sábado, julio 29, 2006

-¡Navarth! -gritó Gersen desde el salón-. Venga a ayudarme, por favor.
Navarth se izó hasta el salón. Registro a Mario, Tanzel y Ethuen mientras Gersen vigilaba. No descubrió armas ni pistola alguna que permitiera identificar a Viole Falushe. Obedeciendo las órdenes de Gersen, Navarth ató los tres hombres a las sillas utilizando fragmentos de cuerdas, tiras de tela y correas. Los prisioneros insultaban ferozmente a Gersen y preguntaban los motivos de su arresto. Tanzel era el más hablador, Ethuen el más mordaz, y Mario el más encolerizado. Todos echaban fuego por los ojos y maldecían con idéntico vigor. Gersen aceptó las observaciones con ecuanimidad.
-Me disculparé ante dos de ustedes más tarde. Esos dos, una vez demostrada su inocencia, cooperarán conmigo. Del tercero sólo espero problemas, pero estoy preparado para resolverlos.
-¡En el nombre de Jehu!, ¿qué desea de nosotros? ¡Diga a quién busca y acabemos! -se quejó Tanzel.
-Su nombre es Vogel Filschner, también conocido como Viole Falushe.
-¿Por qué nosotros? ¡Vaya a buscarlo al Palacio!
-No es una mala idea -rió Gersen. Comprobó las ataduras de los tres hombres y las aseguró-. Navarth, siéntese allí, a un lado. Vigílelos con suma atención. Uno de ellos le arrebató a Jheral Tinzy.
-Dígame cuál.
-Vogel Filschner. ¿No lo recononce?
-Ójala pudiera -señaló a Mario-. Ése tiene su mirada de astucia -indicó las manos de Tanzel-. Éste es tan afectado como Vogel -se giró para inspeccionar a Ethuen-. Y éste parece amargado; está claro que se siente desgraciado.
-¡Por supuesto que me siento desgraciado! -chilló Ethuen-. ¿Cómo quiere que me sienta?
-Obsérvelos bien -dijo Gersen-. Volvemos a Palacio.
Despegó sin hacer caso de las protestas de los demás viajeros. Todo iba bien, pero... ¿qué venía a continuación? Tal vez estaba equivocado; tal vez ni Tanzel, ni Mario, ni Ethuen eran Viole Falushe. Luego reflexionó sobre las circunstancias del viaje al Palacio y descartó esa idea.
El mejor método de introducirse en los aposentos de Viole Falushe era por arriba; Gersen no tenía ganas de volver a escalar el precipicio. Posó el coche aéreo cerca del castillo de piedra y volvió al salón. Todo seguía como antes. Navarth estaba sentado con la vista fija en los tres cautivos, que le miraban con odio.
-Si se presenta alguna dificultad, mate a los tres -Gersen le dio a Navarth uno de los proyectores-. Iré a buscar a Drusilla y a Jheral Tinzy. ¡Vigílelos con cuidado!
-¿Quién puede engañas a un poeta loco? -rió salvajemente Navarth-. Le agradezco este momento: mantendré el proyector apoyado en su garganta.
Gersen no pudo reprimir cierto recelo. Navarth no era el más seguro de los guardianes.
-Recuerde... si escapa, estamos perdidos. Tal vez le pida un vaso de agua; deje que siga sediento. Los nudos le pueden hacer daño. ¡Que sufra! Si alguien interviene desde el exterior, no muestre la menor piedad: ¡mátelos!
-Será un placer.
-Muy bien. Controle su locura hasta que vuelva.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"