sábado, abril 03, 2004

Narración subjetiva

Un día como cualquier otro

¡Riiiinnnnnngggggggg! Suena el reloj en la mañana. Despierto y miro el techo; al descubrir que no estoy en mi casa, sino en el cuarto que rento pienso: ¡Bah, estoy en el Zapata! (es el nombre del ejido donde trabajo). Después de hacer lo indispensable me voy a la escuela. Llego cuando faltan uno o dos minutos para el toque de entrada. Abro el feo salón de madera, entran los niños y me dicen: -Buenos días-, saludo que contesto de idéntica manera. Suena el timbre, les digo: -Váyanse a formar- e inmediatamente una reacción en cadena. Concluye en la salida de unos cuantos alumnos y el resto, espera mi salida. Hasta que salgo se forman. El maestro de guardia les ordena entrar. Inicia mi clase, eso sí, diferente a las anteriores. Aproximadamente a los quince minutos llega Carmelita y me dice.
-Profe, ¿me dá permiso de ir al baño?
-Está bien, vé- contesto, y trato de continuar. Apenas regresa la niña y Juana me dice:
-Ya llegó Carmelita ¿puedo ir yo?- Y así por el estilo. Pongo un trabajo y dice Ricardo:
-Se me olvidó el lápiz-
-¿Otra vez?-, o bien, habla Flora:
-Profe, la Antonia me quitó mi cuaderno- Entonces yo inquiero:
-Antonia ¿dónde está el cuaderno de Flora? ¿Por qué lo agarraste? -A lo cual Antonia responde:
-La Flora me lo prestó -Entonces Flora, indignadísima, grita:
-¡No es cierto! -y tardo cinco minutos en resolver el conflicto. Hora de recreo. Basta decirles: "Pueden salir", y provoco otra reacción en cadena, en esta ocasión de estampida. Entrada de recreo y se repite el cuento. Idéntico ocurre con la salida. Llego con Doña Lupe, donde me asisto y me pregunta:
-¿Cómo le fué, profe? -Y yo contesto:
-Como siempre, como siempre...

Rhein

Verano de 1986