miércoles, enero 31, 2007

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-Un momento, su señoría, por favor. -Fue a consultar a sus clientes, que murmuraron entre ellos con incertidumbre. Pingo volvió a dirigirse al presidente Dalt-. Su señoría, debo declarar que mis clientes están sufriendo molestias y gastos innecesarios, en especial el mantenimiento de la nave, que incluye salarios, seguros, el alquiler de amarraje y otros. ¿Se podría fijar una como garantía del pago de la deuda en el caso de que su dictamen nos fuera adverso, para que la nave prosiga su ruta? Sería lo más justo.
El presidente Dalt dirigió una mirada asesina a Duay Pingo.
-¿Está asumiendo, en mi tribunal, el papel de árbitro y expositor de la justicia?
-¡De ninguna manera, su señoría! Sólo era una forma de hablar. ¡Una frase desdichada, por la que suplico disculpas!
El presidente Dalt pareció sumirse en profundas reflexiones. Jehan Addels levantó el brazo como si quisiera rascarse la cabeza y murmuró para sí:
-Estipular el valor conjunto de la nave y su carga. Ningún fiador de la ciudad o de otra parte se arriesgaría.
-Fallo en favor de la petición del abogado defensor, siempre que la fianza cubra el valor de la nave y de su carga, lo que representa la máxima indemnización.
-Tal vez sea imposible, su señoría -se sobresaltó Duay Pingo.
-¡Entonces presente a los testigos adecuados, y permita que prosigamos la causa con todas las de la ley! ¡Basta de ambigüedades! ¿De qué sirve una defensa sin hechos o sin el testimonio pertinente de testigos responsables? Estructure bien su caso o perderá.
-Gracias, su señoría, consultaré de inmediato con mis clientes. ¿Puedo solicitar un breve aplazamiento?
-Desde luego. ¿Por cuánto tiempo?
-No estoy seguro. Lo comunicaré sin tardanza al secretario del tribunal, si cuento con el consentimiento de mi estimado colega y de su señoría.
-Estoy de acuerdo -manifestó Jehan Addels-, con tal que el emplazamiento no exceda un tiempo razonable.
-Muy bien, le autorizo, pero seamos claros, abogado Pingo; exijo el testimonio directo del principal implicado en el caso, o sea, la persona a la que pertenecía la nave cuando se produjo la presunta infracción, así como pruebas de que es el propietario. No aceptaré declaraciones por escrito, apoderados o representantes. Bien entendido esto, concedo un aplazamiento de dos semanas. Si necesita más tiempo, haga el favor de dirigirse al secretario del tribunal.
-Gracias, su señoría.
-Se aplaza la sesión.
El presidente del tribunal se dirigió a sus aposentos. El secretario general se secó la cara con un pañuelo azul, y murmuró al oído del alguacil:
-¿Vio alguna vez un buitre semejante?
-Menudo pajarraco, quisquilloso como un chimpancé con golondrinos. Ojalá no me las tenga que ver nunca con él.
-¡Bah! -murmuró el secretario general-. No hace falta ser el acusado; eructe en su presencia y mandará que le frían las entrañas. Estoy cubierto de sudor de tanto contener el aliento.

Jack Vance "El rostro"

lunes, enero 29, 2007

-Gracias, su señoría. Nuestra demanda por daños y perjuicios se basa en la siguiente concatenación de acontecimientos. En la fecha que, en tiempo terrestre, sería el día doscientos doce del año mil quinientos veinticuatro, en la ciudad de Thrump del Planeta de David Alexander, el propietario de la nave Ettilia Gargantyr conspiró con el comandante en jefe de la nave maliciosa y alevosamente para defraudar al Gremio de Proveedores, y estafarles una cantidad a la que tenían legal y perfecto derecho, y luego llevó a cabo su inicuo plan mediante el sencillo y vergonzoso método de...
El presidente Dalt golpeó la mesa con el mazo.
-Si el letrado consigue controlar su indignación, favorecer al tribunal con una simple explicación de los hechos y permitirme decidir la pertinencia de términos como "inicuo" y "vergonzoso", haremos avanzar con más agilidad este caso.
-Gracias, su señoría. Sin duda anticipo mi exposición, pero estamos invocando perjuicios tanto reales como merecedores de castigo, sobre la base de intención maliciosa y predemitación.
-Muy bien, prosiga, pero recuerde que no me agradan las exposiciones subjetivas.
-Gracias, su señoría. La estafa tuvo lugar, como ya he anunciado. Las partes perjudicadas denunciaron los hechos a las autoridades locales, pero la Ettilia Gargantyr había desaparecido, al igual que la Compañía de Transportes Celerus.
La causa fue transferida, a su debido tiempo, al Banco de Cooney.
La llegada de la Ettilia Gargantyr a Rath Eileann trasladó la jurisdicción in rem a este tribunal y, de acuerdo con nuestro mandato de embargo, preparamos una nueva demanda. La Ettilia Gargantyr se halla inmovilizada en el espaciopuerto de Slayhack. Solicitamos por daños y perjuicios una cantidad de doce mil ochocientos veinticinco UCL. Afirmamos que el propietario de la nave, mediante la aparentemente ficticia Compañía de Transportes Celerus, conspiró con malicia y total desprecio de las leyes con el capitán Wislea Tooms en detrimento de los demandantes. Sostenemos que tal conducta merece un severo castigo, a fin de que no vuelva a repetirse, y en ello basamos nuestra demanda por daños y perjuicios.
-Emplea el término "propietario" de la Ettilia Gargantyr. Aborrezco los circunloquios. Identifique a esa persona por su nombre.
-¡Lo lamento, su señoría! No sé su nombre.
-Muy bien. -El martillo volvió a golpear-. Abogado Pingo, ¿tiene algo qué decir?
-Sólo esto, su señoría: la acusación es monstruosa e insensata. Es una aviesa exageración de lo que constituye, a lo sumo, un descuido trivial. No ponemos en tela de juicio que tiempo ha existiera una demanda contra la nave, pero negamos con vehemencia la competencia del Banco de Cooney para actuar en este caso, y consideramos los cargos de intención maliciosa y conspiración fuera de lugar.
-Tendrá la oportunidad de demostrarlo mediante el testimonio de sus clientes. -El presidente Dalt examinó el banquillo de los acusados-. ¿Está presente el propietario legal y acreditado de la nave?
-No, su señoría, no lo está.
-¿Y cómo espera llevar adelante la defensa de los cargos?
-Demostrando su completa absurdidad, su señoría.
-¡Ajá, abogado! Está insultando mi inteligencia. A lo largo de mi carrera he contemplado docenas de absurdos que han acabado convirtiéndose en hechos incontrovertibles. Subrayaré que la acusación es muy concreta; alega intención maliciosa, fraude y conspiración, y estos cargos no pueden atribuirse a la retórica o a la ofuscación. Está haciendo perder el tiempo a este tribunal. ¿Cuanto tiempo le llevará convocar a los demandados?
Pingo se limitó a encogerse de hombros.

Jack Vance "El rostro"

jueves, enero 25, 2007

Una tormenta se desencadenó el maaspor la mañana en el lago Feamish. Remolinos de agua se estrellaban contra los cimientos del Estremont. Las altas ventanas de la sala del tribunal filtraban una mortecina luz grisácea, y los tres candelabros que simbolizaban los tres planetas de Vega brillaban en todo su esplendor. El secretario general, ataviado con ropajes negros y escarlata y un sombrero de franela negro, se sentó ante su mesa. Dos alguaciles custodiaban la puerta, rígidos, vigilantes y preocupados por la reputación del presidente Dalt. A la derecha se sentaba el abogado Duay Pingo con sus clientes, y a la izquierda el abogado Jehan Addels con los directivos del banco de Cooney. Había acudido media docena de espectadores, por razones que sólo ellos conocían. La sala estaba en silencio. Sólo se oía el lejano murmullo de las olas al estrellarse contra las rocas.
Una campana indicó que era media mañana. De una cámara posterior surgió el presidente Dalt, un personaje de mediana estatura y enjuto que lucía los emblemas del Tribunal Supremo. El birrete ceñía su frente y los flecos cubrían sus orejas. Sin mirar ni a derecha ni a izquierda subió al estrado y paseó una rápida mirada por la sala; su tez blanca como el yeso y sus facciones rígidas creaban un efecto de austera elegancia.
Los rituales del sistema judicial vegano se habían ido modificando con el paso de los siglos, pero todavía eran notables por sus homologías simbólicas. El presidente del tribunal ya no era transportado hasta el estrado por cuatro vírgenes ciegas, pero su asiento ("la Balanza") todavía descansaba sobre un fulcro en forma de cuña, si bien presidentes más progresistas exigieron puntales estabilizadores para moderar la oscilación de la Aguja de la Justicia.
El presidente Dalt había ordenado la colocación de rígidos estabilizadores para la Balanza, a fin de mantener en equilibrio la aguja.
El pregonero apareció en la galería que había detrás del estrado.
-¡Que todo el mundo oiga y atienda! ¡Esta sagrada corte, presidida por el Muy Honorable Presidente Dalt, inicia la sesión! -Arrojó tres plumas al aire para simbolizar la liberación de tres palomas blancas. Alzó los brazos al cielo y gritó-: ¡Que las alas de la verdad sobrevuelen esta tierra a lo largo y a lo ancho! La Corte de la Igualdad Interplanetaria celebra sesión.
Bajo los brazos, retrocedió hacia la glorieta y desapareció.
El presidente Dalt golpeó la mesa con el mazo y echó una ojeada al sumario.
-Escucharé las declaraciones preliminares sobre el caso del Banco de Cooney contra la Compañía de Transportes Celerus, la nave Ettilia Gargantyr, sus oficiales y propietarios legales. ¿Se hallan presentes las partes en litigio?
-Preparados los demandantes, su señoría -dijo Addels.
-Preparada la defensa, su señoría -dijo Duay Pingo.
-Sea tan amable de formular su acusación -se dirigió el presidente Dalt a Addels.

Jack Vance "El rostro"

domingo, enero 21, 2007

-Hablemos del asunto que me trae aquí. Represento al Banco de Cooney, que acaba de abrir una sucursal en Rath Eileann. Como sabrá, hemos interpuesto una demanda contra la Compañía de Transportes Celerus, de Vire, Sadal Suud Cuatro; la nave Ettilia Gargantyr y otros. He consultado con el honorable Duay Pingo, que defenderá la nave. Arde en deseos de resolver el caso, al igual que yo. Hablo en representación de ambas partes; queremos acelerar el procedimiento. Suplicamos que se celebre lo más pronto posible.
El secretario general se humedeció los labios, hinchó las mejillas y consultó un documento que tenía frente a él.
-Da la casualidad de que podemos fijar una audiencia relativamente rápida. El circuito ha sido adjudicado a un tal presidente Dalt.
Addels frunció sus cejas de color arena.
-¿Puede ser el mismo presidente Waldemar Dalt que presidió la Corte Interplanetaria en Myrdal, Bonifacius?
-El mismo. Hay un buen artículo sobre él en el Legal Observer.
-El Legal Observer, ¿eh? No había oído hablar nunca de ese diario.
-Es el primer número, publicado en New Wexford. He recibido dos copias, supongo que debido a la naturaleza de mi cargo.
-Me gustaría examinar un ejemplar, aunque sólo fuera para saber algo sobre Dalt.
-Una lectura muy interesante. Felicitan a Dalt por su exactitud, pero lo tildan de excesivamente riguroso.
-Así lo recuerdo.
Addels cogió la publicación y estudió el artículo. Una foto mostraba a un hombre de facciones duras, ataviado con el ropaje judicial blanco y negro. La borla frontal del tocado tradicional le caía sobre la frente. Las cejas negras acentuaban su extrema palidez. La boca apretada y los brillantes ojos entornados sugerían inflexibilidad y, tal vez, severidad.
-Humm -dijo Addels-. Sí, ése es el presidente Dalt. Le he visto en acción. Es tan duro como aparenta.
Cerró la revista. El secretario general la cogió y leyó en voz alta:
-"A veces considerado excesivamente abstracto y excesivamente riguroso, el presidente Dalt no es de ningún modo un especulador teórico; al contrario, insiste en respetar las normas tradicionales. Los funcionarios judiciales le consideran un fanático de la disciplina."
-¿Cuál es su opinión? -preguntó Addels con una tenue sonrisa.
El secretario general meneó la cabeza con pesar.
-Para ser exactos, parece un viejo y tiránico buitre.
-No es tan viejo como aparenta; de hecho, algunos dicen que se aprovecha de ese detalle.
-Ya, ya -murmuró el secretario general-. Me ha llegado esa información desde fuentes muy diversas.
-Vista a sus alguaciles con los mejores uniformes -dijo Addels-. Proporcione a sus pregoneros las mejores pastillas para la garganta..., porque el presidente Dalt viene a despabilar su corte. Tiene mirada de águila. Si alguien descuida su trabajo, le despellejará vivo. En lo que a mí concierne, hubiera preferido un juez más tratable. ¿Llevará alguien más el peso de la sesión?
-Tendrá que vérselas con Dalt, lo mismo que yo. Gracias por sus consejos; advertiré a mis alguaciles para que el presidente Dalt no tenga de qué quejarse.
Los dos hombres bebieron té en silencio.
-Después de todo es una suerte que me haya tocado Dalt. Es inflexible con los estafadores, y no permitirá que los tecnicismos entorpezcan la justicia; es casi una bendición. ¿Cuando tendrá lugar la audiencia?
-El próximo maas, a media mañana.

Jack Vance "El rostro"

lunes, enero 15, 2007

Ráfagas de lluvia, restos de la tormenta que había estallado antes del amanecer, barrían el extremo norte del lago Feamish; las nubes cruzaban velozmente Rath Eileann, y permitían que algunos rayos de pálida luz vegana descendieran sobre la ciudad gris. Gersen y Jehan Addels caminaban por la Explanada hacia el Estremont.
Addels andaba con rigidez y sin el menor entusiasmo, los hombros hundidos y la cara sombría y hosca. Se detuvo de improviso cuando se hallaron cerca de la calzada elevada.
-Le aseguro que esto es una auténtica locura.
-Pero por una buena causa -le tranquilizó Gersen-. Algún día se felicitará.
Addels reanudó la marcha a regañadientes.
-El día que me despidn de Frogtown Pits.
Gersen no respondió.
Addels volvió a pararse en la calzada elevada.
-No siga adelante. Es mejor que no nos vean juntos.
-De acuerdo. Me quedaré aquí.
Addels avanzó hacia las grandes puertas de hierro y cristal que se abrieron ante él; penetró en un silencioso vestíbulo pavimentado de mármol blanco y stelt*.
Addels subió a la cuarta planta, y anduvo con resignación hacia las oficinas del secretario general. Hizo una pausa en el pasillo, respiró hondo, enderezó la espalda, se pasó la lengua por los labios, compuso una expresión de serenidad y confianza, y traspasó el umbral de la puerta.
Un mostrador de mármol atravesaba la sala. Al fondo, cuatro subalternos con batas de color rojo oscuro examinaban documentos. Levantaron sus inexpresivos rostros, y en seguida volvieron al trabajo.
Addels golpeó con energía el mostrador. Uno de los empleados se puso en pie con una triste mueca y se le acercó.
-¿Qué se le ofrece?
-Quiero hacer una consulta con el secretario general.
-¿A qué hora es la cita?
-Mi cita es ahora -dijo Addels con brusquedad-. ¡Anúncieme y no se demore!
El empleado pronunció una o dos lánguidas palabras ante un micrófono, y luego escoltó a Addels hasta una cámara de techos altos, iluminada por un globo de cristal multifacetado. Cortinas de terciopelo rosa colgaban sobre las altas ventanas; un escritorio semicircular de estilo Viejo Imperio, esmaltado en marfil con estrías doradas y bermejas, ocupaba el centro de una alfombra azul pálido. Sentado a sus anchas se hallaba un hombre calvo, de mediana edad, grueso y de cara redonda, que mostraba una expresión benigna. Vestía una bata de color rojo oscuro, al igual que los subalternos, pero se tocaba con una gorra blanca cuadrada con el emblema oficial de la Tierra de Llinliffet. Al ver a Addels, se puso cortésmente en pie.
-Abogado Addels, es un placer y un deber ponerme a sus órdenes.
-Gracias.
Addels se sentó en la silla indicada.
El secretario general vertió té en una taza de quebradizo belleek, y la puso al alcance de Addels.
-Le agradezco su amabilidad -dijo Addels antes de beber-. Soberbio. ¿Lutic Gold, acaso, enriquecido con algo que le preste un sabor final más intenso?
-Excelente paladar -reconoció el secretario general-. Lutic Gold, en efecto, de la vertiente norte, con una onza de dassawary negro por libra. Lo considero muy apropiado para mañanas activas como ésta.
Discutieron de té durante algunos minutos, y después Addels fue al grano.

* Stelt: escoria preciosa extraída de la superficie de las estrellas apagadas.

Jack Vance "El rostro"

miércoles, enero 10, 2007


The Demon Princes, Volume Two Posted by Picasa
De Los Príncipes Demonio, por Carl Carphen:

"El autor de esta monografía, al reflexionar sobre los Príncipes Demonio y sus hazañas prodigiosas, suele quedar confundido por la multiplicidad de acontecimientos. Para resolver este conflicto recurre a generalizaciones, con el resultado de que todo el edificio se hunde bajo su peso de las calificaciones.
"Los cinco individuos presentan, básicamente, un sólo aspecto común: su total desprecio por el dolor humano.
"Así, si elegimos a Lens Larque como referencia, ésa es la única característica que comparte con sus iguales. Incluso ese anonimato y sigilo que debería ser un elemento básico del grupo se transforma, en el caso de Lens Larque, en algo insolente y ofensivo, como si en realidad deseara atraer la atención. En ocasiones, Lens Larque se muestra casi ansioso por exhibirse.
"Sin embargo, cuando resumimos lo que sabemos acerca de Lens Larque, descubrimos pocos hechos concluyentes. Ha sido descrito como un hombre alto, de considerable envergadura, que con su mirada llameante y bruscos movimientos, aparenta un carácter apasionado y veleidoso. No existen descripciones precisas de su rostro. Según rumores es experto en el uso del látigo, y disfruta castigando con dicho instrumento a sus enemigos."

El ensayo concluye con esta recapitulación:

"Una vez más sucumbo a la tentación de generalizar y planteo la siguiente tesis:
"La perversa magnificencia de los Príncipes Demonio no puede ser comparada cuantitativamente, pero puede ser calificada, tal vez intuitivamente, sobre una base cualitativa.
1. Viole Falushe es nocivo como una avispa.
2. Malagate el Funesto es inhumanamente cruel.
3. Kokor Hekkus goza cometiendo horripilantes travesuras.
4. Howard Alan Treesong es inescrutable, tortuoso, y se le puede considerar como un demente, si el término fuera aplicable a gente como ésta.
5. Lens Larque es brutal, vengativo y extravagantemente sensible al menosprecio. Al igual que Kokor Hekkus, no desdeña el sadismo en sus variaciones más grotescas. A veces he encontrado referencias a 'tufo' u 'olor desagradable' en relación a su persona, pero no queda claro si se trata de un aura psicológica o de una característica física. Pese a todo, parece que Lens Larque es el menos atractivo de los Príncipes Demonio, con la posible excepción de Howard Alan Treesong, cuyo aspecto se desconoce."

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Rostro"

lunes, enero 08, 2007

-Vamos -dijo Gersen-, ésta no es forma de atraerse a clientes fieles. Debo añadir que esperamos a cierto miembro del clan Bugold.
-¡Bah! -se burló la mujer-. ¿Y a mí qué? Un Bugold vagabundo robó el almacén de Kotzash, y por eso ahora vivo en este antro de vientos húmedos y reuma incesante.
-Me han contado una historia algo diferente -dijo Gersen en un tono de preocupada omnisciencia.
-¡Entonces le han contado tonterías! El rachepol Bugold y ese escorpión Panshaw se conchabaron. Ellos deberían haberse arruinado, y no el pobre Tintle. Páguenme y sigan su camino. Esta conversación sobre Kotzash me ha crispado los nervios.
Gersen extrajo con resignación seis UCL. La mujer se apoderó de las monedas, y dedicó una risita de triunfo a Maxel Rackrose.
-Otros dos UCL supondrán la propina más adecuada.
Gersen le tendió las monedas, y la señora tintle se marchó.
Rackrose bufó, disgustado.
-Es usted demasiado generoso. La avaricia de la mujer sólo es comparable a la vileza de su cocina.
-He escuchado su observación por casualidad -habló la señora Tintle por encima del hombro de Rackrose-. En su próxima visita coceré los chatowsies con mis bragas.
Se marchó de nuevo. Gersen y Rackrose hicieron lo mismo.
Se pararon un momento en la calle. La niebla colgaba sobre el lago; las farolas que bordeaban la calle Pilkamp en ambas direcciones mostraban amplias aureolas de color azul pálido.
-¿Y ahora qué? -preguntó Rackrose-. ¿Vamos a buscar a Tintle?
-Sí -convino Gersen-. Lo tenemos a nuestro alcance.
-Esa mujerona vulgar mencionó un patio trasero -rezongó Rackrose-. Lo encontraremos al final de la callejuela Noonan.
Los dos hombres doblaron la esquina de La Sombra de Tintle, y subieron por la colina siguiendo un muro en el que, a los pocos metros, se abría una puerta de rejas metálicas que daba al patio trasero de Tintle. Al fondo se veía una serie de cobertizos; en uno de ellos brillaba una luz.
Alguien produjo un estrépito en una ventana de arriba al golpear una cacerola contra el muro; luego hizo descender una olla mediante una cuerda.
-Parece que Tintle va a cenar -dijo Gersen.
La puerta del cobertizo se abrió, y se dibujó la silueta de un hombre corpulento de anchas espaldas. Cruzó el patio con paso seguro, desató la olla y se la llevó dentro.
-¡Tintle! ¡Oiga, Tintle, acérquese a la puerta! -gritó Rackrose.
Tintle se detuvo, paralizado por la sorpresa, después se volvió y corrió a grandes zancadas hacia el cobertizo. La puerta se cerró tras él; las luces se apagaron de inmediato.
-Por esta noche hemos acabado con Tintle -observó Gersen.
Ambos volvieron a la calle Pilkamp, abordaron el siguiente ómnibus y regresaron a la Ciudad Vieja de Rath Eileann.

Jack Vance "El rostro"

sábado, enero 06, 2007

La mujer se acercó con una bandeja.
-Ésta es la cerveza que los hombres suelen tomar con su comida. También es costumbre que los nuevos clientes suministren un poco de diversión. La caja de sombras está allí; una moneda producirá una serie de divertidas ficciones.
-Usted es un experto en estos asuntos -le dijo gersen a Rackrose-. Elija.
-Será un placer -dijo con cierta energía Rackrose.
Fue hacia la caja de sombras, leyó la lista de posibilidades, tiró de una palanca e introdujo una moneda en la ranura.
-¡Somos Javil Natkin y sus Taimados Bribones! -chilló una voz aguda.
La imagen proyectada de los actores apareció al son de una estruendosa música de percusión; un hombre alto y delgado con un delantal blanco y negro que portaba un látigo, y un grupo de seis chicos pequeños que vestían sólo largas medias rojas.
Natkin cantó una serie de versos chabacanos en los que lamentaba los defectos de sus pupilos, luego ejecutó una excéntrica liga e hizo chasquear el látigo, mientras los chicos saltaban, hacían cabriolas y correteaban con extraordinaria agilidad. Natkin, insatisfecho con sus bufones, descargó el látigo sobre sus gordos traseros. Ante este estímulo, los chicos dieron frenéticos saltos mortales, hasta que Natkin se irguió rodeado de los chicos saltarines, levantó las manos en señal de triunfo y las imágenes se desvanecieron. Los clientes, que habían prestado suma atención al espectáculo, murmuraron, gruñeron y volvieron a comer.
La mujer vestida de negro salió de la cocina con platos y cuencos, que posó sobre la mesa.
-Aquí está la comida: chatowsies, pourrian, ahagaree. Coman hasta reventar. Las sobras vuelven a la olla.
-Gracias -dijo Gersen-. A propósito, ¿quién es "Tintle"?
La mujer emitió un bufido irónico.
-El nombre de Tintle está en el letrero. Nosotras hacemos el trabajo, nosotras damos el callo. Tintle se mantiene a la distancia.
-Me gustaría intercambiar algunas palabras con Tintle, si fuera posible.
La mujer volvió a bufar.
-Tintle no le gustará; es lerdo y estúpido. Sin embargo, ya que insiste, le encontrará en el patio trasero contándose los dedos o rascándose con un aguijón.
La mujer se alejó. Gersen y Rackrose inspeccionaron la comida con cautela.
-No puedo decidir lo que sabe peor -dijo a los pocos momentos Rackrose-. Los chatowsies son fétidos, pero el ahagaree es deleznable. El pourrian es simplemente detestable. Y da la impresión de que esta dama haya bañado a su perro en la cerveza... Pero ¿cómo, aún come más?
-Haga lo mismo. Hay que establecer un pretexto para regresar. Mire, pruebe estos notables aderezos.
Rackrose levantó la mano.
-Ya he comido bastante, sobre todo teniendo en cuenta mi actual salario.
-Como guste. -Gersen engulló algunos bocados más, y luego bajó pensativamente la cuchara-. Ya hemos visto lo suficiente por esta noche. -Hizo una seña a la mujer-. Señora, la cuenta, por favor.
La mujer examinó los platos.
-Han comido con voracidad. Eso les costará dos, o mejor dicho, tres UCL a cada uno de ustedes.
Rackrose elevó una enérgica protesta.
-¿Tres UCL por unos pocos bocados? ¡Sería exorbitante incluso en el Domus!
-El Domus sirve comida insípida. Paguen, o me sentaré sobre sus cabezas.

Jack Vance "El rostro"

jueves, enero 04, 2007

Subieron la escalera que, como la sala, exhalaba un hedor poco grato; una mezcla de aceites extraños, condimentos de otros planetas y amoníaco rancio.
Rackrose se detuvo en el primer rellano.
-A decir verdad, encuentro todo esto un poco inquietante. ¿Está seguro de que vamos a cenar aquí?
-Si tiene escrúpulos no dé un paso más. He comido en sitios mejores y peores.
Rackrose murmuró por lo bajo y continuó subiendo los peldaños.
Un par de pesadas puertas de madera daban acceso al restaurante. Pequeños grupos de hombres se apiñaban como conspiradores en mesas muy separadas; bebían cerveza o comían de los platos que tenían directamente bajo sus rostros.
Una robusta mujer avanzó hacia ellos. Gersen la juzgó no menos formidable que la mujer de abajo, aunque unos años más joven. También llevaba un vestido negro informe, y tenía el espeso cabello sucio y enmarañado. El bigote era más discreto. Les miró con ojos llameantes.
-Bien, ¿desean cenar?
-Sí, por eso estamos aquí -respondió Gersen.
-Siéntense allí.
La mujer les siguió a través de la sala. Cuando se sentaron, se inclinó ominosamente y apoyó las manos sobre la mesa.
-Sólo conocemos la comida darsh por referencias -dijo Gersen-. ¿Cuáles son los platos especiales?
-Ah, no, ésos los reservamos para nosotras. Aquí servimos chichala*, y ya tienen bastante.
-¿Y la excelente comida darsh que anuncian? ¿Los chatowsies, el pourrian y el ahagaree?
-Miren a su alrededor. Los hombres están comiendo.
-Cierto.
-Por lo tanto, eso es lo que deben comer.
-Tráiganos un poco de cada plato; los probaremos.
-Como quieran.
La mujer se marchó.
Rackrose se hundió en un sombrío silencio, mientras Gersen paseaba la vista por la sala.
-Nuestro hombre no se encuentra entre los presentes -dijo Gersen por fin.
Rackrose miró con escepticismo de mesa en mesa.
-¿De veras confiaba en localizarle aquí?
-No estaba muy convencido, pero a veces se dan coincidencias. Si pasara por Rath Eileann, éste es el lugar en el que deberíamos encontrarle.
Maxel Rackrose estudió a Gersen con aire de duda.
-No me está diciendo todo lo que sabe.
-¿Le sorprende?
-No, de ninguna manera, pero me gustaría que me proporcionara algún indicio.
-Esta noche sólo debemos temer a los chatowsies y, quizá, al pourrian. Si nuestra investigación prosigue, es posible que corramos peligro. Lens Larque es un hombre siniestro.
Rackrose examinó nerviosamente la sala.
-Prefiero no ofender a ese hombre. Es muy rencoroso. ¿Se acuerda de Erasmus Heupter? Me importa un comino el significado del nombre "Panak".

*Chichala: un término poco delicado. La palabra, en el presente contexto, se refiere a comida preparada y servida a los hombres.

Jack Vance "El rostro"

lunes, enero 01, 2007

Gersen salió del Domus y, a la incierta luz del crepúsculo, caminó hacia el norte por el Paseo de los Naranjos. Llevaba una camisa oscura, pantalones grises ceñidos en los tobillos y botines, la típica indumentaria de los trabajadores espaciales.
Subió a una plataforma de transporte y esperó. El lago reflejaba los últimos destellos de la puesta de sol, rojo oxidado, verde manzana y naranja pálido. Los colores se difuminaron mientras Gersen contemplaba el espectácuo, y el lago se transformó en un débil resplandor broncíneo, iluminado por las escasas farolas que bordeaban la orilla opuesta... Un ómnibus descubierto se aproximó. Gersen montó, se sentó, introdujo una moneda en la ranura para no ser expulsado en la siguiente parada, y se relajó.
La Explanada se convirtió en la calle Pilkamp en la curva del lago. El ómnibus siguió hacia el norte a través de Moynal y de Drury, bajo un bosque interminable de farolas blancoazuladas.
El vehículo penetró en Wigaltown. Gersen descendió en la pendiente cercana al callejón Noonan.
Las tinieblas habían caído sobre Wigaltown. Contrafuertes de roca negra se hundían en el lago, a espaldas de Gersen. Los estrechos edificios de la calle Pilkamp dibujaban formas improbables y extraños ángulos contra el cielo. Algunas de las altas y estrechas ventanas estaban iluminadas, pero otras no.
Un rótulo iluminado colgaba en diagonal sobre la calle:

LA SOMBRA DE TINTLE
Excelente comida darsh:
Chatowsies
Pourrian
Ahagaree

Gersen cruzó la calle. Maxel Rackrose surgió de las sombras del callejón Noonan. Vestía pantalones de pana marrón, una camisa a cuadros marrón y negra, chaqueta negra decorada con lentejuelas, y un sombrero negro de ala ancha con un adorno metálico.
Chatowsies, pourrian, ahagaree -lejó Gersen-. ¿Tiene hambre?
-No mucha. Soy un comensal melindroso. Apenas probaré bocado.
Gersen, que a menudo había engullido viandas en las que no quería ni pensar, se limitó a reír.
-Un periodista agudo no conoce la palabra "melindroso".
-A veces hay que fijarse unos límites. Ahí está La Sombra de Tintle.
Empujaron la puerta y entraron en el local. Al frente, una escalera conducía a los pisos superiores; a un lado, un arco se abría sobre una sala de losas blancas que apestaban a humedad. Una docena de hombres bebía cerveza en una barra atendida por una anciana vestida de negro, cuyas características más notables eran el cabello muy negro, la piel de color naranja oscuro y un bigote negro. Había carteles que anunciaban exposiciones y bailes nuevos, en Rath Eileann y en otras partes.
-Por qué se quedan aquí parados como peces hipnotizados? -les gritó la mujer desde detrás de la barra-. ¿Han venido a beber cerveza o a comer?
-Tenga paciencia -le aconsejó Gersen-. Estamos decidiendo.
El comentario molestó a la mujer. Su voz adoptó un tono estridente.
-¿Que tenga paciendia, dice? Toda la noche sirvo cerveza a hombres de dudosa reputación; ¿no le parece bastante paciencia? Acérquense, remolones. ¡Voy a abrir esta espita del todo, la meteré en un sitio que les asombrará, y luego veremos quién suplica paciencia!
-Hemos decidido cenar -dijo Gersen-. ¿Que tal están esta noche los chatowsies?
-Como siempre, ni mejor ni peor que otras. Ahuequen el ala y no me hagan perder el tiempo, a menos que deseen beber cerveza... ¿Qué pasa? ¿Risitas a mí?
Aferró una jarra de cerveza para arrojarla sobre Maxel Rackrose, que retrocedió velozmente hacia la antesala seguido de Gersen.
La mujer sacudió con desdén su melena, se retorció el bigote con el pulgar y el índice, y les dio la espalda.
-Carece de estilo -rezongó Rackrose-. Acaba de perder un cliente.
-Quizá el comedor nos depare alguna sorpresa -dijo Gersen.
-Agradable, espero.

Jack Vance "El rostro"