miércoles, enero 31, 2007

-Un momento, su señoría, por favor. -Fue a consultar a sus clientes, que murmuraron entre ellos con incertidumbre. Pingo volvió a dirigirse al presidente Dalt-. Su señoría, debo declarar que mis clientes están sufriendo molestias y gastos innecesarios, en especial el mantenimiento de la nave, que incluye salarios, seguros, el alquiler de amarraje y otros. ¿Se podría fijar una como garantía del pago de la deuda en el caso de que su dictamen nos fuera adverso, para que la nave prosiga su ruta? Sería lo más justo.
El presidente Dalt dirigió una mirada asesina a Duay Pingo.
-¿Está asumiendo, en mi tribunal, el papel de árbitro y expositor de la justicia?
-¡De ninguna manera, su señoría! Sólo era una forma de hablar. ¡Una frase desdichada, por la que suplico disculpas!
El presidente Dalt pareció sumirse en profundas reflexiones. Jehan Addels levantó el brazo como si quisiera rascarse la cabeza y murmuró para sí:
-Estipular el valor conjunto de la nave y su carga. Ningún fiador de la ciudad o de otra parte se arriesgaría.
-Fallo en favor de la petición del abogado defensor, siempre que la fianza cubra el valor de la nave y de su carga, lo que representa la máxima indemnización.
-Tal vez sea imposible, su señoría -se sobresaltó Duay Pingo.
-¡Entonces presente a los testigos adecuados, y permita que prosigamos la causa con todas las de la ley! ¡Basta de ambigüedades! ¿De qué sirve una defensa sin hechos o sin el testimonio pertinente de testigos responsables? Estructure bien su caso o perderá.
-Gracias, su señoría, consultaré de inmediato con mis clientes. ¿Puedo solicitar un breve aplazamiento?
-Desde luego. ¿Por cuánto tiempo?
-No estoy seguro. Lo comunicaré sin tardanza al secretario del tribunal, si cuento con el consentimiento de mi estimado colega y de su señoría.
-Estoy de acuerdo -manifestó Jehan Addels-, con tal que el emplazamiento no exceda un tiempo razonable.
-Muy bien, le autorizo, pero seamos claros, abogado Pingo; exijo el testimonio directo del principal implicado en el caso, o sea, la persona a la que pertenecía la nave cuando se produjo la presunta infracción, así como pruebas de que es el propietario. No aceptaré declaraciones por escrito, apoderados o representantes. Bien entendido esto, concedo un aplazamiento de dos semanas. Si necesita más tiempo, haga el favor de dirigirse al secretario del tribunal.
-Gracias, su señoría.
-Se aplaza la sesión.
El presidente del tribunal se dirigió a sus aposentos. El secretario general se secó la cara con un pañuelo azul, y murmuró al oído del alguacil:
-¿Vio alguna vez un buitre semejante?
-Menudo pajarraco, quisquilloso como un chimpancé con golondrinos. Ojalá no me las tenga que ver nunca con él.
-¡Bah! -murmuró el secretario general-. No hace falta ser el acusado; eructe en su presencia y mandará que le frían las entrañas. Estoy cubierto de sudor de tanto contener el aliento.

Jack Vance "El rostro"