lunes, julio 17, 2006

La pesadilla duró media hora. Gersen recobró el control de sus facultades con lentitud. Yacía desnudo en el jardín, junto a la pared blanca del palacio. Sus ropas estaban amontonadas pulcramente a su lado.
"Menos mal", pensó. El proyecto había fracasado. Pero aún conservaba la vida. Gersen se vistió, una sonrisa amarga en los labios. Habían intentado humillarle, sin éxito. Había pagado, pero el dolor, como el placer, se extingue pronto. El orgullo era más persistente.
Gersen se apoyó en la pared mientras su cerebro se recobraba. Sus nervios aún temblaban ante el recuerdo del terrible mayal. No advirtió contusiones ni heridas, tan sólo unos cuantos verdugones rojos. Gersen se sentía irritado. La auténtica humillación consistía en comer los alimentos de Viole Falushe, en pasear por el maravilloso jardín concebido por la mente de Viole Falushe... Gersen sonrió de nuevo, una sonrisa lobuna. Por suerte, siempre había sabido que su vida no sería fácil ni agradable.
Se acercaba el crepúsculo. El jardín parecía más bello que nunca. Las mariposas revoloteaban entre los jazmines; las urnas de mármol brillaban en contraste con la oscura vegetación, como si difundieran una luz pálida. Un grupo de chicas procedentes de uno de los pueblos venían brincando y jugueteando. Llevaban pantalones blancos anchos y portaban farolillos amarillos. Al ver a Gersen le rodearon y cantaron una alegre canción; Gersen no entendió la letra. Una se acercó y alumbró el rostro de Gersen con su farolillo.
-¿Por qué pones esa cara, invitado? ¿Por qué estás tan serio? ¡Ven a divertirte, ven con nosotras!
-Gracias. Me temo que esta noche no me divertiría mucho.
-Bésame. ¿No me encuentras bella? ¿Por qué estás tan triste? ¿Porque has de abandonar para siempre el Palacio del Amor? Nosotras nos quedaremos, seremos siempre jóvenes y alumbraremos nuestros farolillos en la noche. ¿Es eso lo que te duele?
-Sí -sonrió Gersen-. He de regresar a un mundo lejano, y la idea me entristece. Pero no dejéis que perturbe vuestra alegría.
-Esta noche es tu última noche -la chica le besó en la mejilla-, tu última noche en el Palacio del Amor. Esta noche has de hacer lo que nunca te atreviste; no habrá otra ocasión.
Las chicas siguieron su camino y Gersen las estuvo mirando hasta que desaparecieron.
-¿Hacer lo que nunca me atreví? Ojalá pudiera...

Jack Vance "El palacio del amor"