domingo, julio 23, 2006

Una fiesta clausuró la estancia en el Palacio del Amor. Hubo música, vapores intoxicantes y una compañía de bailarines procedente de los pueblos. Las parejas formadas durante aquellos días se enfrascaron en tristes conversaciones o se permitieron un último estallido de frenética pasión. Otros se sentaban en silencio, abandonados a sus pensamientos, y así transcurrió la noche. Las luces se fueron apagando una a una; la gente de blanco se desvaneció en la oscuridad del jardín; los invitados tomaron el camino de sus habitaciones, solos o en la compañía que preferían.
El jardín estaba silencioso; el rocío empezó a cubrir la hierba. Un criado se dirigió a cada uno de los invitados:
-Es hora de marchar.
Sólo había una respuesta para las protestas y los ruegos:
-Éstas son nuestras órdenes. El coche aéreo espera; los que no estén a tiempo tendrán que regresar por sus propios medios a Kouhila.
Los invitados recibieron nuevos vestidos: un austero conjunto azul, negro y verde oscuro. Fueron conducidos a una zona al sur del Palacio donde aguardaban un amplio transporte. Gersen contó: estaban todos, salvo Pruitt y Drusilla. Ethuen, Mario y Tanzel se mantenían algo apartados. Si uno de ellos era Viole Falushe, regresaría al Oikumene con los demás.
Gersen avanzó unos pasos y echó un vistazo a la cabina del piloto. Helaunce se sentaba allí. Los invitados iban entrando en el vehículo.
Gersen retuvo a Navarth.
-Espere.
-¿Por qué?
-Ya se lo diré. -Tanzel y Ethuen subieron a bordo; Mario puso el pie en la escalerilla. -Gersen habló con rapidez-. Suba a bordo. Provoque un alboroto. Golpee el mamparo. Chille. Hay una cerradura de emergencia entre el salón y la cabina del piloto. Fuércela. Distraiga al piloto; intente no poner nerviosos a Mario, Ethuen o Tanzel. No deben intervenir.
-¿Y para qué servirá todo esto? -preguntó Navarth con expresión de no comprender nada.
-No importa. Haga lo que digo. ¿Dónde está Drusilla? ¿Dónde está Jheral Tinzy? ¿Por qué no están a bordo?
-Sí... ¿Por qué no están a bordo? Me siento verdaderamente ofendido.

Jack Vance "El palacio del amor"