miércoles, noviembre 09, 2005

Pasaron diez minutos, que el señor Plusse aprovechó para hacer anotaciones en una tabla. La puerta se abrió; el empleado de antes entró con una mujer gruesa que llevaba una blusa blanca. Sus facciones eran grandes, el cabello corto, de color pardo, rizado y atado con un lazo. Se retorció las manos, mirando alternativamente a Plusse y a Gersen.
-Abandona nuestra empresa -dijo el señor Plusse en tono seco-. Este caballero la ha comprado.
Dundine miró a Gersen con expresión aterrorizada.
-¿Qué piensa hacer conmigo, señor? Me siento a gusto aquí, cumplo mi trabajo; no quiero ir a las granjas de las afueras. Ya soy muy vieja para las tareas pesadas.
-No se preocupe, Dundine. Le he pagado al señor Plusse; ahora es una mujer libre. Puede regresar a casa, si quiere.
Las lágrimas resbalaron por sus mejillas.
-No me lo creo.
-Es verdad.
El rostro de Dundine se debatía entre el asombro, el miedo y la duda.
-Pero... ¿por qué ha hecho esto?
-Quiero hacerle algunas preguntas.
Dundine le dio la espalda y ocultó la cabeza entre las manos.
-¿Quiere llevarse algo consigo? -preguntó Gersen al cabo de un momento.
-No. Nada. Si tuviera dinero me llevaría ese pequeño tapiz que hay en la pared. Me encargué de poner el mimbre en ese tapiz, y me gusta mucho.
-¿Cuál es el precio? -preguntó Gersen al señor Plusse.
-La llamamos "Estilo Diecinueve" y cuesta setecientos cincuenta UCL.
Gersen compró el tapiz y lo descolgó.
-Vamos, Dundine. Será mejor que nos vayamos.
-¡Pero debo despedirme de mis amigas...!
-Imposible -dijo el señor Plusse-. ¿Quiere molestar a las otras mujeres?
-No he recogido mis primas. Me quedan tres medios períodos de diversión. Me gustaría dárselos a Almerina.
-Como ya sabe, es imposible. No consentimos en el intercambio o venta de primas. Puede utilizarlos ahora, antes de marcharse.
-¿Tenemos tiempo? -consultó Dundine con Gersen-. Me parece una vergüenza desperdiciarlos... aunque supongo que ya no importa...

Jack Vance "El Palacio del Amor"