sábado, abril 30, 2005

Continuó su construcción; la fortaleza fue adquiriendo forma. Kokor Hekkus hizo una nueva aparición, con el propósito de inspeccionarla. Para consternación de Patch, expresó su más profunda decepción. Ridiculizó el movimiento de las patas, que calificó de desmañado y obviamente inorgánico. En su opinión, la fortaleza "no asustaría ni a un niño". Patch, aterrado al principio, recobró en seguida su serenidad. Sacó las instrucciones y demostró que las había cumplido al pie de la letra. En ningún momento había suministrado falsas informaciones acerca del movimiento de las patas. Kokor Hekkus se mantuvo en sus trece. Insistió en que el objeto era inaceptable y exigió a Patch que efectuara los cambios convenientes. Patch, malhumorado, se negó a aceptar cualquier responsabilidad: haría los cambios, pero necesitaba más dinero. Kokor Hekkus retrocedió como si le hubieran abofeteado. Un seco y violento gesto de su mano dio a entender que Patch había ido demasiado lejos. Patch, dijo, no había cumplido el contrato, que quedaba desde ese momento anulado: exigía, por lo tanto, la devolución del dinero pagado por adelantado, o sea, 427,685 UCL. Patch rehusó. Kokor Hekkus hizo una reverencia y se marchó.
Patch consiguió un arma, pero le sirvió de muy poco: cuatro días más tarde fue abordado por tres hombres, golpeado concienzuda pero desinteresadamente, arrojado a la cala de una nave espacial y conducido a Intercambio, donde se estipuló su rescate en 427,685 UCL. Patch no tenía amigos, ni parientes, ni socios; debido a ciertas deudas acumuladas durante el proceso de expansión de su empresa, la venta forzosa de su tienda le reportó apenas doscientos mil UCL. Había abandonado cualquier esperanza de ser rescatado y aguardaba con resignación a que le vendieran como esclavo. Entonces apareció Gersen. Patch preguntó los motivos de Gersen. Sentía una gratitud sin límites, reconocía la generosidad de Gersen, pero estaba seguro de que había algo más. Gersen, por su parte, no deseaba confiarse a Patch.
-Digamos que soy socio de la Compañía de Construcciones y Obras de Ingeniería Patch y que, a cambio del rescate pagado, se me otorga el cincuenta y uno por ciento de las acciones de la Compañía.
Patch declaró con cierta tristeza que estaba satisfecho con el trato.
-¿Desea un reconocimiento formal de la sociedad?
-Redacte un memorándum al efecto. En esencia, quiero el control absoluto sobre la política de la compañía por un período no superior a cinco años. En cuanto a los beneficios, ahora no necesito dinero, por lo que puede destinarlos a reponer la suma avanzada.
A Patch no le gustaba demasiado la idea, pero carecía de argumentos para rebatirla. Le asaltó un súbito pensamiento y se frotó la cara con nerviosismo.
-¿Acaso quiere hacer más negocios con Kokor Hekkus?
-Ya que lo pregunta..., sí.

Jack Vance "La máquina de matar"

viernes, abril 29, 2005

Enardecido por el tema, Otwal obsequió a Patch con una larguísima disquisición sobre el terror. Según Otwal, había dos variedades de terror: el instintivo y el condicionado. Ambos tipos debían ser producidos simultáneamente, pues uno solo no anulaba por completo las reacciones del sujeto. El método de Kokor Hekkus consistía en identificar y analizar estos factores. En el momento de la aplicación seleccionaba e intensificaba los factores de máxima potencia.
-¡Uno no puede asustar a un pez con la amenaza de ahogarlo! -sentenció Seuman Otwal.
La narración continuó durante media hora, y la inquietud de Patch fue aumentando a cada segundo. Después de la partida de Otwal discutió largo rato con su conciencia sobre la moralidad de construir semejante horror.
-¿Alguna vez sospechó que Seuman Otwal podía ser el propio Kokor Hekkus? -le interrumpió Gersen.
-Desde luego, hasta el día en que Kokor Hekkus entró en la tienda. No se parecía en nada a Seuman Otwal.
-Descríbale, por favor.
-Es difícil. No presenta rasgos notables. Es tan alto como usted, ágil y nervioso, cabeza ni grande ni pequeña, facciones regulares y bien dibujadas. Lleva la piel teñida de un tono oscuro y viste al modo de los cabellosblancos viejos. Sus modales son corteses, casi afectados, pero ni convencen ni tratan de convencer. Sus ojos, mientras habla pausadamente y escucha con atención, siempre brillan, y uno sabe que está pensando en las extrañas cosas que ha visto y en las siniestras hazañas que ha llevado a cabo.
Los dos niños, que deseaban saber dónde estaba Rígel, interrumpieron la conversación. Gersen señaló la blanca llamarada en la lejanía y volvió su atención a Patch, que seguía describiendo su desorden mental. Había sufrido, afirmó, toda clase de escrúpulos, recelos y temores, pero al fin decidió guiarse por dos consideraciones: primero, ya se había comprometido desde el momento en que el dinero obraba en su poder, la cantidad de 427,685 UCL; y segundo, si no era él quien construía la máquina, otros lo harían. Así que inició el trabajo, a pesar de su íntima convicción de estar creando un mecanismo diabólico.
Gersen escuchaba sin hacer comentarios y, de hecho, no experimentaba una gran desaprobación. Patch parecía un individuo inofensivo que, para su desgracia, carecía de una moralidad automática.

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, abril 27, 2005

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Durante el regreso a Sasani a bordo de la 9-B de Gersen, Myron Patch explicó con gran detalle sus negocios con Kokor Hekkus.
Seuman Otwal había obrado sin subterfugios. Se identificó como agente de Kokor Hekkus y expresó su satisfacción cuando Patch declaró estar dispuesto a trabajar. Quería que Patch diseñara y construyera una fortaleza ambulante con la apariencia de un monstruoso ciempiés, de veintitrés metros de largo y tres y medio de alto. El mecanismo consistiría en dieciocho segmentos, equipado cada uno con un par de patas. La fortaleza, para utilizar el término de Seuman Otwal, debería ser capaz de moverse a una velocidad mínima de sesenta kilómetros por hora mediante la sincronización perfecta de sus patas. Arrojaría fuego líquido por la boca, despedería gases nocivos y dispararía rayos energéticos por unas troneras practicadas en la cabeza. Patch afirmó que le sería posible idear tal artilugio y, con el lógico interés, preguntó su propósito. Sewman Otwal se mostró disgustado al principio, pero luego explicó la fascinación de Kokor Hekkus por las maquinarias macabras y complicadas. Kokor Hekkus había sido víctima recientemente de un desmandado grupo de salvajes, y la fortaleza "les hablaría en un idioma fácil de comprender".


Jack Vance "La máquina de matar"

martes, abril 26, 2005

Del Manual Popular de los Planetas, 303a. edición (1292):

Krokinole: el tercer planeta más grande del Grupo de Rígel, decimocuarto en orden orbital.
  • Diámetro: Catorce mil quinientos kilómetros.
  • Masa: 1,23
  • Duración media del día: 22 horas, 16 minutos, 48.9 segundos.

domingo, abril 24, 2005

-Mientras tanto, la chica no puede hacer nada: está cogida en su propia trampa.
-Hum..., una situación lamentable..., al menos desde el punto de vista de la dama. ¿Dónde se halla su hogar?
-Dicen que se declaró nativa del país de Nunca Jamás: ¡El planeta Thamber!
-¿Thamber?
La sorpresa de Gersen fué auténtica: Thamber, el mundo mítico, poblado por brujas, serpientes de mar, caballeros andantes y bosques encantados, el marco de los cuentos de hadas. También recordó con un sobresalto que era la guarida de los roehuesos.
Mientras hablaban, iban caminando por entre las hileras de apartamentos de las clases B y A. Koshiel se detuvo y señaló a un hombre de mediana edad, que parecía estar dibujando un diagrama en su libreta de notas.
-Éste es Myron Patch, otro invitado patrocinado por Kokor Hekkus.
Gersen frunció el ceño al contemplar a Myron Patch, un individuo más bien mediocre, de estatura media, rollizo y de rostro apacible. La tarifa de rescate le intrigaba. ¿Por qué 427,685 en concreto?
-¿Puedo hablar con ese hombre?
-Por supuesto; está "en venta".
-¿Los apartamentos están equipados con cámaras ocultas y micrófonos?
-No, y por una buena razón: no se gana nada escuchando.
Koshiel apretó el botón que hacía sonar una campanita, indicando así al huésped que se requería su atención. Myron Patch levantó los ojos y se acercó con parsimonia a la puerta del apartamento. Koshiel insertó una llave en una ranura y un panel se deslizó a un lado. Myron Patch miró a Gersen, primero con esperanza, después con perplejidad.
-¿Por qué está aquí? -preguntó Gersen.
-Es una larga historia -respondió Patch.
-Hágame un resumen lo más breve posible.
-Soy ingeniero y fabricante. Me hice cargo de un complicado trabajo para cierto individuo... un criminal, ahora lo sé. No nos pusimos de acuerdo; me raptó y me trajo aquí. El rescate es el dinero que estaba en juego.
-¿El criminal es Kokor Hekkus?
Myron Patch asintió tristemente.
-¿Le conoce personalmente?
-Conozco a su agente, que suele venir a Krokinole.
-¿Puede localizar a ese agente?
-En Krokinole, sí. Aquí, no.
-Muy bien. Pagaré su rescate.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, abril 23, 2005

-En mi opinión -declaró el conserje, llamado Armand Koshiel-, la Conferencia del Oikumene debería aportar una suma lo bastante amplia como para satisfacer todos los gastos del rescate. ¿Por qué no? La mayoría de los huéspedes residen en el Oikumene. Tal acuerdo haría más sencillo todo el proceso y evitaría disgustos y pérdidas inútiles.
Gersen sugirió que esa medida redundaría en un aumento de los secuestros, y Koshiel admitió la posibilidad.
-Por otra parte, algunos aspectos de la situación actual me intrigan.
-¿De veras?
-¿Conoce la Compañía de Seguros Transgaláctica? Tienen delagaciones en casi todas las ciudades.
-He oído nombrarla.
-Se especializan en seguros de secuestro; de hecho, me parece que controlan el sesenta o el setenta por ciento de ese mercado, ya que sus tarifas son las más bajas. ¿Por qué son bajas sus tarifas? Porque sus clientes raramente son secuestrados, mientras que los clientes de sus competidores suelen terminar en Intercambio. He especulado a menudo con la idea de que, o bien Transgaláctica pertenece a Intercambio, o Intercambio pertenece a Transgaláctica. Un pensamiento indiscreto, quizá, pero ahí está.
-Indiscreto, quizá, pero interesante... ¿Y por qué no? Ambas empresas encajan a la perfección.
Llegaron al apartamento de clase B que alojaba a Daro y Wix Audmar.
-He aquí una encantadora parejita -dijo Koshiel-. El rescate, por supuesto, es muy elevado; tal vez valgan veinte, o incluso treinta mil, según los gustos. El plazo de rescate ha caducado, por tanto están "a la venta", pero nadie en su sano juicio pagaría unos honorarios tan elevados.
Gersen observó a los dos niños a través de una ventana. Daro leía, Wix saltaba con un trozo de cuerda. Se parecían mucho; esbeltos, cabello negro, los ojos luminosos de su padre.
Gersen se volvió.
-Qué raro. ¿Quién se arriesga a fijar honorarios tan altos?
-No debería airear esta información, toda vez que se refiere a la identidad de un avalador, pero estoy seguro de que a este avalador en particular no le importa; es el famoso Kokor Hekkus. Siempre nos ha proporcionado bastantes clientes, pero en este momento parece que controla todo el mercado.
-Pero ¿por qué?
-Una de sus características es la devoción por el ideal estético. Parece que Kokor Hekkus se ha enamorado locamente de una joven que, se lo aseguro, es la más encantadora visión del universo. ¡Es inigualable!
-¿Cómo lo sabe?
-Paciencia. Esta joven, lejos de mostrar el mismo afecto, encuentra insufrible y nauseabundo el solo hecho de pensar en él. ¿A dónde puede huir? ¿Cómo puede ocultarse? La galaxia es demasiado pequeña. Kokor Hekkus es inasequible al desaliento; la buscará dondequiera que vaya. No existe refugio para esta deliciosa criatura... salvo uno: Intercambio. De modo que esta chica actúa como su propio avalador. Establece sus honorarios de rescate en diez mil millones de UCL; en realidad, solicitó fuera más alto, un billón, pero su petición fué denegada. Y ahora, ¿qué? Una situación absurda: la chica tranquila y segura en los Jardines Imperiales de Intercambio, mientras Kokor Hekkus suda y transpira en el límite de la pasión. No es que le hayan dado calabazas, es que no tiene bastante dinero. En algún lugar ha de encontrar diez mil millones de UCL.

Jack Vance "La máquina de matar"

viernes, abril 22, 2005

Gersen siguió examinando la lista. Después de los ocho huéspedes valorados en 100,000,000 de UCL, sólo había uno más que no sobrepasaba el techo de los cien millones:
Patch, Myron: 56, varón
Rescisión: 427,685 UCL
El empleado, que había atendido a otro cliente mientras Gersen consultaba la lista, volvió.
-¿Alguna de nuestras "existencias" satisface sus necesidades?
-Deseo hacer una inspección personal, naturalmente.
-Una cosa más, señor. En cuanto al artículo Eperje-Tokay, no se permite ni el más mínimo placer de curiosear. Antes de inspeccionar esa "existencia" deberá depositar una fianza de diez mil UCL, a descontar del monto total de la rescisión.
-No me interesa hasta ese punto.
-Como quiera.
El empleado llamó a un conserje, quien condujo a Gersen desde la sala de recepción hasta un pasillo que desembocaba en un patio.
-¿Qué artículos en particular desea inspeccionar?
-Como sabe, soy neutral.
-Sí, señor.
-Tengo unos cuantos UCL para invertir en lo que más me convenga. Estoy seguro de que sabe a qué me refiero. Si me indica el camino más provechoso, será una simple cuestión de justicia que comparta mi buena suerte con usted.
-Todo esto me parece muy sensato... siempre que las reglas de la compañía sean respetadas.
-No se trata de nada ilegal. -Gersen extrajo doscientos UCL en billetes-. Habrá más en función de la información que me proporcione.
-Muy bien. En esa dirección están los cubículos de clase E, para huéspedes cuyos amigos y seres queridos no pueden rescatarlos, y que ahora, para ser francos, esperan ser vendidos como esclavos. Los alojamientos llegan hasta los llamados Jardines Imperiales, en lo alto de la colina. Los huéspedes deben permanecer en sus aposentos durante las horas de inspección matutinas, pero se les permite elegir algún tipo de diversión después de comer, y la tarde es el período social. Algunos de nuestros huéspedes encuentran la experiencia relajante y se sienten agradecidos a sus avaladores.
Guiado por el ahora locuaz conserje, Gersen examinó los miserables especímenes de los cubículos de clase E, y luego los de las clases D y C. Ante cada cubículo colgaba un cartel con los datos del inquilino, nombre, estatus y precio de venta.

Jack Vance "La máquina de matar"

jueves, abril 21, 2005

-Olguin, Rango Noventa y dos, Expediente seis.
-¿A quién desea rescatar?
-Sett, Rango Cuarenta y cuatro, Expediente siete.
-¿Cuáles son los honorarios?
-Doce mil quinientos UCL.
-¿Es usted un agente, un principal o un neutral?
-Un agente.
-Muy bien. Entregue la fianza, por favor.
El empleado contó el dinero con gran minuciosidad, lo pasó por la ranura del detector de fraudes y quedó convencido de su autenticidad. Redactó un recibo y pidió un contrarrecibo, a lo que el de Bernal se negó hasta que el individuo rescatado fuera traído a su presencia. El empleado volvió a sentarse ante este alarde de rebeldía y miró al bernalense fijamente.
-Usted no lo ha comprendido, señor. La consigna de Intercambio es la integridad. El hecho de que yo le permita entregarme su dinero es garantía suficiente de que el huésped por el que ha pagado está muy cerca, y en buenas condiciones. Sus vacilaciones y sospechas no hacen otra cosa que manchar nuestra reputación, pero también arrojan barro sobre el brillo de su calidad.
El bernalense se encogió de hombros, nada impresionado por la perorata del empleado. Sin embargo, firmó el contrarrecibo. El empleado asintió con sequedad, apretó un botón y un conserje uniformado con una chaqueta roja condujo al de Bernal a una sala de espera.
Gersen dijo su nombre y se identificó como neutral, en otras palabras, un capitalista independiente que había decidido "rescindir los honorarios" de un huésped que había rebasado los quince días estipulados para el rescate, tal vez en orden a pedir un rescate mayor y obtener un provecho.
-Éstas son nuestras "existencias" actuales.
El conserje entregó a Gersen una hoja con una lista de unos doce nombres y sus correspondientes honorarios. Gersen echó un vistazo a la lista. Hacia el final leyó:
Audmar, Daro; 9, varón
Wix; 7, hembra
Rescisión: 100,000,000 UCL
Más abajo encontró:
Eperje-Tokay, Alusz Iphigenia; 20, hembra
Rescisión: 10,000,000,000 UCL
Gersen leyó las cifras y parpadeó. ¿Un error tipográfico? ¿Diez mil millones de UCL? ¡Un rescate sin precedentes, una suma imposible! Cien millones ya eran inusuales, aunque en la lista, comprobó, había siete u ocho huéspedes con rescates fijados en 100,000,000 UCL. Una enorme suma de dinero, pero sólo la centésima parte de diez mil millones. Algo muy extraño estaba pasando. ¿Quién podría pagar diez mil millones de UCL? Sobrepasaba el presupuesto de la mayoría de los planetas.

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, abril 20, 2005

Intercambio era un grupo de edificios en la base de un montículo rocoso en el Da'ar-Rizm, un desierto del planeta Sasani, Aquila GB 1201; IV, para utilizar la nomenclatura geocéntrica propiciada por la Agenda Estelar. En algún momento del lejano pasado, una raza inteligente había poblado al menos dos de los continentes del norte de Sasani, pues era ahí donde se habían hallado los restos de monumentales castillos y fortalezas.
Las naves privadas tenían prohibido sobrevolar el Da'ar-Rizm, y una serie de sistemas antiaéreos reforzaban la estructura. Las personas que utilizaban los servicios de Intercambio aterrizaban en Nichae, a orillas del poco profundo Mar Calopsid, tomaban un avión hacia Sul Arsam -apenas una estación en el desierto- y luego pasaban a un traqueteante vehículo de superficie, que les conducía a Intercambio, a unos treinta kilómetros.
Cuando Gersen llegó a Sul Arsam, una fría llovizna humedecía las arenas del desierto. Mientras caminaba desde la pista de aterrizaje a la estación aparecieron vívidas extensiones de líquenes. A mitad de camino, un diminuto e insignificante objeto se aplastó contra su mejilla y comenzó inmediatamente a rasgarle la piel. Gersen maldijo, le dio una palmada y se lo arrancó. Advirtió que a los demás pasajeros les sucedía lo mismo, y también percibió una sonrisita burlona en el rostro del empleado de la estación, que llevaba una especie de repeledor de insectos ultrasónico.
Gersen esperó en la estación con otros cinco pasajeros. Se trataba de un largo cobertizo de paredes acristaladas. La llovizna se convirtió en un breve y fuerte aguacero, luego paró y en un instante salió el sol, que iluminó el desierto y levantó nubecillas de vapor. Los líquenes desprendieron pequeños grupos de esporas rosadas.
Apareció un autobús, un tosco y pesado armatoste sobre cuatro ruedas. Aparcó, tal vez a propósito, a unos sesenta metros de la estación; Gersen y los otros cinco se precipitaron a bordo, agitando las manos para alejar a los insectos.
Durante media hora el autobús avanzó a trompicones entre las dunas. A lo lejos se entreveía Intercambio: un ruinoso montón de piedra arenisca roja rodeado de bajas estructuras de hormigón. Un bosquecillo de delgados árboles amarillos, marrones y rojos cubría la cumbre de la colina, donde se alzaban tres o cuatro casas.
El autobús traqueteó hasta un recinto y se detuvo. Los pasajeros se apearon y siguieron una línea de flechas amarillas hasta la recepción. Un diminuto y cetrino empleado de pelo blanco, cuidadosamente ceñido por un casquete gris, se sentaba tras un mostrador, anotando las entradas en un libro. En la parte delantera del casquete llevaba el emblema de Intercambio: dos manos entrelazadas. Mandó sentarse al grupo y continuó trabajando. Cerró por fin el libro con un golpe seco, levantó la vista y señaló con el dedo:
-Usted, señor. Si se acerca, le atenderé.
El individuo seleccionado era un melancólico hombre de pelo negro, vestido con la típica chaqueta negra ajustada y los pantalones bombachos blancos de Bernal. El empleado le entregó un formulario.
-¿Su nombre?

Jack Vance "Los príncipes demonio: La máquina de matar"

martes, abril 19, 2005

De Instituciones humanas, de Prade (Libro de texto de los grados décimo y undécimo):
"Intercambio es otra de las extrañas acomodaciones necesarias para el funcionamiento de lo que designamos con el término 'mecanismo total'. Es un hecho que el secuestro para obtener un rescate es un crimen común, debido a lo fácil que resulta escaparse en una nave espacial. En el pasado, el sistema de pagar rescate no funcionaba a menudo, a causa de los odios y sospechas que se generaban inevitablemente, de modo que muchos niños y niñas jamás regresaban a sus hogares. De ahí la necesidad de Intercambio, ubicado en Sasani, un planeta cercano a Más Allá, que funciona como un mediador entre el secuestrador y los que pagan el rescate. Intercambio garantiza la buena fe de la transacción. El secuestrador recibe su dinero, menos el tanto por ciento de Intercambio; la víctima es devuelta sana y salva a su hogar... Intercambio es oficialmente denunciada, pero tolerada en la práctica, pues su ausencia empeoraría notablemente las condiciones. A veces, ciertos grupos discuten la viabilidad de encargar a la PCI un asalto en toda regla a Intercambio; pero nunca se ha llegado a nada en concreto."

Jack Vance "La máquina de matar"

lunes, abril 18, 2005

De La esencia moral de la civilización, de Calvin V.Calbert:

"En cierto sentido, la expansión del hombre a lo largo y ancho de la galaxia debe ser considerada como una regresión de la civilización. En la Tierra, después de muchos miles de años de esfuerzos, se ha llegado a un consenso sobre lo que es el bien y lo que es el mal. Cuando el hombre abandonó la Tierra, también dejó detrás suyo este consenso..."

Jack Vance "La máquina de matar"

domingo, abril 17, 2005

Tres días más tarde, Gersen recibió un paquete en el hotel Credenze. Lo abrió y encontró dieciocho fajos de billetes todavía frescos del Banco de Rígel, que totalizaban la suma de ciento un millones de UCL. Gersen los examinó con su detector de fraudes: todos eran auténticos.
Gersen pagó inmediatamente la cuenta del hotel y tomó el metro hasta el espaciopuerto, donde le aguardaba su vieja y baqueteada 9-B. Una hora más tarde había dejado Rígel y estaba en el espacio.

Jack Vance "La máquina de matar"

sábado, abril 16, 2005

-¿Sabía usted que Kokor Hekkus estaba involucrado? -preguntó Gersen.
-No.
-Ahora que lo sabe, ¿tomará medidas contra él?
Audmar esbozó un gesto petulante, como dando por sentado que emplear la violencia sería tan repudiable como pagar el rescate.
-Para ser completamente sincero -dijo Gersen-, tengo razones para considerar a Kokor Hekkus mi enemigo. Yo no me reprimo como usted; puedo expresar mis sentimientos.
Un pálido brillo de algo cercano a la envidia relampagueó en los ojos de Audmar, pero se limitó a inclinar la cabeza con corrección.
-He venido para conseguir información -siguió Gersen-, y, espero, toda clase de cooperación que me pueda proporcionar.
-Será muy poca o ninguna.
-Aún así, es usted un ser humano y debe amar a sus hijos. Estoy seguro de que no desea que los vendan como esclavos, la perspectiva más probable. ¿Están en intercambio?
-Sí.
-Quizá no esté familiarizado con los procedimientos de Intercambio. Primero se calcula el tiempo de viaje, al que se añaden quince días más; durante este período sólo lo que se llama la parte directamente interesada puede rescindir el contrato. Una vez transcurrido este tiempo, cualquiera puede hacerlo. Si yo tuviera cien millones de UCL, por ejemplo, podría hacerlo.
-¿Por qué desearía hacerlo? -preguntó Audmar después de estudiarle un momento.
-Quiero saber por qué Kokor Hekkus necesita tanto dinero. Quiero saber muchas cosas sobre Kokor Hekkus.
-Muy bien. -Audmar se puso en pie-. Usted es un Once. Sabe lo que debe hacerse.
Gersen abandonó la sala sin más ceremonias. En el tranquilo vestíbulo encontró a la mujer que lo había dejado entrar. En sus ojos temblaba una pregunta.
-¿Es usted la madre de los niños?
-¿Están... están bien?
-Creo que sí. ¿Me dará algunas fotografías?
La mujer buscó en una estantería. El niño sonreía, la niña estaba seria.
-No quiero engañarla con falsas esperanzas, pero es posible que sus hijos sean rescatados.
-Le estaré muy agradecida.
Gersen salió de la casa fría y oscura a la radiante luminosidad del jardín. El silencio envolvía la tarde; el rugido del motor, cuando puso en marcha el viejo vehículo, pareció intolerablemente estrepitoso. Gersen se sintió alividado al dejar la mansión de Duschane Audmar a sus espaldas. A pesar de su magnífica apariencia, a pesar de su atractivo diseño, reinaba en ella el silencio, las emociones férreamente reprimidas, el dolor y la cólera soportados en el más impenetrable de los secretos. "Por eso nunca llegué al Doce", pensó Gersen.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, abril 12, 2005

-Mi visita está relacionada con esas desgracias. -Gersen sacó una agenda de su bolsillo, arrancó una hoja y escribió: "Kirth Gersen, Grado 11, para negociar con Kokor Hekkus"-. Dele esto.
La mujer leyó la nota y se fue sin pronunciar palabra.
Volvió enseguida y le invitó a pasar. Gersen la siguió a lo largo de un oscuro pasillo hasta una sala abovedada de blancas y desnudas paredes de yeso. Allí se sentaba Audmar, frente a un bloc de papel blanco, una pluma de ganso y un tintero de tinta morada. En el papel no había nada escrito, salvo una línea con la letra afiligranada característica de los miembros más distinguidos del Instituto. Audmar era un hombre no muy alto, cuadrado y musculoso, de facciones bien proporcionadas: nariz pequeña y recta, ojos negros que brillaban como el aceite, boca delgada y un hoyuelo en la barbilla. Dedicó un breve saludo a Gersen, apartó el papel, la pluma y el tintero.
-¿Dónde adquirió el Once?
-En Amsterdam, la Tierra.
-Su preceptor debió ser Carmand.
-No, fue von Bleek, el predecesor de Carmand.
-Hum. Era usted muy joven. ¿Por qué no perseveró? Después del Once no es muy difícil llegar al Veinticinco.
-No podía supeditar mis metas personales a las del Instituto.
-¿Y cuáles eran esas metas?
Gersen se encogió de hombros.
-No son muy complicadas, lo bastante primitivas para satisfacer a un Centenario, aunque centrípetas.
Las cejas de Audmar dibujaron unos arcos escépticos, pero abandonó el tema.
-¿Por qué desea usted negociar con Kokor Hekkus?
-Es un asunt en el que ambos estamos interesados.
-Un hombre muy interesante, por cierto -asintió Audmar.
-La semana pasada raptó a sus hijos.
Audmar permaneció sentado en silencio durante medio minuto. Era obvio que no conocía la identidad del secuestrador.
-¿En qué se basa para formular esta afirmación?
-Ha sido admitida por el hombre que fue capturado, Rob Castilligan, actualmente en prisión.
-¿Actúa usted a nivel oficial?
-No.
-Continúe.
-Presumiblemente, usted desea que sus hijos le sean devueltos sanos y salvos.
Audmar sonrió levemente.
-Una presunción.
-¿Ha recibido instrucciones para conseguir su rescate? -preguntó Gersen ignorando la ambigüedad de su interlocutor.
-En efecto. El mensaje llegó anteayer.
-¿Va a pagar?
La voz de Audmar era suave y tranquila.
-No.
Gersen no esperaba otra cosa. Centenarios y Casicentenarios estaban obligados a mantenerse impasibles ante cualquier presión externa. Si Duschane Audmar pagaba el rescate de sus hijos, admitiría su docilidad, dejaría inermes al Instituto y a él mismo ante la persuasión exterior. Era una política bien conocida; Gersen se preguntó por enésima vez por qué habían importunado a Duschane Audmar. ¿Habría revelado en alguna ocasión cierta debilidad? ¿Habrían elegido al azar los secuestradores?

Jack Vance "La máquina de matar"

domingo, abril 10, 2005

De los siete continentes de Alphanor, Escitia era el mayor, el más densamente poblado y, en opinión de los habitantes de Umbría, Lusitania y Licia, el más bucólico. La provincia de Garreu, enclavada entre el Océano Místico y las Montañas Morgan, era la región más aislada de Escitia.
Gersen llegó a Taube, un somnoliento pueblo barrido por el sol a orillas de la bahía de Jermin, en el vuelo quincenal procedente de la capital de la provincia, Marquari. Encontró un solo vehículo para alquilar: un viejo deslizador de ruidosos cojinetes, proclive a volcar en las bajadas. Gersen preguntó unas direcciones, montó en el coche y tomó la carretera del interior. Subió una pronunciada cuesta, el paisaje brillantemente iluminado por la luz resplandeciente de Rígel.
La ruta serpenteaba entre viñedos, huertos de nudosos árboles frutales, cultivos de coles verdeazuladas y alcachofas, matorrales de bayas nativas. A ambos lados se levantaban granjas, equipadas con placas que absorbían la energía de Rígel. La carretera le llevó hasta una pequeña loma, Gersen bajó para echar un vistazo a los cojinetes. Al sur se extendía el océano, y el terreno se elevaba a partir de la bahía, un tapiz pardo, rosa y blanco que era Taube. Todos los colores del paisaje refulgían, brillaban y bailaban a la luz como pintura todavía fresca. La carretera fue descendiendo hasta que Gersen divisó la villa de Duschane Audmar, Miembro del Grado Noventa y Cuatro del Instituto. Se trataba de una estructura extravagante de piedra y madera blanqueada al sol, a la que daban sombra dos enormes robles y un gingko nativo.
Gersen recorrió el sendero que llevaba a la puerta y llamó con una pesada aldaba de bronce en forma de pata de león. Tras una larga espera se abrió la puerta, y en el umbral apareció una hermosa joven vestida con una blusa campesina.
-He venido para hablar con Duschane Audmar -dijo Gersen.
La mujer le inspeccionó pensativamente.
-¿Puedo preguntar por qué?
-Lo discutiré personalmente con lord Audmar.
-No creo que le reciba. Han ocurrido algunas desgracias familiares y Duschane Audmar no desea ver a nadie.

Jack Vance "La máquina de matar"

viernes, abril 08, 2005

Del capítulo 1, "El marco astrofísico", de Los pueblos del Grupo, de Streck y Chernitz:

"Es Rígel, esa magnífica estrella entre las estrellas, la que ha permitido al Grupo su existencia, gracias a su prodigiosa luminosidad y a su espaciosa Zona de Habitabilidad. ¡Es imposible no maravillarse ante la absoluta grandeza del sistema! ¡Piensen en ello! ¡Veintiséis saludables planetas girando en órbitas de un millar de años alrededor del blanco sol deslumbrante, a un radio medio de veinte mil kilómetros, por no mencionar los seis planetas, a menudo olvidados, del incandescente Cinturón Interior, y Blue Companion, distante un cuarto de año luz!
Pero las auténticas circunstancias que hacen del Grupo lo que es, proporcionan uno de los más tentadores misterios de la galaxia. La mayor parte de los expertos en la materia consideran Rígel una estrella joven, de una edad que oscila entre unos pocos millones y un billón de años. ¿Cómo explicar, pues, el Grupo, que a la llegada de sir Julian Hove ya desarrollaba veintiséis complejos biológicos maduros? Tomando como referencia la escala temporal de la evolución terrestre, el Grupo tiene varios billones de años de vida... asumiendo que dicha vida sea autóctona.}
¿Es ésta una aseveración digna de crédito? Si bien la flora y la fauna de cada planeta son marcadamente diferentes, se da al mismo tiempo una serie de sugestivas similitudes... casi como si la vida del Grupo, hace mucho, mucho tiempo, hubiera tenido un origen común.
Hay tantas teorías como teóricos. El decano de los modernos cosmólogos, A.N.der Poulson, ha propuesto ingeniosamente una situción en que Rígel, Blue Companion y planetas condensados de un gas ya rico en hidrocarburo hayan dado principio a la vida, por así decirlo. Otros, aficionados a las más extravagantes fantasías, han especulado sobre la posibilidad de que los planetas del Grupo hayan sido transportados hasta allí y puestos en sus órbitas óptimas por alguna raza ya extinguida, que poseía inmensos conocimientos científicos. La regularidad y distancia de las órbitas, el casi uniforme tamaño de los planetas del Grupo, en contraposición a las disparidades de los Mundos Interiores, concedieron cierta plausibilidad a especulaciones de este tipo. ¿Por qué?
¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Quién? ¿Los hexadeltas? ¿Quién esculpió el acantilado del Monumento Xi Puppix X? ¿Quién abandonó el incomprensible mecanismo hallado en la Gruta Misteriosa de la Luna? Enigmas fascinantes que aún esperan respuesta..."

Jack Vance "La máquina de matar"

miércoles, abril 06, 2005

Zaum echó una mirada de reojo a Gersen y desconectó el sistema auditivo.
-¿Qué más sabe sobre Kokor Hekkus? -preguntó Gersen.
Zaum planteó la pregunta. El rostro del prisionero expresó terror.
-Va demasiado rápido y abusa de mi salud. Suponga que le digo algo que no le guste a Kokor Hekkus (y tenga por seguro que no es así, pero supongámoslo por un instante). ¿Piensa que Su Ferocidad se sentiría halagado conmigo? Averiguaría el lado oscuro de mi alma, desataría sobre mí todas las angustias, terrores y enfermedades que más me asustan. Un hombre debe velar por su piel; si él no lo hace, ¿quién lo hará?
-No hace falta decir que nada de lo que nos cuente acerca de Kokor Hekkus será comunicado al interesado -dijo Zaum suavemente.
-¡Bah! Eso es lo que usted dice. En este momento hay un hombre sentado a su lado; vi como le miraba. Nadie le asegura que no es el propio Kokor Hekkus quien comparte su despacho.
-No lo dirá en serio.
-No. -El tono de Castilligan cambió de nuevo-. Kokor Hekkus está en Más Allá, según creo, gastándose las enormes sumas que ha ganado en los últimos meses.
-¿Cómo las gasta? ¿En qué?
-No lo sé. Kokor Hekkus es viejo... algunos dicen que tiene trescientos años, otros cuatrocientos... pero conserva la energía de un joven. No le falta entusiasmo al hombre.
-Si no está usted relacionado con Kokor Hekkus, ¿cómo sabe todo esto?
-Le he oído hablar. Le he oído hacer planes. Le he oído maldecir. Es cambiante, voluble, esquivo como una doncella ardiente. Es absolutamente generoso, absolutamente cruel... en ambos casos porque no escucha otra opinión que la suya. Es un enemigo terrible, pero no un mal amo. Hablo así de él porque no me puede hacer ningún daño, sino más bien ayudarme. Pero jamás osaría ofenderle. Inventa nuevos y especiales terrores con este único propósito. Y si le sirviera bien, ordenaría construirme un castillo y me nombraría barón Castilligan.
-¿Y dónde llevaría a cabo esta romántica fantasía? -se mofó Zaum.
-En Más Allá.
-En Más Alla -gruñó Zaum-. Siempre Más Allá. Algún día barreremos la Estaca y pondremos fin a Más Allá.
-Nunca lo lograrán. Más Allá siempre existirá.
-No importa. ¿Qué más sabe de Kokor Hekkus?
-Sé que continuará secuestrando hijos e hijas de otros hombres ricos. En pocas palabras: necesita una inmensa suma de dinero y la necesita cuanto antes.

Jack Vance "La máquina de matar"

martes, abril 05, 2005

-Pero... ¿por qué menciona ese nombre? Estamos hablando de cosas reales.
-Creo que mencionó antes ciertas condecoraciones a cambio de su declaración.
-¡Por supuesto que no lo hice! Pero no guirnaldas para mi tumba.
-Supongamos que con su colaboración le echamos el guante a Kokor Hekkus -insinuó Zaum-. ¿Se imagina la deslumbrante condecoración de oro? Sería elegido Director Honorario de la PCI.
Castilligan parpadeó y se mordió pensativamente la lengua.
-¿Hay algún cargo contra Kokor Hekkus?
-Aunque no los hubiera, le cogeríamos para venderle al mejor postor y ganar una fortuna. Hay cincuenta y cinco planetas que quieren la piel de Kokor Hekkus.
Castilligan enseñó sus blancos dientes en una súbita y radiante sonrisa.
-Bien, a decir verdad, no tengo nada que ocultar, pues nada de lo que sé podría ofender a Kokor Hekkus. Es tal como ya sabe, y no puedo cambiar su imagen.
-¿Dónde está ahora?
-En Más Allá, creo.
-¿Trabajó con usted en el secuestro de Audmar?
-No, aunque podría haber adoptado otro nombre. En serio, nunca he visto a Kokor Hekkus en persona. Siempre ha sido "Rob, haz esto" o "Rob, haz lo otro" por los medios más intrincados. Un tipo muy reservado, el tal Kokor Hekkus.
-En los viejos tiempos, saqueó museos y cosas por el estilo. ¿Por qué?
-Porque me pagaban por hacerlo. Quería antigüedades, y sólo confiaba en el valeroso Rob para realizar sus planes. Hace mucho, desde luego. En mi juventud, como quien dice.
-¿Qué hay sobre todos esos secuestros? ¿En cuántos ha participado?
Castilligan compuso una delicada expresión.
-No me atrevo a decirlo. Podría perjudicar mi declaración.
-Muy bien. ¿De cuántos ha oído hablar?
-En los últimos tiempos, unos catorce. Y cuando digo en los últimos tiempos, quiero decir en el transcurso de un mes.
-¡Catorce!
-Sí, una empresa que funciona a pleno rendimiento. -Castilligan exhibió su alegre sonrisa-. Me he preguntado por qué y para qué, pero... -se encogió de hombros-... ¿quién soy yo para leer la mente de Kokor Hekkus? No cabe duda de que, como cualquier persona, necesita dinero.

Jack Vance "La máquina de matar"