lunes, noviembre 07, 2005

Al salir de Qualag, Gersen cruzó el río por un puente y se encaminó a la Fábrica Júniper, que era algo más grande que la de Qualag. La oficina era similar, aunque con un ambiente de mayor actividad.
Gersen preguntó acerca de Dundine. El empleado se mostró receloso y no quiso consultar los archivos.
-No se nos permite proporcionar tal información -dijo mirando a Gersen desdeñosamente desde la altura de su mostrador.
-Quiero discutir el asunto con el administrador -solicitó Gersen.
-El señor Plusse es el dueño de la fábrica. Tome asiento mientras le anuncio.
Gersen fue a examinar un tapiz de tres metros de ancho por dos de alto, que representaba un campo lleno de flores sobre el que revoloteaban centenares de pájaros.
-El señor Plusse le recibirá, señor.
El señor Plusse era un hombre de corta estatura y maleducado, con un moño blanco y ojos legañosos. Estaba claro que no tenía la menor intención de hacerle favores a nadie.
-Lo siento, señor. Debemos cuidar nuestra producción. Bastantes problemas nos causan las mujeres. Hacemos por ellas cuanto podemos; les damos buena comida y diversiones, las bañamos una vez a la semana. Y, sin embargo, es imposible tenerlas satisfechas.
-¿Puedo preguntar si aún trabaja con ustedes?
-Eso carece de relevancia; no le permitiríamos molestarla.
-Si se encuentra aquí, si es la mujer que ando buscando, le gratificaré por las molestias.
-Hum. Un momentito. -El señor Plusse habló por el intercomunicador: ¿No hay una Dundine en la sección de mimbres? ¿Cuál es su coeficiente? Hum... Ya veo. -Miró a Gersen con un destello de astucia-. Una empleada muy valiosa. No se la puede entretener. Si insiste en hablar con ella, tendrá que comprarla. El precio son tres mil UCL.
Gersen entregó el dinero sin una palabra. El señor Plusse se humedeció su pequeña boca rosada.
-Traiga a Dundine a la oficina con la mayor discreción.

Jack Vance "El palacio del amor"