domingo, diciembre 05, 2004

Gersen apartó su atención de aquello y se dedicó a estudiar atentamente a sus acompañantes. Warweave se había aproximado al arroyo y miraba las aguas cristalinas. En aquel momento se apartaba del lugar y miraba con sospecha en dirección a Gersen.
Kelle, junto a un grupo de helechos tan altos que le llegaban al hombro, miró primero valle arriba y después se quedó extasiado a la vista de la inmensa llanura. Los bosques, a ambos lados del río, formaban una maravillosa avenida que continuaba hasta perderse en una borrosa imagen.
Detteras paseaba despacio a lo largo de la pradera, con las manos a la espalda. En un momento dado, se inclinó al suelo, recogió un puñado de césped, lo manoseó y lo dejó caer suavemente. Se volvió para mirar con atención a las dríades y Kelle hizo otro tanto.
Las dríades, desplazándose con sus piernas flexibles, salieron de las sombras del bosque y se dirigieron hacia el estanque de aguas serenas. Sus frondas brillaban con colores magente, cobre y ocre dorado. ¿Seres inteligentes? Gersen vigiló con atención redoblada a los tres hombres. Kelle se estremeció ante la sorpresa, Warweave inspeccionó a las extrañas criatruas con evidente admiración; pero Detteras se puso las manos en la boca y produjo un silbido penetrante, al que las dríades parecieron quedar indiferentes.

Jack Vance "El rey estelar"