domingo, diciembre 19, 2004

Gersen dirigió una mirada valle arriba por donde Hildemar Dasce, vistiendo un simple pantalón blanco, se había escondido en el bosque como una bestia acorralada. Miró hacia abajo al lugar en que Malagate el Funesto se había hundido en el barro de la ciénega. Por último, miró a Pallis.
-No puedo creer que esto sea real.
-Lo es. Pero también es como un sueño.
-Todo lo demás parece un sueño. Un sueño espantoso.
-Ya ha terminado. Es como si nunca hubiera ocurrido.
-Yo he sido... he sido... -La joven vaciló y frunció el entrecejo-. No recuerdo mucho.
-Menos mal.
-Mira, Kirth... -dijo de pronto Pallis apuntando hacia la pradera-. ¿Qué son aquellas hermosas criaturas?
-Las dríades.
-¿Y qué hacen allí?
-No lo sé. Seguramente buscan algo de comer. Lugo Teehalt dijo que chupan su alimento de grandes gusanos que extraen de los agujeros de la pradera, bajo el suelo pantanoso. O quizá pongan huevos en el suelo.
Las dríades, moviéndose con lentitud sobre la orilla y mostrando sus floridos miembros ondeantes al viento, se dirigieron hacia el terreno pantanoso deambulando de forma graciosa, dando un paso y después otro, como niños de andar vacilante. Una de ellas se detuvo y permaneció inmóvil. Bajo sus pies surgió el chispazo blanco de una trompa afilada que se hundió fácilmente en el blando suelo de la ciénega. Pasaron algunos segundos. El suelo se removió y pareció reventar en una erupción.
La dríade se volcó hacia atrás. Por el borde exterior del pequeño cráter de barro, apareció Warweave, con la larga y rígida trompa de la dríade clavada en la espalda. Tenía la cabeza cubierta de barro, los ojos le salían de las órbitas y de su boca se escapaba una serie de horribles gemidos. Se sacudió torpemente, cayó sobre sus rodillas, rodó por el suelo, consiguió desasirse del lanzazo de la dríade y se puso en pie con un enorme esfuerzo de voluntad. Trató de salir corriendo por la ladera de la colina, pero las piernas le fallaron. Cayó de rodillas, se contrajo en una bola sobre el césped, estiró las piernas pataleando y su cuerpo quedó rígido y sin vida.

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"