viernes, diciembre 02, 2005

-Ya se ha despertado -murmuró la mujer, y añadió en voz alta-: Un caballero de Cosmópolis, tía.
-¡No queremos periodistas! ¡Te lo he dicho muchas veces!
-Muy bien, tía. Se lo diré. -Emma le indicó a Gersen por señas que entrara en un saloncito. Luego movió la cabeza hacia la fuente de la voz-. La madre de Jheral. No se encuentra bien.
-Qué pena. Por cierto, ¿dónde se encuentra Jheral?
-¿Por qué lo quiere saber?
-Para ser sincero, intento localizar a un tal Vogel Filschner.
Emma rió en silencio y sin alegría.
-Se ha equivocado de lugar. ¡Vaya broma!
-¿Le conoció?
-Iba a una clase inferior a la mía.
-¿No le volvió a ver después del secuestro?
-Oh, no. Nunca. Aunque... sus preguntas me producen una sensación de extrañeza. -Emma dudó y sonrió con cierto aire de turbación-. Como una nube cuando se oculta el sol. A veces me sorprendo mirando a mi alrededor con la convicción de haber visto a Vogel Filschner... lo que no sucede nunca.
-¿Qué le ocurrió a Jheral?
Emma tomó asiento y buceó en sus recuerdos.
-Se produjo un gran escándalo. Fue la peor ofensa que recibió jamás esta comunidad. Se acusó a Jheral de haberla provocado; hubo escenas muy desagradables. Algunas mujeres insultaron y abofetearon a Jheral; había desairado a Vogel empujándole hacia el crimen, por lo tanto, compartía su culpa... Debo admitir que Jheral era una coqueta sin corazón. Adorable, desde luego. Podía conquistar a los chicos con usa sola mirada de reojo... como ésta. -Hizo la demostración-. Como un golfo. Coqueteaba con Vogel por puro sadismo, porque no soportaba verle. ¡Ay, el detestable Vogel! Jheral volvía cada día del colegio con nuevos datos sobre las excentricidades de Vogel. Contaba cómo se ponía a comer con la mayor tranquilidad del mundo después de diseccionar una rana y secarse las manos con una toalla de papel. Describía su mal olor, como si nunca cambiara de ropa, y lo mucho que alardeaba de poseer grandes dotes para la poesía con el propósito de impresionarla. ¡Es verdad! Jheral enloquecía a Vogel con sus burlas... y veintiocho chicas pagaron la culpa.
-¿Y después?
-Hubo una gran indignación. Todo el mundo se puso en contra de Jheral; quizá deseaban hacerlo desde un principio. Por fin, Jheral huyó con un hombre mayor que ella. Nunca volvió a Ambeules. Ni siquiera su madre sabe dónde está.
Una anciana de ojos llameantes y lacio pelo blanco irrumpió en la salita. Gersen saltó tras una silla para evitar el encontronazo.
-¿A qué vienen tantas preguntas? ¡Fuera de aquí! Ya hemos tenido bastantes problemas en esta casa. No me gusta su cara; no se diferencia en nada de los demás. ¡Fuera, y no vuelva nunca! ¡Canalla! ¡Qué audacia, entrar a mi casa con sus preguntas sucias...!
Gersen se marchó con tanta rapidez como pudo. Emma intentó acompañarle hasta la puerta, pero su tía la apartó a un lado de un empujón.
La puerta se cerró. La sólida hoja de madera amortiguó los chillidos histéricos que provenían del interior. Gersen tomó aliento. ¡Qué arpía! Había sido afortunado de escapar sin un roce.

Jack Vance "El palacio del amor"