jueves, junio 09, 2005

-¿Dónde podría trabajar sin molestar? Me gustaría hacerlo en algún rincón, para poner un biombo que tapara la luz. Si hubiera algún almacén que no se usara o algo por el estilo...
-Sí, vamos a ver. El viejo estudio de escultura ya no se utiliza; a los huéspedes de hoy en día no les gustan los trabajos serios.
El estudio era de forma octagonal. Las paredes de madera nativa habían sido barnizadas de un marrón turbio. Los ladrillos del suelo eran amarillos, y el techo se elevaba hasta una claraboya por la que penetraba una luz grisácea, casi malva.
-Obstruiré la luz -dijo Gersen-. Por otra parte, la habitación es muy adecuada. Lo que suceda en este viejo estudio no le concierne a nadie más que a usted y a mí. A pesar de que no soy rico, no me hago de rogar y me gusta pagar mis diversiones. -Le extendió un cheque del Banco de Rígel por tres mil UCL-. Esto será suficiente para pagar los artículos solicitados y sus servicios.
-Exactamente. Concederé a su pedido una especial atención y, quién sabe, es posible que mañana ya haya llegado.
Gersen se alejó muy satisfecho. Quizá sus esperanzas se basaban en falsas premisas... pero, por más vueltas que le daba, se sentía seguro.
Necesitaba otro artículo, el más importante de todos, pero no se atrevía a confiar este trabajo a Funian Lubby, excepto como último recurso. Extendió otro cheque, esta vez por veinte mil UCL, y se lo guardó en el bolsillo.
Alusz Iphigenia no apareció esa noche a la hora social, pero a Gersen le trajo sin cuidado. Paseó pacientemente arriba y abajo, observando, esperando, y cuando estaba a punto de marcharse entró Armand Koshiel, que cruzó en diagonal el recinto. Gersen se acercó a él con el mayor disimulo posible.
-Voy a caminar hacia la papelera -le susurró-. Tiraré un trozo de papel. Venga detrás de mí y recójalo. Encontrará un cheque por veinte mil UCL. Consígame un billete del Banco de Rígel de diez mil UCL y guárdese el resto.
Sin esperar respuesta dio media vuelta y deambuló hacia el quiosco. Por el rabillo del ojo observó que Koshiel se encogía de hombros y le pisaba los talones.
Compró una bolsa de dulces en el quiosco. Se detuvo junto a la papelera, tiró a un lado la bolsa, en la que había introducido el cheque, y fue a sentarse en un banco.
La bola de papel parecía grande, blanca y bien visible. Koshiel no tardó en aproximarse al quiosco, intercambiar algunas frases con el dependiente, comprar otra bolsa de dulces y arrojar el papel hacia la papelera. Se agachó, recogió el suyo y el de Gersen, simuló introducir ambos en el cubo y se marchó.
Gersen volvió a su apartamento con los nervios a flor de piel. Su plan empezaba a funcionar. Demasiado optimismo no era conveniente, pero hasta el momento todo funcionaba sin problemas. Un vigilante oculto podría haber visto a Koshiel en el momento de recoger el cheque arrugado; Funian Lubby podía sospechar sus intenciones, o su voluminoso encargo atraer la atención de personas menos amables que Lubby. Aunque... todo iba bien.

Jack Vance "La máquina de matar"