miércoles, noviembre 30, 2005

Vogel Filschner había vivido con su madre en una casa pequeña y estrecha situada en el límite de Ambeules, junto a un sombrío distrito de almacenes y terminales de transporte. Gersen subió los pomposos peldaños de hierro, tocó el timbre y se colocó frente a la mirilla.
-¿Sí? -dijo una voz de mujer.
-Intento localizar a la señora Hedwig Filschner, que vivió aquí hace muchos años.
-No conozco a nadie con este nombre. Pregunte a Ewane Clodig, el propietario. Yo sólo soy una inquilina.
Ewane Clodig, que Gersen encontró en las oficinas de Propiedades Clodig, consultó sus archivos.
-El nombre me es familiar... No lo encuentro en mi lista... Aquí está. Se mudó hace treinta años.
-¿Tiene su dirección actual?
-No, señor. Sería mucho pedir. Ni siquiera la posterior a su traslado... ¡Ahora me acuerdo! ¿No es la madre de Vogel Filschner, el chico que vendía esclavas?
-Correcto.
-Bien, déjeme que le diga algo. Cuando se supo la noticia, hizo las maletas y desapareció sin dejar rastro.

Jack Vance "El palacio del amor"

lunes, noviembre 28, 2005

Gersen abandonó las dependencias del periódico y bajó a la calle. ¿La gendarmería? Gersen desechó este pensamiento. No era probable que le dijeran más de lo que ya sabía. No era probable que lo hicieran aunque pudieran. Y, por otra parte, Gersen tampoco deseaba provocar la curiosidad de las autoridades.
Gersen comprobó en el plano las direcciones que había apuntado y la del Liceo Philidor Bohus. El Liceo estaba bastante cerca, al final de Lothar Parish. Gersen hizo una seña a un taxi de tres ruedas que le condujo a una de las nueve colinas atravesando un distrito de casitas individuales. El director del Liceo era el doctor Willem Ledinger, un hombre de modales suaves y cuerpo voluminoso, con la piel teñida de color caramelo y un bucle de pelo liso amarillento que rodeaba su cabeza de una forma muy original. Aceptó sin pestañear la explicación de que Gersen trabajaba para Cosmópolis en un reportaje sobre el comportamiento de la juventud.
-Creo que el tema no da para mucho. Nuestros jóvenes son, si me permite la expresión, muy vulgares. Tenemos muchos estudiantes brillantes y un buen montón de zoquetes...
Gersen desvió la conversación hacia los estudiantes del pasao y sus carreras; no le costó mucho mencionar como de pasada el nombre de Vogel Filschner.
-Ah, sí. Hace años que no oigo mencionar su nombre. Es anterior a mi época, por supuesto. Aun así, nos enteramos del escándalo.
-¿Nunca volvió a Ambeules?
-Hubiera sido estúpido de su parte. Tanto como dar señales de vida.
-¿Guardan algún retrato de Vogel Filschner en sus archivos?
El doctor Ledinger admitió a regañadientes que existían fotografías de Vogel Filschner.
-Pero ¿por qué hurgar en asuntos tan desagradables? Es como ir a profanar tumbas.
-¿Conservan algún anuario del año del crimen? ¿O mejor, del año anterior?
El doctor Ledinger miró a Gersen por un momento, con mucho menos simpatía que antes.
-Por supuesto. -Posó las manos sobre el escritorio, dando por terminada la entrevista-. Pero no podemos abrir nuestros archivos confidenciales al primero que llega. Lo siento.
-Gracias, de todos modos.
-No he hecho nada por ayudarle.

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, noviembre 26, 2005

Gersen había vivido mucho tiempo en Amsterdam y paseado a veces por la estación de zona, pero apenas conocía Rolingshaven. Al otro lado del canal se hallaba Ambeules: un distrito de nueve colinas cubiertas de casas y una periferia ocupada por muelles, almacenes, astilleros y marismas de las que se extraían las famosas ostras flamande. Ésta era la ciudad en la que había vivido Viole Falushe (o, más exactamente, Vogel Filschner) y cometido su primer gran crimen.
Examinó los alrededores brumosos y se acercó a una anciana que se encargaba de un puesto de periódicos.
-¿Hay algún hotel bueno por aquí cerca?
-Suba la Hoeblingasse hasta el hotel Rembrandt; no tiene nada que envidiar a los de Ambeules.
Una agradable construcción pasada de moda con paneles de madera negra en las habitaciones. Alquiló una habitación de techos altos que daba sobre el río Gaas. El sol aún estaba alto sobre el horizonte. Gersen tomó un taxi y fue a la alcaldía, pagó una pequeña suma y tuvo acceso a la Guía de la Ciudad. Visitó a continuación las oficinas del Helion de Ambeules, exhibió su carnet del Cosmópolis y accedió a los archivos. Se describía a Vogel Filschner como "un chico proclive a la meditación y a deambular solo por las noches". Su madre, Hedwig Filschner, que trabajaba en un salón de belleza, había declarado con asombro ante la conducta incalificable de su hijo, al que se refería como "un buen chico, aunque algo idealista y melancólico".
Vogel Filschner no tenía amigos íntimos. En el laboratorio de biología había formado equipo con Roman Haenigsen, el campeón de ajedrez del colegio. Un día, a la hora de comer, jugaron una partida. Roman no demostró la menor sorpresa al conocer el crimen de Vogel: "Era un tipo que odiaba perder. Cuando le vencí, se puso furioso y tiró las piezas de un manotazo. He de reconocer que me divirtió jugar con él. No me gusta la gente que se toma el juego con frivolidad".
Vogel Filschner no era un chico frívolo, pensó Gersen.
No había ninguna fotografía de Vogel Filschner.
La cinta finalizó. Algo es algo, se dijo Gersen. Ambeules ignoraba que el auténtico nombre de Viole Falushe era Vogel Filschner. Gersen tecleó el nombre de Viole Falushe para verificarlo, pero una sola referencia despertó su interés: "Viole Falushe ha declarado en varias ocasiones que su lugar de origen era la Tierra. Algunos rumores afirman que Viole Falushe ha sido visto varias veces en Ambeules. Por qué querría alborotar nuestro tranquilo distrito es una pregunta que carece de respuesta, y todos los indicios apuntan a que tales rumores son un burdo engaño".

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, noviembre 25, 2005

El director gerente era un hombre obeso que mantenía apretados los labios en una mueca de preocupación.
-Sí, señor Lucas, la señora Neutra acaba de llamarme. Según tengo entendido, viene recomendado por el nuevo propietario.
-Nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero lo que necesito en este momento es algún tipo de credencial que, en caso necesario, demuestre que soy un empleado de Cosmópolis.
El director gerente habló por el interfono.
-Cuando salga, pase por el departamento 2A y le entregarán su tarjeta. -Se reclinó perezosamente en su silla-. Será usted una especie de reportero ambulante, sin que nadie le pida cuentas. Un empleo estupendo, si me permite expresarle mi opinión. ¿Sobre qué piensa escribir?
-Un poco de todo; lo que salga.
El rostro del director gerente mostró una gran consternación.
-¡No se puede escribir un artículo para Cosmópolis así como así! Programamos con meses de antelación los temas. Utilizamos las encuestas sobre la opinión pública para averiguar los intereses básicos de la gente.
-¿Cómo pueden saber lo que les interesa si no lo han leído? Los nuevos propietarios piensan prescindir de las encuestas.
-¿Y cómo sabremos lo que conviene escribir? -preguntó con tristeza el director gerente.
-Tengo algunas ideas. Por ejemplo, el Instituto nos podría proporcionar material. ¿Cuáles son sus objetivos? ¿Quiénes son los hombres que han alcanzado los grados ciento uno, ciento dos y ciento tres? ¿Qué información ocultan? ¿Qué hay acerca de Tyron Russ y su máquina antigravitatoria? El Instituto ofrece un conocimiento global. Podríamos dedicar una serie completa al Instituto.
-¿No cree usted que es un poco... digamos, denso? ¿Realmente le interesa a la gente este tipo de noticias?
-Al menos debería interesarle.
-Es muy fácil decirlo, pero no es la forma de dirigir una revista. La gente, en realidad, no desea comprender nada; quieren pensar que han aprendido cosas sin necesidad de profundizar. En nuestros artículos "duros" intentamos introducir claves e indicios, con el fin de que puedan hablar de algo en las fiestas. Pero sigamos... ¿qué más ideas tiene?
-He estado pensando en Viole Falushe y el Palacio del Amor. ¿Qué sucede exactamente en ese lugar? ¿Cuál es el auténtico rostro de Viole Falushe? ¿Qué nombre utiliza cuando sale de Más Allá? ¿Quiénes son sus invitados en el Palacio del Amor? ¿Cómo se divierten? ¿Desean regresar?
-Un tópico interesante -admitió el director-. Algo llamativo, quizá. Preferimos apartarnos del sensacionalismo y de, digamos, las facetas desagradables de la realidad. Yo también me he preguntado a menudo sobre el Palacio del Amor. ¿Por qué existe? Por los motivos habituales, supongo. Pero nadie lo sabe con certeza. ¿Qué más?
-Con esto es suficiente por ahora -Gersen se puso en pie-. Voy a trabajar en esta historia.
-Parece que goza de libertad de acción -dijo el director gerente encogiéndose de hombros.

Jack Vance "El Palacio del Amor"

jueves, noviembre 24, 2005

Por la mañana visitó las oficinas de Cosmópolis y solicitó una entrevista con el director de personal. Se trataba de la señora Neutra, una mujer de aspecto quebradizo y cabello negro que exhibía una gran cantidad de joyas grotescas. No mostró la menor inclinación a hablar con Gersen.
-Lo siento, los siento, lo siento. No puedo perder el tiempo con nada o con nadie en este momento. Estoy en un apuro. Todo el mundo está en un apuro. Se ha producido una reorganización. Todos los puestos de trabajo peligran.
-Tal vez debería hablar con el redactor jefe -sugirió Gersen-. Zane Publishing envió una carta que ya tendría que haber llegado.
-¿Quién o qué es Zane Publishing? -preguntó con irritación la directora de personal.
-El nuevo propietario.
-Oh. -La mujer desparramó los papeles sobre el escritorio-. Tal vez sea esto. -Leyó una hoja-. Oh, usted es Henry Lucas.
-Sí.
-Hum... Ya, ya... Contratado como escritor especializado. Justo lo que no necesitamos ahora. Demonios, llene la solicitud y pida hora para pasar los tests psiquiátricos. Si sobrevive, cosa que dudo, preséntese dentro de una semana para su cursillo de orientación.
-No tengo tiempo que perder en estas formalidades. Creo que los nuevos propietarios tampoco las observan con demasiada simpatía.
-Lo siento señor Lucas. Nuestro programa es inflexible.
-¿Qué dice la carta?
-Dice que incluyamos al señor Henry Lucas en la nómina como escritor especializado.
-Pues hágalo.
-Oh, demonios. Si así es cómo van a ir las cosas, ¿para qué quieren un director de personal? ¿Para qué tests psiquiátricos y cursillos de orientación? ¿Por qué no dejar que los conserjes tomen las decisiones?
La mujer cogió una hoja y escribió en rápidos trazos con una vistosa pluma de ave.
-Aquí está. Llévesela al director gerente, que le señalará sus funciones.

Jack Vance "El palacio del amor"

martes, noviembre 22, 2005

Gersen, que vivió nueve años en la Tierra, no dejó de sentir una indefinible excitación mientras colgaba sobre el gigantesco globo, a la espera de que Seguridad Espacial le concediera permiso para aterrizar. Cuando al fin le comunicaron las instrucciones precisas, Gersen descendió hacia el espaciopuerto de Tarn, en la Europa Occidental. Pasó a los controles sanitarios (los más rigurosos del Oikumene), apretó los botones adecuados en la consola del Control de Inmigración y por último recibió la autorización para moverse con libertad.
Se trasladó a Londres en tren y se hospedó en el hotel Royal Oak, a una manzana del Strand. Era primavera; los rayos del sol se filtraban a través del cielo encapotado. El Viejo Londres, impregnado de los efluvios del pasado, resplandecía como una perla gris.
Gersen vestía al estilo de Alphanor, más ajustado en el corte y rico en colorido que el de Londres. Gersen se dirigió a una sastrería de caballeros del Strand, eligió una tela, se quedó en ropa interior y permitió que un cerebro electrónico le tomara las medidas. Al cabo de cinco minutos recibió su nueva vestimenta: pantalones negros, chaqueta marrón oscuro y beige, camisa blanca y corbata negra. Confundido en la multitud, Gersen salió al Strand.
El ocaso apuntaba en el cielo. "Cada planeta tiene su propio ocaso", pensó Gersen. El ocaso de Alphanor, por ejemplo, era azul eléctrico, y poco a poco se difuminaba en el más profundo de los ultramarinos. El ocaso de Sarkovy exhibía un gris sombrío con reflejos leonados. El ocaso de Sabra era del color del oro sucio y rodeaba a los otros planetas del racimo con un halo de colores. El ocaso de la Tierra era como debía ser, suave, grisáceo, relajante, con un principio y un fin... Gersen cenó en un restaurante que tenía una antigüedad de unos setecientos años. Las viejas vigas de roble, oscurecidas por el humo y la cera, se veían tan sólidas como siempre; hacía poco que habían lavado y repintado las paredes de yeso, un proceso que se repetía cada cien años aproximadamente. Había visitado Londres un par de veces en compañía de su abuelo, aunque pasaban la mayor parte del tiempo en Amsterdam. Nunca había cenado con este lujo, nunca se le había permitido un instante de ocio o diversión. Gersen sacudió la cabeza con tristeza al recordar los ejercicios que su abuelo le había impuesto. Un milagro que hubiera sobrevivido a la disciplina.
Gersen compró un ejemplar de Cosmópolis y volvió al hotel. Fue al bar, se instaló en una mesa y pidió una jarra de cerveza Worthington, elaborada en Burton-on-Trent como venía sucediendo desde dos mil años atrás. Abrió Cosmópolis. No era difícil imaginar por qué la revista languidecía. Había tres artículos largos: "¿Están perdiendo virilidad los terráqueos?", "Patricia Poitrine: el nuevo encanto de la jet-set" y "La Guía de un sacerdote para la renovación espiritual". Gersen ojeó las páginas y apartó la revista. Terminó su bebida y subió a la habitación.

Jack Vance "El Palacio del Amor"

lunes, noviembre 21, 2005

De Introducción a la Vieja Tierra, de Ferencz Szantho:


"Erdenfreude. Misteriosa e íntima emoción que dilata los vasos
sanguíneos, electriza los nervios subcutáneos y provoca vahidos de temor y
excitación como los que asaltan a una adolescente en su primer baile. La Erdenfreude es uno de los síntomas típicos que atacan a los hombres del
espacio exterior cuando se aproximan a la Tierra. Sólo son inmunes los
indiferentes y los insensibles. Se han producido casos de palpitaciones casi
fatales.
Su origen ha despertado enconadas polémicas. Los neurólogos
describen el cuadro como un ajuste anticipado del organismo a la absoluta
normalidad del conjunto sensitivo: reconocimiento de los colores, percepción
sónica, fuerza de coriolis y equilibrio gravitacional. Para los psicólogos, por
el contrario, la Erdenfreude es el flujo de un millar de memorias raciales que
pugnan por hacerse conscientes. Los geneticistas hablan del RNA; los metafísicos
se refieren al alma; los parapsicólogos plantean la poco plausible observación
de que las casas encantadas sólo existen en la Tierra."

"La historia es un absurdo".
Henry Ford

Jack Vance "El palacio del amor"

domingo, noviembre 20, 2005

Desde un videófono público llamó a la Compañía de Inversiones Bramar.
-Henry Lucas desea hablar con el señor Addels.
-Un momento, señor Lucas.
Addels apareció en la pantalla.
-¿Señor Lucas?
Gersen permitió que su imagen fuera visible.
-¿Todo va bien?
-Tanto como cabía esperar. Mis únicos problemas provienen del inmenso caudal de dinero. Su dinero. -Addels esbozó una sonrisa-. Pero poco a poco me voy organizando. Por cierto, la Radian Publishing Company ya es nuestra. A causa de las circunstancias que le mencioné anteriormente, la compra no ha supuesto un gran desembolso.
-¿Alguien ha hecho indagaciones? ¿Alguna pregunta, algún rumor?
-Ninguna, que yo sepa. Zane Publishing Company compró Radian; Irwin & Jeddah son los dueños de Zane, y a su vez pertenecen a una cuenta corriente del banco de Pontefract. La cuenta corriente está a nombre de inversiones Bramar. ¿Quién es Inversiones Bramar? Por lo visto, soy yo.
-¡Bien hecho! Un trabajo magnífico.
-No me cansaré de repetirle que invertir en Radian me parece un error, al menos si partimos de la base de su rendimiento anterior.
-¿Por qué han perdido dinero? Todo el mundo lee Cosmópolis. Lo veo en todas partes.
-Quizá sea así. De todos modos, la tirada ha disminuido. En realidad, han dejado de lado al lector habitual. La dirección ha intentado complacer a todo el mundo, incluidos los patrocinadores; la revista ha perdido su encanto.
-Se me ocurre un remedio para esta situación. Contrate a un nuevo director, un hombre que posea imaginación e inteligencia. Hágale revitalizar la revista sin hacer concesiones a los patrocinadores ni a la tirada, sin reparar en gastos. Cuando la revista haya conseguido recuperar su prestigio, patrocinadores y ventas volverán a toda prisa.
-Trataré de hacer lo que me dice -dijo Addels con sequedad-. No estoy acostumbrado a manejar millones como si fueran miles.
-Yo tampoco. El dinero no significa nada para mí... aparte de su enorme utilidad. Otra cosa: advierte al redactor jefe de Cosmópolis (me parece que se halla en Londres) que un hombre llamado Henry Lucas irá a trabajar al equipo de redactores. Dígale que es un empleado de la Zane Publishing, por ejemplo. Entrará en nómina como escritor especializado, que trabajará cuándo y dónde elija sin que nadie le coarte.
-Muy bien, señor. Haré lo que me pide.

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, noviembre 16, 2005

Dundine quería volver a la Tierra. Gersen la obsequió en New Wexford con ropas nuevas, un billete para la Tierra y una renta suficiente para vivir con comodidad hasta el fin de sus días. En el espaciopuerto se produjo una escena embarazosa cuando la mujer se abrazó a sus rodillas y le besó las manos.
-¡Pensé que moriría y que mis cenizas serían dispersadas en un lejano planeta! ¿Cómo he podido ser tan afortunada? Entre tantos millones de criaturas, ¿por qué Kalzibah me ha elegido a mí?
La misma pregunta, planteada en diferentes términos, preocupaba a Gersen. Habría podido comprar Qualag, Júniper y las demás fábricas de Sabra, y devolver a sus hogares a todas las mujeres cautivas... ¿Y qué? Había una gran demanda de tapices manufacturados en Sabra. Se instalarían nuevas fábricas y se importarían nuevos esclavos. Un año después todo seguiría igual.
Aunque... Gersen exhaló un suspiro. La maldad infestaba el universo. Gersen no podía terminar con ella. Entretanto, Dundine se secaba los ojos con la intención de volver a arrodillarse ante Gersen.
-Quiero pedirle una cosa -dijo Gersen con impaciencia.
-¡Lo que quiera, lo que quiera!
-¿Volverá a Rolingshaven?
-Allí está mi hogar.
-No debe revelar cómo escapó de Sabra. ¡No se lo diga a nadie! Invente cualquier cosa. No mencione que la interrogué acerca de Vogel Filschner.
-¡Confíe en mí! ¡No hablaré aunque todos los monstruos del infierno me estiren la lengua!
-Entonces, adiós.
Gersen se marchó a toda prisa, antes de que Dundine volviera a demostrarle su gratitud.

Jack Vance "El palacio del amor"

domingo, noviembre 13, 2005

Incluso ahora recuerdo el olor del mar. Ambeules, el distrito antiguo, da al Gaas, y es la parte más encantadora y hermosa de la ciudad. Las flores eran increíbles. Pensar que no he visto flores durante treinta años, excepto las que he tejido... -y Dundine se puso a examinar el tapiz que había colgado en una mampara de la habitación.
Era el más morboso y sensible de los chicos jóvenes. Cada vez le entusiasmaba más la poesía. La verdad es que Jheral Tinzy le humilló hasta lo indecible. Sea como sea, Vogel llevó a cabo su venganza. Formaban el coro veintinueve chicas. Cantábamos cada viernes. Vogel había aprendido a manejar una astronave... un desafío que todos los chicos aceptaban. Así que Vogel robó uno de los pequeños Localizadores, y cuando salimos del ensayo para tomar el autobús era él quien conducía el vehículo. Nos llevó a la astronave y nos convenció para que subiéramos a bordo. Pero ésta fue la única noche en que Jheral Tinzy no vino al ensayo. Vogel no lo advirtió hasta que la última chica hubo salido del autobús; se quedó de piedra. Pero era ya demasiado tarde, no tenía otro remedio que huir. -Dundine suspiró-. Veintiocho chicas, puras y frescas como florecillas. ¡Cómo nos trató! Sabíamos que era extraño, pero no feroz como un animal salvaje. No, nunca. ¿Cómo podíamos imaginar cosas semejantes? Por razones sólo conocidas por él nunca nos llevó a la cama. Inga decía que estaba malhumorado porque no había conseguido capturar a Jheral. Godelia Parwitz y Rosamond... no me acuerdo de su apellido... trataron de golpearle con un instrumento de metal, a pesar de que matarle habría significado nuestra sentencia de muerte, pues ninguna sabía manejar una astronave. Las castigó de tal forma que lloraron y suplicaron. Inga y yo le dijimos que era un monstruo de perversión para obrar así. Lo único que hizo Vogel Filschner fue reír. "¿Así que soy un mostruo de perversión? ¡Yo os enseñaré lo que es un monstruo de perversión!" Entonces nos llevó a Sarkovy y nos vendió al señor Asm.
Pero antes se detuvo en otro mundo y vendió a las diez chicas menos atractivas. Inga, yo y otras seis, las que más le odiábamos, fuimos vendidas en Sarkovy. De las otras, las más bellas, no sé nada. Gracias a Kalzibah, alguien ha venido a ayudarme.

Jack Vance "El palacio del amor"

sábado, noviembre 12, 2005

Dundine fue relatando su historia de regreso al Oikumene, entre vacilaciones e imprecaciones, anécdotas y retazos fidedignos. Gersen consiguió extraer de todo lo dicho un relato aproximado.
Excitada por su recién adquirida libertad, Dundine habló con entusiasmo. ¡Por supuesto que conocía a Vogel Filschner! Le conocía muy bien. ¿Así que había cambiado su nombre por el de Viole Falushe? ¡Para no avergonzar a su madre! Aunque, de todos modos, la señora Filschner nunca había gozado de buena reputación, y nadie conocía al padre de Vogel Filschner. Había ido a la misma escuela de Dundine, dos clases por delante.
-¿Dónde fue? -preguntó Gersen.
-¡En Ambeules! -exclamó Dundine, sorprendida de que Gersen no conociera los hechos tan bien como ella.
A pesar de que Gersen conocía Rotterdam, Hamburgo y París, nunca había visitado Ambeules, un suburbio de Rolingshaven, en la costa oeste de Europa.
De acuerdo con los datos aportados por Dundine, Vogel Filschner siempre había sido un muchacho extraño e introvertido.
-Muy sensible -aseguró Dundine-. Siempre a punto de montar en cólera o de derramar lágrimas. ¡Nunca sabías lo que Vogel sería capaz de hacer! -Permaneció en silencio durante unos momentos, sacudiendo la cabeza ante los recuerdos que la asaltaban-. Cuando cumplió dieciséis años (yo apenas tenía catorce), una chica nueva entró en la escuela. Era muy hermosa... se llamaba Jheral Tinzy... ¡y Vogel Filschner se enamoró de ella!
Pero Vogel Filschner era sucio y desagradable. Jheral Tinzy, una chica sensible, le encontró repulsivo.
-¿Y quién podía culparla? -musitó Dundine-. Vogel era un chico extraño. Aún le puedo ver ahora, más alto que los de su misma edad, muy delgado, pero con el estómago y el culo redondeados. Caminaba con la cabeza ladeada, y lo observaba todo con sus ojos oscuros y ardientes. Miraban, vigilaban, jamás olvidaban un detalle..., así eran los ojos de Vogel Filschner. En honor a la verdad, debo decir que Jheral Tinzy le trató con crueldad; siempre se reía y se burlaba de él. Creo que arrastró al pobre Vogel a la desesperación. Entonces se lió con... ¡no recuerdo su nombre! Escribió poesías, extrañas y atrevidas. Decían que era ateo, apesar de que tenía protectores en las clases superiores. ¡Qué días tan lejanos, tan trágicos y tan dulces a la vez! Ah, si pudiera vivirlos otra vez cambiaría muchas cosas.

Jack Vance "El palacio del amor"

jueves, noviembre 10, 2005

Caminaron por la carretera que bordeaba el río hasta el centro de la ciudad. Dundine miraba con timidez a Gersen.
-No puedo imaginar lo que espera obtener de mí. Estoy segura de que no le he visto en mi vida.
-Me interesa todo cuanto pueda decirme acerca de Viole Falushe.
-¿Viole Falushe? No le conozco. No sé nada sobre él. -Dundine se detuvo bruscamente y sus rodillas temblaron-. ¿Me devolverá a la fábrica?
-No -dijo Gersen en tono hueco-. No lo haré. -La escudriñó con semblante disgustado-. ¿Es usted la Dundine que fue raptada junto con Inga?
-Oh, sí. Pobre Inga. Nunca más supe de ella desde que llegamos a Qualag. Dicen que Qualag es muy aburrida.
La mente de Gersen trabajaba febrilmente.
-¿Fue raptada y conducida a Sarkovy?
-Sí. ¡Qué horrible viaje! ¡Recorrimos las estepas en viejas carretas traqueteantes!
-Pero el hombre que las raptó y las llevó a Sarkovy... era Viole Falushe, según mis noticias.
-¡Él! -La boca de Dundine se estremeció como si hubiera probado algo desagradable-. Su nombre no era Viole Falushe.
Entonces Gersen recordó que Kakarsis Asm le había dicho lo mismo. El hombre que le había vendido a Inga y a Dundine no utilizaba el nombre de Viole Falushe.
-No, no -dijo Dundine con voz apagada, perdida en lejanos recuerdos-. No era Viole Falushe. Era aquel desagradable Vogel Filschner.

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, noviembre 09, 2005

Pasaron diez minutos, que el señor Plusse aprovechó para hacer anotaciones en una tabla. La puerta se abrió; el empleado de antes entró con una mujer gruesa que llevaba una blusa blanca. Sus facciones eran grandes, el cabello corto, de color pardo, rizado y atado con un lazo. Se retorció las manos, mirando alternativamente a Plusse y a Gersen.
-Abandona nuestra empresa -dijo el señor Plusse en tono seco-. Este caballero la ha comprado.
Dundine miró a Gersen con expresión aterrorizada.
-¿Qué piensa hacer conmigo, señor? Me siento a gusto aquí, cumplo mi trabajo; no quiero ir a las granjas de las afueras. Ya soy muy vieja para las tareas pesadas.
-No se preocupe, Dundine. Le he pagado al señor Plusse; ahora es una mujer libre. Puede regresar a casa, si quiere.
Las lágrimas resbalaron por sus mejillas.
-No me lo creo.
-Es verdad.
El rostro de Dundine se debatía entre el asombro, el miedo y la duda.
-Pero... ¿por qué ha hecho esto?
-Quiero hacerle algunas preguntas.
Dundine le dio la espalda y ocultó la cabeza entre las manos.
-¿Quiere llevarse algo consigo? -preguntó Gersen al cabo de un momento.
-No. Nada. Si tuviera dinero me llevaría ese pequeño tapiz que hay en la pared. Me encargué de poner el mimbre en ese tapiz, y me gusta mucho.
-¿Cuál es el precio? -preguntó Gersen al señor Plusse.
-La llamamos "Estilo Diecinueve" y cuesta setecientos cincuenta UCL.
Gersen compró el tapiz y lo descolgó.
-Vamos, Dundine. Será mejor que nos vayamos.
-¡Pero debo despedirme de mis amigas...!
-Imposible -dijo el señor Plusse-. ¿Quiere molestar a las otras mujeres?
-No he recogido mis primas. Me quedan tres medios períodos de diversión. Me gustaría dárselos a Almerina.
-Como ya sabe, es imposible. No consentimos en el intercambio o venta de primas. Puede utilizarlos ahora, antes de marcharse.
-¿Tenemos tiempo? -consultó Dundine con Gersen-. Me parece una vergüenza desperdiciarlos... aunque supongo que ya no importa...

Jack Vance "El Palacio del Amor"

lunes, noviembre 07, 2005

Al salir de Qualag, Gersen cruzó el río por un puente y se encaminó a la Fábrica Júniper, que era algo más grande que la de Qualag. La oficina era similar, aunque con un ambiente de mayor actividad.
Gersen preguntó acerca de Dundine. El empleado se mostró receloso y no quiso consultar los archivos.
-No se nos permite proporcionar tal información -dijo mirando a Gersen desdeñosamente desde la altura de su mostrador.
-Quiero discutir el asunto con el administrador -solicitó Gersen.
-El señor Plusse es el dueño de la fábrica. Tome asiento mientras le anuncio.
Gersen fue a examinar un tapiz de tres metros de ancho por dos de alto, que representaba un campo lleno de flores sobre el que revoloteaban centenares de pájaros.
-El señor Plusse le recibirá, señor.
El señor Plusse era un hombre de corta estatura y maleducado, con un moño blanco y ojos legañosos. Estaba claro que no tenía la menor intención de hacerle favores a nadie.
-Lo siento, señor. Debemos cuidar nuestra producción. Bastantes problemas nos causan las mujeres. Hacemos por ellas cuanto podemos; les damos buena comida y diversiones, las bañamos una vez a la semana. Y, sin embargo, es imposible tenerlas satisfechas.
-¿Puedo preguntar si aún trabaja con ustedes?
-Eso carece de relevancia; no le permitiríamos molestarla.
-Si se encuentra aquí, si es la mujer que ando buscando, le gratificaré por las molestias.
-Hum. Un momentito. -El señor Plusse habló por el intercomunicador: ¿No hay una Dundine en la sección de mimbres? ¿Cuál es su coeficiente? Hum... Ya veo. -Miró a Gersen con un destello de astucia-. Una empleada muy valiosa. No se la puede entretener. Si insiste en hablar con ella, tendrá que comprarla. El precio son tres mil UCL.
Gersen entregó el dinero sin una palabra. El señor Plusse se humedeció su pequeña boca rosada.
-Traiga a Dundine a la oficina con la mayor discreción.

Jack Vance "El palacio del amor"

viernes, noviembre 04, 2005

La Fábrica de Qualag se componía de media docena de edificios, cada uno con cuatro plantas, alrededor de un recinto. Gersen entró en el vestíbulo de la oficina principal, adornada con tapices sencillos. Un pálido empleado de pelo rubio le preguntó qué deseaba.
-Gascoyne me ha dicho que hace treinta años Qualag compró una mujer llamada Inga, factura número 10V623. ¿Puede decirme si aún está empleada aquí?
El oficinista arrastró los pies hasta los archivos, y después habló unas palabras por el intercomunicador. Gersen esperó. Una mujer alta, de plácida expresión y fuertes brazos y piernas penetró en la oficina.
-El caballero aquí presente -dijo el empleado con petulancia- desea informarse sobre Inga B2AG95. Hay una tarjeta amarilla con dos clips blancos, pero no puedo encontrar la referencia.
-Está mirando bajo el Dormitorio F. Las B, dos se hallan en el A. -La mujer localizó la referencia correcta-. Inga. B2AG95. Muerta. La recuerdo muy bien. Una terrestre muy altiva. Se quejaba constantemente de todo. Vino a la sección de teñidos mientras yo era consejera de diversiones. La recuerdo bien. Trabajaba con azules y verdes, y eso la enloqueció; acabó arrojándose a una tina de naranja polvorienta. Hace mucho tiempo. Caramba, cómo pasa el tiempo...

Jack Vance "El palacio del amor"

miércoles, noviembre 02, 2005

Era media mañana. Gersen se registró en el Gran Hotel Murchison, en lo alto del cráter Orban, lleno a rebosar de compradores de tapices, agentes comerciales del Oikumene y deportistas que iban a la caza de los aborígenes de las montañas Bower. Gersen se bañó y adoptó un vestido local: pantalones de felpa escarlata y chaqueta negra. Bajó al comedor y pidió una muestra de productos marítimos típicos: ensalada de algas marinas y un plato de moluscos locales. Directamente bajo el hotel se hallaban el almacén y las oficinas de Gascoyne el Mayorista: un edificio alto de tres plantas con un patio central. Un enorme letrero rosa y azul sobre la fachada rezaba:

EL MERCADO DE GASCOYNE
Selectos esclavos para todo

Un par de bellas mujeres y un hombre fornido estaban pintados debajo. Sobre el letrero se podía leer: "La Garantía de los Diez Puntos de Gascoyne es justamente célebre".
Gersen terminó de comer, bajó a la plaza y se dirigió al Mercado de Gascoyne. El despacho era sencillo e informal. El suelo desnudo, un viejo escritorio de madera y una pantalla de datos mostraban evidencias de un uso continuado. Gersen explicó el propósito de su visita.
-Hará unos veinticinco años aproximadamente, usted visitó Sarkovy y compró dos mujeres a un tal Kakarsis Asm. Sus nombres eran Inga y Dundine; me interesa localizar a esas mujeres. Tal vez sería tan amable de buscar la información en sus archivos.
-Será un placer. Recuerdo las circunstancias vagamente, pero... Sarkovy. Voy muy pocas veces. ¡Un mundo pestilente, la cuna de una raza perversa! -Buscó en sus libros antiguos-. Éste debe ser el viaje. ¡Hace tanto tiempo! Treinta años. Vamos a ver. Hay que ver como estos viejos legajos despiertan los recuerdos. Aquí están. -Copió unos números en una hoja de papel, buscó en otro libro y consultó los números-. Ambas fueron vendidas aquí, en Murchison. Inga fue a la Fábrica de Qualag. Dundine fue a la Fábrica de Júniper. Espero que estas mujeres no fueran hermanas o amigas... Como cualquier otro, mi negocio tiene aspectos desagradables. Tanto en Qualag como en Júniper las mujeres llevan una vida muy productiva, pero no se las mima, por supuesto. ¿Y quién lo pasa bien en esta vida?
Enarcó las cejas y dedicó un gesto despreciativo a su austero despacho.
Gersen asintió, como dando por entendido que compartía sus sentimientos. Le dio las gracias y se marchó.

Jack Vance "El palacio del amor"

martes, noviembre 01, 2005

La Estrella de Murchinson, Sagitta 203 en la Agenda Estelar, aparece bajo Vega en el plano galáctico, a treinta años luz más allá de la Estaca. Pertenecía a un grupo de cinco soles de varios colores: dos enanos rojos, un enano blancoazulado, una peculiar e inclasificable estrella verdeazulada de mediano tamaño y un G6 amarillo naranja que era la Estrella de Murchinson. Murchinson, el único planeta, era algo más pequeño que la Tierra, con un único pero enorme continente que rodeaba el mundo. Un viento abrasador levantaba dunas a todo lo largo de la zona ecuatorial; terrenos montañosos trepaban gradualmente hacia los mares polares. En las montañas vivían los aborígenes, criaturas negras de carácter impredecible: criminales salvajes, apáticos, histéricos o cooperativos, según la ocasión. En la última modalidad servían para un propósito útil, pues suministraban tintes y fibras para tapices, la principal exportación de Murchinson. Las fábricas de tapices se concentraban en los arrabales de Sabra, y daban empleo a miles de mujeres, facilitadas por doce empresas de tráfico de esclavos; al frente de todas se hallaba Gascoyne el Mayorista. Éste proporcionaba a sus clientes un servicio eficiente por un precio razonable, gracias a un rigoroso control del material. No intentaba competir con firmas especializadas, sino que negociaba casi siempre con los ramos industrial y agrícola. Su principal negocio en Sabra era Selecciones Industriales F-2: mujeres poco atractivas o algo maduras, pero en posesión de buena salud y agilidad, cooperativas, diligentes y amables; tales eran los términos de la Garantía de los Diez Puntos de Gascoyne.
Sabra, a orillas del mar polar del norte, era una ciudad gris y caótica, que albergaba una población heterogénea cuyo principal objetivo era ganar el dinero suficiente para largarse a otra parte. La llanura costera del sur estaba sembrada de cientos de extraños volcanes coronados por un círculo de vegetación enfermiza. Sabra era una ciudad lo bastante grande y rica para necesitar protección contra asaltantes y filibusteros, aunque, como Brinktown en otro cuadrante de la galaxia, rendía un importante servicio a la gente que vivía más allá de la Estaca. Los miembros de la Milicia Ciudadana se mantenían constantemente junto a las baterías Thribolt, y las naves procedentes del espacio despertaban grandes sospechas.
Gersen maniobró con lentitud, habló por radio con el espaciopuerto y entró en la órbita de aterrizaje. Agentes de la brigada local "Anticomadrejas", engañados por el Pharaon, interrogaron a Gersen nada más descender. Los "comadrejas" sólo se desplazaban en modelos 9-B, los únicos modelos que la PCI enviaba a Más Allá. Gersen, por una vez, fue sincero. Declaró que había venido a Sabra para localizar a una mujer trasladada a la ciudad veinte o treinta años antes por Gascoyne el Mayorista. Los "Anticomadrejas", al contemplar los puntos y las curvas del detector de mentiras, rieron ante su exceso de quijotismo y le dejaron en libertad.

Jack Vance "El Palacio del Amor"