vance "La máquina de matar"