miércoles, julio 28, 2004

-Yo podría hacerle una oferta por ese archivo, digamos diez mil UCL ahora y otros diez mil tras la inspección de ese mundo.  Quizá entonces esa última cifra pudiera engrosarse un poco más.
-Naturalmente, aceptaré el precio más alto que pueda conseguir -respondió Gersen-.  Pero me gustaría entrevistarme primero con el señor Kelle y el señor Detteras.  Uno de ellos tiene que ser el fletador de la exploración.  Si ninguno de los dos está interesado, entonces...
(...)
-Me informará de cuánto han ofrecido, en el caso de que hagan ofertas, dándome así la oportunidad de poder superar la primera que hice.
-En otras palabras -intervino Gersen- que se guardaría usted ese mundo para su uso privado, ¿verdad?
-¿Por qué no?  El archivo ya no pertenece a la Universidad.  Usted ha tomado posesión de él. 

Jack Vance  "El rey estelar"

domingo, julio 25, 2004

Warweave le dirigió un vistazo, la colocó sobre un proyector, y al fondo de la estancia se iluminó una pantalla a todo color.  Teehalt había tomado la fotografía desde un montículo a un lado del valle.  A ambos lados las colinas se extendían suavemente hacia la lejanía, pudiéndose apreciar sus redondeadas cúspides en la distancia.  Bosques de grandes árboles de oscuro follaje se alzaban a ambos lados del valle y un río serpenteaba a través de la pradera, con sus orillas flanqueadas por matorrales de vivo verdor.  En el extremo opuesto de la pradera, casi en la sombra del bosque, aparecía también lo que podía tomarse por unos arbustos floridos.  No se apreciaba el sol; pero la luminosidad del ambiente daba al paisaje una cálida impresión de luz blancodorada, lánquida y acariciadora.  Estaba claro que la fotografía fue hecha al mediodía.
Warweave estudió la fotografía durante cierto tiempo, después dejó escapar un sonido de disconformidad y de reserva, como el que no suelta prenda, y colocó una segunda foto que Gersen le entregó.  La pantalla mostraba esta vez el río retorciéndose en meandros y desapareciendo en la lejanía.  Los árboles de ambas orillas formaban una especie de pasillo que disminuía hasta perderse en la distancia.
Warweave dejó escapar un profundo suspiro.
-Es un mundo muy hermoso, sin duda alguna.  Un mundo hospitalario.  ¿Qué hay de su atmósfera y biogénesis?
-Totalmente compatible, según Teehalt.
-Si es, como usted dice, todavía virgen, deshabitado, un prospector independiente pudo haber fijado su propio precio.  No obstante, como no nací ayer, me pregunto si esas fotos no pudieron ser tomadas en otra parte, por ejemplo, en la Tierra, donde la vegetación es tan similar...
Como respuesta, Gersen le entregó la tercera fotografía que Warweave colocó nuevamente en el proyector.  En la pantalla se destacó a unos seis metros uno de los objetos que en la primera toma aparecía como un arbusto florido.  Se podía apreciar a un ser semihumanoide y gracioso.  Unas piernas esbeltas de color gris soportaban un tronco coloreado de gris, plata, azul y verde sin facciones.  De los hombros sobresalían miembros parecidos a brazos que alcanzaban un metro de altura en el aire, ramificándose para sostener lo que recordaba un abanico en forma de cola de pavo real formado por hojas y ramas.
-Estas criaturas, cualquiera que sea...
-Teehalt las llamó dríades.
-... es única.  Nunca ví nada parecido.  Si la fotografía no está trucada, y no creo que lo esté, entonces ese planeta es realmente como usted asegura.

Jack Vance  "El rey estelar"

viernes, julio 23, 2004

-Es algo difícil; pero lo intentaré.
-En primer lugar, ¿conocía usted al señor Lugo Teehalt?
-No.
La respuesta fue inmediata y decisiva.
(...)
-Durante la mayor parte de mi juventud viví en la Tierra.
-¿De veras?  -Y Warweave levantó los ojos con exagerado asombro-.  Desde aquí consideramos a los terrestres en términos estereotipados:  cultistas, místicos, hombres siniestros y envejecidos, aristócratas decadentes y cosas por el estilo...
(...)
-¿Le resulta familiar el nombre de Attel Malagate?
-¿Malagate el Funesto?  ¿Uno de los llamados Príncipes Demonio? 
-Lugo Teehalt localizó y descubrió un mundo de unas condiciones en apariencia idílicas...  un mundo más allá de todo valor monetario, más terrestre que la propia Tierra.  Malagate supo del descubrimiento, no sé de qué forma.  En cualquier caso, el resultado ha sido que cuatro de los hombres de Malagate mataron a Teehalt en el Refugio Smade.
Teehalt acababa de llegar poco después que yo.  Tomó tierra en un valle escondido y fue a pie hasta el Refugio.  Los hombres de Malagate llegaron al anochecer.  Teehalt trató de escapar; pero le sorprendieron en la oscuridad y le asesinaron.  Entonces escaparon en mi espacionave pensando que era la de Teehalt, puesto que ambas son del mismo y viejo modelo Nueve B.  Debieron de llevarse una buena sorpresa al comprobar mi monitor.
Al día siguiente salí del planeta Smade en la nave de Teehalt.  Naturalmente tomé posesión de su monitor.  Y he planeado vender el archivo por el precio que me ofrezca el mercado.
-¿Y de quién se propone usted cobrar?
-Daré al fletador de Teehalt la primera oportunidad.  Como he dicho antes el archivo está codificado, y carece de valor mientras no sea descifrado.
-Así, de repente, yo no sé quién pudo haber contratado a ese tal Teehalt.  Fuera quien fuese no querrá comprar cualquier burda patraña que se le quiera mostrar.
-Oh, por supuesto que no.
Y Gersen colocó una fotografía sobre el escritorio.

Jack Vance  "El rey estelar"

miércoles, julio 21, 2004

El monitor estaba codificado y registrado por la Universidad.  Hildemar Dasce, lugarteniente de Malagate, había buscado ansiosamente el archivo, que resultaba inútil sin el concurso del decodificador.  Gyle Warweave, Detteras y Kelle, eran los tres únicos hombres que tenían acceso al aparato secreto, luego uno de los tres tenía que ser Attel Malagate.  Entonces  ¿cuál podría ser?  Las conjeturas sin hechos probados resultaban papel mojado, así que tendría que enfrentarse a los hechos según fuesen ocurriendo.
Empujó la puerta.  Gyle Warweave, que estaba sentado en su despacho, se puso en pie al entrar el visitante.  Era un hombre alto y de gran porte, agraciado y de fuerte constitución, de unos cincuenta años.  Saludó a Gersen con moderada cortesía.
-Señor Gersen, siéntese, tenga la bondad.  Me alegro de conocerle.
-Gracias.
Gersen examinó a su interlocutor y a su entorno.  La habitación era más grande que las oficinas corrientes, con la mesa de despacho ocupando una posición poco usual a la izquierda de la puerta.  Unas ventanas altas a la derecha daban a la explanada; la pared opuesta estaba empapelada con cientos de mapas y proyecciones Mercator de muchos mundos.  El centro de la habitación aparecía vacío, dando la sensación de una sala de conferencias de la que se hubiese removido la mesa central.  En un extremo, sobre un pedestal de madera barnizada, se erguía una construcción de piedra y agujas de metal, cuya procedencia le resultó a Gersen totalmente desconocida.  Tras aquella rápida inspección volvió la atención al personaje que tenía frente a sí.
Gyle Warweave se adaptaba mal a la imagen que Gersen tenía de un típico administrador de Universidad.  No sería extraño que se tratara de Attel Malagate, pensó Gersen.  Contradiciendo la evidencia de su tinte epidérmico conservador, Warweave vestía un traje azul brillante con una faja blanca de ricos tejidos, espinilleras de cuero blanco y sandalias azul pálido, ornamentos más propios de un joven arrogante de las playas de Sailmaker, al norte de Avente...
Warweave inspeccionó a Gersen con franca curiosidad y algo de condescendencia.  Gersen no era un hombre elegante.  Iba vestido con las ropas vulgares y corrientes de los que viven de espaldas a la moda, por no estar interesados en ella o no saber apreciarla.  Llevaba la piel sin teñir (paseando por las calles de Avente, Gersen se había sentido casi desnudo) y su espesa cabellera terminaba recogida en la nuca, sin gracia alguna.
Wearweave esperó con atenta cortesía.
-Estoy aquí, señor Wearweave, en relación con un asunto bastante complejo.  Los motivos no son importantes, por tanto le rogaré que me escuche sin preocuparse mucho por ellos.

Jack Vance  "El rey estelar"

sábado, julio 17, 2004

Conocía su misión y se hallaba soberbiamente preparado para llevarla a cabo.  No tenía dudas ni incertidumbre, sus objetivos estaban perfectamente definidos.  Pero una idea súbita interrumpió el curso de sus cavilaciones.  ¿Dónde estaría sin aquel claro propósito?  Si estuviera menos artificialmente motivado, no podría sentirse tan bien en comparación con los hombres que circulaban a su alrededor, gente de maneras agradables y palabra fácil.  Dándole vueltas en la cabeza a aquella idea, terminó por sentirse espiritualmente deficiente.  Ninguna fase de su vida le había permitido elegir con libertad.  No sentía el más leve temor ante el camino trazado:  no era aquél el punto de partida.  Pero...  los objetivos de un hombre no deberían serle impuestos hasta conocer el mundo lo suficiente para tener la libre capacidad de elegir un camino y sopesar sus propias decisiones.  No se le había dado oportunidad de escoger sus opciones.  Se había tomado una decisión, y él la había aceptado.  Y después de todo ¿qué haría una vez terminada con éxito la tarea?  Las oportunidades eran escasas, por supuesto.  Pero, admitiendo que llevara a buen término la ejecución de aquellas cinco personas ¿qué haría después con su propia vida?  Una o dos veces antes había tratado de hallar respuesta a la misma pregunta, advertido por alguna señal subconsciente de que nunca debería ir más allá, sin saberla.  Tampoco la encontró en aquel momento.  Había terminado su comida.  Las chicas desaparecieron.  Sin duda alguna, no había razón para suponer que fuesen agentes de Malagate el Funesto.
 
Jack Vance  "El rey estelar"

jueves, julio 15, 2004

Una de las chicas notó su atención y murmuró algo al oído de la otra.  Ambas le dirigieron una mirada de soslayo y después parecieron ignorarle.  Gersen sonrió con escepticismo.  No confiaba en las mujeres.  Había tratgado muy pocas íntimamente.  Frunció el ceño y consideró si Malagate no las habría enviado a recibirle para que le sedujeran.  Perro tal pensamiento debía de ser ridículo.  ¿Por qué dos?
Las chicas acabaron poniéndose en pie y, tras mirarle de reojo, se marcharon del restaurante.  Gersen observó cómo se alejaban, resistiendo el fuerte impulso de correr tras ellas, presentarse e intentar entablar una conversación amigable.  Ridículo también, doblemente ridículo.  ¿Qué podría decirles?  Se imaginó a las chicas, con sus caras bonitas, primero perplejas, después mirándole con aire aturdido, mientras que él se esforzaría en congraciarse con ellas.  Las chicas se habían ido.  Menos mal, pensó Gersen,  medio divertido, y medio irritado consigo mismo.  Después de todo ¿por qué sentirse decepcionado?  La clase de vida que se había impuesto no facilitaba el dominio del trato social y vivir su media otra vida de hombre no sería más que una fuente de constantes dificultades.
 
Jack Vance  "El rey estelar"

jueves, julio 01, 2004

Una frase digna del recuerdo:

"El conflicto no radica en vivir en el pasado sino cuántos falsos-pasados cargamos: rostros, deberes, emociones, interrogaciones, silencios, se quedan en animación suspendida. Y ocurre que se activan y son más presente que nuestro supuesto presente elegido."

Erika Mergruen "El aljibe"
Gersen dejó escapar un hondo suspiro. Sin duda, había vivido una existencia triste y falta de alegría, sin la compañía de una mujer hermosa. Volviendo atrás en sus recuerdos, le vinieron a la mente muchas escenas de sus años jóvenes, en que mientras los demás ocupaban sus vidas con un placer irresponsable, él estuvo siempre haciendo el papel de un muchacho de rostro grave, alejado de las diversiones y placeres propios de la juventud. Su abuelo le había dicho...

Jack Vance "El rey estelar"