sábado, octubre 30, 2004

Gersen dirigió la lente hacia un picacho en la demarcación existente entre la luz y la sombra; el objeto no parecía moverse ni alterar su posición con respecto a la línea de sombras: aparentemente aquel mundo presentaba la misma cara a su compañero, al igual que el planeta Mercurio en relación al Sol. En tal caso, el refugio de Dasce tendría que hallarse en la superficie iluminada cerca del ecuador, directamente bajo el sol. Escudriñó con minuciosidad toda la región, bajo la máxima magnificación del aparato. El área era muy extensa, existían en ella una docena de cráteres de volcanes, grandes y pequeños.
Gersen anduvo buscando durante casi una hora. Warweave, Kelle y Detteras le observaban con los más diversos grados de impaciencia y sardónico disgusto. Una formación de carácter singular atrajo su atención: una meseta cuadrada con cinco montañas en forma radial al igual que los dedos de una mano. La frase del imp de Melnoy Heights le vino instantáneamente a la mente: Thumbnail Gulch (la quebrada del dedo pulgar).
Gersen inspeccionó la zona correspondiente al dedo pulgar de aquella formación orográfica en forma de mano con el máximo aumento de las lentes del macroscopio. En efecto, allí se observaba un pequeño cráter, que parecía mostrar un color ligeramente distinto y una estructura diferente a los demás. Mirándolo con detenimiento se observaba un ligero resplandor y la mota blanqueada de algo extraño a aquel mundo muerto. Gersen redujo el aumento de las lentes y estudió al terreno circundante. Aunque Dasce no pudiese detectar la aproximación de una nave a distancias planetarias, el radar podría avisarle de espacionaves que estuviesen próximas a tomar tierra en sus cercanías. Hizo descender la espacionave en dirección a otro extremo alejado del lugar en cuestión y lentamente, oculto tras el horizonte para tomar tierra tras la meseta que formaba la palma de aquella mano, lo que podría proporcionarle la ocasión de sorprender a su enemigo.

Jack Vance "El rey estelar"

viernes, octubre 29, 2004

-¿El exceso de gravitación no será un grave inconveniente? ?preguntó Kelle.
-Lo sabremos enseguida.
Warweave se volvió y centró su atención en la enana roja. Su oscura compañera se había hecho ya visible: un gran disco marrón grisáceo de tres veces el diámetro de Alphanor, moteado y reticulado en negro y pardo. Gersen estuvo encantado al descubrir grandes espacios ricos en detritus y la pantalla de radar indicó docenas de minúsculos planetoides y pequeñas lunas en órbita alrededor de cada estrella. Así pudo aproximarse a la estrella extinta sin temor a ser detectado. Un momentáneo cambio en el interfisionador frenó la espacionave, y otro posterior la llevó a un estado de suave descenso a un cuarto de millón de millas sobre la enorme masa que en aquellos momentos tenían bajo la espacionave.
La superficie era opaca y sin relieves, con vastas áreas cubiertas por lo que parecían ser enormes océanos de polvo de color chocolate. La silueta se destacaba con nitidez contra la negrura del espacio cósmico, revelando un leve rastro de atmósfera aún latente. Gersen consultó el microscopio y escudriñó la superficie. Se le apareció la topografía en perspectiva, aunque el terreno resultaba difícil de observar en detalle. La superficie estaba sembrada de cadenas de volcanes con un espantoso revoltijo de hendeduras y enormes grietas, y como contraste un número considerable de antiguas erupciones plutónicas y cientos de volcanes, unos en actividad y muchos otros apagados o inactivos.

Jack Vance "El rey estelar"

jueves, octubre 28, 2004

Detteras habló el primero con voz helada por la rabia.
-¿Por qué no me contó sus planes antes de salir? Usted insistió en la urgencia de despegar, obligándome a posponer nuestros compromisos y causarnos muchos inconvenientes.
-Es cierto que debe tener algún motivo para estar resentido ?repuso Gersen con la mayor calma-; pero puesto que mi propio tiempo también está limitado, pensé que lo mejor sería combinar ambos planes. Con un poco de suerte, este asunto no llevará mucho tiempo y continuaremos nuestro camino sin otra demora. Primero, llevaré la nave lo bastante cerca de la superficie para inspeccionarla bien; pero de forma que evite la detección por radar. Si mis teorías son correctas y localizo el escondite de Dasce, iré al extremo más alejado del planeta y tomaré tierra a ras del suelo tan cerca de ese criminal como sea posible. Entonces tomaré el pequeño aparato volador auxiliar y haré lo que tenga que hacer. Ustedes sólo tienen que esperar mi regreso y luego continuaremos hacia el planeta de Teehalt. Sé que puedo contar con su cooperación; porque, por supuesto, me llevaré el archivo del monitor y lo esconderé en alguna parte antes de encararme con Hildemar Dasce. Como es lógico, voy a necesitar las armas que se hallan en el armario, y no veo que haya objeciones por parte de ustedes.
Ninguno habló. Gersen, mirando de uno a otro, estudió más intensamente que nunca a su sospechoso, divertido por dentro. Malagate debería hallarse frente a un espantoso dilema. Si se interfería y avisaba de algún modo a Dasce, Gersen podría ser asesinado y sus esperanzas de adquirir el mundo de Teehalt reducidas a cenizas.

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miércoles, octubre 27, 2004

En el interior de la espacionave, los cuatro hombres trataron de acomodarse a la situación. Kelle y Warweave continuaron una tranquila conversación. Denteras miraba fijamente al vacío infinito del espacio cuajado de estrellas.
Las horas pasaron monótonas e iguales y se estableció una rutina propia de los viajes espaciales. Gersen buscó la ocasión propicia y dejó suelto en el espacio el cuerpo de Suthiro. La nave se deslizaba sin esfuerzo alguno entre las estrellas a una velocidad fabulosa, por medios vagamente comprendidos por los mismos hombres que la controlaban.
El límite de la civilización humana y de la ley llegaba a su fin; en cualquier instante la nave atravesaría la frontera de Más Allá y continuaría su vuelo hacia las lejanas y remotas zonas de la Galaxia.
-Debo confesarles que no me he portado con absoluta sinceridad con ustedes tres, caballeros.
Los tres rostros se volvieron hacia Gersen y tres pares de ojos le escrutaron ansiosamente.
-¿Qué quiere usted decir? ?estalló Denteras.
-No se trata de una cuestión demasiado seria. Me he sentido impulsado a apartarme un poco de nuestro objetivo principal. Pero en breve continuaremos en busca de nuestros problemas originales. ?Levantó la mano al advertir que Denteras se disponía a interrumpirle-. No vale el amonestarme ahora, puesto que la situación es irreversible.
Warweave habló con voz glacial.
-¿De qué situación habla usted?
-Me alegraré de explicarla, y espero que estén conformes. Primero y ante todo, parece ser que me he convertido en enemigo mortal de un criminal bien conocido. Se llama Attel Malagate. ?Y Gersen miró el rostro de sus compañeros cuidadosamente, uno por uno-. Sin duda habrán oído hablar de él, es uno de los Príncipes Demonio. El día antes de partir, uno de sus lugartenientes, un repelente criminal llamado Hildemar Dasce, raptó a una joven por la que da la casualidad me encuentro muy interesado, y la ha llevado por la fuerza a su mundo privado. Me siento obligado hacia esa joven, porque está sufriendo por algo en lo que no tiene culpa alguna, todo reside en el deseo de Malagate de intimidarme o castigarme a su estilo. Creo haber localizado el planeta de ese Dasce y he planeado rescatar a esa joven. Espero su cooperación, señores míos.

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martes, octubre 26, 2004


the star king Posted by Hello
A las siete menos diez, Kelle, Warweave y Detteras aparecieron en el espaciopuerto, vistiendo el atuendo de los hombres del espacio y con la piel del rostro teñida de azul oscuro, tono que desde un principio y según creencia popular arraigada protegía al organismo humano de ciertas radiaciones misteriosas procedentes del fisionador Jarnell y cuyo uso se había hecho ya cosa normal en todos los viajeros espaciales. Se detuvieron en mitad del vestíbulo de la terminal, buscaron a Gersen con la mirada y al verle se le aproximaron.
Gersen les observó con una agria sonrisa.
-Bien, caballeros, parece que todos estemos dispuestos. Agradezco a ustedes su puntualidad.
Detteras hizo el primer intento para tomar el mando de la situación.
-Tengo mis dudas. Yo no tengo nada contra el señor Gersen... pero supongamos que nos lleva a un planeta donde tenga cómplices esperando, que puedan capturarnos y mantenernos detenidos para solicitar un rescate. Crímenes de ese tipo han ocurrido con frecuencia...
Gersen soltó una carcajada.
-Si usted considera eso como un peligro real, puede quedarse en Avente ahora mismo. No me preocupa que cualquiera de ustedes se vaya o se quede.
Detteras se dirigió hacia el panel general de control de la espacionave y pulsó un botón. Se encendieron una serie de luces verdes.
-Todo dispuesto -dijo-. Tanques llenos de combustible. Maquinaria en orden.
El navío espacial llegó al terreno de lanzamiento, la grúa desconectó su dispositivo de arrastre y se apartó. El grupo se acomodó en sus butacas de partida: Detteras oprimió el botón de arranque automático. Se oyó el tronar de los reactores, el tirón constante de la aceleración y Alphanor quedó abandonado en la distancia.

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"

lunes, octubre 25, 2004

Con renovada prisa Gersen condujo su máquina hacia las avenidas exteriores, cruzó Sailmaker Beach y se dirigió hacia el centro de Avente. Buscó el Servicio Consultivo Técnico Universal y se entrevistó con un operador.
-Resuélvame este problema, por favor. Una espacionave deja el planeta Nueva Esperanza, viene directamente hacia aquí, a Avente, llegando diez días más tarde. Deseo una lista completa de todas las estrellas enanas rojas que ese navío espacial pudo haber visitado.
El operador meditó la respuesta.
-Existe una formación elipsoidal con el foco en Nueva Esperanza y Alphanor. Hay que tener en cuenta las aceleraciones y deceleraciones, los probables períodos de aproximación y aterrizaje. Habrá un lugar de la más alta probabilidad y áreas en que disminuya tal probabilidad.
-Coloque el problema de forma que la computadora electrónica catalogue estas estrellas en orden de probabilidad.
-¿Hasta qué limite?
-Pues... una probabilidad entre cincuenta. Inclya también las constantes de esas estrellas tal y como están catalogadas en la Agenda.
-Muy bien, señor. Los honorarios son veinticinco UCL.
Gersen pagó el importe señalado y el operador trasladó el problema con las palabras apropiadas, hablando por un micrófono. Treinta segundos más tarde una hoja de papel cayó sobre una bandeja metálica. El operador la firmó, puso el sello del Centro y la entregó sin más palabras a Gersen.
En el resultado de la computadora había catalogadas cuarenta y tres estrellas. Gersen comparó la lista con la Agenda de Hildemar Dasce. Una simple estrella coincidía en ambas listas. Gersen frunció el entrecejo, confuso. La estrella era miembro de un sistema binario, sin planetas. La pareja era... ¡Naturalmente! Una repentina chispa de luz aclaró el pensamiento de Gersen. ¿Cómo podrían existir volcanes en la compañera de una estrella enana roja? El mundo de Dasce no era un planeta, sino una estrella apagada, con una superficie muerta, aunque tal vez desprendiera aún algo de calor. Gersen había estudiado tales casos en su juventud en las clases de Astronomía. Solían ser demasiado densas en su masa; pero si una pequeña estrella, en el curso de dos o tres mil millones de años, conseguía expeler hacia su superficie suficiente detritus como para formar una coraza espesa de materiales ligeros, la gravedad de la superficie podía muy bien reducirse a un nivel tolerable.

Jack Vance "El rey estelar"

domingo, octubre 24, 2004

-¿Cuánto tiempo hace que vive aquí?
-Ah... muchos años.
-¿Le conoce bien, pues?
-Sí, muy bien. ¿Quién es el que bebe con él cuando la gente le vuelve la cara al otro lado como si estuviese podrido? Yo. Bebo con frecuencia en su compañía. No está bien despreciarle, y yo soy un hombre compasivo...
-¿Habló alguna vez de un mundo secreto en que tuviese un escondite?
-Una y otra vez. Él le llama el Thumbnail Gulch..
-¿Qué más ha dicho sobre ese mundo?
-La estrella es roja como la sangre, y apenas si da algún calor.
-¿Y dónde se halla ese mundo?
-En eso es donde se muestra más reservado. Ni una palabra sobre el particular. Muchas veces he imaginado sino será una fantasía de ese pobre señor Spock el permanecer en un mundo tan solitario, donde no tenga amigos...
-¿Y nunca se ha sentido inclinado a confiar en usted?
-Nunca.
-Piense. ¿Qué ha dicho Spock con relación a ese mundo?
-Pues que ese mundo es más grande que el sol que lo alumbra. Sorprendente, ¿no?
-Si el sol es una estrella enana roja, no es demasiado sorprendente.
-Volcanes. Hay volcanes en actividad en ese planeta.
-¿Volcanes? Es curioso. El planeta de una enana roja no debería tener volcanes. Es demasiado singular.
-Antiguos o no, los volcanes existen. El señor Spock vive en un volcán apagado y dice ver una línea de volcanes humeando a lo largo del horizonte. El señor Spock acababa de volver de un viaje a Más Allá, de un planeta llamado Nueva Esperanza. ¿Lo conoce usted?
-No estuve nunca allí.
-Ni yo tampoco, y eso que he viajado lo mío...
Gersen lanzó un último vistazo a la casa, bajo la inquisitiva mirada del imp y se marchó, ignorando la repentina demanda del imp acerca de los daños producidos en la ventana.

Jack Vance "El rey estelar"

sábado, octubre 23, 2004

-Ése es uno de sus más apreciados volúmenes. Supongo que no querrá que sus manos se posen sobre él. Mejor será que vaya a avisar a la policía.
-¡Venga aquí! -exclamó Gersen-. Veamos, ¿quién es usted?
-El que va a echarle de aquí ahora mismo. Además, tenga en cuenta que ésta es mi tierra, mi casa y mi propiedad. El señor Spock es mi inquilino. Comprenderá que no voy a permitir que cualquier ratero venga a meter las narices y a revolverlo todo...
-El señor Spock es un criminal.
-De serlo demuestra que nada tiene que ver con los ladrones.
-Yo no soy ningún ladrón -respondió Gersen con aplomo-. La PCI está sobre la vista de su inquilino.
El imp inclinó su cabezota hacia adelante.
-¿Es usted quizá de la PCI? Muéstreme su placa.
Con la idea de que un imp no reconocería la placa de un agente de la Policía Coordinada Interplanetaria aunque la tuviera ante sus ojos, Gersen exhibió con parsimonia una placa metálica con su fotografía bajo una estrella de oro de siete puntas. Se la puso a la altura de la frente y brilló a la luz con un resplandor que impresionó vivamente al imp.

Jack Vance "El rey estelar"

jueves, octubre 21, 2004

Se dirigió hacia la librería y tomó en sus manos la Agenda Estelar. Gersen sostuvo el libro por las dos cubiertas y lo colgó en el aire sacudiéndolo. En uno de aquellos movimientos, el libro se abrió y mostró una señal de separación. Existían veintitrés estrellas enanas rojas catalogadas.
Se abrió la puerta principal y Gersen se volvió rápidamente. En el umbral apareció un hombre de mediana edad,no más alto de estatura que un muchacho de diez años. De cabeza redondeada, sus ojos parpadearon de asombro y se clavaron en el intruso. Las facciones eran desproporcionadas a su estatura, con unas largas orejas en punta y una boca protuberante: un highland imp, de las Tierras Altas de Krokinole, una de las razas más especializadas del Grupo de Rígel.
Se adelantó sin demostrar el menor temor:
-¿Quién es usted? Ésta es la casa del señor Spock. Con que olfateando sus cosas, ¿eh? Vaya, un ratero, supongo.

Jack Vance "El rey estelar"

miércoles, octubre 20, 2004

La mesa era extremadamente hermosa. Fabricada de madera preciosa, se hallaba tallada a los lados con animales fantásticos y serpientes aladas en una jungla. La superficie era una exquisita planca pulimentada formada por ópalos. Gersen rebuscó los cajones. Estaban faltos de cualquier información precisa, de hecho, completamente vacíos. Gersen sintió que una fría desesperación invadía todo su ser. Miró su reloj. Dentro de cuatro horas tendría que reunirse con los tres prohombres de la Universidad en el espaciopuerto. Se mantuvo en el centro de la habitación haciendo un detenido escrutinio de cada objeto que le rodeaba. En alguna parte debería existir algún eslabón que indicara la pista del planeta de Dasce, pero ¿cómo reconocerlo?

Jack Vance "El rey estelar"

martes, octubre 19, 2004

"Para alguien muy especial:

En un lugar donde piensas que todo es obscuridad y tranquilidad existen un sinfín de cosas desconocidas e inexplicables. Cuando las estrellas hacen su aparición la luna resplandeciente, enorme e imponente nos muestra su presencia, surje una danza de la diosa de la verdad, que transmite a otras generaciones e invita a danzar junto con ella el himno más hermoso que jamás hayas podido escuchar, entre ruinas y ruidos de caracoles de mar aparece él deleitándonos con sus movimientos firmes y llenos de energía que deja a la diosa quieta como una estrella más. Pero destellando su hermosura, la danza invita a danzar enmedio de esa gran obscuridad donde las estrellas expectantes y la luna son testigos de esa gran luz roja, que los llena de alegría y gustosas las demás diosas de ese universo al compás de tambores y trompetas nos invitan a llenarnos de gozo.

Sinceramente una gran amiga y compañera que recordará siempre estos bellos momentos que estarán por siempre en mi corazón y ni el tiempo y la gran distancia los borrarán."


Gabriela Jiménez Martínez

Ensenada, Baja California, 16 de octubre de 2004.

domingo, octubre 17, 2004

Luces y sombras.
Blanco y negro.
Movimiento.
Las cajas de los cien tesoros.
Estrellas.
Una luna amarilla.
Movimiento.
Un reptil de oro se desliza en la penumbra de la floresta.
Un árbol aguarda la llovizna matutina.
Los ancianos acariciarán su tronco al pasar junto a él en la mañana.
Los espíritus de cien generaciones anamitas se aprestan a danzar, libres ya de la costumbre del sueño y el despertar, del frío y el calor.
Luces y sombras.
Soledad en un jardín lleno de vida.


Rhein

Ensenada, Baja California, 15 de octubre de 2004.

martes, octubre 12, 2004

Allí se advertía una con Dasce en primer plano, de tal forma que se distinguían hasta los poros de su piel, el rajado cartílago de la nariz y sus ojos sin párpados. En otra se le veía con el traje de luchador de la llama deBernal, fantástico atuendo con placas barnizadas, cuernos y capirote, como un fantástico ciervo volante. En otra fotografía aparecía Dasce en un palanquín de bejucos amarillos, cubierto con seda de nísperos y llevado a hombros por seis doncellas de cabellos negros. En el ángulo se observaba una colección de fotografías de un hombre que no era Hildemar. Aparentemente debían de haber sido tomadas en diversas épocas de su vida y mucho tiempo atrás. La primera mostraba el rostro de un hombre de unos treinta años, de constitución fuerte, confiado, con cara de bulldog, sereno y casi con aire complaciente. La cara había cambiado alarmantemente en la segunda de las fotos de la serie. Las mejillas estaban hundidas, los ojos brillaban desde sus cuencas y las sienes mostraban su nervadura en un revoltijo. En cada una de las siguientes el rostro aparecía más y más macilento. Gersen se fijó en un paquete de libros de una pornografía de naturaleza obscena e infantil, otros de manuales de armas, un índice de los venenos sarkoy, una última edición del Manual de los planetas, un índice de la biblioteca de microlibros de Dasce y una Agenda Estelar.

Jack Vance "El rey estelar"

lunes, octubre 11, 2004

Siguiendo por un pequeño camino sin pavimentar, Gersen dio la vuelta a una ladera rocosa de la colina. Al final del camino encontró una casa de campo aislada y rectangular, sólida y funcional. Se aproximó con cuidado, aunque se presentía la indefinible sensación de hallarse vacía. Anduvo fisgando un poco a través de las ventanas, sin detectar nada de interés. Tras una rápida mirada a derecha e izquierda, abrió de un golpe una de las ventanas y cuidadosamente, previendo que Hildemar tuviese alguna trampa dispuesta, saltó al interior.
La casa era fuerte. Se intuía la influencia de Hildemar y se apreciaba en la atmósfera un olor acre y una sutil impresión de pomposidad, fanfarronería, rudeza y fuerza. Tenía cuatro habitaciones, destinadas a las funciones corrientes de una casa de tal tipo. Gersen realizó una rápida inspección de todo su interior, y después concentró su atención en la sala de estar. El techo estaba pintado de amarillo pálido y el suelo cubierto con una alfombra de fibra amarillo verdosa, y las paredes formadas por paneles de madera de diversos colores a tono con los restantes. En un extremo, Dasce tenía instalada una mesa de despacho y una pesada silla de madera tallada caprichosamente. La pared próxima a la mesa estaba sembrada de fotografías. Era Hildemar Dasce en todas las poses y en las más variadas épocas y situaciones.

Jack Vance "El rey estelar"

domingo, octubre 10, 2004

Cerca de la estación, Gersen alquiló un escúter volador giroscópicamente equilibrado, de cabina transparente. Con sus dos UCL depositados en la ranura el aparato le prestaría servicio por dos horas. Saltando a bordo se dirigió hacia el norte a través de las ruidosas calles de Sailmaker Beach.
El distrito residencial tenía un aspecto característico y úncio. Avente, una ciudad cosmopolita y agradable, era casi indistinguible de cincuenta ciudades distintas del Oikumene. Sailmaker Beach parecía un caso único en el universo conocido. Sus edificios eran de baja construcción, rodeados de muros espesos, construidos en su mayor parte de cemento prensado, pintados de blanco o colores claros desvaídos, que en la ardiente luz de Rígel resultaban detonantes, ya que incluso los colores pastel parecían intensos. Por alguna razón el lavanda y el azul pálido, mezclados con el blanco, eran los tintes más corrientes para los edificios. El distrito se hallaba habitado por individuos de nacionalidades distintas al mundo de Alphanor, formando cada una un enclave especial, con sus comercios, restaurantes y diversiones. Aunque separados por el origen, hábitos y fisonomía, los habitantes del distrito eran uniformemente volubles, sospechosos y extraños, desdeñosos de los forasteros y de cada grupo. Se ganaban la vida con el turismo, o trabajando en labores domésticas, o con pequeños negocios: animadores de lugares nocturnos de diversión, músicos y otras actividades en las innumerables tabernas, salas de fiesta, burdeles y restaurantes.
Al norte, se hallaba en una altura Melnoy Heights, donde la arquitectura cambiaba en edificios altos y estrechos, como una prolongación del gótico, cada uno pareciendo surgir de los muros del otro. Allí era donde Hildemar Dasce tenía su alojamiento. Tan metódico, como apresurado, Gersen comenzó a buscar la información precisa para localizar su residencia.

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"

jueves, octubre 07, 2004

Gersen registró el cadáver. En el bolsillo le encontró una cantidad de dinero que se guardó en el suyo. Había, además, un verdadero arsenal de venenos mortales, que Gersen examinó; pero siéndole desconocida la nomenclatura usada por Suthiro, lo descartó a un lado. Llevaba un dispositivo no más grande que un dedo pulgar, diseñado para disparar agujas envenenadas con venenos o virus con aire comprimido. Así, un hombre podría ser infectado fácilmente desde una distancia de cincuenta pies, sin sentir más que un leve pinchazo. Suthiro disponía también de un proyector como el suyo, tres estiletes, un paquete de comprimidos y otro de caramelos en forma de rombo, todos ellos mortales de necesidad sin duda alguna.
Depositó las armas en el bolsillo de Suthiro y lo arrastró hacia la compuerta eyectora de la espacionave, que engulló el cuerpo, volviendo a cerrarse automática y herméticamente. Una vez en el espacio, bastaría presionar un botón y el cuerpo de Suthiro el sarkoy desaparecería en la eternidad.
Después se dirigió a inspeccionar lo que el envenenador, momentos antes de morir, había estado manipulando junto a una vitrina. Bajo ella encontró una palanca que controlaba un juego de cables que conducían a un relé escondido, que a su vez activaba las válvulas de cuatro pequeños depósitos de gas en diversos lugares secretos de la cabina. ¿Un gas letal o un anestésico? Gersen despegó uno de los depósitos y halló una etiqueta escrita con la letra del sarkoy y que decía: "Narcoléptico instantáneo Tironvirastaro", "Inductor de sueño profundo con mínimo remanente residual". Parecía que Malagate, no menos metódico que Gersen, estaba tomando sus propias precauciones.
Gersen cogió los cuatro depósitos, se dirigió a su escotila, vació su contenido y volvió a colocarlos en sus lugares correspondientes. Dejó la palanquita en su lugar, pero con su función cambiada.
Terminado aquello, Gersen sacó su propio dispositivo: un reloj que había comprado en los almacenes de Avente, y una bomba del armamento preparado. Tras un momento de reflexión, montó la bomba de relojería y la aseguró en el hueco de los reactores de la nave, donde pudiera hacer el máximo daño en caso de necesidad. Miró su reloj: la una de la tarde. El tiempo apremiaba. Todavía tenía muchas cosas que hacer. Salió de la espacionave y volvió a la terminal donde tomó el tren subterráneo para la Playa de Sailmaker Beach.

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miércoles, octubre 06, 2004

-¿Qué estabas haciendo aquí en la nave?
Suthiro se miró la mano con curiosidad y después se frotó el pecho.
-Siento cómo se mueve. -Y miró a Gersen-. Bien, pues, ya que quieres ver mi muerte, observa. -Se llevó las manos al cuello con los nudillos convulsos. Los ojos marrones del envenenador le miraban fijamente-. Dentro de treinta segundos habré terminado.
-¿Quién más pudo saber algo del planeta de Dasce? ¿Tenía amigos?
-¿Amigos?
Y Suthiro, incluso en sus últimos instantes de vida, parecía burlarse.
-¿Dónde se hospeda en Avente?
-Al norte de Sailmaker Beach. En una vieja cabaña, en Mellnoy Heights.
-¿Quién es Malagate? ¿Cuál es su nombre?
Suthiro susurró con voz apagada.
-Un Rey Estelar no tiene nombre.
-¿Qué nombre ha usado en Alphanor? ¡Vamos, pronto!
-Me has matado. Dasce fracasará, que Malagate te mate a ti.
Los párpados se le cerraron poco a poco, sufrió violentos espasmos y su cuerpo se extendió yerto, sin vida.
Gersen miró el cuerpo muerto del sarkoy. Paseó a su alrededor estudiándolo detenidamente. El sarkoy había sido traidor y vengativo. Con el pie intentó darle la vuelta. Rápido como una serpiente el brazo describió un arco en el espacio con sus uñas envenenadas dispuestas a matar. Gersen se hizo atrás instantáneamente, disparándole una segunda carga. Esta vez el sarkoy murió.

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martes, octubre 05, 2004

-Pero... ¿por qué tuvo que hacerme esto a mí?
-Te merecías un final así.
Suthiro se abalanzó sobre él como un leopardo furioso. El proyector desintegrante de Gersen dejó escapar una descarga de energía blancoazulada. Suthiro cayó fulminado contra la cubierta, todavía mirando fijamente a gersen.
-Godogma te llama. Ahora tienes que decir la verdad. ¿Dónde está el planeta?
-En Más Allá. Ese mundo no tiene aire. -Y Suthiro comenzó a recogerse sobre sí mismo-. La piel ya me está hormigueando...
-¿Qué es lo que ha dicho de ese mundo? ¿Habló de él?
-No sé... Dasce es un cochino fanfarrón. Su mundo es duro y temible. Sólo un hombre como él pudo haberlo dominado. Vive en el cráter de un volcán apagado...
-¿Y qué estrella le da luz?
Suthiro se miró la mano con curiosidad.
-Es un mundo oscuro. Sí. Tiene que ser un sol rojo. Preguntaron a Dasce sobre su superficie y cómo era... en una taberna. ¿Por qué se pintaba siempre de rojo? Para igualar al sol -dijo Dasce.
-Una estrella enana roja -susurró Gersen.
-Así debe de ser...
-¡Piensa! ¿Qué más? ¿En qué dirección? ¿En qué constelación? ¿En qué sector galáctico?
-No dijo nada. Ahora... ya no tiene interés para mí. Pienso sólo en mi Dios, en Godogma. Vete, para que pueda acabar de matarme decentemente.
Gersen miró a aquel monstruo acurrucado en el suelo sin ninguna emoción.

Jack Vance "El rey estelar"

lunes, octubre 04, 2004

Gersen se deslizó sin hacer ruido en el interior de la cabina, apuntando con su proyector el cuerpo del temible envenenador sarkoy.
-Scop Suthiro -dijo-, es un placer que no me esperaba.
Los ojos de perro de Suthiro se abrieron atónitos, parpadeando de sorpresa.
-Estaba esperando que viniese.
-Vaya, ¿y puede saberse para qué?
-Deseaba continuar la discusión de la noche anterior.
-Estábamos hablando de Godogma, el paseante de largas piernas, que lleva ruedas en los pies. Es una cosa hecha, ya que ha pasado sobre el sendero de tu vida y nunca volverás a vagar con tu carromato por las estepas de Gorobundur.
Suthiro se quedó mirando fijamente a Gersen, estirado y receloso.
-¿Qué le ha ocurrido a la chica? -preguntó Gersen controlando la voz.
Suthiro reflexionó y trató de dar la respuesta más inocente.
-Se la llevó Hildemar Dasce.
-Sí, claro, con tu complicidad. ¿Y dónde se encuentra ahora?
Suthiro se encogió de hombros.
-Hildemar había ordenado matarla. Vaya, no sé por qué... Me dijo muy poca cosa. Dasce no la matará. No, hasta que sepa lo que quiere saber y haga de ella un total uso a su capricho. Es un khet.
Suthiro dejó escapar tal epíteto, una metáfora que ligaba a Dasce con la fecunda y obscena mentalidad de un sarkoy.
-¿Ha salido de Alphanor?
-Oh, sí -respondió Suthiro ante la ingenuidad de Gersen-. Probablemente habrá ido a su pequeño planeta.
Suthiro hizo un gesto de malestar que le aproximó algunas pulgadas a Gersen.
-¿Dónde está ese planeta?
-¡Ja! ¿Supone usted que me lo iba a decir a mi? ¿O a cualquier otro?
-En tal caso... pero necesito obligarte a quedarte atrás.
-¡Puaf! -murmuró Suthiro con una infantil sonrisa de petulancia-. Puedo envenenarle a usted en el momento que desee.
Gersen dejó correr una débil sonrisa a través de sus labios.
-Yo ya te he envenenado a ti.
Suthiro levantó las cejas.
-¿Cuándo? Usted nunca se aproximó a mí.
-Sí. La pasada noche. Mira el dorso de tu mano derecha.
Suthiro miró fijamente con horror la señal roja.

Jack Vance "El rey estelar"

domingo, octubre 03, 2004

Gersen caminó a través de la gran explanada del espaciopuerto. Al llegar a la línea de las astronaves, inspeccionó atentamente la de la Universidad. Se distinguía ostensiblemente de las demás por la pintura, los colores exteriores y el emblema en el morro. Trató de hurgar en su mente dónde la había visto antes. ¿Dónde? Sí, en el planeta Smade, en el espaciopuerto situado entre las montañas del Refugio. Era la nave que había usado el Rey Estelar.
La sombra de un hombre pasó a través de una de las claraboyas de observación. Cuando desapareció de su vista, Gersen cruzó el espacio existente entre las dos naves. Con precaución, intentó entras por la escotilla de acceso. Estaba entreabierta. Entró en el espacio de transición y curioseó a través del panel del salón principal de la nave. Suthiro el sarkoy maniobraba con algo que parecía estar adherido a una vitrina.
En el interior de Gersen se desató una feroz alegría, la peculiar excitación de un odio incontenible que llegó a trastornarle completamente por unos instantes.

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sábado, octubre 02, 2004

Volviendo a Avente, Gersen sopesó el futuro. ¿Frente a qué desafíos tendría que encararse con aquellos tres hombres, uno de los cuáles era Malagate? Sería suicida no prepararse a conciencia: formaba parte del entrenamiento recibido de su abuelo, un hombre metódico, que se había esforzado en disciplinar la innata tendencia de Gersen a improvisar sobre la marcha.
En el hotel, examinó sus cosas, seleccionó algunas, lo empaquetó todo y volvió a revisarlo. Tras tomar todas las precauciones posibles, a fin de evitar la presencia próxima o lejana de algún microespía, se dirigió a la sucursal de la Distribuidora de Servicios Públicos, otra de las monstruosas compañías de utilidad semipública con agencias en todo el Oikumene. En una cabina eligió y consultó entre docenas de catálogos objetos a escoger entre un millón, fabricados por miles de fabricantes. Una vez hecha la elección, pulsó los botones necesarios y se dirigió hacia la caja.
Hubo una espera de tres minutos, mientras que las enormes máquinas seleccionaban y transportaban los artículos adquiridos, hasta aparecer empaquetados en una correa sin fin. Los examinó, pagó su importe y tomó el ferrocarril subterráneo hasta el espaciopuerto. Preguntó dónde estaba el navío espacial de la Universidad a un empleado, que le llevó a una terraza y lo señaló con la mano. Era una gran espacionave, pesada y de gran capacidad. El empleado quiso ser más explícito:
-Mire, señor, ¿ve usted aquella nave ligera en rojo y amarillo? Bien, cuente tres a partir de ella. Primero está el CD dieciséis, después la vieja Parábola, y la tercera es la espacionave en verde y azul de la Universidad, con la gran cúpula de observación. Sale hoy al espacio, ¿eh?
-Sí. A las siete. ¿Cómo lo sabía?
-Un miembro de la tripulación está ya a bordo. Yo mismo le acompañé.

Jack Vance "El rey estelar"

viernes, octubre 01, 2004

-Considero que está usted adoptando una posición de lo más inconveniente, señor Gersen -dijo, al fin, Warweave con voz fría.
-Esto es absurdo -añadió Detteras-. No puedo dejar todos mis asuntos pendientes en cinco minutos.
-Uno de ustedes debería hallarse en condiciones de venir inmediatamente -dijo Gersen esperanzado-. Podemos hacer una inspección preliminar, suficiente para que pueda cobrar mi dinero y continuar mis negocios.
-Hummm -farfulló Detteras.
-Supongo que yo podría salir ahora mismo -dijo Kelle lentamente.
Warweave asintió con la cabeza.
-Mis compromisos, aunque son considerables, pueden también quedar pospuestos.
Detteras hizo un vago gesto con la mano, se volvió a la telepantalla y llamó a su secretaria:
-Cancele todos mis compromisos. Asuntos urgentes me llevan fuera de la ciudad.
-¿Por cuánto tiempo, señor?
-Indefinidamente.
Gersen no cesaba en su escrutadora inspección de los tres hombres. Detteras se mostrabamuy irritado. Kelle consideraba el viaje con una excitación inesperada, mientras que Warweave mantenía un frío despego.
Gersen se dirigió finalmente a la puerta de salida.
-Nos encontraremos en el espaciopuerto. ¿Convenido? A... Digamos, las siete en punto. Llevaré el archivo y uno de ustedes el decodificador.
Los tres asintieron con un gesto y Gersen se marchó.

Jack Vance "El rey estelar"