jueves, diciembre 30, 2004

-No -repuso decididamente Rampold-. No tenga miedo por mí. Vívire lo que me quede de vida en este planeta con Hildemar Dasce. Es un lugar muy hermoso. He hallado suficiente alimento y diariamente me distraigo mostrando a Hildemar los trucos y trampas que me enseñó hace tiempo.
Los dos hombres deambularon por el valle, hasta el sitio del anterior aterrizaje.
-El ciclo vital aquí resulta muy extraño -observó Rampold-. Cada forma se convierte en otra, sin fin. Sólo los árboles son permanentes.
-Así lo aprendí del hombre que descubrió este mundo.
-Venga, voy a enseñarle la tumba de Warweave.
Rampold le condujo por la ladera de la colina hacia un pequeño racimo de esbeltos arbolitos de blancos tallos. A un lado crecía uno, sensiblemente distinto a los demás. El tronco estaba estriado de color púrpura y las hojas eran correosas y verdes oscuras. Rampold señaló el lugar.
-Ahí están los restos de Gyle Warweave.
Gersen miró por un momento y después dio media vuelta. Contempló el valle en todas direcciones. Era un bonito y tranquilo lugar, silencioso como lo había sido anteriormente.
-Muy bien, pues -dijo Gersen-. Me marcho una vez más. Sepa que no volveré nunga. ¿Está bien seguro de que quiere quedarse aquí?
-Absolutamente. -Rampold miró en dirección al sol-. Se me está haciendo tarde. Hildemar estará esperándome. Ahora le deseo buena suerte y feliz viaje.
Se inclinó y desapareció, cruzó el valle y se perdió en el bosque de los árboles gigantes.
Gersen miró por última vez el hermoso valle. Aquel mundo había dejado de ser inocente y virginal, ya había conocido el mal. Una sensación de culpa y deshonor se extendía por el inmenso panorama. Gersen suspiró, se volvió y se quedó mirando fijamente la tumba de Warweave. Se agachó, arrancó el retoño escarlata del suelo, lo rompió en pedazos y los sembró por el cotorno.
Lentamente volvió a caminar valle arriba y se dirigió a su espacionave.

Jack Vance

Fin de "El rey estelar"

miércoles, diciembre 29, 2004

Un año más tarde, Kirth Gersen volvió solo al planeta Teehalt en su espacionave modelo 9-B. Cerniéndose en el espacio, examinó el valle con el macroscopio sin descubrir signos de vida. Había al menos un proyector en el planeta y podía muy bien hallarse en manos de Hildemar Dasce. Aguardó hasta la caída de la noche y tomó tierra silenciosamente en una quebrada en las montañas por encima del valle. La larga noche llegó a su fin. Al amanecer, Gersen se encaminó hacia el valle, con su cuidado de ocultarse siempre entre los árboles.
Desde lejos, oyó el sonido de los golpes de un hacha. Se aproximó con cautela hacia el lugar de donde provenía el ruido. En el límite del bosque, Robin Rampold descortezaba un árbol caído. Gersen se acercó con parsimonia. La cara de Rampold se había rellenado y su cuerpo aparecía ahora vigoroso y bronceado. Gersen le llamó por su nombre. Rampold dio un salto y buscó entre las sombras.
-¿Quién está ahí?
-Kirth Gersen.
-¡Venga, hombre, venga! No es preciso que se oculte.
Gersen se adelantó hacia el límite del bostque y miró a su alrededor.
-Temía encontrarme con Hildemar.
-Ah -replicó Robin-. No es preciso que tema nada de Hildemar Dasce.
-¿Ha muerto?
-No. Está bien vivo, encerrado en una pequeña pocilga que he construido para él. Con su permiso, no le llevaré hasta él, ya que el lugar está bien escondido para cualquiera que venga a visitar el planeta.
-Bien. Entonces consiguió derrotarle.
-Por supuesto. ¿Lo puso usted en duda? Tengo muchos más recursos que él. Cavé una zanja durante la primera noche y construí una trampa; por la mañana Hildemar se fue arrastrando por el suelo, a fin de robarme los alimentos. Cayó en ella y le hice prisionero. Ahora es un hombre distinto. -Miró al rostro de Kirth Gersen-. ¿Lo desaprueba usted?
Gersen se encogió de hombros.
-He venido solo para llevarle al Oikumene.

Jack Vance "El rey estelar"

miércoles, diciembre 22, 2004

Gyle Warweave fue enterrado en la falda de la colina. El grupo volvió a la astronave. Robin Rampold se aproximó a Gersen.
-He resuelto establecerme aquí.
En alguna parte del cerebro de Gersen surgió el asombro y la perplejidad, mientras que en otra aquello sólo era la confirmación de sus previas sospechas y de algo que esperaba sólo era la confirmación de sus previas sospechas y de algo que esperaba como cosa natural.
-Entonces -respondió Kirth- espera usted vivir en este planeta con Hildemar Dasce.
-Sí, así es.
-¿Sabe usted lo que le ocurrirá? Le hará nuevamente su esclavo. O le matará por la comida que estoy obligado a dejarle al salir para Alphanor.
El rostro de Rampold estaba pálido, pero en él se reflejaba una firme decisión.
-Puede ser como usted dice. Pero no puedo abandonar vivo a Hildemar Dasce.
-Piénselo -le advirtió Gersen-. Estará usted solo aquí. Dasce se mostrará mucho más salvaje que antes.
-Pienso que usted será tan amable de dejarme ciertos artículos, un arma, una pala, un hacha y algunas herramientas para construir un refugio y algunos alimentos.
-¿Y qué hará usted cuando se termine ese alimento?
-Buscaré productos naturales, semillas, pescado, nueces y raíces. Algunos serán venenosos, pero yo me cuidaré de probarlos.
Gersen sacudió la cabeza pensativo.
-Creo que es mucho mejor que vuelva usted a Alphanor con nosotros. Hildemar se tomará una venganza terrible.
-Es un riesgo que debo correr inevitablemente -respondió decidido.
-Como quiera.
La nave se alzó sobre las praderas, dejando a Rampold en pie junto a su pila de provisiones.
Los horizontes se agrandaron rápidamente y el planeta se convirtió en una bola verde y azul cayendo de popa. Gersen se volvió a Kelle y a Detteras.
-Bien, caballeros, ya han visitado ustedes el planeta Teehalt.
-Sí -respondió Kelle-. Mediante método sorprendente, usted ha cumplido los términos de su convenio; el dinero es suyo.
Gersen sacudió la cabeza.
-No deseo el dinero. Sugiero que conservemos en secreto la existencia de este planeta para preservarlo de lo que pudiera ser una profanación.
-Muy bien -repuso Kelle-. Yo estoy de acuerdo.
-Y yo -afirmó igualmente Detteras-. No obstante, me reservo el derecho de poder volver en otra ocasión bajo circunstancias más tranquilas.
-Una futura condición todavía -añadió Gersen-. Un tercio de los fondos fueron depositados por Attel Malagate. Sugiero que sean transferidos a la señorita Pallis, para compensarla en cierto modo, del daño recibido por su culpa.
Nadie hizo objeción alguna. Pallis protestó emocionada, después aceptó contenta y la noticia le alegró profundamente.
A estribor, la estrella brillante blanco dorada se confundió con las demás y pocos instantes después se perdió de vista.

Jack Vance "El rey estelar"

domingo, diciembre 19, 2004

Gersen dirigió una mirada valle arriba por donde Hildemar Dasce, vistiendo un simple pantalón blanco, se había escondido en el bosque como una bestia acorralada. Miró hacia abajo al lugar en que Malagate el Funesto se había hundido en el barro de la ciénega. Por último, miró a Pallis.
-No puedo creer que esto sea real.
-Lo es. Pero también es como un sueño.
-Todo lo demás parece un sueño. Un sueño espantoso.
-Ya ha terminado. Es como si nunca hubiera ocurrido.
-Yo he sido... he sido... -La joven vaciló y frunció el entrecejo-. No recuerdo mucho.
-Menos mal.
-Mira, Kirth... -dijo de pronto Pallis apuntando hacia la pradera-. ¿Qué son aquellas hermosas criaturas?
-Las dríades.
-¿Y qué hacen allí?
-No lo sé. Seguramente buscan algo de comer. Lugo Teehalt dijo que chupan su alimento de grandes gusanos que extraen de los agujeros de la pradera, bajo el suelo pantanoso. O quizá pongan huevos en el suelo.
Las dríades, moviéndose con lentitud sobre la orilla y mostrando sus floridos miembros ondeantes al viento, se dirigieron hacia el terreno pantanoso deambulando de forma graciosa, dando un paso y después otro, como niños de andar vacilante. Una de ellas se detuvo y permaneció inmóvil. Bajo sus pies surgió el chispazo blanco de una trompa afilada que se hundió fácilmente en el blando suelo de la ciénega. Pasaron algunos segundos. El suelo se removió y pareció reventar en una erupción.
La dríade se volcó hacia atrás. Por el borde exterior del pequeño cráter de barro, apareció Warweave, con la larga y rígida trompa de la dríade clavada en la espalda. Tenía la cabeza cubierta de barro, los ojos le salían de las órbitas y de su boca se escapaba una serie de horribles gemidos. Se sacudió torpemente, cayó sobre sus rodillas, rodó por el suelo, consiguió desasirse del lanzazo de la dríade y se puso en pie con un enorme esfuerzo de voluntad. Trató de salir corriendo por la ladera de la colina, pero las piernas le fallaron. Cayó de rodillas, se contrajo en una bola sobre el césped, estiró las piernas pataleando y su cuerpo quedó rígido y sin vida.

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"

sábado, diciembre 18, 2004

Volvieron lentamente a la astronave. Pallis, sentada en el césped, se puso en pie al aproximarse Gersen. No parecía tan ausente como antes, tan desinteresada de todo y tan alejada de su entorno. Se acercó a él, le tomó de un brazo y le sonrió. Su rostro estaba de nuevo fresco y lleno de vida.
-Kirth, me gusta esto, ¿y a tí?
-Sí, Pallis, muchísimo.
-¡Imagínate! -murmuró Pallis con voz trémula-. Una casita en aquella colina. El viejo sir Morton Hoedenfroe tiene una hermosa casa en Blackstone Edge. ¿No sería magnífico, Kirth? Me gustaría, me gustaría...
-Primero, debemos volver a Alphanor, Pallis. Después hablaremos acerca de volver aquí.
-Muy bien, Kirth. -Y le puso los brazos alrededor de los hombros-. ¿Todavía... todavía sigues interesado por mí? ¿Después de lo que ha ocurrido?
-Por supuesto que sí, cariño. -Y los ojos de Gersen se humedecieron sin poder evitarlo-. ¿Qué culpa tienes de todo eso?
-Ninguna. Pero en casa, en Lantago, los hombres son muy celosos...
Gersen prefirió no decir nada. La besó en la frente y le dio unas cariñosas palmaditas en la espalda.
-Bien, Gersen -farfulló Detteras atropelladamente-. Ha hecho usted uso de Kelle y de mí en la forma más caballerosa. No puedo decir que esté contento; pero no tengo nada que lamentar tampoco.
Robin Rampold se aproximó desde la sombra que proyectaba la astronave.
-Hildemar se ha escapado -dijo sombríamente-. Ahora viajará por las montañas, llegará a alguna ciudad y nunca volveré a verle.
-Podrá atravesar las montañas -le explicó Gersen-, pero no encontrará ninguna ciudad.
-He estado observando desde la cima de la colina a través del bosque -dijo Rampold-. Creo que debe de estar por algún sitio cercano.
-Es muy posible.
-Es deprimente. Es suficiente para enloquecer a cualquier hombre.
Gersen tuvo que soltar una carcajada.
-¿Preferiría usted volver a la jaula?
-No, claro que no. Pero entonces yo tenía mis proyectos. De lo que podía hacer cuando fuese libre. Pero ahora soy libre y Hildemar está más allá de mi alcance.
Y se marchó desconsoladamente.
Tras una pausa, Kelle dijo:
-Como científico, encuentro este planeta un lugar fascinante. Como hombre, un sitio encantador. Como Kagge Kelle, antiguo colega de Gyle Warweave, lo encuentro extremadamente deprimente. Estoy preparado para salir de aquí cuanto antes.
-Sí -convino Detteras-. ¿Por qué no?

Jack Vance "El rey estelar"

viernes, diciembre 17, 2004

-Pero tendrá que salir a comer... -opinó Kelle.
-No estoy muy seguro. Los Reyes Estelares desprecian la alimentación humana, y los hombres encuentran la dieta de los Reyes Estelares despreciable y repulsiva. Nosotros cultivamos plantas y criamos animales, ellos hacen algo parecido con gusanos e insectos y cosas parecidas. Warweave lo pasará muy bien con lo que encuentre bajo el terreno cenagoso en que se he metido.
Gersen miró valle arriba, por donde había escapado Hildemar Dasce.
-Les he perdido a los dos. No me hubiera importado sacrificar a Dasce para castigar a Malagate; pero ambos...
Los tres permanecieron unos momentos en la ribera. Una suave brisa rizó la superficie del agua y movió las ramas de los grandes árboles oscuros que crecían en la base de las colinas. Una tribu de dríades merodeaba a lo largo de la orilla opuesta; volvieron sus órganos visuales vegetales verde púrpura hacia los tres hombres.
-Quizá sea mucho peor dejarles vivos en este planeta que matarlos.
-Peor -aseguró Detteras con firmeza-. Muchísimo peor.

Jack Vance "El rey estelar"

jueves, diciembre 16, 2004

-Pero tú te aprovechaste de tu posición para deshonrarnos -reprochó Detteras-. Si Gersen no te mata, lo haré yo.
-Ni tú ni nadie matará a ningún Rey Estelar.
En dos saltos se encontró en la escotilla de salida. Detteras saltó tras él, evitando así que Gersen pudiera dispararle a tiempo. Warweave se volvió, propinó a Detteras un terrible puntapié en el estómago y saltó a tierra corriendo desesperadamente ladera abajo.
Gersen se detuvo en la puerta de salida, apuntó y envió un disparo de energía sin éxito tras la movible figura que se alejaba. Warweave alcanzó la pradera, vaciló en la orilla del río, miró hacia atrás a Gersen y siguió vale abajo. Gersen continuó persiguiéndole por la ladera, donde el terreno era más firme, ganándole terreno al fugitivo, que ya había llegado a la zona pantanosa. Warweave se desvió de nuevo hacia la ribera y vaciló otra vez. Si se metía en la corriente antes de haber ganado la orilla opuesta, Gersen caería sobre él. Miró atrás sobre su hombro y su cara ya había dejado de ser humana; Gersen se maravilló de cómo pudo haberse engañado ni por un instante. Warweave se volvió, lanzó un grito gutural en un lenguaje desconocido, se arrodilló y desapareció.
Gersen llegó al lugar de su desaparición y encontró un agujero en la ribera de casi medio metro de anchura. Se inclinó y examinó el interior; pero no pudo apreciar nada. Detteras y Kelle, que le habían seguido, llegaron entonces jadeando.
-¿Dónde está?
Gersen señaló el hoyo.
-Según Lugo Teehalt los grandes gusanos blancos viven bajo las ciénagas.
-Humm... -murmuró Detteras-. Sus antepasados evolucionaron en las marismas y pantanos en hoyos como éste. No pudo haber encontrado otro refugio mejor.

Jack Vance "El rey estelar"

miércoles, diciembre 15, 2004

-Éste es un viaje muy peculiar -intervino Kelle, cuya actitud se había vuelto de seco despego-. Al menos hemos logrado nuestro principal propósito. El planeta existe, es como el señor Gersen lo había descrito y el dinero en depósito es de su propiedad.
-No, hasta que hayamos vuelto a Alphanor -opinó Detteras.
Gersen se dirigió a Warweave.
-Había hecho usted grandes planes para asegurarse la propiedad de este mundo. Quisiera saber por qué.
Warweave se encogió de hombros con indiferencia.
-Un hombre puede desear vivir aquí, o construirse un palacio -continuó Kirth-, pero un Rey Estelar no necesita ninguna de esas cosas.
-Comete usted un error común -interrumpió Warweave excitado-. Los hombres suelen ser sociales. Usted olvida que lo individual existe también entre otra gente diferente a ustedes. A algunos se les niega la libertad en su propio mundo, y se convierten así en renegados, que ni son hombres, ni pertenecen a su misma especie. Las gentes de Ghnarumen -y Warweave pronunció la difícil palabra con extraordinaria facilidad- son tan ordenados y respetuosos con la ley como los que viven en el Oikumene. En pocas palabras, la carrera de Malagate no es como para que la gente de Ghnarumen tuviesen que preocuparse en emular. Pueden tener razón o estar equivocados. Es privilegio mío el organizar mi propio estilo de vida. Como ustedes saben, los Reyes Estelares son fuertemente competitivos. Este mundo, para los hombres, es muy bello, desde luego. Yo también lo encuentro así. Había planeado traer aquí a gente de mi propia raza y patrocinar y dar a la vida seres superiores, tanto para hombres como para la gente de Ghnarumen. Ésta era mi esperanza, que ustedes no comprenden, puesto que no puede haber entendimiento entre su raza y la mía.

Jack Vance "El rey estelar"

martes, diciembre 14, 2004

-¿Tú... eres Malagate? -exclamó Detteras con voz apagada por el asombro.
-Sí. -Warweave se irguió aún más y les plantó cara, mirando con especial furia a Gersen-. Tengo curiosidad por una cosa. Desde que se encontró con Lugo Teehalt se dedicó usted a buscar a Malagate. ¿Por qué?
-Malagate es uno de los Príncipes Demonio. Espero destruirles uno a uno, hasta donde lleguen mis fuerzas.
-Así ¿cuál es su intención con respecto a mí?
-Matarle, simplemente.
-Es usted un hombre muy ambicioso -dijo en voz neutral-. No hay muchos como usted.
-Tampoco quedan muchos supervivientes del ataque a Monte Agradable. Mi abuelo fue uno. Y yo otro.
-Oh, sí, es cierto. El ataque a Monte Agradable. De eso hace mucho tiempo.

Jack Vance "El rey estelar"

lunes, diciembre 13, 2004

-Creo que sí -repuso Warweave considerando la pregunta de su colega. Y se dirigió hacia el dispositivo que había instalado Suthiro bajo la vitrina. El inhalador que había separado de su sitio pendía de su mano-. Sí -continuó-, creo que puedo presentar una demostración convincente.
Presionó el inhalador contra su rostro y tocó la palanca. En la consola, el timbre de alarma del aire sonó con un repetido campanilleo.
-Si vuelve atrás la palanca -dijo Gersen- cesará el ruido.
Warweave se aproximó y obedeció el consejo de Gersen.
-Verán -continuó Kirth- que Warweave está tan sorprendido como ustedes. Se imaginó que esa palanca controlaba los depósitos del gas que ustedes encontrarán bajo sus asientos, de aquí el uso que pensaba hacer del inhalador. Yo vacié los depósitos y cambié las conducciones de la palanca.
Kelle miró bajo su asiento y sacó fuera la caja. Miró a Warweave.
-Y bien, Gyle, ¿qué tienes que decir a esto?
Warweave arrojó furioso el inhalador y les dio la espalda con disgusto y confusión.
Repentinamente, Detteras tronó:
-¡Warweave! ¡Dinos la verdad!
El aludido habló por encima del hombro.
-Ya habéis oído la verdad de labios de Gersen.

Jack Vance "El rey estelar"

domingo, diciembre 12, 2004

Detteras miró fijamente a Gersen y de pronto se lanzó sobre él con un grito de triunfo; pero Gersen, con la agilidad de un gato, dio un ligero salto hacia atrás, le cogió por la muñeca, se la retorció y le dio un golpe con el proyector. Detteras cayó hacia atrás cuan largo era.
-Deseo su cooperación, señor Kelle.
-¿Cooperar con un lunático? ¡Nunca!
-Warweave ha estado frecuentemente ausente de la Universidad, por largos períodos. ¿Estoy en lo cierto? Y uno de tales períodos fue muy reciente. ¿De acuerdo?
-No diré nada sobre tal cosa -respondió Detteras apretando los dientes.
-Eso es realmente cierto -dijo Kelle sintiéndose a disgusto-. Supongo que tendrá fuertes razones en que apoyar su acusación.
-Eso es.
-Me gustaría oír algunas de tales razones.
-Forman una larga historia. Es suficiente decir que he venido siguiendo la pista de Malagate hasta la Universidad de las Provincias del Mar y centrado finalmente las posibilidades en ustedes tres. Sospeché de Warweave, casi desde el principio; pero no estuve seguro hasta que ustedes pusieron los pies en este planeta.
-Esto es una broma demasiado pesada -dijo Warweave.
-Este planeta es como la Tierra -continuó impasible Gersen-. Una Tierra que no ha existido desde hace diez mil años. Kelle y Detteras se quedaron maravillados. Kelle se extasió con el paisaje y Detteras, reverentemente, sintió la vida vegetal palpitar en el suelo. Warweave fue a mirarse en el espejo de las aguas. Los Reyes Estelares han evolucionado a partir de una especie de lagartos anfibios que vivían en las charcas. Aparecieron las dríades. Warweave las admiró y pareció considerarlas como un elemento ornamental. Para Kelle y Detteras, y para mí son seres intrusos. Detteras les silbó y Kelle se sintió un tanto impresionado. Nosotros los hombres no deseamos la presencia de tales criaturas en un mundo tan agradable como éste. Pero todo esto era pura teoría. Tras habérmelas ingeniado para capturar a Hildemar Dasce, hice lo posible para convencerle de que Malagate, le había traicionado. Y cuando le di la oportunidad, Dasce le identificó... con el disparo de proyector.
Warweave sacudió la cabeza con aire de lástima.
-Niego todas sus acusaciones. -Y miró a Kelle para preguntarle-. ¿Tú crees eso?
-Estoy confundido, Gyle -respondió Kelle curvando los labios con escepticismo-. He llegado a considerar a Gersen como un hombre competente. Y no creo que sea ni un irresponsable ni un lunático.
Warweave se volvió hacia Detteras.
-Rundle, ¿cuál es tu opinión?
-Yo soy un hombre racionalista, y no puedo tener fe ciega... en ti, en Gersen, ni en ninguna otra persona. Gersen ha expuesto el caso y por sorprendente que parezca, los hechos son abrumadores en contra tuya. ¿Puedes demostrar lo contrario?

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"

sábado, diciembre 11, 2004

-¿Y con qué propósito? -exclamó Detteras en el colmo del asombro.
-Rebajé el poder del proyector. Arreglé la cosa de forma que Dasce pudiera hacerse con él, informándole antes que sólo había una sola carga en el interior, para poder demostrar quién era Attel Malagate.
-¿Attel Malagate?
Kelle y Detteras, que pronunciaron el nombre simultáneamente, miraron aún más sorprendidos a Gersen.
-Sí, Malagate el Funesto. He venido observando al señor Warweave durante mucho tiempo, presintiendo que debería ser más propiamente conocido por Malagate.
-Pero esto es una locura -farfulló Detteras-. ¿Halba usted en serio?
-Muy en serio. Tenía que ser alguno de los tres. Yo supuse que sería el señor Warweave.
-Cierto -repuso éste-. ¿Puedo preguntar por qué?
-Por supuesto. Primero descarté a Detteras. Es un hombre sinceramente feo. Los Reyes Estelares son más cuidadosos con su fisonomía.
-¿Los Reyes Estelares? -tartamudeó Detteras-. ¿Quién? ¿Warweave? Eso no tiene el menor sentido.
-Detteras es también un buen gastrónomo, mientras que los Reyes Estelares consideran con repugnancia el alimento humano. Y en cuanto a Kelle, también le descarté como candidato inverosímil. Es pequeño de talla y grueso, de nuevo una fisonomía contraria a la típica de un Rey Estelar.
El rostro de Warweave se contorsionó en una sonrisa glacial.
-¿Afirma usted que una buena apariencia implica la depravación del carácter?
-No. Yo sólo quiero hacer resaltar que los Reyes Estelares raramente dejan su planeta, a menos que puedan competir con éxito contra los verdaderos hombres. Y ahora, dos puntos más. Primero, Kelle está casado y ha criado al menos una hija. Segundo, Kelle y Detteras tienen carreras legítimas en la Universidad. Usted es Preboste Honorífico y recuerdo algo sobre una generosa donación que le proporcionó el puesto.
-Eso es una locura -protestó todavía Detteras-. Warweave como Malagate el Funesto. Y además, un Rey Estelar...
-Es un hecho evidente -afirmó Gersen.
-¿Y qué se propone usted hacer?
-Matarle.

Jack Vance "El rey estelar"

viernes, diciembre 10, 2004

Dasce miró rápidamente al indicador de cargas del proyector. Soltó una carcajada bestial.
-Así será. ¿Quién quiere morir? O mejor, ¿a quién quiero matar? -Y fue mirando a uno tras otro-. Al viejo Rampold... no, ya me divertí bastante con él. Gersen, sí. Me gustaría matarlo. Con un hierro al rojo vivo en la oreja. Pero Malagate... tú, perro cobarde. Me traicionaste. Ahora ya conozco tu sucio juego. No sé por qué me has traído aquí. Pero eres el único que vas a morir.
Y levantó el arma, apuntó y tiró del disparador. Se oyó la energía brotar del arma; pero no proyectó ningún mortífero rayo azulado, sino un pálido chispazo. Arrojó a Warweave al suelo. Gersen cargó contra Dasce. En vez de luchar, Dasce lanzó el arma a la cabeza de Gersen, se volvió y echó a correr por el valle. Gersen recogió el proyector, le abrió la cámara y le insertó una carga completa de energía.
Se dirigió sin prisas hacia donde había caído Warweave, que se levantaba en aquel momento. Detteras gritó rabioso en la propia cara de Gersen:
-¡Tiene usted que ser un retrasado mental para permitir que le quitara de las manos su propia arma un individuo así!
-Pero ¿por qué disparó a Warweave? ¿Es acaso un maníaco? -preguntó Kelle perplejo.
-Sugiero que volvamos a la nave donde el señor Warweave pueda descansar. Sólo había en el arma una carga pequeña, pero suficiente para haberle herido.
Detteras protestó con un bufido y se volvió hacia la nave. Kelle tomó del brazo a Warweave, pero éste se soltó; subió solo la escalera seguido de Detteras y Kelle y por último de Gersen.
-¿Se siente mejor ahora? -preguntó Gersen a Warweave.
-Sí -repuso Warweave-; pero estoy de acuerdo con Detteras. Se ha comportado usted como el mayor de los estúpidos.
-Yo no estoy tan seguro de eso, señor -dijo Gersen-. Sepa que arreglé cuidadosamente todo este asunto.

Jack Vance "El rey estelar"

jueves, diciembre 09, 2004

Miró a su alrededor. A quince metros estaban Warweave y Detteras y un poco más atrás Kelle. Rampold se apoyaba en el casco de la nave. Dasce movió el proyector amenazadoramente.
-¡Todos juntos, hasta que decida lo que he de hacer! Tú, viejo Rampold, ya es hora de que te mate de una vez. Y Gersen, naturalmente, en plena barriga. -Miró a los tres hombres de la Universidad-. Y usted -dijo dirigiéndose hacia uno de ellos-, usted me engañó...
-No conseguirás mucho, Dasce -le advirtió Gersen.
-¿No? Yo tengo el arma. Aquí hay tres personas que tienen que morir. Tú, el viejo Rampold y Malagate.
-Sólo hay una carga en el proyector. Podrás matar a uno solo de nosotros; pero los otros te matarán a ti.

Jack Vance "El rey estelar"

miércoles, diciembre 08, 2004

-¿Qué órdenes? -preguntó asombrado.
-Imbécil -le dijo Gersen-. ¿No puedes imaginarte lo que ha ocurrido? He ocupado tu antiguo puesto. -Ya estaba suelto uno de los extremos del cable-. No te muevas, a menos que no quieras que te rompa una pierna. -Y desató el otro extremo del cable-. Y ahora, adelante. Anda derecho y baja la escalera. No hagas el menor movimiento o te mataré.
Dasce se puso lentamente en pie. Gersen le hizo una señal con el proyector.
-Vamos, andando.
-¿Dónde estamos? -preguntó Dasce.
-No importa dónde estemos. ¡Andando!
Dasce se volvió y arrastró los dos trozos de cable hacia la salida, a través del cuarto de máquinas, y por el salón hacia la escotilla de salida, a través del cuarto de máquinas, y por el salón hacia la escotilla de salida. Allí vaciló un instante, mirando por encima del hombro.
-Vamos, sin detenerte -le advirtió Gersen.
Dasce descendió la escalera. Gersen, que le seguía de cerca, resbaló en el cable que arrastraba Dasce. Dio media vuelta para tenerse en pie pero cayó pesadamente al suelo. Dasce dejó escapar un ronco grito de brutal alegría; se echó sobre él y le arrebató el proyector. Apuntó con él a Gersen y le ordenó:
-¡Quieto! ¡Ajá, ya te tengo de nuevo!

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"

lunes, diciembre 06, 2004

De la espacionave le llegó un ruido repentino. Gersen se volvió para mirar y vio a Pallis descendiendo apresuradamente la escalera. Elevó las manos al cielo, respiró y dijo:
-¡Qué hermoso valle! ¡Kirth, qué sitio tan maravilloso!
Y comenzó a vagabundear sin rumbo fijo, deteniéndose aquí y allá para mirar a su alrededor con verdadera fascinación.
Gersen, alarmado por una repentina idea, se volvió y corrió hacia la escalera, entrando en la astronave. Rampold... ¿dónde estaba Rampold? Gersen se lanzó a toda prisa hacia la bodega, avanzando a través del cuarto de máquinas lentamente y con toda clase de precauciones, atento al menor ruido.
Oyó la ruda voz de Dasce, llena de odiosa alegría.
-¡Rampold! ¡Haz lo que te digo!
-Sí, Hildemar.
-¡Acércate al mamparo y suelta el cable! ¡De prisa!
Gersen se aproximó a la bodega para observar sin ser visto. Rampold permaneció en pie, unos cuatro metros de distancia de Dasce mirando fascinado la roja faz del criminal.
-¿No me oyes? De prisa o te causaré tanto dolor que maldecirás el día en que naciste.
Rampold reía suavemente, con serenidad.
-Hildemar, le he pedido a Kirth Gersen que me dejase cuidarte. Le dije que te quería como a un hijo, que te alimentaría con los mejores manjares y la bebida más vigorizadora... No pensé que me lo permitiría y he tenido que tragarme el gusto de la alegría que me tengo prometida desde hace diecisiete años. Ahora voy a golpearte hasta la muerte. Ésta es la primera oportunidad...
-Lo siento, Rampold. Tengo que interrumpirle.
Rampold exhaló un grito de completa desolación, se volvió y salió corriendo de la bodega. Gersen le siguió. En el cuarto de los motores ajustó su proyector, lo metió en la pistolera y se volvió a la bodega. Dasce mostraba sus dientes como un animal acorralado.
-Rampold no tiene paciencia.
Y se dirigió al mamparo y empezó a desatar el cable.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó Dasce.
-Las órdenes son que deberás ser ejecutado.

Jack Vance "El rey estelar"

domingo, diciembre 05, 2004

Gersen apartó su atención de aquello y se dedicó a estudiar atentamente a sus acompañantes. Warweave se había aproximado al arroyo y miraba las aguas cristalinas. En aquel momento se apartaba del lugar y miraba con sospecha en dirección a Gersen.
Kelle, junto a un grupo de helechos tan altos que le llegaban al hombro, miró primero valle arriba y después se quedó extasiado a la vista de la inmensa llanura. Los bosques, a ambos lados del río, formaban una maravillosa avenida que continuaba hasta perderse en una borrosa imagen.
Detteras paseaba despacio a lo largo de la pradera, con las manos a la espalda. En un momento dado, se inclinó al suelo, recogió un puñado de césped, lo manoseó y lo dejó caer suavemente. Se volvió para mirar con atención a las dríades y Kelle hizo otro tanto.
Las dríades, desplazándose con sus piernas flexibles, salieron de las sombras del bosque y se dirigieron hacia el estanque de aguas serenas. Sus frondas brillaban con colores magente, cobre y ocre dorado. ¿Seres inteligentes? Gersen vigiló con atención redoblada a los tres hombres. Kelle se estremeció ante la sorpresa, Warweave inspeccionó a las extrañas criatruas con evidente admiración; pero Detteras se puso las manos en la boca y produjo un silbido penetrante, al que las dríades parecieron quedar indiferentes.

Jack Vance "El rey estelar"

jueves, diciembre 02, 2004


El Rey Estelar Posted by Hello
El aire del exterior irrumpió a bocanadas, fresco, perfumado, húmedo y limpio. Gersen se dirigió hacia la escotilla de salida, la abrió e hizo una cortés e irónica inclinación:
-Caballeros... su planeta.
Warweave fue el primero en salir y pisar la tierra firme con Detteras detrás, y después Kelle. Gersen les siguió más despacio.
El monitor les había llevado a un lugar apenas a una distancia de cien metros del aterrizaje de su descubridor, el desventurado Lugo Teehalt. Gersen encontró el lugar mucho más encantador de lo que las fotografías habían sugerido. El aire era fresco, perfumado agradablemente con la esencia de hierbas silvestres. A través del valle y más allá de un grupo de grandes árboles de oscuro follaje, las colinas se erguían macizas y suaves, marcadas con crestones de rocas grises, en cuyos huecos florecía una suave y verde frondosidad. En la lejanía una nube enorme en forma de castillo brillaba a la luz del mediodía.
A través de la pradera y al otro lado del río, Gersen vio lo que parecía ser un grupo de plantas floridas y comprendió que se trataba de las dríades. Permanecieron de pie e inmóviles en el borde del bosque meciendo suavemente sus miembros floridos con gracia y facilidad. Magníficas criaturas, pensó Gersen. Pero de algún modo eran... bien, un elemento discordante. Excepto por las dríades -una nota de color y movimiento- aquélla podría ser la antigua Tierra en su Edad de Oro, la Tierra del hombre natural...
Gersen sintió un impacto de alegría interior indefinible. Allí residía el básico encanto de aquel mundo: su casi identidad con el entorno en el cual se había desenvuelto y evolucionado el hombre. La vieja Tierra tuvo que haber conocido muchos de aquellos valles sonrientes, el sentimiento que se desprendía de aquel panorama permitía la total estructura de la psique humana. En el Oikumene, había muchos otros mundos atrayentes y agradables; pero ninguno como la vieja Tierra, ninguno de ellos, como el antiguo hogar de la Humanidad... Ya que allí, de hecho, es donde realmente Gersen hubiera deseado construirse una casita de campo, con un jardín a la antigua usanza, un huerto en el prado y un bote amarrado a la orilla del río. Sueños inalcanzables..., pero sueños que afectan a todo hombre.

Jack Vance "El rey estelar"