miércoles, marzo 29, 2006

El vehículo pasó frente a una de las torres que habían despertado la curiosidad de Navarth: un edificio de veinte pisos, consistente cada uno en seis apartamentos en forma de cuña.
-¿Cuál es el propósito de estas torres tan altas? -preguntó el poeta a la mujer.
-Ahí se recaudan los impuestos.
-Ajá, Henry Lucas, tenía razón: las torres albergan oficinas públicas.
-Exacto, sí, muy exacto.
La mujer dirigió a Navarth una mirada caústica.
Navarth no le hizo caso. Señaló con el dedo uno de los numerosos cafés del bulevar; los clientes eran hombres en su mayoría.
-Estos vagos tienen mucho tiempo libre -indicó Navarth-. ¡Fíjese cómo se repantingan y empinan el codo! ¡Viole Falushe es muy indulgente con sus súbditos, en el caso de que lo sean!
El vehículo dio la vuelta a una plazoleta y se detuvo ante un gran edificio de dos plantas. En la terraza se sentaban algunos hombres y mujeres vestidos de diversa manera, obviamente forasteros.
-¡Largo de aquí, cabezas peludas! -dijo la mujer con brusquedad-. Aquí tenéis el hotel; ya he cumplido mi trabajo.
-Incompetente hasta extremos indecibles -comentó Navarth antes de bajar-.
La mujer apretó un botón; el suelo del vehículo empezó a ladearse. Gersen y Navarth tuvieron que saltar fuera. El vehículo se alejó mientras Navarth dedicaba un gesto obsceno a la espalda de la mujer.
Un lacayo se adelantó a recibirlos.
-¿Son invitados del Margrave?
-Exacto -contestó Navarth-. Hemos sido invitados a su Palacio.
-Mientras esperan se alojarán en el hotel.
-¿Esperar? ¿Durante cuánto tiempo? Creí que seríamos conducidos directamente al Palacio.
-Los huéspedes del Margrave se reúnen aquí -observó el lacayo con una inclinación-. Se irán todos juntos. Creo que aún faltan por llegar cinco o seis, según mis cálculos. ¿Me permiten que les enseñe sus habitaciones?

Jack Vance "El palacio del amor"