lunes, enero 15, 2007

Ráfagas de lluvia, restos de la tormenta que había estallado antes del amanecer, barrían el extremo norte del lago Feamish; las nubes cruzaban velozmente Rath Eileann, y permitían que algunos rayos de pálida luz vegana descendieran sobre la ciudad gris. Gersen y Jehan Addels caminaban por la Explanada hacia el Estremont.
Addels andaba con rigidez y sin el menor entusiasmo, los hombros hundidos y la cara sombría y hosca. Se detuvo de improviso cuando se hallaron cerca de la calzada elevada.
-Le aseguro que esto es una auténtica locura.
-Pero por una buena causa -le tranquilizó Gersen-. Algún día se felicitará.
Addels reanudó la marcha a regañadientes.
-El día que me despidn de Frogtown Pits.
Gersen no respondió.
Addels volvió a pararse en la calzada elevada.
-No siga adelante. Es mejor que no nos vean juntos.
-De acuerdo. Me quedaré aquí.
Addels avanzó hacia las grandes puertas de hierro y cristal que se abrieron ante él; penetró en un silencioso vestíbulo pavimentado de mármol blanco y stelt*.
Addels subió a la cuarta planta, y anduvo con resignación hacia las oficinas del secretario general. Hizo una pausa en el pasillo, respiró hondo, enderezó la espalda, se pasó la lengua por los labios, compuso una expresión de serenidad y confianza, y traspasó el umbral de la puerta.
Un mostrador de mármol atravesaba la sala. Al fondo, cuatro subalternos con batas de color rojo oscuro examinaban documentos. Levantaron sus inexpresivos rostros, y en seguida volvieron al trabajo.
Addels golpeó con energía el mostrador. Uno de los empleados se puso en pie con una triste mueca y se le acercó.
-¿Qué se le ofrece?
-Quiero hacer una consulta con el secretario general.
-¿A qué hora es la cita?
-Mi cita es ahora -dijo Addels con brusquedad-. ¡Anúncieme y no se demore!
El empleado pronunció una o dos lánguidas palabras ante un micrófono, y luego escoltó a Addels hasta una cámara de techos altos, iluminada por un globo de cristal multifacetado. Cortinas de terciopelo rosa colgaban sobre las altas ventanas; un escritorio semicircular de estilo Viejo Imperio, esmaltado en marfil con estrías doradas y bermejas, ocupaba el centro de una alfombra azul pálido. Sentado a sus anchas se hallaba un hombre calvo, de mediana edad, grueso y de cara redonda, que mostraba una expresión benigna. Vestía una bata de color rojo oscuro, al igual que los subalternos, pero se tocaba con una gorra blanca cuadrada con el emblema oficial de la Tierra de Llinliffet. Al ver a Addels, se puso cortésmente en pie.
-Abogado Addels, es un placer y un deber ponerme a sus órdenes.
-Gracias.
Addels se sentó en la silla indicada.
El secretario general vertió té en una taza de quebradizo belleek, y la puso al alcance de Addels.
-Le agradezco su amabilidad -dijo Addels antes de beber-. Soberbio. ¿Lutic Gold, acaso, enriquecido con algo que le preste un sabor final más intenso?
-Excelente paladar -reconoció el secretario general-. Lutic Gold, en efecto, de la vertiente norte, con una onza de dassawary negro por libra. Lo considero muy apropiado para mañanas activas como ésta.
Discutieron de té durante algunos minutos, y después Addels fue al grano.

* Stelt: escoria preciosa extraída de la superficie de las estrellas apagadas.

Jack Vance "El rostro"