jueves, julio 15, 2004

Una de las chicas notó su atención y murmuró algo al oído de la otra.  Ambas le dirigieron una mirada de soslayo y después parecieron ignorarle.  Gersen sonrió con escepticismo.  No confiaba en las mujeres.  Había tratgado muy pocas íntimamente.  Frunció el ceño y consideró si Malagate no las habría enviado a recibirle para que le sedujeran.  Perro tal pensamiento debía de ser ridículo.  ¿Por qué dos?
Las chicas acabaron poniéndose en pie y, tras mirarle de reojo, se marcharon del restaurante.  Gersen observó cómo se alejaban, resistiendo el fuerte impulso de correr tras ellas, presentarse e intentar entablar una conversación amigable.  Ridículo también, doblemente ridículo.  ¿Qué podría decirles?  Se imaginó a las chicas, con sus caras bonitas, primero perplejas, después mirándole con aire aturdido, mientras que él se esforzaría en congraciarse con ellas.  Las chicas se habían ido.  Menos mal, pensó Gersen,  medio divertido, y medio irritado consigo mismo.  Después de todo ¿por qué sentirse decepcionado?  La clase de vida que se había impuesto no facilitaba el dominio del trato social y vivir su media otra vida de hombre no sería más que una fuente de constantes dificultades.
 
Jack Vance  "El rey estelar"