domingo, enero 21, 2007

-Hablemos del asunto que me trae aquí. Represento al Banco de Cooney, que acaba de abrir una sucursal en Rath Eileann. Como sabrá, hemos interpuesto una demanda contra la Compañía de Transportes Celerus, de Vire, Sadal Suud Cuatro; la nave Ettilia Gargantyr y otros. He consultado con el honorable Duay Pingo, que defenderá la nave. Arde en deseos de resolver el caso, al igual que yo. Hablo en representación de ambas partes; queremos acelerar el procedimiento. Suplicamos que se celebre lo más pronto posible.
El secretario general se humedeció los labios, hinchó las mejillas y consultó un documento que tenía frente a él.
-Da la casualidad de que podemos fijar una audiencia relativamente rápida. El circuito ha sido adjudicado a un tal presidente Dalt.
Addels frunció sus cejas de color arena.
-¿Puede ser el mismo presidente Waldemar Dalt que presidió la Corte Interplanetaria en Myrdal, Bonifacius?
-El mismo. Hay un buen artículo sobre él en el Legal Observer.
-El Legal Observer, ¿eh? No había oído hablar nunca de ese diario.
-Es el primer número, publicado en New Wexford. He recibido dos copias, supongo que debido a la naturaleza de mi cargo.
-Me gustaría examinar un ejemplar, aunque sólo fuera para saber algo sobre Dalt.
-Una lectura muy interesante. Felicitan a Dalt por su exactitud, pero lo tildan de excesivamente riguroso.
-Así lo recuerdo.
Addels cogió la publicación y estudió el artículo. Una foto mostraba a un hombre de facciones duras, ataviado con el ropaje judicial blanco y negro. La borla frontal del tocado tradicional le caía sobre la frente. Las cejas negras acentuaban su extrema palidez. La boca apretada y los brillantes ojos entornados sugerían inflexibilidad y, tal vez, severidad.
-Humm -dijo Addels-. Sí, ése es el presidente Dalt. Le he visto en acción. Es tan duro como aparenta.
Cerró la revista. El secretario general la cogió y leyó en voz alta:
-"A veces considerado excesivamente abstracto y excesivamente riguroso, el presidente Dalt no es de ningún modo un especulador teórico; al contrario, insiste en respetar las normas tradicionales. Los funcionarios judiciales le consideran un fanático de la disciplina."
-¿Cuál es su opinión? -preguntó Addels con una tenue sonrisa.
El secretario general meneó la cabeza con pesar.
-Para ser exactos, parece un viejo y tiránico buitre.
-No es tan viejo como aparenta; de hecho, algunos dicen que se aprovecha de ese detalle.
-Ya, ya -murmuró el secretario general-. Me ha llegado esa información desde fuentes muy diversas.
-Vista a sus alguaciles con los mejores uniformes -dijo Addels-. Proporcione a sus pregoneros las mejores pastillas para la garganta..., porque el presidente Dalt viene a despabilar su corte. Tiene mirada de águila. Si alguien descuida su trabajo, le despellejará vivo. En lo que a mí concierne, hubiera preferido un juez más tratable. ¿Llevará alguien más el peso de la sesión?
-Tendrá que vérselas con Dalt, lo mismo que yo. Gracias por sus consejos; advertiré a mis alguaciles para que el presidente Dalt no tenga de qué quejarse.
Los dos hombres bebieron té en silencio.
-Después de todo es una suerte que me haya tocado Dalt. Es inflexible con los estafadores, y no permitirá que los tecnicismos entorpezcan la justicia; es casi una bendición. ¿Cuando tendrá lugar la audiencia?
-El próximo maas, a media mañana.

Jack Vance "El rostro"