miércoles, noviembre 16, 2005

Dundine quería volver a la Tierra. Gersen la obsequió en New Wexford con ropas nuevas, un billete para la Tierra y una renta suficiente para vivir con comodidad hasta el fin de sus días. En el espaciopuerto se produjo una escena embarazosa cuando la mujer se abrazó a sus rodillas y le besó las manos.
-¡Pensé que moriría y que mis cenizas serían dispersadas en un lejano planeta! ¿Cómo he podido ser tan afortunada? Entre tantos millones de criaturas, ¿por qué Kalzibah me ha elegido a mí?
La misma pregunta, planteada en diferentes términos, preocupaba a Gersen. Habría podido comprar Qualag, Júniper y las demás fábricas de Sabra, y devolver a sus hogares a todas las mujeres cautivas... ¿Y qué? Había una gran demanda de tapices manufacturados en Sabra. Se instalarían nuevas fábricas y se importarían nuevos esclavos. Un año después todo seguiría igual.
Aunque... Gersen exhaló un suspiro. La maldad infestaba el universo. Gersen no podía terminar con ella. Entretanto, Dundine se secaba los ojos con la intención de volver a arrodillarse ante Gersen.
-Quiero pedirle una cosa -dijo Gersen con impaciencia.
-¡Lo que quiera, lo que quiera!
-¿Volverá a Rolingshaven?
-Allí está mi hogar.
-No debe revelar cómo escapó de Sabra. ¡No se lo diga a nadie! Invente cualquier cosa. No mencione que la interrogué acerca de Vogel Filschner.
-¡Confíe en mí! ¡No hablaré aunque todos los monstruos del infierno me estiren la lengua!
-Entonces, adiós.
Gersen se marchó a toda prisa, antes de que Dundine volviera a demostrarle su gratitud.

Jack Vance "El palacio del amor"