domingo, julio 09, 2006

Gersen reflexionó un momento. Huir era inútil; el ataque, imposible. Viole Falushe llevaría armas, Gersen no. Debería convencer a Viole Falushe de que cambiara de idea. Intentó un acercamiento razonable.
-Es concebible que violara la letra de su ley, pero ¿qué crédito merecerá un artículo sobre el Palacio del Amor sin algunos comentarios de su creador? Es imposible comunicarse con usted desde que decidió mantenerse apartado de los invitados.
-Navarth sabe de memoria mi número de videófono -Viole Falushe pareció sorprendido-. Un criado le habría proporcionado un aparato para llamarme a cualquier hora.
-No se me había ocurrido. No, no pensé en el videófono. ¿Dice que Navarth sabe el número?
-Desde luego. Es el mismo que utilizo en la Tierra.
-Los hechos subsisten. Estoy aquí. Ha visto la primera parte del artículo proyectado; la segunda y la tercera parte son aún más vistosas. Si queremos presentar su punto de vista, es importante que hablemos. De modo que abra la puerta y discutamos el tema.
-No. Me gusta permanecer en el anonimato, a pesar de que a veces me mezclo con los invitados. Bien... de momento me tragaré su insulto. No es que vaya a librarse de pagar su deuda; o tal vez sí. Por ahora, considérese indultado -pronunció una palabra en voz baja y una puerta se abrió en la antesala-. Entre; ésta es mi biblioteca. Hablaré con usted aquí.
Gersen penetró en una gran sala con alfombras de color verde oscuro. En el centro, una pesada mesa aguantaba un par de lámparas antiguas y una selección de revistas de actualidad. Una pared estaba cubierta de libros desgastados por el uso. Las estanterías se combaban bajo el peso de los volúmenes y de los innumerables periódicos y revistas. Había un sistema normal de informática y cierto número de cómodas sillas.
Gersen miró en derredor con un dejo de envidia; la atmósfera era tranquila, civilizada, racional, muy alejada de la vida hedonista en el Palacio del Amor. Una pantalla se iluminó para revelar a Viole Falushe arrellanado en una silla. Una luz convirtió su forma en una silueta; no había manera de identificar sus rasgos.
-Bien, aquí estamos -dijo Viole Falushe-. ¿Ha hecho fotografías ya?
-Varios centenares. Más de las necesarias para cubrir los aspectos necesarios del Palacio... los que ofrece a sus invitados.
-¿Y le interesa saber qué más ocurre?
Viole Falushe parecía divertido.

Jack Vance "El palacio del amor"