miércoles, diciembre 14, 2005

Gersen fue a la taberna y pidió una jarra de cerveza. El hombre que atendía la barra era silencioso, observador, de gran estatura y prominente estómago. Gersen dedujo de sus respuestas que, o no sabía nada de Navarth o no quería decirlo.
Se sentó enfrascado en sus pensamientos. Pasó media hora. Cogió el listín telefónico y buscó Salvage. Encontró un anuncio:

JOBAN SALVAGE & TOW
REMOLQUES - ARRASTRE DE BARCAZAS
EQUIPOS DE BUCEO
No hay trabajo demasiado grande o demasiado pequeño

Gersen telefoneó y explicó lo que deseaba. Le comunicaron que al día siguiente tendría el equipo encargado a su servicio.
Por la mañana, un pesado remolque de alta mar subió por el estuario, giró y se deslizó en el amarradero contiguo al del barco vivienda de Navarth, apenas separado por un metro de distancia. El patrón aulló unas órdenes a los marineros; echaron cuerdas sobre el muelle y las ataron alrededor de los bolardos. El remolque quedó amarrado.
Navarth salió a cubierta y pataleó con rabia.
-¿Es obligatorio amarrar tan cerca? Llévense esa cáscara de nuez; ¿acaso intentan aplastarme contra el muelle?
Apoyado en la barandilla del remolque, Gersen contempló la cara alzada de Navarth.
-¿Verdad que cambiamos unas palabras ayer?
-Lo recuerdo muy bien; exigí que se marchara, y aquí está de nuevo más inoportuno que nunca.
-Me pregunto si sería tan amable de concederme unos pocos minutos de su tiempo. Quizá le sería de utilidad.
-¿Utilidad? ¡Bah! He sacado más dinero de mi zapato del que usted ha gastado. Lo único que deseo es que se lleve su remolque bien lejos.
-Claro, claro. Sólo es cuestión de un momento.
Navarth meneó la cabeza malhumorado. El buceador que Gersen había contratado subió por el otro extremo del remolque. Gersen se volvió hacia Navarth.
-Es muy importante que hable con usted; si tuviera la gentileza de...
-Tal importancia se contempla desde un único punto de vista. ¡Fuera de aquí y llévese ese remolcador monstruoso!
-En seguida -dijo Gersen.
Hizo una señal al buceador, que tocó un botón.
Sonó una explosión bajo el barco vivienda, que se sacudió y escoró. Navarth se puso a correr frenéticamente. Desde el remolque descendieron unos garfios que hicieron presa en la barandilla del barco vivienda.
-Por lo visto se ha producido una explosión en la sala de máquinas -informó Gersen a Navarth.
-¿Cómo es posible? Nunca hubo explosiones. Ni siquiera hay máquinas. ¡Me estoy hundiendo!
-No, mientras las cuerdas aguanten. Pero nos vamos dentro de un minuto y he de retirar los garfios.
-¿Qué? -Navarth elevó los brazos al cielo-. ¡Me iré a pique, junto con el barco! ¿Es eso lo que quiere?
-Recuerde que usted mismo me ordenó partir -explicó Gersen-. Así que... -Se volvió hacia la tripulación-. Suelten los garfios. Nos marchamos.
-¡No, no! -vociferó Navarth-. ¡Me hundiré!

Jack Vance "El palacio del amor"