miércoles, diciembre 22, 2004

Gyle Warweave fue enterrado en la falda de la colina. El grupo volvió a la astronave. Robin Rampold se aproximó a Gersen.
-He resuelto establecerme aquí.
En alguna parte del cerebro de Gersen surgió el asombro y la perplejidad, mientras que en otra aquello sólo era la confirmación de sus previas sospechas y de algo que esperaba sólo era la confirmación de sus previas sospechas y de algo que esperaba como cosa natural.
-Entonces -respondió Kirth- espera usted vivir en este planeta con Hildemar Dasce.
-Sí, así es.
-¿Sabe usted lo que le ocurrirá? Le hará nuevamente su esclavo. O le matará por la comida que estoy obligado a dejarle al salir para Alphanor.
El rostro de Rampold estaba pálido, pero en él se reflejaba una firme decisión.
-Puede ser como usted dice. Pero no puedo abandonar vivo a Hildemar Dasce.
-Piénselo -le advirtió Gersen-. Estará usted solo aquí. Dasce se mostrará mucho más salvaje que antes.
-Pienso que usted será tan amable de dejarme ciertos artículos, un arma, una pala, un hacha y algunas herramientas para construir un refugio y algunos alimentos.
-¿Y qué hará usted cuando se termine ese alimento?
-Buscaré productos naturales, semillas, pescado, nueces y raíces. Algunos serán venenosos, pero yo me cuidaré de probarlos.
Gersen sacudió la cabeza pensativo.
-Creo que es mucho mejor que vuelva usted a Alphanor con nosotros. Hildemar se tomará una venganza terrible.
-Es un riesgo que debo correr inevitablemente -respondió decidido.
-Como quiera.
La nave se alzó sobre las praderas, dejando a Rampold en pie junto a su pila de provisiones.
Los horizontes se agrandaron rápidamente y el planeta se convirtió en una bola verde y azul cayendo de popa. Gersen se volvió a Kelle y a Detteras.
-Bien, caballeros, ya han visitado ustedes el planeta Teehalt.
-Sí -respondió Kelle-. Mediante método sorprendente, usted ha cumplido los términos de su convenio; el dinero es suyo.
Gersen sacudió la cabeza.
-No deseo el dinero. Sugiero que conservemos en secreto la existencia de este planeta para preservarlo de lo que pudiera ser una profanación.
-Muy bien -repuso Kelle-. Yo estoy de acuerdo.
-Y yo -afirmó igualmente Detteras-. No obstante, me reservo el derecho de poder volver en otra ocasión bajo circunstancias más tranquilas.
-Una futura condición todavía -añadió Gersen-. Un tercio de los fondos fueron depositados por Attel Malagate. Sugiero que sean transferidos a la señorita Pallis, para compensarla en cierto modo, del daño recibido por su culpa.
Nadie hizo objeción alguna. Pallis protestó emocionada, después aceptó contenta y la noticia le alegró profundamente.
A estribor, la estrella brillante blanco dorada se confundió con las demás y pocos instantes después se perdió de vista.

Jack Vance "El rey estelar"