miércoles, abril 20, 2005

Intercambio era un grupo de edificios en la base de un montículo rocoso en el Da'ar-Rizm, un desierto del planeta Sasani, Aquila GB 1201; IV, para utilizar la nomenclatura geocéntrica propiciada por la Agenda Estelar. En algún momento del lejano pasado, una raza inteligente había poblado al menos dos de los continentes del norte de Sasani, pues era ahí donde se habían hallado los restos de monumentales castillos y fortalezas.
Las naves privadas tenían prohibido sobrevolar el Da'ar-Rizm, y una serie de sistemas antiaéreos reforzaban la estructura. Las personas que utilizaban los servicios de Intercambio aterrizaban en Nichae, a orillas del poco profundo Mar Calopsid, tomaban un avión hacia Sul Arsam -apenas una estación en el desierto- y luego pasaban a un traqueteante vehículo de superficie, que les conducía a Intercambio, a unos treinta kilómetros.
Cuando Gersen llegó a Sul Arsam, una fría llovizna humedecía las arenas del desierto. Mientras caminaba desde la pista de aterrizaje a la estación aparecieron vívidas extensiones de líquenes. A mitad de camino, un diminuto e insignificante objeto se aplastó contra su mejilla y comenzó inmediatamente a rasgarle la piel. Gersen maldijo, le dio una palmada y se lo arrancó. Advirtió que a los demás pasajeros les sucedía lo mismo, y también percibió una sonrisita burlona en el rostro del empleado de la estación, que llevaba una especie de repeledor de insectos ultrasónico.
Gersen esperó en la estación con otros cinco pasajeros. Se trataba de un largo cobertizo de paredes acristaladas. La llovizna se convirtió en un breve y fuerte aguacero, luego paró y en un instante salió el sol, que iluminó el desierto y levantó nubecillas de vapor. Los líquenes desprendieron pequeños grupos de esporas rosadas.
Apareció un autobús, un tosco y pesado armatoste sobre cuatro ruedas. Aparcó, tal vez a propósito, a unos sesenta metros de la estación; Gersen y los otros cinco se precipitaron a bordo, agitando las manos para alejar a los insectos.
Durante media hora el autobús avanzó a trompicones entre las dunas. A lo lejos se entreveía Intercambio: un ruinoso montón de piedra arenisca roja rodeado de bajas estructuras de hormigón. Un bosquecillo de delgados árboles amarillos, marrones y rojos cubría la cumbre de la colina, donde se alzaban tres o cuatro casas.
El autobús traqueteó hasta un recinto y se detuvo. Los pasajeros se apearon y siguieron una línea de flechas amarillas hasta la recepción. Un diminuto y cetrino empleado de pelo blanco, cuidadosamente ceñido por un casquete gris, se sentaba tras un mostrador, anotando las entradas en un libro. En la parte delantera del casquete llevaba el emblema de Intercambio: dos manos entrelazadas. Mandó sentarse al grupo y continuó trabajando. Cerró por fin el libro con un golpe seco, levantó la vista y señaló con el dedo:
-Usted, señor. Si se acerca, le atenderé.
El individuo seleccionado era un melancólico hombre de pelo negro, vestido con la típica chaqueta negra ajustada y los pantalones bombachos blancos de Bernal. El empleado le entregó un formulario.
-¿Su nombre?

Jack Vance "Los príncipes demonio: La máquina de matar"