miércoles, diciembre 08, 2004

-¿Qué órdenes? -preguntó asombrado.
-Imbécil -le dijo Gersen-. ¿No puedes imaginarte lo que ha ocurrido? He ocupado tu antiguo puesto. -Ya estaba suelto uno de los extremos del cable-. No te muevas, a menos que no quieras que te rompa una pierna. -Y desató el otro extremo del cable-. Y ahora, adelante. Anda derecho y baja la escalera. No hagas el menor movimiento o te mataré.
Dasce se puso lentamente en pie. Gersen le hizo una señal con el proyector.
-Vamos, andando.
-¿Dónde estamos? -preguntó Dasce.
-No importa dónde estemos. ¡Andando!
Dasce se volvió y arrastró los dos trozos de cable hacia la salida, a través del cuarto de máquinas, y por el salón hacia la escotilla de salida, a través del cuarto de máquinas, y por el salón hacia la escotilla de salida. Allí vaciló un instante, mirando por encima del hombro.
-Vamos, sin detenerte -le advirtió Gersen.
Dasce descendió la escalera. Gersen, que le seguía de cerca, resbaló en el cable que arrastraba Dasce. Dio media vuelta para tenerse en pie pero cayó pesadamente al suelo. Dasce dejó escapar un ronco grito de brutal alegría; se echó sobre él y le arrebató el proyector. Apuntó con él a Gersen y le ordenó:
-¡Quieto! ¡Ajá, ya te tengo de nuevo!

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"