lunes, junio 13, 2005

Comprobó que Lubby seguía atendiendo a los niños. Puso el billete bajo el microscopio y lo examinó para descubrir el secreto de su autenticidad. No descubrió dicha calidad, como tantos otros antes que él. Ahora... el experimento clave, del que dependía el éxito de todo el proyecto. Seleccionó papel de densidad y peso similares a los del billete, y cortó un rectángulo de sus medidas: quince centímetros por seis y un cuarto. Introdujo el papel en el detector de fraudes: la luz de alarma se encendió. Gersen trazó una serie de puntos a lo largo del rectángulo de papel, correspondientes a las raíces cuadradas calculadas. Cogió una regla y trazó una cruz cada dos puntos con el extremo de un clavo (de esta forma pensaba "rizar" y "comprimir" las fibras). Asió el detector de fraudes con dedos temblorosos... La luz roja no se encendió, pero se escuchó un alegre zumbido que proclamaba la autenticidad, el sonido más melodioso que Gersen había escuchado en toda su vida. Gersen fotografió el billete con los números de serie tapados e imprimió doscientas copias con tintas preparadas cuidadosamente. Al día siguiente, con la excusa de exponer amplias zonas de papel fotosensitivo, cerró la puerta con llave. Después preparó una plantilla, alisó los billetes y, mediante una impresora de juguete, grabó nuevos números de serie. Los nuevos billetes no se diferenciaban en nada de los genuinos, aunque tenían otro tacto... pero ¿qué importaba? Engañaron al detector de fraudes.
Mientras cenaba se planteó el problema definitivo: cómo pagar su rescate sin levantar sospechas. Aprovechando la hora social fue al despacho del ordenanza, un hombre con cara de comadreja que lucía el uniforme azul oscuro de Intercambio como si fuera un privilegio. Gersen compuso una expresión compungida.
-Tengo un problema. Me han informado que mañana llega un viejo amigo para pagar el rescate de uno de los huéspedes. ¿Podría echar un vistazo en la oficina cuando el autobús llegue del espaciopuerto?
-Es una petición algo irregular.
-Ya me doy cuenta, pero la política de Intercambio es facilitar el pago de los rescates, y de eso se trata.
-Muy bien. Persónese en este despacho mañana después del desayuno, y solucionaré el problema.
Gersen se fue al recinto, paseó arriba y abajo, y consumió grandes cantidades de vino para calmar sus nervios. Pasó la noche. Sin apenas probar el desayuno se precipitó hacia el despacho del ordenanza, que fingió haber olvidado el asunto. Gersen le explicó de nuevo su caso.
-Ah, muy bien. Supongo que es inútil esperar que todas las rescisiones se tramiten por los cauces correctos.
Acompañó a Gersen a la antesala de recepción. Allí esperó.
El arcaico autobús llegó y descargó ocho pasajeros. Entraron en fila en la recepción.
-¿Bien? -preguntó el ordenanza-. ¿Cuál es su amigo?
-Ese hombre bajo teñido de azul. Hablaré una o dos palabras con él para solucionar lo de mi rescate. -Antes de que el ordenanza abriera la boca, Gersen se metió en la recepción y se aproximó al hombre que había señalado-. Perdone, ¿no es usted Myron Patch, de Patris?
-No, señor. Se confunde de persona.
-Lo siento. -Gersen regresó junto al ordenanza con un sobre-. Todo está solucionado. Me ha traído el dinero. Soy un hombre libre.
El hombre gruñó. Se trataba de un hecho peculiar... pero ¿no formaban parte de la vida los hechos peculiares?
-¿Su amigo vino para rescindir su cuota y la de otra persona?
-Sí. Es miembro del Instituto y no le gusta expresar sus sentimientos.
El ordenanza volvió a gruñir. Todo estaba explicado... al menos, todo parecía explicado.
-Muy bien, si ya tiene el dinero, pague el rescate. Avisaré al empleado, puesto que el proceso ha sido algo irregular.
Cuando el autobús se fue de Intercambio, Gersen viajaba a bordo. Alquiló un coche aéreo en Nichae para ir a Sagbad.

Jack Vance "La máquina de matar"