miércoles, junio 01, 2005

-Es usted un hombre extraño, señor Wall, o comoquiera que se llame. Iba provisto de toda una variedad de armas, como si supiera utilizarlas; supo ocultarse con tanta cautela y paciencia que nosotros, hombres cautelosos y pacientes, no advertimos su presencia; y luego, sin una mirada de reconocimiento, se plantó en medio de la calle como si tal cosa.
-Una decisión lamentable -asintió Gersen.
-El error de partida fue asociarse con Patch (y es inútil negarlo porque estamos informados), cuando resultaba claro que no teníamos la menor intención de pagar la fortaleza a ese engreído. Fue a parar a Intercambio; ahora le toca a usted. Si nos puede devolver cuanto antes nuestro millón seiscientos ochenta y un mil cuatrocientos noventa UCL, el asunto quedará resuelto rápidamente; de lo contrario... me temo que va a emprender un viaje espacial.
-No tengo tanto dinero. Déjeme que le explique las circunstancias...
-No, me es imposible discutir con usted. Tengo mucho que hacer y poco tiempo. Si carece de dinero, debe proceder mediante los canales habituales.
-¿Intercambio? -preguntó Gersen con una sonrisa glacial.
-Intercambio. Le deseo buena suerte, señor Wall, o como se llame. Ha sido un placer hacer negocios con usted.
Seuman Otwal partió, y Gersen no le volvió a ver, ya que al poco rato fue transferido a otra nave, donde se encontró la compañía de tres niños, dos muchachas, tres mujeres y un hombre de mediana edad, posiblemente miembros de varias familias acomodadas del Grupo. Transcurrió un lapso de tiempo indeterminado. Comió y durmió muchas veces, hasta que un día la nave se inmovilizó; se produjo la ya familiar pero incómoda espera mientras las atmósferas se igualaban, y luego los pasajeros fueron conducidos por el suelo de Sasani hasta el autobús que cruzaba el desierto de Intercambio.

Jack Vance "La máquina de matar"