miércoles, diciembre 28, 2005

El hotel Príncipe Franz Ludwig era el lugar de reunión más elegante de Rolingshaven. El vestíbulo principal era enorme; un cuadrado de sesenta metros de lado y treinta de altura. Doce arañas derramaban su luz dorada; cubría el suelo una gruesa alfombra de color pardo y dorado adornada con sutiles dibujos. Las paredes estaban revestidas de sedas azul pálido y amarillas; el techo mostraba escenas de una corte medieval. Los muebles eran de estilo antiguo, muy trabajados, sólidos pero elegantes, con cojines de raso amarillo o rosa y las molduras lacadas en un tono de color del oro oscurecido. Jarrones de cinco metros de altura llenos de flores adornaban las mesas de mármol. Un paje elegantemente uniformado estaba situado junto a cada una de las mesas. Tan suntuosa complejidad sólo se podía encontrar ya en la vieja Europa. Gersen nunca había puesto el pie en un lugar tan majestuoso.
Navarth escogió un sofá cercano a una salita en la que un cuarteto de músicos interpretaba una selección de capriccios. Llamó a un camarero y pidió champán.
-¿Es aquí donde debo buscar a Viole Falushe? -preguntó Gersen.
-Le he visto en varias ocasiones. Debemos estar alertas.
Bebieron champán sentados en la sala dorada. La falda y la blusa negra de la chica, sus morenas piernas desnudas y las sandalias no parecían indignas o inapropiadas, ya sea por pura paradoja o por improbable yuxtaposición, lo que no dejaba de sorprender a Gersen. ¿Cómo se las había arreglado para llevar a cabo la transformación?
-¿Cómo te llamas? -preguntó Gersen por fin-. No sé cómo dirigirte la palabra.
-Llámela como quiera -terció Navarth ante la impasibilidad de la joven-. Es mi costumbre. Esta noche será Zan Zu, de Eridu.
La chica sonrió, un breve destello de alegría. Gersen decidió que, después de todo, no era idiota.
-Se ha terminado el champán, una cosecha excelente. ¡Vamos a cenar!
Navarth se puso en pie y ofreció su brazo a la chica. Cruzaron el vestíbulo y descendieron cuatro macizos peldaños para llegar al comedor, no menos magnífico que el vestíbulo.
Navarth ordenó la cena con entusiasmo y sutileza. Gersen jamás había probado manjares tan deliciosos, y lamentó que la capacidad de su estómago le impusiera límites. Zan Zu de Eridu comía con elegancia, pero sin interés. Gersen la miró de reojo. ¿Estaría enferma? ¿Había sufrido recientemente una gran pena? Parecía muy tranquila... demasiado tranquila, teniendo en cuenta lo que había bebido: moscatel, champán, los diversos vinos que Navarth había pedido para acompañar la cena... Bien, le daba igual. Su problema era Viole Falushe. Aunque aquí, en el hotel Príncipe Franz Ludwig, sentado con Navarth y Zan Zu, Viole Falushe parecía un ente de ficción. Con un esfuerzo, Gersen volvió a la realidad. Era fácil dejarse seducir por la riqueza, la elegancia, la buena comida, la luz dorada de las arañas.

Jack Vance "El palacio del amor"