miércoles, noviembre 02, 2005

Era media mañana. Gersen se registró en el Gran Hotel Murchison, en lo alto del cráter Orban, lleno a rebosar de compradores de tapices, agentes comerciales del Oikumene y deportistas que iban a la caza de los aborígenes de las montañas Bower. Gersen se bañó y adoptó un vestido local: pantalones de felpa escarlata y chaqueta negra. Bajó al comedor y pidió una muestra de productos marítimos típicos: ensalada de algas marinas y un plato de moluscos locales. Directamente bajo el hotel se hallaban el almacén y las oficinas de Gascoyne el Mayorista: un edificio alto de tres plantas con un patio central. Un enorme letrero rosa y azul sobre la fachada rezaba:

EL MERCADO DE GASCOYNE
Selectos esclavos para todo

Un par de bellas mujeres y un hombre fornido estaban pintados debajo. Sobre el letrero se podía leer: "La Garantía de los Diez Puntos de Gascoyne es justamente célebre".
Gersen terminó de comer, bajó a la plaza y se dirigió al Mercado de Gascoyne. El despacho era sencillo e informal. El suelo desnudo, un viejo escritorio de madera y una pantalla de datos mostraban evidencias de un uso continuado. Gersen explicó el propósito de su visita.
-Hará unos veinticinco años aproximadamente, usted visitó Sarkovy y compró dos mujeres a un tal Kakarsis Asm. Sus nombres eran Inga y Dundine; me interesa localizar a esas mujeres. Tal vez sería tan amable de buscar la información en sus archivos.
-Será un placer. Recuerdo las circunstancias vagamente, pero... Sarkovy. Voy muy pocas veces. ¡Un mundo pestilente, la cuna de una raza perversa! -Buscó en sus libros antiguos-. Éste debe ser el viaje. ¡Hace tanto tiempo! Treinta años. Vamos a ver. Hay que ver como estos viejos legajos despiertan los recuerdos. Aquí están. -Copió unos números en una hoja de papel, buscó en otro libro y consultó los números-. Ambas fueron vendidas aquí, en Murchison. Inga fue a la Fábrica de Qualag. Dundine fue a la Fábrica de Júniper. Espero que estas mujeres no fueran hermanas o amigas... Como cualquier otro, mi negocio tiene aspectos desagradables. Tanto en Qualag como en Júniper las mujeres llevan una vida muy productiva, pero no se las mima, por supuesto. ¿Y quién lo pasa bien en esta vida?
Enarcó las cejas y dedicó un gesto despreciativo a su austero despacho.
Gersen asintió, como dando por entendido que compartía sus sentimientos. Le dio las gracias y se marchó.

Jack Vance "El palacio del amor"