miércoles, junio 14, 2006

Navarth estaba obsesionado. Vagaba por el jardín, abatido, insatisfecho, mirando a derecha e izquierda. La belleza del jardín le era indiferente. Llegó hasta el extremo de despreciar las creaciones de Viole Falushe:
-Aquí no hay innovaciones; los placeres son triviales. No hay optimismo, no hay intuiciones asombrosas, no hay apertura mental. Todo es grosero o sensiblero... la gratificación del estómago y de las glándulas.
-Es posible -admitió Gersen-. Los placeres de este lugar son simples y vulgares. Pero ¿qué hay de malo en ello?
-Nada. Sólo que no es poesía.
-Todo es muy bello. De creer a Viole Falushe, ha evitado lo macabro, los espectáculos sádicos y permite a sus criados un cierto grado de integridad.
-Es usted un inocente -gruñó Navarth-. Los placeres más exóticos se los reserva para él solo. ¿Quién sabe lo que ocurre al otro lado de las paredes? Es un hombre que no se detiene ante nada. ¿Integridad en esa gente? ¡Ridículo! Son juguetes, muñecos, marionetas. No hay duda de que muchos son aquellos niños robados en Kouhila..., los que no fueron vendidos al Mahrab. Y cuando pierdan la juventud, ¿qué será de ellos? ¿Adónde irán?
-No lo sé.
Gersen sacudió la cabeza.
-¿Y dónde está Jheral Tinzy? -prosiguió Navarth-. ¿Dónde está la chica? ¿Qué hará con ella? La tiene a su merced.
-Lo sé.
-Lo sabe -se mofó Navarth-, pero sólo después de que se lo recordara. No sólo es inocente, sino también inútil y estúpido... no menos que yo. Ella confiaba en que usted le protegería, ¿y qué ha hecho? Emborracharse e ir de putas como los otros; un esfuerzo considerable, sin duda.
Gersen pensó que el arranque de cólera de Navarth era exagerado, pero replicó con suavidad.
-Si se me ocurriera algún plan factible, lo llevaría a cabo.
-¿Y entretanto?
-Entretanto acumulo conocimientos.
-¿Qué clase de conocimientos?
-Creo que ninguna de las personas que hay aquí conocen a Viole Falushe de vista. Su reducto parece estar emplazado en las montañas; yo diría que no está en el valle. No me atrevo a cruzar la pared de piedra del oeste ni la barrera de espinos del este; lo más probable es que me apresaran y, periodista o no, me trataran con dureza. Como no tengo armas, he de resignarme. Debo ser paciente. Si no hablo con él en el Palacio del Amor, encontraré la oportunidad en otra parte.
-Todo por su revista, ¿eh?
-¿Por qué no?

Jack Vance "El palacio del amor"