viernes, abril 30, 2004

"Gersen se sumió en sus pensamientos. Sacó de su bolsillo una hoja de papel, en la que había anotado cinco nombres:

Attel Malagate, el Funesto.
Howard Alan Treesong.
Viole Falushe.
Kokor Hekkus (la Máquina de Matar).
Lens Larque.

De otro bolsillo extrajo un lápiz y todavía dudó unos instantes. Si seguía añadiendo nombres continuamente a aquella lista, nunca terminaría. Por supuesto, no existía una necesidad real de escribir nada, ni de tener semejante lista: Gersen conocía los cinco nombres como el suyo propio."

Jack Vance "Los príncipes demonio: el rey estelar"

miércoles, abril 28, 2004

Hoy es el cumpleaños de mi madre. Nació el 28 de abril de 1923 en Cananea, un pueblo minero de Sonora.
Hoy estaba viendo con mis alumnos la lección 22 del libro de Ciencias Naturales, "Las oportunidades para mujeres y hombres deben ser las mismas", y al leer Carlitos y Mirna el primer párrafo, comentaba que para mí esta lección tenía mucho valor, pues precisamente yo soy maestro gracias a que mi madre pudo sostenernos a mi hermano y a mi, y darme estudios a pesar de que mi padre nos abandonó cuando yo tenía cuatro años. Afortunadamente, ella tenía una profesión, maestra.
Y les dije a las niñas que yo espero que ellas estudien, y lleguen a ser alguien en la vida, para que en caso de que lleguen a encontrarse en una situación parecida, saquen adelante a su familia, etc. etc.
No puedo decir en este post todo lo que mi madre ha sido para mí, ni expresar que tan grande es la deuda que tengo con ella. Lo que si puedo decir es que el machismo no forma parte de mi forma de ser. Creo en la libertad, en la constancia, en la responsabilidad, en la autosuficiencia.

lunes, abril 26, 2004

Caricatura

Un comerciante ruso

Alexei Andreievitch Lucanov era un notable comerciante. Sus ojos, canicas verdigrises, irradiaban desconfianza. Naríz de albóndiga reseca, con diminutos hoyuelos supurantes de un fluido parecido a la miel. La pequeña e impecable boca denotaba una expresión de vulgar altivez, y cuando se abría, dejaba ver gastados dientillos de rata, destacándose entre ellos uno descomunal, amarillo... ¿Sería oro? No se podía saber por lo opacado que estaba. Su cabeza, con unos cuantos cabellos amarillentos, escrupulosamente peinados como librillo. El conjunto que su cabeza presentaba era como el de una pequeña papa redonda, añadiendo a ello una grosura consistente en una discreta papada, circundada por un alto cuello almidonado, daba la impresión de que si despegásemos la cabeza del cuello, encontraríamos adentro dulces, chocolates y todo tipo de confitería.

Rhein

Santa Ana, Sonora, Verano de 1986.

jueves, abril 22, 2004

"Teehalt permanecía sentado mirando el fuego. Gersen, profundamente afectado, se preguntaba si todavía desearía decir algo más. Finalmente, se decidió a hablar.
-Y así dejé el planeta. No podía permanecer más tiempo. Para que viva allí una persona es preciso que, o se olvide de sí misma, entregada por completo a la belleza, disolviendo su identidad en ella... o bien dominándola, destrozándola, reduciéndola a un punto de apoyo para sus propios intereses. Yo pude hacer una de esas dos cosas y no haber vuelto nunca. Pero la memoria del lugar me ronda la mente a cada instante."

Jack Vance "Los príncipes demonio: el rey estelar"

miércoles, abril 21, 2004

"Teehalt se detuvo extasiado sobre el césped y frente a la nave. El aire era limpio, claro y fresco, como una aurora de primavera, y totalmente silencioso, como queda tras el canto de un pájaro. Teehalt vagó valle arriba. Se detuvo a admirar un boscaje de árboles y vio a las dríades que estaban reunidas en grupo a la sombra del bosque. Eran bípedas, con un torso peculiarmente humano y una estructura similar a una cabeza también humana, aunque estaba claro que sólo se parecían a un ser humano en una forma muy superficial, vistas de lejos. La piel era plateada marrón y verde a lunares. La cabeza no mostraba otras características o facciones que unas protuberancias rojoverdosas, en el lugar que habrían ocupado las cuencas de los ojos. De los hombros se alzaban miembros como brazos que se subdividían en ramas y después en hojas de verde oscuro y casi púrpura, rojo brillante, broncenaranja y ocre dorado."
Las dríades vieron a Teehalt y se dirigieron hacia él, con un interés casi humano, después se detuvieron a quince metros de distancia, agitando suavemente sus miembros; las hojas coloreadas de sus penachos brillaban al sol. Las dríades examinaron a Teehalt y éste a ellas; sin abrigar el menor temor. Teehalt sintió la más fascinante experiencia que jamás hubiera podido vivir.
Recordó más tarde los días que siguieron con una calma idílica. Había una tal majestad en el ambiente, una claridad y una cualidad trascendental en aquel planeta que le afectaban como una sensación religiosa, hasta llegar a la conclusión de que debía abandonarlo cuanto antes o sucumbir en él, entregándose por completo a aquel mundo de ensueño. El conocimiento le afligía con una tristeza casi insoportable, porque interiormente sabía, de algún modo, que jamás volvería a contemplarlo de nuevo."

Jack Vance "Los príncipes demonio: el rey estelar"

martes, abril 20, 2004

"Teehalt tomó tierra con su baqueteado Nueve-B en una pradera cerca del río. Esperó hasta que el analizador hizo las comprobaciones oportunas del entorno, aunque un paisaje tan bello como aquél no podría dejar de ser habitable. Teehalt, que era una mezcla de universitario, poeta y niño aventurero, así lo había pensado.
No estaba equivocado. La atmósfera demostraba ser respirable, los análisis de sensibilidad alérgica negativos, los microorganismos del aire y la tierra morían rápidamente bajo el contacto del antibiótico que Teehalt se había administrado. No había razón alguna para que no saliera inmediatamente a ver aquel mundo y así lo hizo."

Jack Vance "Los principes demonio: El rey estelar"

miércoles, abril 07, 2004

Como ya se habrán dado cuenta, soy maestro de primaria. De alguna manera, el oficio es algo que te define. Desde hace tiempo he pensado que la vida es una serie de caminos que se bifurcan, como diría Borges. Al principio no hay mucho para dónde hacerse: te mandan a la escuela, a la secundaria, etc. Cuando llega el momento de elegir es como si te entraras a un gran salón donde hay muchas puertas, y de tantas que son, no hayas cual abrir. A veces creemos que conocemos el interior por pláticas de terceras personas, o por un familiar. Pero no es así.
Al fín eliges una puerta. La abres.
Pero, al abrirla, te cerraste todas las demás puertas.
Más adelante, otra vez se presenta la disyuntiva. Que si trabajas aquí, que si trabajas allá, ¿me quedaré aquí? ¿qué alternativas tengo? Y seguimos haciendo elecciones. Al paso del tiempo te preguntas si seguiste el mejor camino, si alguna de esas puertas que dejaste cerradas tendría un resultado más feliz.

sábado, abril 03, 2004

Narración subjetiva

Un día como cualquier otro

¡Riiiinnnnnngggggggg! Suena el reloj en la mañana. Despierto y miro el techo; al descubrir que no estoy en mi casa, sino en el cuarto que rento pienso: ¡Bah, estoy en el Zapata! (es el nombre del ejido donde trabajo). Después de hacer lo indispensable me voy a la escuela. Llego cuando faltan uno o dos minutos para el toque de entrada. Abro el feo salón de madera, entran los niños y me dicen: -Buenos días-, saludo que contesto de idéntica manera. Suena el timbre, les digo: -Váyanse a formar- e inmediatamente una reacción en cadena. Concluye en la salida de unos cuantos alumnos y el resto, espera mi salida. Hasta que salgo se forman. El maestro de guardia les ordena entrar. Inicia mi clase, eso sí, diferente a las anteriores. Aproximadamente a los quince minutos llega Carmelita y me dice.
-Profe, ¿me dá permiso de ir al baño?
-Está bien, vé- contesto, y trato de continuar. Apenas regresa la niña y Juana me dice:
-Ya llegó Carmelita ¿puedo ir yo?- Y así por el estilo. Pongo un trabajo y dice Ricardo:
-Se me olvidó el lápiz-
-¿Otra vez?-, o bien, habla Flora:
-Profe, la Antonia me quitó mi cuaderno- Entonces yo inquiero:
-Antonia ¿dónde está el cuaderno de Flora? ¿Por qué lo agarraste? -A lo cual Antonia responde:
-La Flora me lo prestó -Entonces Flora, indignadísima, grita:
-¡No es cierto! -y tardo cinco minutos en resolver el conflicto. Hora de recreo. Basta decirles: "Pueden salir", y provoco otra reacción en cadena, en esta ocasión de estampida. Entrada de recreo y se repite el cuento. Idéntico ocurre con la salida. Llego con Doña Lupe, donde me asisto y me pregunta:
-¿Cómo le fué, profe? -Y yo contesto:
-Como siempre, como siempre...

Rhein

Verano de 1986