domingo, julio 25, 2004

Warweave le dirigió un vistazo, la colocó sobre un proyector, y al fondo de la estancia se iluminó una pantalla a todo color.  Teehalt había tomado la fotografía desde un montículo a un lado del valle.  A ambos lados las colinas se extendían suavemente hacia la lejanía, pudiéndose apreciar sus redondeadas cúspides en la distancia.  Bosques de grandes árboles de oscuro follaje se alzaban a ambos lados del valle y un río serpenteaba a través de la pradera, con sus orillas flanqueadas por matorrales de vivo verdor.  En el extremo opuesto de la pradera, casi en la sombra del bosque, aparecía también lo que podía tomarse por unos arbustos floridos.  No se apreciaba el sol; pero la luminosidad del ambiente daba al paisaje una cálida impresión de luz blancodorada, lánquida y acariciadora.  Estaba claro que la fotografía fue hecha al mediodía.
Warweave estudió la fotografía durante cierto tiempo, después dejó escapar un sonido de disconformidad y de reserva, como el que no suelta prenda, y colocó una segunda foto que Gersen le entregó.  La pantalla mostraba esta vez el río retorciéndose en meandros y desapareciendo en la lejanía.  Los árboles de ambas orillas formaban una especie de pasillo que disminuía hasta perderse en la distancia.
Warweave dejó escapar un profundo suspiro.
-Es un mundo muy hermoso, sin duda alguna.  Un mundo hospitalario.  ¿Qué hay de su atmósfera y biogénesis?
-Totalmente compatible, según Teehalt.
-Si es, como usted dice, todavía virgen, deshabitado, un prospector independiente pudo haber fijado su propio precio.  No obstante, como no nací ayer, me pregunto si esas fotos no pudieron ser tomadas en otra parte, por ejemplo, en la Tierra, donde la vegetación es tan similar...
Como respuesta, Gersen le entregó la tercera fotografía que Warweave colocó nuevamente en el proyector.  En la pantalla se destacó a unos seis metros uno de los objetos que en la primera toma aparecía como un arbusto florido.  Se podía apreciar a un ser semihumanoide y gracioso.  Unas piernas esbeltas de color gris soportaban un tronco coloreado de gris, plata, azul y verde sin facciones.  De los hombros sobresalían miembros parecidos a brazos que alcanzaban un metro de altura en el aire, ramificándose para sostener lo que recordaba un abanico en forma de cola de pavo real formado por hojas y ramas.
-Estas criaturas, cualquiera que sea...
-Teehalt las llamó dríades.
-... es única.  Nunca ví nada parecido.  Si la fotografía no está trucada, y no creo que lo esté, entonces ese planeta es realmente como usted asegura.

Jack Vance  "El rey estelar"