sábado, marzo 04, 2006

-Bien. Sería preciso que nos viéramos. Dígame el lugar y la hora, y allí estaré.
-¿El lugar? ¿Puede haber otro? El Palacio del Amor. Cada año recibo a un grupo de invitados. Usted formará parte del próximo, y también el viejo loco Navarth.
-¡Yo no! -protestó Navarth-. Mis pies jamás han perdido contacto con la Tierra; no me arriesgaré a perder la claridad de mi visión.
-La invitación, aunque tentadora, no es muy conveniente -se excusó Gersen-. Preferiría citarme con usted esta noche, aquí en la Tierra.
-Imposible. En la Tierra tengo enemigos, en la Tierra soy una sombra. Ningún hombre puede señalar con el dedo y decir, ahí está Viole Falushe... ni siquiera mi viejo amigo Navarth, del que he aprendido muchas cosas. ¡Una fiesta muy agradable la del otro día, Navarth! Espléndida, digna de un poeta loco. Sin embargo, la chica que te di para que cuidaras me decepcionó, y tú también. No has tenido ni el tacto, ni la imaginación, ni la creatividad que yo esperaba de ti. ¡Considera a la chica a la luz de lo que es y de lo que debe llegar a ser! Confiaba en obtener una nueva Jheral Tinzy: alegre y seria, dulce como la miel, áspera como la lima, la cabeza llena de pájaros, ardiente e inocente. ¿Y qué encuentro? Una niña traviesa, una libertina, un pilluelo de cara avinagrada, completamente irresponsable y de pocas luces. ¡Imagínate! Me desprecia y escoge a un tal Ian Kelly, un insolente, un tipo despreciable que estaría mucho mejor muerto. Una situación comprensible para mí. La chica no había sido bien adiestrada. Supongo que le habrás hablado de mí y de mi interés por ella...
-Sí -dijo Navarth con terquedad-. He pronunciado tu nombre.
-Bien, no estoy nada satisfecho, y la enviaré a alguna otra parte para corregirla. La pondré en manos de tutores menos dotados pero más disciplinados. Sería agradable que se uniera a nosotros en el Palacio del Amor... ¿Decías algo, Navarth?
-Sí. He decidido aprovechar tu invitación. Visitaré tu Palacio del Amor.
-Eso está muy bien para ustedes, los artistas -se apresuró a decir Gersen-, pero yo soy un hombre muy ocupado. Tal vez un par de entrevistas breves aquí en la Tierra...
-Pero es que ya he abandonado la Tierra -dijo la voz de Viole Falushe con acento de educado reproche-. Estoy en órbita a la espera de oír que mis planes respecto a esa jovencita sean cumplidos al pie de la letra... Así que venga al Palacio del Amor.
La flor violeta viró al verde, se desvaneció y dejó lugar a un delicado azul pálido. La conexión se interrumpió.
Navarth continuó hundido en la silla durante un buen par de minutos, la cabeza inclinada y la barbilla apoyada en el pecho. Gersen se quedó mirando por la ventana, sintiendo un nuevo y súbito vacío en su vida... Navarth se puso perezosamente en pie y fue a su despacho. Gersen le siguió. El sol abrazaba el estuario; los tejados de Dourrai brillaban como bronce; los muelles podridos oscilaban en formas y ángulos extravagantes; un aura de melancolía invadía el ambiente.

Jack Vance "El palacio del amor"