martes, diciembre 06, 2005

Al día siguiente Gersen visitó por segunda vez las dependencias del Halion. El expediente de Navarth era extenso y entusiástico, y contenía escándalos, inconveniencias, infracciones y declaraciones ultrajantes, que abarcaban un período de cuarenta años. El capítulo inicial trataba de una ópera, representada por estudiantes de la Universidad, con libreto de Navarth. La primera función fue declarada una infamia, y nueve estudiantes fueron expulsados. A partir de ese momento, la carrera de Navarth subió como la espuma, declinó, resurgió, volvió a remontarse y se hundió de forma terminante. Desde hacía diez años residía en un barco vivienda anclado en el estuario del Gaas, cerca de Fitlingasse.
Gersen se dirigió a la estación Hedrick de la avenida Castel Vivance y emergió en el distrito comercial marítimo de Ambeules, vecino al estuario del Gaas. Los robots descargaban las barcazas. Autobuses de puertas automáticas, conducidos por choferes acomodados en butacas al aire libre, recorrían la avenida. Gersen contó uno, dos kilómetros. El bullicio disminuyó. Los grandes bloques y edificios del distrito comercial dieron paso a las anticuadas estructuras de tres y cuatro plantas: singulares edificios de tierra fundida o paneles de terracota con ventanas estrechas, que el humo y el aire salado habían pintado de cien colores indeterminados.
La Fitlingasse era una avenida estrecha y gris que moría en la cumbre de la colina. Gersen descendió y casi enseguida divisó un desvencijado barco vivienda de dos pisos amarrado en un muelle ruinoso. Un hilo de humo surgía de la chimenea. Había alguien a bordo.
Gersen examinó los alrededores. Una chica de diecisiete o dieciocho años sentada en el muelle arrojaba guijarros al mar. Miró a Gersen con indiferencia y apartó la vista. Si ésta era la residencia de Navarth, gozaba de un panorama espléndido aunque la pálida luminosidad, los tejados pardos de Dourrai, los muelles podridos y el nivel del agua dotaban a la escena de cierta melancolía. Hasta la chica, a pesar de su juventud, parecía triste. Llevaba una falda corta de color negro y una chaqueta marrón. Tenía el cabello oscuro y despeinado, aunque no se podía saber si por causa del viento o el desaliño. Gersen se acercó y preguntó:
-¿Está Navarth a bordo?
La muchacha asintió sin cambiar de expresión y contempló a Gersen con la objetividad de un naturalista. Gersen bajó al embarcadero y cruzó una endeble plancha hasta llegar a la cubierta de proa.
Llamó a la puerta. No hubo respuesta. Gersen golpeó con los nudillos otra vez. La puerta se abrió violentamente. Un hombre con cara de sueño y sin afeitar se asomó. Era de edad indeterminada, delgado, de piernas largas y flacas, nariz torcida, pelo alborotado de ningún color en particular y ojos que, a pesar de estar perfectamente colocados, daban la impresión de mirar en dos direcciones a la vez. Sus ademanes eran violentos y truculentos.
-¿Es que ya no existe la intimidad? Fuera de mi barco, ahora mismo. Cada vez que me tiendo a descansar un poco, algún funcionario de faz estólida, algún inoportuno buhonero insiste en expulsarme de mi lecho. ¿Va usted a marcharse? ¿No me he expresado con suficiente claridad? Le advierto que guardo un par de ases en mi manga...
Gersen trató de interrumpirle sin éxito.
-¡Un minuto de su tiempo! -gritó-. No soy un funcionario, ni tampoco un vendedor ambulante. Me llamo Henry Lucas, y quería...
-Ni ahora, ni mañana, ni en el futuro, ni en ningún momento deseo intimar con usted. ¡Lárguese! Tiene cara de gafe; una sonrisa de dientes negros y apretados. Estas cosas no tienen secretos para mí; ¡usted es un pájaro de mal agüero! No quiero saber nada de usted. Váyase.
Con un rictus triunfal desenganchó la plancha del embarcadero y volvió a entrar.
Gersen regresó al muelle. La chica seguía sentada en la misma posición. Gersen miró otra vez al barco vivienda. Con voz de asombro preguntó:
-¿Siempre es así?
-Es Navarth -respondió la muchacha como si esa frase resumiera cualquier explicación.

Jack Vance "El palacio del amor"