lunes, enero 08, 2007

-Vamos -dijo Gersen-, ésta no es forma de atraerse a clientes fieles. Debo añadir que esperamos a cierto miembro del clan Bugold.
-¡Bah! -se burló la mujer-. ¿Y a mí qué? Un Bugold vagabundo robó el almacén de Kotzash, y por eso ahora vivo en este antro de vientos húmedos y reuma incesante.
-Me han contado una historia algo diferente -dijo Gersen en un tono de preocupada omnisciencia.
-¡Entonces le han contado tonterías! El rachepol Bugold y ese escorpión Panshaw se conchabaron. Ellos deberían haberse arruinado, y no el pobre Tintle. Páguenme y sigan su camino. Esta conversación sobre Kotzash me ha crispado los nervios.
Gersen extrajo con resignación seis UCL. La mujer se apoderó de las monedas, y dedicó una risita de triunfo a Maxel Rackrose.
-Otros dos UCL supondrán la propina más adecuada.
Gersen le tendió las monedas, y la señora tintle se marchó.
Rackrose bufó, disgustado.
-Es usted demasiado generoso. La avaricia de la mujer sólo es comparable a la vileza de su cocina.
-He escuchado su observación por casualidad -habló la señora Tintle por encima del hombro de Rackrose-. En su próxima visita coceré los chatowsies con mis bragas.
Se marchó de nuevo. Gersen y Rackrose hicieron lo mismo.
Se pararon un momento en la calle. La niebla colgaba sobre el lago; las farolas que bordeaban la calle Pilkamp en ambas direcciones mostraban amplias aureolas de color azul pálido.
-¿Y ahora qué? -preguntó Rackrose-. ¿Vamos a buscar a Tintle?
-Sí -convino Gersen-. Lo tenemos a nuestro alcance.
-Esa mujerona vulgar mencionó un patio trasero -rezongó Rackrose-. Lo encontraremos al final de la callejuela Noonan.
Los dos hombres doblaron la esquina de La Sombra de Tintle, y subieron por la colina siguiendo un muro en el que, a los pocos metros, se abría una puerta de rejas metálicas que daba al patio trasero de Tintle. Al fondo se veía una serie de cobertizos; en uno de ellos brillaba una luz.
Alguien produjo un estrépito en una ventana de arriba al golpear una cacerola contra el muro; luego hizo descender una olla mediante una cuerda.
-Parece que Tintle va a cenar -dijo Gersen.
La puerta del cobertizo se abrió, y se dibujó la silueta de un hombre corpulento de anchas espaldas. Cruzó el patio con paso seguro, desató la olla y se la llevó dentro.
-¡Tintle! ¡Oiga, Tintle, acérquese a la puerta! -gritó Rackrose.
Tintle se detuvo, paralizado por la sorpresa, después se volvió y corrió a grandes zancadas hacia el cobertizo. La puerta se cerró tras él; las luces se apagaron de inmediato.
-Por esta noche hemos acabado con Tintle -observó Gersen.
Ambos volvieron a la calle Pilkamp, abordaron el siguiente ómnibus y regresaron a la Ciudad Vieja de Rath Eileann.

Jack Vance "El rostro"